DIVERSAS SON las maneras de abordar el estudio sobre el Espíritu Santo. Algunos autores comienzan considerando los nombres y símbolos del Espíritu y pasan luego a analizar los distintos aspectos de su obra. Otros enfocan el obrar del Espíritu en las varias dispensaciones. También hay quienes encuadran su trabajo siguiendo la revelación progresiva desde Génesis a Apocalipsis.
Comoquiera que se haga, el estudio cuidadoso de lo que la Biblia dice sobre la tercera persona de la Trinidad no sólo es fascinante, es además necesidad y obligación. Hace falta saber la amplia gama de tareas que realiza el Espíritu. Nos incumbe dar a conocer los recursos que provee el ministerio del Espíritu para el creyente, la iglesia y el mundo en general.
Mal hacemos si, pudiendo inundar la vida con los torrenciales efluvios del Espíritu, nos contentamos con beber de él a cuentagotas. Peor resulta si fallamos en comunicar al pueblo las riquezas, el poder y los recursos que el Santo Espíritu tiene dispuestos para ellos.
¿Quién es el Espíritu Santo? Los creyentes necesitan con urgencia entenderlo. Tal vez la pregunta debe ser ¿Qué es el Espíritu Santo? Puede ser que debido a que los términos ruaj (hebreo) y pneuma (griego) significan viento, espíritu o aliento, tanto el judaísmo antiguo como ciertos grupos heréticos han visto al Espíritu Santo como una simple fuerza, energía o influencia impersonal.
Los Testigos de Jehová en su amañada versión de la Biblia falsean las referencias al Espíritu. Vierten “una expresión inspirada” cuando el griego dice pneuma, que cualquier otra versión traduce “Espíritu”. Cuando llega la versión de los Testigos a traducir correctamente, pone con minúsculas “espíritu santo”.
Citando a otra persona, Eugenio Dayans aclara: “la palabra hebrea ruaj tiene un triple significado, según el contexto con que se encuentra asociada: el de viento, cuando ocurre en relación de cosas inanimadas; el de soplo o aliento, cuando está relacionada con animales o seres humanos en su aspecto carnal; el de espíritu inteligente, cuando se refiere a Dios o a los hombres en su aspecto superior. (Eugenio Dayans. Proceso a la Biblia de los Testigos de Jehová, p. 162.
1. El Espíritu Santo es una persona
Puede decirse que una persona es todo ser o entidad que posee conciencia, unicidad, libertad, identidad y actividad. Relacionado con el concepto de persona está el de personalidad. Esta es: “el conjunto de cualidades que distinguen a una persona” (Diccionario Enciclopédico de Selecciones)
De los diferentes elementos que conforman la personalidad se destacan los de sensibilidad, inteligencia y voluntad.
1.1 El Espíritu Santo posee los elementos de la personalidad. Tiene sentimientos.
En efecto, manifiesta amor, Romanos 15:30, anhelo, Santiago 4:5, bondad, Nehemías 9:20. Se contrita, Efesios 4:20, sufre afrenta, Hebreos 10:29.
La tercera persona de la Trinidad realiza actividades inteligentes: convence, Juan 16:8, habla, 1ª Timoteo 4:1, Hebreos 3:7, Apocalipsis 2 y 3, Juan 16:13, enseña, Juan 14:26, escudriña, 1ª Corintios 2:10, guía, Juan 16:13, inspira, 2ª Pedro 1:21, intercede, Romanos 8:26, recuerda, Juan 14:26, testifica, Juan 15:26, Romanos 8:16. El Espíritu tiene voluntad, ya que ordena, Hechos 16:6,8, decide, 1ª Corintios12:11, llama, Hechos 13:2.
1.2 Los textos anteriores revelan también que el Espíritu Santo realiza actividades propias de una persona. Enseñar, hablar, recordar, testificar, interceder son acciones que una mera fuerza impersonal no puede cumplir.
1.3 El trato gramatical que el texto bíblico da al Espíritu corresponde al de una persona. Jesús habla del Espíritu en tercera persona, empleando el pronombre personal “él” y el pronombre relativo “quien”, Juan 15:26. Lo menciona también como el “otro” Consolador, Juan 15:17.
1.4 El Espíritu Santo establece relaciones propias de una persona. Procede del Padre y del Hijo, pues es enviado por ambos, Juan 14:26 y 15:26. Los seres pueden blasfemarlo, Hechos 10:19-21, mentirle, Hechos 5:3, resistirlo, Hechos 7:51, obedecerlo, Hechos 10:19-21, contristarlo, Efesios 4:30, injuriarlo, Hebreos 10:29, tener comunión con él, 2ª Corintios 13:14.
Quienes pretenden negar la personalidad del Espíritu Santo basados en el hecho de que no tiene cuerpo deben recordar que Dios es un ser personal; sin embargo, es espíritu, Juan 4:24. Algunos tampoco aceptan que el Espíritu sea una persona puesto que puede habitar dentro del ser humano. Pero nadie negaría que Jesucristo sea una persona, no obstante, él también mora en el corazón del creyente, Efesios 3:17.
2. El Espíritu Santo es una persona divina
2.1 Posee títulos divinos. Es llamado Dios, Hechos 5:3,4. Vemos que se le dice también Jehová cuando se comparan Hebreos 3:7-9 con Éxodo 17:7 y Hechos 28:25-27 con Isaías 6:9-10.
2.2 Al Espíritu Santo la Biblia le adjudica atributos divinos. Dichos atributos son características o cualidades que sólo Dios posee. Se da por establecida la omnipotencia del Espíritu al tomar éste parte en la creación, Génesis 1:2, Job 26:13, 33:4.
El salmista se consuela en la omnipresencia del Espíritu mediante un paralelismo que destaca la imposibilidad de ocultarse de Dios, Salmo 139:7. El apóstol Pablo afirma la omnisciencia del Espíritu al señalar la capacidad exhaustiva de éste para conocer la mente de Dios, 1ª Corintios 2:9-11. El escritor de Hebreos apunta la eternidad del Espíritu, 9:14.
2.3 De Génesis a Apocalipsis se ve al Espíritu realizando obras divinas. Sólo Dios puede crear. Nadie más que él tiene la capacidad de dar vida, realizar milagros, obrar la regeneración en el ser humano, aplicar la nueva vida, o sea, resucitar a los muertos. Sin embargo, todo eso se dice del Espíritu Santo, Génesis 1:2, Job 27:3, Salmo 104:30, Juan 3:6, Romanos 1:3,4, 8:2, 11.
3. El Espíritu Santo es una persona divina y distinta del Padre y del Hijo.
Una herejía que amenazó la consolidación del Concilio de las Asambleas de Dios en los EE.UU. fue el error unitario, conocido también como “sólo Jesús”. Los unitarios enseñan que en Dios existe una sola persona, “sólo Jesús”, pero que a través de las edades se manifestó como Padre, Hijo, y después como Espíritu Santo. No eran tres personas, sino tres modos de manifestarse del mismo ser. Los unitarios igualan los conceptos de ser y persona. Afirman en consecuencia que el Padre es el Hijo y que el Espíritu Santo también es el Hijo.
¿Hay base en la Biblia para afirmar la distinción de las personas del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, dentro de la unidad de la deidad?
3.1 El propio Jesucristo estableció la verdad de la “procesión” del Espíritu, Juan 15:26.
3.2 En el Nuevo Testamento existen pasajes que presentan al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo obrando al mismo tiempo. Aunque esta verdad ya la apunta el profeta Isaías cuando en un oráculo cita al Mesías que dice: “Acercaos a mí, oíd esto: desde el principio no hablé en secreto; desde que eso se hizo, allí estaba yo; y ahora me envió Jehová el Señor , y su Espíritu”, Isaías 48:16.
Esta verdad es abrumadoramente clara en el Nuevo Testamento. Un autor indica que hay cincuenta textos trinitarios en el Nuevo Testamento, otro señala cuarenta. Francisco Lacueva menciona alrededor de veinte en su libro Espiritualidad trinitaria. Bastaría sólo uno para probar este punto, pues una verdad no puede ser combatida ni con mil errores.
Tomemos una muestra representativa de las diferentes partes del Nuevo Testamento.
- De los sinópticos, Mateo 3:16,17 la ocasión del bautismo de Jesús revela tres personas. En el momento que el Señor sube del agua, el Espíritu de Dios desciende sobre él como paloma, y se oye la voz del Padre que dice: “Éste es mi Hijo amado…” El evangelio de Juan menciona la verdad en 15:26. Ryrie en su libro El Espíritu Santo, página 29, dice: “El uso del tiempo presente (procede) se entiende como una referencia al carácter eterno de la procesión del Espíritu”.
- De las epístolas paulinas apuntemos Tito 3:4-7 donde se afirma que cada miembro de la Trinidad toma parte en la operación de la salvación del hombre.
- De las llamadas epístolas universales destaquemos 1ª Pedro 1:2. En esta salutación Pedro ve la obra global de la salvación. Destaca la función preeminente del Padre quien planea la salvación. El Espíritu aplica la salvación y santifica. El Hijo obra la salvación con su sangre derramada en la cruz.
- En Apocalipsis, el vidente menciona y distingue a las tres personas al saludar a las siete iglesias, Apocalipsis 1:4,5.
El Espíritu Santo, por tanto, no puede ser confundido ni con el Padre, ni con el Señor Jesucristo. La identidad distintiva de cada miembro de la Trinidad está claramente demostrada en las Escrituras.
¿De qué manera nos ayudará el conocimiento de estos puntos teológicos? La experiencia de la vida es trinitaria. La vida abundante que la Biblia presenta es neumatológica, se da sólo por el Espíritu.
Aunque la Biblia no enseña que tengamos que orar al Espíritu Santo, queda implicada la adoración y reverencia que le debemos en el hecho de ser presentado como co-igual con el Padre y con el Hijo.
Nuestra adoración es trinitaria y carismática. Oramos al Padre en el nombre y por la mediación del Señor Jesucristo a través del poder del Espíritu, Juan 4:24; Filipenses 3:3. Nuestra misión es trinitaria. Somos enviados por el Hijo para predicar en el poder del Espíritu llamando a los pecadores a que se reconcilien con Dios, el Padre.
Otra prueba de que el Espíritu Santo es una persona divina, distinta del Padre y del Hijo, está en la bendición apostólica que Pablo lega en 2ª Corintios 13:14: La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.
Comenta Gordon Fee: “En muchas maneras esta bendición constituye el momento teológico más profundo en la literatura paulina”. God’s Empowering Presence: The Holy Spirit in the Letters of Paul, (La presencia de Dios que da autoridad: El Espíritu Santo en las cartas de Pablo), página 363.
La comunión, el compañerismo, sólo pueden darse entre personas. Sucede de un creyente con otros creyentes. Por gracia, y mediante la fe, podemos disfrutar de comunión con Dios. Ello nos prueba que nuestro Dios es un ser personal, un Padre que se deleita en relacionarse con sus hijos. En el mismo tenor, la comunión que disfrutamos con Jesucristo prueba su personalidad si es que no obvía la nuestra. La comunión con el Espíritu, en consecuencia, hace que nos percatemos que el trato es con la adorable tercera Persona de la Deidad.
–dgr
Quisiera estudios de estos temas cursos bíblico para mis estudiantes de primaria y secundaria agradezco mucho por su aporte
Excelente sinopsis