Lidia de Masalyka
¿Por qué te abates, oh alma mía,
y te turbas dentro de mí?
¿Por qué gimes, paloma herida,
si cantabas hasta ayer?
¿Qué enemigo entró a casa
y me robó el canto y me cerró el cielo
y me enlutó el día?
¿Por qué te abates, oh alma mía,
y te turbas dentro de mí?
¿Por qué desmayas, prisionera hambrienta,
si regalabas pan hasta ayer?
¿Por qué puertas el carcelero entró
y me enterró viva y me quitó el aire
y me ocultó la luz?
¡Alma mía! Me respondes:
¿Esperar en Dios? ¿Alabar a Dios
mientras pasan las ondas,
mientras rugen las olas por encima de mí?
¡Alma mía! Aun así:
¿Debo esperar en Dios?
¿Alabar a Dios mientras estoy herida,
mientras estoy asfixiada y siento ganas de morir?
¡Alma mía! ¿Estás segura que tengo
que seguir esperando en Dios?
¿alabando a Dios
mientras me siento fracasada,
mientras me siento terminada
y crea que Él de mí se ha olvidado?
¡Sí! Espéralo, alábalo, adóralo.
Que a pesar de tus dudas, a tu lado está,
tu turbación pronto quitará
y como en el amanecer la luz del sol
disipará tu oscuridad.