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Asesoría matrimonial

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 1994.4

Por Casto Meza L.

 

 

 

Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican.

 

LA PROCLAMACIÓN DEL Año Internacional de la Familia en 1994, encara una paradoja: Propugna unir a la familia al mismo tiempo que se fomentan en nuestra sociedad los mecanismos para disolver el matrimonio con leyes que facilitan el proceso de divorcio, con regulación de la unión marital de hecho (unión libre), con centros que trabajan en regular la separación de cuerpos.

¡Qué vigencia cobra la verdad divina! “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”. Salmo 127:1.

El drama familiar de América Latina radica en la relación de pareja, de hombres y mujeres, a quienes como pastores, asesores, consejeros o líderes evangelizamos y orientamos en nuestras congregaciones.

Al margen de nuestro entorno evangélico las separaciones y los divorcios suceden con frecuencia inusitada, dejando una secuela de frustración entre la pareja y de abandono e inseguridad entre los menores. Estas situaciones irregulares en las que crece el hijo constituyen el verdadero caldo de cultivo para toda la gama de miseria, criminalidad, y violencia sin límites que vemos a diario.

Sin pretensión de ser especialista en consejería matrimonial, sugiero la siguiente técnica de asesoría, después de haber trabajado en un Centro de Conciliación para Matrimonios en Santa fe de Bogota, Colombia.

El trabajo consistió en escuchar relatos dramáticos, percibir odios recónditos, descubrir frustraciones desgarradoras. También hubo oportunidad de experimentar gozo, alegría, y satisfacción por las reconciliaciones.

Ofrezco esta elemental técnica, susceptible de corregirse y enriquecerse con el conocimiento y la experiencia de cada uno.

 

1. Escuchar por separado a cada uno de los integrantes de la pareja, siempre en fechas próximas o cercanas.

Vale aclarar que más de 60% de los que acuden a la asesoría no son casados. Esto constituye una situación compleja en la sociedad latinoamericana.

El proceso de escuchar requiere:

1.1              Disponibilidad de tiempo para atender pacientemente. La prisa y la ansiedad del asesor crean nerviosismo en el asesorado.

1.2              Sensibilidad al drama familiar. La indiferencia y la falta de identificación con el dolor ajeno conduce a manejar estereotipos y deshumaniza al asesorado.

1.3              Sabiduría y prudencia para formular las preguntas sin herir susceptibilidades. Las preguntas directas violentan la intimidad y privacidad a que todos tenemos derecho.

1.4              Recepción adecuada de los datos para la comprensión general del problema. Concentrarse excesivamente en algunos detalles impide una visión panorámica de la crisis.

1.5              Manejo preciso de los detalles para evitar que las descripciones generales encubran la causa real de la crisis.

1.6              Objetividad para no parcializarse con ninguno de los integrantes de la pareja. Existe el riesgo de concederle importancia extrema a las lágrimas femeninas o a inclinarse por la versión masculina debido a nuestra idiosincrasia machista. Además, una actitud objetiva impide que el asesor ataque a las personas en lugar de atacar al problema.

1.7              Respeto a la dignidad humana. Aun cuando a primera vista parezca que el entrevistado es el causante o responsable directo del problema, hay que evitar lanzar juicios de valor. Aquí la mentalidad apresurada de censurar al culpable debe ceder terreno al manejo prudente y reflexivo de la situación. No es el momento de emitir valoraciones de bueno o malo respecto a la conducta desplegada.

1.8              Criterio ético para evitar satisfacer curiosidades personales en lugar de buscar la solución del problema. Necesitamos únicamente conocer el problema y sus detalles que nos conduzcan a descubrir la solución del conflicto.

1.9              Seguridad para dirigir la entrevista cuando el asesorado pretende actuar con altivez o con displicencia. Afortunadamente son pocos pero existen quienes creen ser superiores al asesor y que a ellos nadie les puede averiguar absolutamente nada.

1.10          Serenidad para evitar manifestaciones de asombro frente a relatos inusuales que pueden consistir en confesiones delicadas o inclusive delictuosas.

 

2. Realizar una valoración pormenorizada de los hechos.

Conviene resumir y elaborar una relación de los conflictos que ambos manifestaron. Por ejemplo: él pudo decir que golpeó a la esposa y ella pudo decir que el esposo la golpeó. Luego, son dificultades conocidas y expresadas por ambos, a las que debe buscársele solución en la entrevista conjunta.

Conviene tratar también las dificultades que solamente uno de ellos expreso pero que el otro desconoce. Extraño, pero sucede con relativa frecuencia. Por ejemplo: que el caballero manifieste tener tendencias homosexuales, por cuya razón descuidó su relación conyugal, dificultad que la esposa desconoce. A menos que el problema sea del dominio público, hay que esperar un tiempo prudente antes de debatirlo en la entrevista conjunta.

He sabido de un caballero que solicitó hablar con un pastor por fuera del horario normal. Se presentó por la noche. Contó que nació de padres evangélicos. De niño fue fiel asistente a la escuela dominical y participaba en todas las actividades de la iglesia. Durante sus estudios se mantuvo activo en la iglesia. Se unió en matrimonio con una señorita de la misma congregación.

Comenzó a sufrir una creciente crisis matrimonial. Su cónyuge admiraba su dedicación a la obra de la iglesia, sufría con el trato de indiferencia de la vida de pareja. Empezó a sentir celos creyendo que otra mujer inquietaba a su esposo. La crisis aumentó hasta que intempestivamente el hombre abandonó la iglesia sin darle explicaciones a su esposa.

Unos días después lo pusieron en disciplina porque unos creyentes lo encontraron embriagado. Los miembros del cuerpo oficial no consideraron necesario dialogar con él por el abandono abrupto de la congregación, como también por el estado de embriaguez en que fue encontrado. El tiempo de la disciplina fue indefinido. En consecuencia se quedó solo, sin que ninguno se interesara por él.

Solitario y lleno de frustraciones, fue a dialogar con un ministro del evangelio. El joven con dolor y lagrimas relató que la causa de sus crisis no radicaba en su relación matrimonial, ni en la práctica de su fe. Se debía más bien a una agobiante tendencia homosexual que jamás se había traducido en actos debido a la constante censura moral de su propia conciencia cristiana.

Contó que sufría constantemente porque los suyos desconocían sus inclinaciones. Enfrentaba la paradoja de tener la certidumbre que esa inclinación es la más abominable de acuerdo con la Biblia, y sin embargo era una constante atracción para él.

Pese a lo descarnado del relato, el asesor le hizo varias preguntas que ayudaron al joven a darse cuenta de que su fe en Cristo era inalterable. También pudo ver a través de otras preguntas que deseaba conservar su matrimonio sin herir la susceptibilidad de su esposa.

Tengo entendido que el pastor en quien depositó confianza el atribulado sigue dialogando de vez en cuando con el hombre para averiguar en cuanto al progreso, para animarlo, y para orar con él.

En esta etapa de hacer la valoración pormenorizada de los hechos, deben estructurarse posibles alternativas de solución al conflicto. Para esto contribuirá el conocimiento del problema sumado a la experiencia del asesor.

Es imprescindible llegar a la etapa siguiente con alternativas precisas y reflexionadas para orientar a la pareja.

 

3. Entrevista a la pareja conjuntamente.

Para el adecuado desarrollo de la asesoría y para el logro de la reconciliación, es preciso orientar sobre las reglas que gobernarán el diálogo. Por ejemplo, que uno escuche sin interrumpir mientras el otro habla y viceversa. Si se descuida este aspecto, la medicina puede resultar peor que la enfermedad. Es decir, que en lugar de resolver el conflicto puede acrecentarse la crisis.

En el caso del joven mencionado arriba, llegó el momento en que se veía la necesidad de que éste le contara a su esposa el problema. Los dos sostuvieron una plática con el pastor quien tuvo que hacer varias preguntas a ella a ver si estaba dispuesta a hacer el esfuerzo necesario para comenzar a cerrar las heridas y para servir de apoyo a su marido.

En el desarrollo de la asesoría es recomendable proceder así:

3.1              Dar oportunidad a que cada uno exprese libremente su criterio respecto al conflicto.

3.2              Preguntar por lo que faltó aclarar, ampliar o confrontar siempre que la prudencia lo recomiende, excepto aquello que pertenece al dominio privado.

3.3              Pedir que cada uno proponga una posible solución al conflicto. Algunas propuestas coincidirán con las del asesor, en cuyo caso existe la probabilidad de un avance en el arreglo o la reconciliación.

3.4              Proponer, no imponer, las alternativas de solución a juicio del asesor. Uno debe explicar a la pareja sobre las ventajas morales, familiares, económicas, y espirituales de la solución propuesta. Además, hay que orientarla sobre cómo se practicará y cuáles serán los posibles resultados de la propuesta.

3.5              Concederles la oportunidad para que pregunten, objeten, amplíen, o modifiquen la propuesta. La pareja debe gozar de plena libertad, incluso para rechazar la propuesta si la consideran inconveniente, sin que por ello se lesione la susceptibilidad del asesor.

Existe el riesgo que, después de todo este recorrido la pareja no quiera llegar a ningún acuerdo. Peor aun, pudiera ser que decidan separarse definitivamente. Cabe reiterar que sólo es un riesgo, pero latente y doloroso. Frente a esta reacción, el asesor susceptible o de poca experiencia puede considerarlo como un fracaso suyo. Pero no es cierto, puesto que las decisiones de la vida son responsabilidad exclusiva de cada persona o de cada pareja, pero jamás de un tercero.

El resultado ideal es la reconciliación de la pareja. La tarea del asesor continúa posterior a la reconciliación, reforzando lo pactado y sanando las heridas, como el trabajo del médico en el tratamiento postoperatorio.

Un caballero llegó al consultorio a comentarme que tenía crisis en el matrimonio. Estando ya casado por dieciocho años, tuvo un hijo por fuera del matrimonio. Enterada de la situación la esposa, quería romper el vínculo matrimonial. El drama creció cuando el caballero relató que la joven madre del hijo extramatrimonial acababa de fallecer en un accidente de tránsito. Dejó el bebé de un año y medio de edad. Y el caballero quería llevarlo al hogar matrimonial.

Enfrentamos el reto. Después de varias y largas sesiones de diálogo y de hacerle innumerables preguntas para ayudarlo a ver con objetividad su situación, y después de sesiones en pareja, se logró que la esposa lo perdonara. Consintió que el bebé fuera adoptado jurídicamente para constituirse en un hijo más del matrimonio.

La reconciliación consiste en pactar, convenir, acordar lo que deben decir y lo que deben hacer para superar la crisis con miras a optimizar las relaciones de pareja en el futuro. La verdad de Perogmllo cobra vigencia: a las palabras se las lleva el viento. Para que la máxima no se repita, es recomendable elaborar un acta en la que se consigne lo que las partes convinieron. Luego, entregar una copia a cada uno de los integrantes de la pareja y conservar una en el archivo del asesor como una historia clínica. Con base en ese acuerdo, se detectará en el futuro cuánto se avanzó, que se incumplió, y que requiere mejoría o cambio.

Que la gracia de Dios sobreabunde, para que en América Latina constituyamos familias sólidas como baluartes del reino de Dios.

 

Pastor de “Iglesia del Ministerio Cristiano” en Santa fe de Bogota, el peruano Casto Meza Luna escribe por primera vez para CONOZCA. Es casado con doña Beatriz Huertas y tienen un hijo, Samuel David.

 

Casto Meza L.


 

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