Nota del editor: Un corto tiempo atrás, el Hermano DeLonn Rance, misionero y secretario ejecutivo de Misiones en Conjunto para Latinoamérica, juntamente con otros líderes asambleístas de Latinoamérica realizó un viaje a Asia Menor para asistir un reunión internacional de esa región. Sus observaciones sobre ese viaje siguen vigentes pues nos retan a pensar el mundo que todavía no se ha alcanzado para Cristo.
REFLEXIÓN SOBRE UN VIAJE A ASIA MENOR
por Dr. DeLonn Rance, Ph.D.
Creo que tres adjetivos pueden describir mis emociones principales al realizar el viaje: Asombrado, Triste, Resuelto
Asombrado
Asombrado al ver la valentía, coraje, dedicación, compromiso y alegría de los líderes de las iglesias perseguidas de esta región del mundo. Ver que bajo dificultades y amenazas siguen con denuedo proclamando el Nombre de Cristo. Ver el crecimiento de la obra en las personas de trasfondo musulmán. Ver la ordenación del primer ministro ordenado de una nación. Ver la proyección de estos líderes. Ver el compromiso misionero de estas iglesias recién nacidas.
Triste
Triste al visitar las ruinas de las siete iglesias de Apocalipsis; no queda nada de esas iglesias. Desaparecieron, principalmente por su falta de visión misionera. Querían las bendiciones del Reino pero no las responsabilidades. Es una advertencia fuerte para la iglesia de América Latina. El resultado de la desobediencia de estas iglesias es que ahora en esas tierras hay mezquitas en lugar de templos, perdidos en lugar de creyentes.
Triste al ver y andar entre los millones de habitantes de Turquía quienes nunca han escuchado las buenas nuevas ni tan siquiera una sola vez. Ver y pasar por pueblo tras pueblo, ciudad tras cuidad, ciudades de millones de personas con numerosas y lindas mezquitas pero sin una iglesia, sin faro de luz. Jes
ús murió por los turcos; hay lugar en la casa de Dios para ellos… pero no hay mensajeros, no hay obreros, no hay luz.
Resuelto
Estoy más comprometido y resuelto que nunca a seguir invirtiendo mi pasión, energía y esfuerzo en la movilización de la iglesia de América Latina hacia las misiones y hacia el mundo musulmán. Tenemos una oportunidad y un potencial enorme para enviar mensajeros llamados, preparados y ungidos por el Espíritu Santo de nuestras iglesias a esta región y a estos pueblos que carecen de la Palabra de Dios. Es Dios que nos está abriendo las puertas. ¿Estamos dispuestos como líderes y miembros de las Asambleas de Dios de América Latina a responder con hechos concretos ante tal reto? Una vez mas clamé al Señor con todo mi corazón: “¡Heme aquí, envíame a mí! Haré lo que Tú me pides.