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Interpretando a los profetas

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2003.1

Por Jaime Mazurek

 

¿Cuándo fue la última vez que usted predicó un sermón basado en un pasaje de las profecías de Amós o de Malaquías?  Creo que muchos podemos decir que hace bastante tiempo, o quizás nunca. La verdad es que para la mayoría de nosotros el género profético es de interpretación más difícil que, digamos, los evangelios o las epístolas de Pablo – las partes de la Biblia que mas destacamos en nuestros ministerios.

Los libros proféticos del Antiguo Testamento contienen grandes verdades teológicas y expresiones de extraordinaria elocuencia y belleza acerca de Dios, su amor, su justicia, y su perdón que todos debemos comprender y compartir. Sin embargo, a menudo nos quedamos sin la bendición de ese conocimiento, por una mano, por la incomodidad de no comprender el libro, o por otra mano, por hacer interpretaciones imaginarias (alegóricas) y especulativas sin respetar las normas hermenéuticas esenciales.

Con estas breves palabras quiero señalar tres criterios fundamentales para la correcta interpretación de los escritos proféticos, ojalá corregir algunas ideas populares pero inexactas acerca del mismo, y desafiarnos a aprovechar más estos hermosos contenidos de la Palabra de Dios.

 

1.         FIJESE EN EL FONDO HISTORICO

Es imprescindible comprender que los libros proféticos no fueron escritos en un vacío existencial, sino en medio de situaciones históricas trascendentales, y que sus contenidos tienen relación directa con aquellas realidades. Los grandes desafíos que llenaban los horizontes de los profetas eran: la división del reino hebreo, la corrupción de los reyes y la idolatría del pueblo, la invasión asiria de Israel venidera, la invasión babilónica de Judá venidera, los años de exilio en Babilonia, y el regreso y el reestablecimiento del pueblo judío en Jerusalén. Una buena comprensión de aquellas realidades históricas ilumina al texto de otro modo oscuro.

Una falencia común es pensar que todas las palabras en los libros proféticos tienen que ver con el futuro. Es cierto que Dios reveló muchas cosas futuras a los profetas, pero la inmensa mayoría de sus palabras fueron dirigidas directamente a los contemporáneos del profeta, acerca de las realidades de su tiempo. Como vocero de Dios, el profeta denunciaba los pecados de los reyes, los sacerdotes y del pueblo, y les suplicaba arrepentirse y volver a Dios.

El profeta sí hablaba del futuro en relación con las consecuencias nefastas de juicio que vendrían si no se arrepentían, las bendiciones que vendrían sí se arrepentían, la esperanza para un remanente santo, y el Mesías, cuya venida erradicaría el pecado y traería la salvación a Israel y al mundo. Pero hay que entender que cuando el profeta hablaba del futuro, lo hacía con la mira en su presente, pues su motivación era que esa revelación de lo por venir provocase un cambio en la conducta y la creencia del pueblo de su presente. No se hablaba del futuro por hablar no más, sino para incentivar al arrepentimiento y al compromiso con Dios sin demora, tarea que aun es nuestra cuando predicamos sobre los temas escatológicos futuros.

 

2.         OJO CON LOS ORÁCULOS

Un aspecto de los libros proféticos desconocido por muchos es que son obras recopilatorias y no documentos singulares que se escribieron “de un viaje” en alguna oportunidad. Estos libros son más bien colecciones de “oráculos” o mensajes de los profetas. Es como si alguien fuera a publicar como libro una colección de los sermones predicados por su pastor a través de todo su ministerio. El libro sería uno solo, pero el contenido sería una cantidad de mensajes diferentes, dados en distintos lugares en distintas circunstancias y con distintos propósitos, cada uno siendo en verdad una unidad literaria en sí. Algo similar pasa con los libros proféticos.

Si consideramos a Oseas 1:1, veremos que ese libro contiene profecías dadas por Oseas durante los reinos de Uzías, Jotam, Acaz y Exequias, un periodo que abarca más de cuarenta años. Comprendemos entonces que el libro de Oseas no se escribió en un solo día, al final de la vida de Oseas, sino que es una colección de diversos mensajes o oráculos que él entregó durante su largo ministerio.

Varias preguntas surgen entonces. ¿Corresponde la división del libro en capítulos a su división en oráculos? Lamentablemente la respuesta es, no. Si un libro profético tiene doce capítulos eso no quiere decir que contiene doce oráculos, pues las divisiones en capítulos no son parte del texto original sino una herramienta producida en la Edad Media, sin mayor consideración por el reconocimiento de cada oráculo.

¿Cómo se puede reconocer entonces dónde comienza y dónde termina un oráculo?  Se puede reconocer a un oráculo a veces por la expresión con que empieza, tal como “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo…” (Jeremías 2:1), o “Oíd palabra de Jehová…” (Oseas 4:1). Algunos profetas como Jeremías, Daniel, Ezequiel, Hageo y Zacarías nos hacen el gran favor de indicar el año o hasta la fecha exacta en que vino cierto mensaje del Señor a su mente y corazón.

Los oráculos típicamente contienen uno o más de varios temas recurrentes. Estos son: la denuncia del pecado de Israel y / o Judá, el anuncio del juicio venidero, una súplica por el arrepentimiento, palabras de esperanza para los que se arrepienten o para el remanente santo que ha de salir victorioso, anuncio de la venida del Mesías, y expresiones sobre las glorias de Israel restaurada y bajo el reino del Mesías. Algunos oráculos conciernen solamente uno de estos temas; otros tratan varios. Una lectura cuidadosa del texto con estos criterios en mente manifestará con más claridad los probables límites de cada oráculo.

Otra cosa importante sobre los oráculos es que no necesariamente aparecen en el texto en un orden cronológico, desde el más temprano hasta el más tardío. Por ejemplo, en Jeremías 25:1 el profeta recibe la Palabra de Jehová en el cuarto año de Joacim, hijo de Josías (605aC); en Jeremías 32:1 la Palabra viene en el décimo año de Sedequías (587 aC); pero en  Jeremías 36:1 el oráculo vuelve a ser del cuarto año de Joacím (605aC) dieciocho años antes de lo dicho en Jeremías 32.

Es, entonces, mejor estudiar a los profetas oráculo por oráculo, que de otra manera. Así se respeta el orden del pensamiento del profeta y de la revelación que recibió de parte de Dios.

 

3.         PRECISIÓN CON LA PERSPECTIVA PROFÉTICA

Para finalizar, es necesario en la exégesis de literatura profética también considerar la perspectiva profética del escritor. Este criterio simplemente toma en cuenta el hecho que a menudo, cuando Dios revelaba cosas futuras al profeta, este no tenía una percepción exacta de la distancia temporal entre el cumplimiento de una cosa y otra.  Nosotros, como intérpretes bíblicos que vivimos en el siglo XXI podemos distinguir esto mejor en muchos casos. Por ejemplo, en Joel 2:28 y 29 encontramos las palabras que tan bien conocemos sobre el derramamiento del Espíritu sobre toda carne.  Pero los versículos 30 y 31 continúan diciendo, “Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo.  El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová..”

Entendemos desde nuestra perspectiva que, según Hechos 2:16, lo del derramamiento del Espíritu se cumplió o comenzó a cumplirse el Día de Pentecostés. Sin embargo han pasado dos mil años y aun no se han cumplido los versículos 30 y 31 sobre el Día de Jehová y sus efectos cósmicos. Es muy posible que en la mente de Joel, las dos cosas sucedieran una tras otra, pues así lo parece dar a entender el texto. Necesitamos reconocer que la perspectiva de los profetas de estos eventos futuros, algunos tan lejanos de ellos, era tal que no percibían bien las distinciones temporales entre una cosa y otra. A la hora de interpretar un texto profético con varias expresiones sobre cosas futuras debemos tener esta realidad en cuenta.

Hay muchas cosas más que se podría señalar sobre los libros proféticos, como su condición de ser mayormente poesía y no prosa, y la necesidad de interpretar sus paralelismos y lenguaje figurado a esa luz. También es muy recomendable estudiar un buen texto de hermenéutica que aclara las particularidades del género y su interpretación, como la de J. Martinez, para aprender más sobre estos maravillosos libros.

A la hora de predicar sermones basados en los libros proféticos, hay que recordar lo ya señalado aquí y no caer en ese afán tan popular de buscar algún pasaje que es “profecía” de algún evento contemporáneo en el Medio Oriente.  Es poco probable que las figuras políticas actuales de Israel, los Estados Unidos, Iraq o Afganistán se encuentren representadas, por ejemplo, en las visiones de Zacarías, pues las visiones de Zacarías, todas, tienen que ver con lo que era el gran desafío del tiempo de Zacarías, la reconstrucción de Templo y el animar a los siervos del Señor, Zorobabel y Josué mediante la promesa de la venida del Mesías.

Un buen esfuerzo en estudiar los libros proféticos siguiendo estas y otras pautas para una sana interpretación brindará hermosos momentos de encuentro con Dios en su Palabra, tanto para usted, como para la iglesia donde ministra.

 

Jaime Mazurek B.


 
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1 Comentario  comments 

Una respuesta

  1. Vall Rob

    Gloria a Dios. Escudriñad las escrituras.., nos mandó el Señor.
    Gracias por la enseñanza.
    Quisiera obtener información sobre como interpretar al profeta Habacuc

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