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¿Qué pasa con “dar para recibir”?

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2015.2

Por Jaime Mazurek

 

Hace poco vi un título de un escrito en el Internet que me llamó la atención: “¡TU OFRENDA TE DA DERECHO A RECIBIR UN MILAGRO!”

El artículo comenzó así:

“Dentro de las enseñanzas bíblicas hay muchas referentes a las ofrendas, una de ellas, que llama poderosamente la atención, es el saber que a través de nuestras ofrendas, nosotros podemos recibir de Dios lo que hemos anhelado… “y darás tu dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegraras tú y tu familia” (Deuteronomio 14:26).”

Este es un pasaje bíblico que se menciona bastante en este tiempo. La interpretación que se le hace es que en Deuteronomio 14:26, Dios le decía a Moisés que la gente tenía que aprender a ofrendar y diezmar pensando en todas las excelentes cosas que luego recibirían en devolución de parte de Dios. “Darás tu dinero por todo lo que deseas.”

En otras palabras, es bueno y correcto ofrendar con la motivación de recibir aun mejores cosas a cambio. La enseñanza sería entonces que Dios quiere que sus hijos siempre tengan de lo mejor, y que la manera de tenerlo es dando ofrendas.

Pero, cabe preguntar, ¿es esa la interpretación correcta de este pasaje bíblico? Un breve estudio del pasaje en su contexto nos revelará que no lo es.

 

¿Dar para recibir?

La expresión “Darás tu dinero por todo lo que deseas” se encuentra en la revelación de Dios de sus leyes para Israel sobre el diezmo. Pasaba lo siguiente: todas las tribus de Israel, menos Levi, poseían grandes tierras y manejaban una economía netamente agrícola y ganadera. Los diezmos de las cosechas y los animales de las tribus con tierras suplían las necesidades de los levitas. Cada año cada padre de familia juntaba el diezmo de sus cosechas y ganados y los llevaba a Jerusalén (Deut.14:23), para entregarlos a los levitas. Era un tiempo de gozo y fiesta, y los oferentes podían también consumir algo de sus propios diezmos en comidas con los sacerdotes levitas. Así el oferente y su familia disfrutaban de un tiempo especial con esos siervos escogidos del Señor, y aprendían más de la Ley de Jehová, mientras disfrutaban unos ricos asados. ¡Qué excelente idea!

Pero, en algunas instancias el hebreo oferente poseía tierras muy lejanas de Jerusalén, y se daba cuenta que transportar tal cantidad de granos y ganado hasta allá sería muy inconveniente. Posiblemente el ganado sufriría pérdida de peso en el camino. Para tales casos, Dios permitió que el oferente vendiese los bienes que componían el diezmo, para así convertirlo todo en dinero efectivo (Deut. 14:24,25), y el hombre solo tenía que llevar el dinero hasta Jerusalén.

Sin embargo, al llegar a Jerusalén, el padre de familia no debía simplemente entregar el dinero a los levitas, sino ir y comprar granos y animales similares a los que había vendido, para hacer entrega de esas cosas a los levitas como sus diezmos.

En este punto de la Ley aparece la expresión “darás tu dinero por todo lo que deseas”. No se trataba de una persona que ofrendaba dinero con la expectativa que Dios le iba a dar en recompensa las mejores cosas que pudiera desear. Todo lo contrario, era una persona que tomaba el dinero logrado con la venta de sus bienes para comprar de las mejores cosas posibles – ¡para luego ofrendarlas como diezmos a los levitas!  Y no solo para los levitas, sino también daba de aquellos bienes a los extranjeros, los huérfanos y las viudas que encontrara, ¡hasta saciarlos! (Deut. 14:29).

¿Cuándo fue la última vez que los huérfanos y las viudas de nuestras ciudades quedaron saciados por tanta comida que provino de nuestros diezmos?

No hay nada en el pasaje que sugiere que Dios estaba fomentando un sistema de diezmos motivado por la codicia. Para nada en absoluto; Dios estaba fomentando un sistema de diezmos motivado en la generosidad y el temor de Jehová.

 

Paréntesis importante: el diezmo en el Nuevo Testamento

Me parece importante hacer aquí un paréntesis para comentar brevemente sobre la realidad de la enseñanza sobre el diezmo en el Nuevo Testamento. Es un tema que ha interesado mucho a los lectores de revista CONOZCA, la cual sirvo como editor, y que es discutido frecuentemente en los comentarios que hacen los lectores.

Hay quienes afirman que el diezmo es un concepto inaugurado por primera vez en el pacto Abrahámico o en la Ley de Moisés y que no tiene asidero en el Nuevo Testamento. La verdad es otra. El diezmo es un principio trascendental, Cristo-céntrico, establecido por Dios antes de Abraham o Moisés.

En la narración del rescate de Lot por Abraham aparece la figura de Melquisedec, rey de Salem, la futura Jerusalén, y sacerdote del Dios Altisimo (El Elyon). El texto afirma que Abraham le entregó diezmos de todo lo que tenía.

“Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo” (Gen. 14:18-20).

Luego en el Salmo 110, el rey David anuncia palabras “de Yahvé a mi Señor”.  Es un salmo mesiánico glorioso, que asocia a Melquisedec con el Mesías. El “Señor” aquí no puede ser el rey David, pues nunca fue sacerdote. David afirma que el Mesías por venir es sacerdote eterno según el orden del Melquisedec.

 [De David. Salmo.] Oráculo de Yahvé a mi Señor: “Siéntate a mi diestra, hasta que haga de tus enemigos estrado de tus pies”.

El cetro de tu poder extenderá Yahvé desde Sión: ¡domina entre tus enemigos!

Ya te pertenecía el principado el día de tu nacimiento; un esplendor sagrado llevas desde el seno materno, desde la aurora de tu juventud.

Lo ha jurado Yahvé y no va a retractarse: “Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec”. (Salmo 110:1-4)

El episodio de Abraham pagando diezmos a Melquisedec y el salmo de David señalado, luego son interpretados por el autor de la carta a los Hebreos como una acción profética e incluyente. La figura de Melquisedec tiene gran importancia en Hebreos. Se le menciona en los capítulos 5, 6 y 7. Se reconoce a Melquisedec como un tipo de Cristo. Algunos teólogos opinan que en verdad fue más que un tipo, una Cristofanía, una aparición de Cristo, previa a su encarnación, en la Tierra.

Hebreos cita al Salmo 110:4

“Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo:

 Tú eres mi Hijo,

 Yo te he engendrado hoy.

Como también dice en otro lugar:

 Tú eres sacerdote para siempre,

 Según el orden de Melquisedec.”  (Heb. 5:5,6)

Hebreos continúa repasando el pago de diezmos de Abraham a Melquisedec.

“Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aún Abraham el patriarca dio diezmos del botín.” (Heb. 7:1-4)

Luego de establecer la conexión profética entre Melquisedec y Cristo, – por su nombre “Rey de paz” y su condición eterna, sin padre, madre o genealogía, sin principio o fin – habla sobre la verdadera relación entre los diezmos levíticos y Cristo.

“Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.”  (Heb. 7:9,10)

Hebreos nos enseña entonces que todos los diezmos levíticos tenían su destino culmine en Cristo, pues Leví, estando potencialmente en los lomos de Abraham, también participó en la acción del pago de diezmos a Melquisedec, quien representaba a Cristo.

El versículo ocho tiene lenguaje muy esclarecedor.

Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. (Heb. 7:8)

Uno de quien se da testimonio de que vive” se refiere sin duda a Cristo. El verbo está en voz presente, y en este estado presente, recibe diezmos. Es decir, todos los diezmos siempre han sido y siempre serán de Cristo. ¿Cómo decir que los cristianos no tenemos que diezmar? Quien afirme eso no ha estudiado o no comprende la gran verdad que Hebreos aquí enseña.

Ahora bien, el Nuevo Testamento nos desafía a ir aún más allá de los diezmos. Debemos entender que no somos dueños, sino mayordomos de los bienes que Dios nos entrega. Cristo nos recuerda que servir a Dios no se limita a diezmar, sino a representar las virtudes de Dios en medio de un mundo caído.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. (Mateo 23:23)

Diezmar y ofrendar por motivos de avaricia y egocentrismo en lugar de justicia, misericordia y fe empobrecen nuestra relación con Dios. Habiendo recibido una gracia tan grande, no podemos ser menos que generosos como embajadores de Cristo.

Algunos intentan promover una motivación de “dar para recibir” citando las palabras de Cristo en el Sermón del Monte: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.” (Lucas 6:38). Sin embargo al ver el contexto inmediato de estas palabras, veremos que aparecen en medio de las exhortaciones de Cristo a ser generosos, a dar sin esperar nada a cambio (6:30), a prestar sin esperar devolución (6:34,35), a ser misericordiosos (6:36) a no juzgar y a perdonar (6:37). Sin duda, Dios es bueno, nos ama, y nos bendice. Pero todas las bendiciones de Dios que nos llegan son fruto de su gracia y no “dividendos” producto de “inversiones” que hayamos hecho. En todo debemos representar su carácter de bondad, generosidad y gracia, y no caer en un materialismo mundanal.

 

No se le manipula a Dios

Volviendo al Antiguo Testamento, observamos otra verdad importante sobre Dios en el libro de Deuteronomio:

“Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores,  Dios grande,  poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho.” (Deut. 10:17) 

La palabra traducida “cohecho” es el hebreo CHAKAD, que significa “coima” o “soborno”.  En las culturas antiguas, al igual que en nuestras sociedades modernas, había personas que entregaban regalos costosos a las autoridades a cambio de su favor. La verdad revelada aquí es muy sencilla. No se le puede sobornar a Dios. No se puede comprar su favor. Su poder no está en venta.

Evidentemente, la Palabra de Dios nos enseña que debemos diezmar y ofrendar, y también que Dios bendice a su pueblo cuando hace estas cosas. El pasaje bajo estudio concluye diciendo, “para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren” (Deut. 14:29). Pero el tema que nos debe preocupar es nuestra motivación al diezmar y ofrendar.

Este mismo problema se aprecia en el manejo del concepto bíblico de “siembra y cosecha”. Pablo escribió a los corintios:

Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente;  y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.    2 Cor.   9:6,7

Este pasaje ilumina el tema de la motivación de nuestro ofrendar. Ha de ser por el puro gozo que hay en la adoración de Dios. No se ha de ser “con tristeza, ni por necesidad”, en otras palabras, como que se está tomando un riesgo para ver si por este lado se solucionan los problemas. Ofrendar no es comprar un boleto de lotería, pensando, “Ojala me resulte, pues estoy en las últimas”.

A los gálatas, Pablo también les habló sobre la siembra y la cosecha:

Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues,  de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. (Gal. 6:8-10)

El apóstol Pablo aquí nos enseña que la motivación en nuestro ofrendar, como también en toda nuestra vida, debe ser para los fines del Espíritu y su obra, tanto en nuestras vidas como en las vidas de otras personas, y no para nuestros deseos carnales.

El título del artículo anteriormente referido acusa el problema, “¡TU OFRENDA TE DA DERECHO A RECIBIR UN MILAGRO!” Eso simplemente no es cierto y promueve una motivación antibíblica para el ofrendar. Al ofrendar simplemente estamos cumpliendo con una parte de las obligaciones del nuevo pacto en que estamos con Dios, por medio de la sangre de Cristo. Dios, quien nos ha dado a Jesucristo su Hijo como nuestro Señor y Salvador, quien vio a su Hijo cargar una pesada cruz que era nuestra y sufrir clavos y dolores de muerte que merecidamente eran nuestros, no nos debe nada en absoluto.

Todo lo contrario, los deudores somos nosotros. Le debemos toda nuestra vida, no solamente diezmos y ofrendas, sino todo. Cuando cumplimos nuestro deber de ofrendar, eso no hace que Dios sea deudor nuestro, y nosotros no quedamos con “derecho a recibir un milagro”.

Gracias a Dios, la sangre de Cristo, de eterno e incalculable valor, ha pagado nuestra deuda de pecados con Dios, y aunque fuéramos a dar todo lo que logramos ganar en la vida, nunca podríamos repagar a Dios por su gracia infinita.

Debemos entonces aprender a ser fieles en los diezmos y las ofrendas, no para manipular a Dios a concedernos ciertas cosas que anhelamos tener, ni tampoco como un sistema de compra de méritos para merecer su favor, sino como un acto de adoración, alabanza y fe en Dios, en reconocimiento y celebración de su gracia y bondad.

Jaime Mazurek B.


 
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Comentarios: 8

  1. yasmara suarez godoy

    Buenisimo el articulo lo pondre en obra y lo predicare a muchas personas ke tienen un pensamiento errado del diezmo y ofrendas

  2. Pedro Cortes

    Muchas Gracias por el tema, es muy interesante y útil, especialmente en estos tiempos. Bendiciones.-

  3. Roberto Torrejón

    Muchas gracias hermano por el amor y el tiempo dedicado en preparar y compartir este estudio. Lo compartiré con los hermanos de la congregación.

  4. Faber Urriago

    Gracias por el tema tratado; muy pertinente para estos tiempos en donde se cree que todo tiene un precio, incluyendo milagros y salvación.

  5. Roberto Aquino

    Excelente artículo que aclara la verdad sobre el diezmo.

  6. Danilo García

    Gracias hermano por este comentario muy aclaratorio, hoy que el “Evangelio de la Prosperidad”, se ha metido casi en toda la Iglesia Cristiana y con su oferta a convencido a muchos y ha alejado a otros. Durante mucho tiempo he tenido una carga en mi corazón frente a las continuas predicaciones de bendiciones materiales, olvidando lo principal la bendición de salvación y Vida Eterna que tenemos por Gracia por medio de la Sangre de Cristo.

    • Yoandry

      kathy, es cierto lo que comentas, pero Dios no te da y te bendice porque tu des, El te da y te bendice por su inmensa gracia y porque te ama, Dios no negocia su amor

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