Luis D. Salem
“Juventud, divino tesoro”, “Juventud, divino problema”. La primera de estas frases es de Rubén Darío, de Salvador Novo la segunda. ¿Tesoro? ¿Problema? La experiencia nos dice que la juventud es un tesoro que, si carece de los medios necesarios para su desarrollo normal ‑visión, estudio, trabajo, deporte‑ fácilmente puede llegar a ser problema. ¡Y que terrible problema es la juventud sin Dios, sin esperanza, sin orientación y sin anhelos de superación!
Cerremos esa página. Gozan los escritores de la Biblia al hablarnos de la juventud-tesoro. De José, hijo de Jacob y gobernante egipcio; de David, vencedor de Goliat; de Daniel, el profeta joven de arraigadas convicciones; de Jesús, el incomparable modelo de juventudes. Oigamos algo de lo que de Daniel dice el autor del libro que lleva su nombre: “Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de los eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.” Daniel 1:3-4.
“¡Ese es el tipo de hombre que yo quisiera como esposo!” gritó una joven vivaracha al leer el pasaje citado. No se equivocaba esa joven ya que en el carácter de Daniel existen cualidades de altísimos valores, dignas de ser adquiridas. Entre ellas las que siguen:
- Perfección moral: “Muchachos en quienes no hubiese tacha alguna”.
- Perfección física: “De buen parecer”.
- Educación completa: “Enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia”.
- Inteligentes: “De buen entendimiento”.
- Personalidad distinguida: “Idóneos para estar en el palacio del rey”
- Disposición para el estudio: “Que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos”
- Voluntad firme: “Daniel propuso en su corazón de no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino de su beber”. Daniel 1:8.
- Hombre de oración: “Volví –dice‑ mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.” Daniel 9:3.
La vida de Daniel es un ejemplo para la juventud de hoy. De él casi podríamos decir lo mismo que San Lucas dijo de Jesús: “Crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.” Lucas 2:52. Resulta que todo joven-tesoro debe crecer así: en sabiduría dedicándose al estudio, en estatura cuidando la salud, en espiritualidad manteniendo personal comunión con Dios y en sociabilidad al hacer todo lo posible para tender puentes de amistad entre sus semejantes y él.
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud.” Eclesiastés 12:1. El mejor consejo que se puede dar a un joven. Por eso está en la Biblia, el libro de todos los siglos. Tal frase podría parafrasearse aplicándola a otras esferas de la vida, como: “Acuérdate del estudio en los días de tu juventud.” “Acuérdate de la iglesia, del trabajo, de tus padres.” Y, como broche de oro, venga esta frase de San Pablo: “Todo lo verdadero, todo lo honesto, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” Filipenses 4:8.