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El divorcio y segundo matrimonio

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2017.1

Declaración Oficial por el Presbiterio General de las Asambleas de Dios en E.U.A.

 

 

Las Normas Doctrinales son documentos oficiales de la Iglesia que han sido aprobados por el Presbiterio General.

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Esta declaración oficial sobre el divorcio y segundo matrimonio fue aprobada en agosto de 1973 por el Presbiterio General de las Asambleas de Dios. Fue revisada por el Presbiterio General en agosto de 2008. ___________________________________________________________________________

El matrimonio es vital para nuestra naturaleza como seres humanos en sociedad. Dios mismo instituyó el matrimonio al crear y unir al primer hombre y la primera mujer en los albores de la Creación.

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó… Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él… Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada (Génesis 1:27; 2:18,22,23).1

Lamentablemente, en los Estados Unidos, la institución matrimonial está en crisis. Recientes estudios indican que alrededor de un tercio de los norteamericanos que están casados o lo han estado también se han divorciado por lo menos una vez. Entre los creyentes evangélicos, se informa que veintiséis por ciento son personas divorciadas.2 En la cultura en general, un gran segmento de la población vive en una familia de un solo padre, que nunca se ha casado o que es divorciado. Muchas otras personas viven juntas en cortas relaciones de conveniencia, desobedeciendo el diseño divino, y también la prevalente investigación de ciencias sociales para el matrimonio, la sexualidad, y la crianza de los hijos.

Es imperativo en tiempos como estos que la iglesia cristiana clarifique, enseñe, y fielmente cumpla lo que la Biblia dice acerca del matrimonio. La Iglesia también debe expresar la posición bíblica respecto del divorcio y un segundo matrimonio, lo cual ocurre con demasiada frecuencia cuando uno de los cónyuges, o ambos, abandonan sus compromiso y sus responsabilidades ético-cristianas.

 

Declaración de los principios bíblicos

Un cuidadoso estudio de las Escrituras del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento destacan los siguientes principios respecto al divorcio y segundo matrimonio.

 

La naturaleza del matrimonio

1. Se requieren dos especies, hombre y mujer, para completar la imagen divina del género humano. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27). El hombre la mujer no pueden procrear solos la raza humana y cumplir los propósitos divinos.

2. La primera mujer se describe como “ayuda idónea” (i.e., su complemento perfecto) para el hombre (Génesis 2:18,20), tomada de su costado, hueso de su hueso y carne de su carne (2:23). Es obvio que Dios quería que compartieran tanto privilegio como responsabilidad. Bajo Dios, aunque sus roles a veces difieren, ambos géneros son iguales. Como más tarde escribiera el apóstol Pablo: “Ya no hay… varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).

3. La manera en que Dios creó a los seres humanos para que vivieran en la tierra y la forma en que los unió indican que su intención fue que el hombre y la mujer vivieran el uno para el otro (Génesis 2:22-24). Su relación debía ser social y física. “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18).

4. El matrimonio debe ser consumado sexualmente. Por orden del Creador, el primer hombre y la primera mujer debían ser “una sola carne” con el fin de procreación, unión, y mutuo contentamiento en una segura y amorosa relación (Génesis 2:24). Jesús mismo reiteró este propósito divino (Mateo 19:4,5) y Pablo instruyó a los esposos cristianos a que fielmente y con regularidad cumplieran mutuamente con sus obligaciones sexuales (1 Corintios 7:3-5).

5. El matrimonio debe ser heterosexual. La institución del matrimonio está firmemente fundada en la creación de los seres humanos como varón y hembra. El mandato divino es: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24). A través de las Escrituras, las uniones homosexuales y lesbianas se consideran pecaminosas (Levítico 18:22; 20:13; Romanos 1:26,27; 1 Corintios 6:9; 1 Timoteo 1:9-11). No hay precedente bíblico para cualquier unión homosexual que pudiera denominarse “matrimonio”.

6. El propósito de Dios es que el matrimonio sea una unión permanente. El hombre debe dejar el hogar de sus padres y unirse a su mujer, para ser “una sola carne” con ella (Génesis 2:24). Tanto Jesús (Matero 19:5) como Pablo (Efesios 5:31) citaron este pasaje de Génesis como premisa fundamental para el matrimonio. Al traducir la cita de Jesús, Mateo usó una palabra griega para “unirá (kollaō)” que significa “ser pegado a,enlazarse de cerca” (Mateo 19:5). Jesús añadió: “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (19:6).

7. El propósito de Dios es que el matrimonio sea monógamo. En el establecimiento del matrimonio las obras del Creador se centran en un hombre y una mujer. El orden mismo del matrimonio (Génesis 2:24) se dirige a una pareja monógama; nótese la forma singular de “hombre” y “mujer”. Por supuesto, se daba la poligamia en la era del Antiguo Testamento. El primer caso fue en el linaje de Caín (Génesis 4:19), seguido de muchos ejemplos en el Antiguo Testamento, incluidos algunos de los patriarcas. Pero no se exalta la poligamia como algo ideal. En forma indirecta los escritores del Antiguo Testamento critican la poligamia, en que muestran los conflictos que resultan (por ejemplo, Génesis 21:9,10; 37:2-36; 2 Samuel 13-18). Los pasajes que idealizan el matrimonio normalmente se refieren a un marido y una mujer (véase Salmo el 128:3; Proverbios 5:18; 31:10-29; Eclesiastés 9:9). Al hablar de “hombre” y “mujer” en singular, y de que “los dos” serán una sola carne (Mateo 19:5,6), Jesús también reconoció que el ideal de Dios desde el principio era la monogamia. No hay referencia a la poligamia como práctica de la iglesia primitiva; y en cualquier caso, sería proscrito por Pablo a los1íderes en su referencia a “marido de una sola mujer” (1 Timoteo 3:2,12; Tito 1:6).

8. El matrimonio es un pacto, un solemne acuerdo de vinculación hecho primero ante Dios y después ante los hombres. La naturaleza del matrimonio como pacto se da a entender claramente en la institución del matrimonio en Génesis 2:24 y se hace más explícita en Malaquías 2:14: “Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto” (énfasis añadido). Ezequiel aplicó el concepto del matrimonio a la relación entre Dios e Israel: “Te di juramento y entré en pacto contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste mía” (Ezequiel 16:8, énfasis añadido). De lo que dice, vemos que el esposo “dio juramento” (prometió fidelidad) a la esposa y entró en un pacto que no se proponía romper. Es significativo que la ceremonia bíblica nupcial era un gozoso acontecimiento público en que la pareja solemnizaba su pacto con Dios y la comunidad.

9. El matrimonio es una relación de mutuo amor y entrega. Quizá mejor se describe en las palabras del apóstol Pablo en su epístola a los Efesios, de que “las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor” (5:22), y de que la mujer “respete” a su marido (5:33). Luego, para que sus instrucciones no sean malinterpretadas, Pablo escribe a los maridos: “Amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (5:25), y “también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos” (5:28). Por encima de esta descripción de los hombres y las mujeres llenos del Espíritu, Pablo declara: “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (5:21).

10. El matrimonio es el cimiento de la familia, en términos de procreación y de crianza. Lo ideal es que los niños nazcan en una familia intacta con ambos padres presentes. Estos dos padres deben ser los primeros en proveer la crianza. Este orden de vida familiar se observa a través de la Biblia, con énfasis particular en la crianza de los hijos, sobre la base de pasajes como Deuteronomio 6:1-9; Malaquías 2:15; y Efesios 6:1-4. El propósito de Dios, sin embargo, no garantiza que el pecado no dividirá y distorsionará a muchas familias que, en tales casos, no deben ser despreciadas, tomadas en poco, o descuidadas, sino que deben recibir apoyo con sabio consejo y amorosa comunión.

La naturaleza del divorcio

  1. Dios aborrece el divorcio. En ningún otro pasaje se declara con tanta claridad la actitud de Dios hacia el divorcio como en Malaquías 2:14-16:

Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.

Este pasaje muestra que el divorcio es traición (infidelidad engañosa) contra el cónyuge. También es algo violento que viene de un espíritu equivocado. Y aun peor, estorba la crianza de los niños nacidos en la unión matrimonial y hacia quienes los padres tienen la obligación de criar como creyentes en un hogar cristiano. Las familias divididas por lo general son perjudiciales para los hijos.

Como se ha indicado más arriba, Jesús hizo explícito lo que previamente era implícito: “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:6; compárese v. 8). El divorcio no era la intención original de Dios para la humanidad. Los propósitos de Dios para el matrimonio son entorpecidos cuando deliberadamente se rompe el pacto matrimonial. Solamente se puede llevar a cabo el propósito divino cuando la pareja está sometida a Cristo y el uno al otro, como se describe en Efesios 5:21-31.

No obstante, el que Dios aborrezca el divorcio no debe interpretarse como condenación de los que no tienen culpa, pero que son víctima del divorcio por los actos impíos del cónyuge. Las leyes y enseñanzas del Antiguo Testamento acerca del divorcio tienen como fin dar una medida de protección a los inocentes, y no añadir culpa sobre quienes han sido víctima de circunstancias de las que tuvieron poco o ningún control.

2. La Ley restringía el divorcio. La Ley reconocía el hecho de que el divorcio era una práctica en Israel, así también otras prácticas comunes del mundo antiguo. En esos tiempos, la mujer estaba bajo la autoridad de su esposo, y como no tenía recurso legal propio, por capricho o antojo podía ser abandonada a morir de hambre o a dedicarse a la prostitución. Al dar la Ley a Israel, Dios aceptó a las personas tal como eran en una región pagana, puso restricciones en sus prácticas erradas, protegió a los débiles e inocentes, y trató de dirigirlos de manera justa y amorosa. La ley del divorcio del Antiguo Testamento era un necesario cerco de protección contra la naturaleza pecaminosa del hombre. La provisión de la Ley era que, aun que el marido era el único que podía iniciar el divorcio, podía hacerlo únicamente bajo circunstancias cuidadosamente prescritas (Deuteronomio 24:1-4; cf. 22:13-19, 28,29; Génesis 21:8-21).

La naturaleza regulativa de la Ley se ve en el enfrentamiento de Jesús con los fariseos que erraron al decir que Moisés mandaba que un hombre diera una carta de divorcio a su mujer, otorgándole así la libertad de repudiarla (Mateo 19:1-9). Jesús señaló que Moisés solamente permitía (epitrepõ) que lo hiciera, y aun así no por “cualquier causa”, como era la práctica común en aquellos tiempos (Mateo 19:3,7,8). Con precisión Jesús leyó las provisiones del divorcio de Deuteronomio 24:1-4, donde el hebreo es una simple secuencia que no ordena el divorcio, sino sencillamente reconoce que ocurre bajo ciertas circunstancias.

3. Jesús prohibió el divorcio como contrario a la voluntad y a la palabra de Dios. Expresó esto claramente en Mateo 19:5,6 y Marcos 10:6-9. “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” El cónyuge (o los cónyuges) que rompe el pacto matrimonial comete adulterio (véase Marcos 10:11).

4. Pablo prohibió que una pareja cristiana se divorciara. “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor [Pablo tenía una sentencia de Jesús para apoyar lo que decía]: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer” (1 Corintios 7:10,11). Pablo reconocía que algunos cristianos se estaban divorciando, pero aparentemente no por razones válidas. Por tanto, él mandó que en esos casos estuvieran dispuestos a la reconciliarse.

5. Pablo prohibió que los cristianos tomaran la iniciativa de divorciarse simplemente porque su pareja no era creyente.

Al parecer algunos nuevos conversos estaban muy dispuestos a hacerlo. “Y a los demás yo digo, no el Señor [Pablo no tenía una sentencia de Jesús para apoyar lo que decía, pero hablaba bajo la inspiración del Espíritu]: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él [como esposa fiel], no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone… Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso (1 Corintios 7:12- 15, énfasis añadido).

Aunque se debe hacer todo esfuerzo para preservar el matrimonio, cuando el cónyuge inconverso está indispuesto a seguir en la relación, el creyente no debe, a toda costa, tratar de detenerlo. En estos casos, el abandono, por implicación, se puede interpretar como motivo para divorcio y segundo matrimonio

6. Jesús permitió que el cristiano iniciara el divorcio cuando involucraba la fornicación.

Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio (Mateo 5:32; véase también Mateo 19:9).

La palabra griega para “fornicación” en este pasaje es porneia, que en este contexto por cierto incluye adulterio (una porne era una prostituta). No obstante, porneia es un término amplio para varias formas de inmoralidad sexual, generalmente habitual, tanto antes como después del matrimonio (Marcos 7:21; Hechos 15:20; 1 Corintios 5:1; 6:18; Gálatas 5:19; Efesios 5:3; 1 Tesalonicenses 4:3). Al expresar las excepciones, Mateo no usó moicheia, el sustantivo griego por adulterio. (En otros lugares Jesús diferenció entre porneia y moicheia [Mateo 15:19; Marcos 7:21] y en Mateo 5:32; 19:9 se usa el verbo moicheuō para describir las acciones del cónyuge pecaminoso que impone el divorcio sin causa justa.)

Mateo usa porneia en 5:32 y 19:9 para traducir la palabra hebrea ‘erwâ (“alguna cosa indecente”) que se halla en Deuteronomio 24:1. Este pasaje del Antiguo Testamento era el fundamento de la enseñanza de Jesús y su discusión con los fariseos. El significado original de ‘erwâ tiene que ver con “descubrir” y “exponer”, entre otras cosas, la desnudez (Génesis 9:22,23). De modo que la “cosa indecente” de Deuteronomio 24:1 aparentemente era una forma de inmoralidad sexual, o indecencia, pero no adulterio (por lo cual el adúltero hubiera sido apedreado; cf. Deuteronomio 22:22). El amplio alance semántico de ‘erwâ es característico también de porneia; ambas palabras son generales y parecen incluir deliberadamente una variedad de prácticas inmorales. Por ejemplo, el Código de Santidad de Levítico 18 condena los actos sexuales como incesto, adulterio, homosexualidad, y bestialidad.

En Mateo 5:31,32 y 19:8,9, Jesús habló de la iniciativa del hombre al divorciar a su pareja por motivo de fornicación. En la sociedad judía, normalmente, sólo el hombre tenía derecho legal a hacerlo, aunque ciertas mujeres de alto rango social, como Herodías, parecen haberlo hecho (Mateo 14:3; nótese que en Marcos 10:11,12 Jesús advierte a ambos sexos contra el divorcio sin motivo justo). Es claro que el principio espiritual se aplica a hombres y a mujeres. Además, debe tenerse en cuenta que Jesús concedió permiso para el divorcio sólo bajo circunstancias específicas en que había de por medio inmoralidad sexual. No obstante, Él no declaró un mandato para el divorcio, ya que esto impediría la posibilidad de reconciliación.

Hay algunos eruditos que, sobre la base de antiguas tradiciones de la iglesia, creen que el divorcio está prohibido en todos los casos, aun cuando el cónyuge del creyente inocente una y otra vez comete adulterio. Estos eruditos restringen aun más la excepción que hace Jesús, como se presenta en Mateo, al extremo de considerarla una unión ilegal fuera de lo normal. En este punto de vista, no hay casos en que, después de disueltas esta uniones ilegales, se permita el segundo matrimonio. A estos cónyuges inocentes no se les permite volverse a casar a menos que el ofensor haya muerto.

Desde otro punto de vista, muchos eruditos de la crítica alta insisten en que Mateo, en este caso, puso en labios de Jesús una excepción que Él nunca expresó. No obstante, las cláusulas de excepción en Mateo tienen fuerte apoyo de los más tempranos textos del Evangelio y estas dos incidencias (Mateo 5:32; 19:9) deben considerarse como confiables palabras del Señor.

Son pocas las veces, si es que alguna, en que un solo pasaje presenta todos los aspectos de verdad sobre un asunto. Para llegar a un entendimiento de cualquier verdad, tenemos que tomar todo lo que enseña la Biblia, y esa es la intención de este documento.

 

El derecho a un segundo matrimonio

 

1. La Ley aceptaba el hecho de que el divorcio permitía un segundo matrimonio. En el ya citado pasaje de Deuteronomio 24:1-4, se supone que la mujer divorciada (y su anterior esposo) se volvería a casar. No obstante, este pasaje también muestra que la Ley ponía ciertos límites sobre el segundo matrimonio, en que la mujer repudiada no podía ser reclamada después de que se hubiera casado con otro hombre.

2. Jesús enseñó que el divorcio y el segundo matrimonio, sin bases bíblicas, es adulterio. Constituye pecado contra el pacto del primer matrimonio (Mateo 5:32; 19:9; Marcos 10:11,12; Lucas 16:18). Es aparente que Jesús en estos pasajes habla a quienes deliberadamente inician el divorcio sin tener bases bíblicas para ello. No obstante, Jesús reconoció que el problema básico era el divorcio mismo, porque los divorciados probablemente volverían a casarse.

3. Jesús incluyó una cláusula de excepción a favor del cónyuge inocente. “Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación (porneia), hace que ella adultere” (Mateo 5:32; véase también Mateo 19:9). Esto indica que una persona casada que se divorcia de su cónyuge que comete inmoralidad sexual no hace que éste adultere, porque el ofensor ya es culpable de adulterio, y el cónyuge contra quien ha pecado no comete adulterio al volver a casarse. Debe notarse, por supuesto, que la “fornicación (porneia)” muchas veces implica repetida inmoralidad, de modo que esta excepción no debe considerarse como mandato de poner fin a un matrimonio afectado por una trágica indiscreción, cuando éste pudiera restaurarse.

4. Pablo también incluyó una excepción a favor del cónyuge inocente. En caso de que el cónyuge incrédulo no estuviera dispuesto a vivir con su pareja convertida al evangelio, Pablo aconseja: “Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre [no ‘esclavizado’, douloõ] en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios” (1 Corintios 7:15). “No sujeto a servidumbre” es una expresión fuerte que aparentemente significa que se otorga libertad al creyente. Por tanto, el significado parece ser que el creyente está en libertad de volver a casarse.

Pablo, sin embargo, disuade el segundo matrimonio por el bien del ministerio al Señor. “¿Estás libre de mujer? No procures casarte. Mas también si te casas, no pecas” (1 Corintios 7:27,28). Toda persona divorciada que considera en segundo matrimonio debe recordar las instrucciones de Pablo a las hijas vírgenes de Corinto: “con tal que sea en el Señor” (1 Corintios 7:39).

5. Objeciones a un segundo matrimonio. A pesar de las excepciones dadas arriba, hay ciertos argumentos en contra de un segundo matrimonio para el creyente inocente.

a. A veces se reconoce que las cláusulas de excepción de Jesús permiten el divorcio debido a “fornicación”. Pero se argumenta que tal divorcio no anula el lazo matrimonial, ni otorga el derecho a disolverlo. Por tanto, conforme a este punto de vista, constituye adulterio que la parte inocente contraiga un segundo matrimonio. Sin embargo, Jesús no hizo tal declaración; y en Mateo 19:9 Jesús supone que el hombre volverá a casarse. El versículo trata el divorcio y segundo matrimonio, y conforme a las reglas de gramática la cláusula de excepción se aplica a ambos. La palabra griega para “divorcio” (apoluo) se usa en el pasaje de Deuteronomio al que Jesús se refiere en Mateo 5:31 y Marcos 10:2-12. En ese pasaje, el “divorcio” claramente disolvió la unión matrimonial. Jesús no cambió la naturaleza del divorcio como la acción de disolver el matrimonio. Él simplemente rechazó los pretextos, razones, o causas con la sola excepción de la “fornicación” (porneia).

Además, es difícil mantener este punto de vista a la luz de otros pasajes que enfatizan los derechos y las obligaciones conyugales del marido y de la mujer (como en 1 Corintios 7:2-5). La mayoría de los protestantes interpretan que las cláusulas de excepción de Jesús permiten un segundo matrimonio y excluyen a la parte inocente de cualquier culpa de adulterio. Pero en ningún caso Él manda que se efectúe el divorcio o el segundo matrimonio. Simplemente están permitidos bajo esta única condición.

 b. A veces se objeta que dos pasajes, Romanos 7:1-3 y 1 Corintios 7:39, específicamente declaran que la mujer está ligada a su marido hasta la muerte; por tanto, los creyentes no pueden divorciarse ni volver a casarse a menos que haya muerto el cónyuge.

Romanos 7:1-3 – Un cuidadoso estudio del contexto muestra que Pablo quería ilustrar que el creyente estaba libre de la Ley. En el antiguo judaísmo, sólo el marido podía iniciar el divorcio. Por tanto, la mujer estaba ligada a él de por vida, a menos que él escogiera divorciarse de ella. Pablo quería ilustrar que el creyente ha muerto a la Ley y que ahora vive para servir en el nuevo régimen del Espíritu. El pasaje no tiene la intención de tratar los problemas del divorcio y el segundo matrimonio.

 1 Corintios 7:39 – Aparentemente este versículo se refiere a los versículos 8,9 que tratan acerca de las viudas y los que nunca se han casado. Pablo habla a las viudas cuyos esposos han muerto. El pasaje no trata los problemas del divorcio y el segundo matrimonio. Además, en el versículo 15 Pablo ya ha tratado el problema de abandono y ha mostrado que “no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre [es decir, libre para volver a casarse] en semejante caso”.

6. El segundo matrimonio establece un nuevo pacto o contrato. Aunque la Escritura señala claramente que el cónyuge errante que peca y rompe el pacto matrimonial comete adulterio, no pone la culpa sobre la parte inocente. Los que aducen que el creyente inocente continuamente comete adulterio al vivir en un nuevo matrimonio no tienen ninguna evidencia bíblica para su argumento. Jesús claramente expresó la postura de que los que han sido divorciados por un cónyuge en pecado, o los que se divorciaron de su cónyuge pecaminoso por “fornicación” o por abandono, tienen la libertad de volverse a casar sin que se considere adulterio. No obstante, el creyente debe casarse “en el Señor” (1 Corintios 7:39) y el pacto del nuevo matrimonio debe ser permanente.

 

Lugar en la iglesia de los divorciados y de los que se vuelven a casar

 1. La afiliación en la iglesia está abierta a todos los creyentes nacidos de nuevo. Esto ciertamente incluye a los que se divorciaron o que volvieron a casarse antes de ser salvos. Pablo indica que las personas de distintos rangos sociales y legales, como circuncidados y esclavos, deben ser aceptadas en la condición que se encontraban cuando fueron salvas (1 Corintios 7:17-24). “Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca para con Dios” (1 Corintios 7:24).

Gran cantidad de judíos y gentiles se convirtieron y formaron parte de la iglesia primitiva. Dada la frecuencia de divorcios y segundo matrimonio en esa época, tanto entre judíos como gentiles, es de suponer que en las primeras iglesias había muchas personas divorciadas y casadas una segunda vez. Por ejemplo, Pablo insistió que los creyentes corintios siguieran viviendo con su cónyuge inconverso que estuviera dispuesto a seguir en el matrimonio (1 Corintios 7:12). Es probable que muchos de los creyentes corintios tuvieran cónyuges anteriores todavía vivos o que estuvieran casados con incrédulos que también tuvieran esas circunstancias.

2. El oficio de anciano está abierto a personas casadas por segunda vez, que se divorciaron o volvieron a casar antes de su conversión, o que lo hicieron debido a infidelidad de su cónyuge, o porque como creyentes fueron abandonos por un cónyuge incrédulo. (Como es prerrogativa de las congregaciones locales establecer sus propias normas para el diaconado, esa norma no se trata en este documento [véase Constitución y Reglamentos, Artículo IX, Sección 5, Divorcio y Nuevo Matrimonio]).

Uno de los primeros requisitos para el oficio de anciano (correspondiente al pastor) es que éste debe ser “marido de una sola mujer (mias gunaikos andra)” (1 Timoteo 3:2,12). “[M]arido de una sola mujer” literalmente significa “hombre que tenga una sola mujer”. Es difícil establecer el significado exacto de esta frase y a través de los años ha sido interpretada de diversas maneras. Damos aquí seis de ellas. Literalmente, el término significa que los ancianos y los diáconos (1) no pueden ser solteros, (2) no pueden volverse a casar después de enviudar, (3) tienen que ser varones, y (4) no pueden ser bígamos o polígamos. Ni uno de los primeros tres se puede indicar como práctica en la iglesia primitiva. La bigamia y la poligamia son claramente prohibidos en este término; no obstante, los historiadores informan que la bigamia y la poligamia no eran comunes entre las prácticas judías o greco-romanas en esa época y probablemente no era eso lo que Pablo tenía en mente.

Permanecen dos posibles interpretaciones: (5) los ancianos y los diáconos no pueden ser personas divorciadas o que se hayan vuelto a casar, una tradicional y muy antigua práctica de la Iglesia, y (6) los ancianos y los diáconos tienen que mantener un matrimonio fiel, monógamo, y heterosexual.

La fornicación (Hechos 15:20; Romanos 1:24; 1 Corintios 6:9,18; 2 Corintios 12:21; Gálatas 5:19; Efesios 5:3; 1 Tesalonicenses 4:3; Apocalipsis 2:21, et al.), el divorcio fácil (1 Corintios 7:12-16), y un segundo matrimonio, muchas veces una resolución legal, presentaba grandes problemas para la naciente Iglesia y sus miles de conversos. No obstante, estos nuevos creyentes eran afirmados como nueva creación en Cristo (2 Corintios 5:17), perdonados de sus pecados (1 Corintios 6:11; 2 Corintios 5:19), e integrados en la Iglesia.

En vista de toda la evidencia bíblica disponible referente a los problemas de divorcio y segundo matrimonio en la iglesia primitiva, el Concilio General de las Asambleas de Dios ha adoptado la interpretación seis de arriba. Se comprende que la descripción de “marido de una sola mujer” se refiere a personas que tienen un matrimonio fiel, monógamo, y heterosexual, en el que ninguno de los cónyuges haya sido divorciado (con esta excepción: si el divorcio fue antes de la conversión, como resultado de la infidelidad sexual del anterior cónyuge, o porque el creyente fue abandonado por su pareja incrédula).

 

Aplicación de los principios bíblicos a nuestros Reglamentos como fueron revisados y adoptados por el Concilio General en sesión

 

Artículo IX, Sección 5, Divorcio y Nuevo Matrimonio

a. Afiliación

(1) Enredos matrimoniales antes de la conversión. Hay ahora entre el pueblo cristiano aquellos que se enredaron en sus relaciones matrimoniales en su anterior vida de pecado y que no ven cómo estos asuntos se puedan ajustar. Recomendamos que estas personas sean recibidas en la afiliación de las asambleas locales y que sus complicaciones matrimoniales se dejen en las manos del Señor (1 Corintios 7:17,20,24).

(2) Matrimonios de hecho o concubinato. Recomendamos que en ningún caso sean aceptadas como miembros las personas que se sabe que viven en un estado de matrimonio de hecho o concubinato.

b. Segundo matrimonio

Las bajas normas para el matrimonio y el divorcio son muy dañinas para el individuo, la familia y la causa de Cristo. Por lo tanto, a pesar de considerarse una práctica legal y aceptada por la sociedad, desalentamos el divorcio y toda enseñanza que lo justifique. Rotundamente desaprobamos que los cristianos se divorcien por ninguna causa excepto por fornicación y adulterio (Mateo 19:9). Donde existan estas circunstancias excepcionales, o cuando el cónyuge de un cristiano se haya divorciado de él o ella, recomendamos que el asunto de segundo matrimonio sea resuelto por el creyente a la luz de la Palabra de Dios (1 Corintios 7:15,27,28).

c. Líderes en la iglesia local

(1) Norma para los puestos de obispo o anciano, y diáconos. Considerando que el Nuevo Testamento prohíbe que los creyentes divorciados y que se han vuelto a casar ocupen cargos en la iglesia como obispos o ancianos, y diáconos, recomendamos que esta norma sea sostenida por todas nuestras asambleas (1 Timoteo 3:12; Tito 1:5-9), con la excepción del divorcio consumado antes de la conversión de la persona (2 Corintios 5:17) o por las causas bíblicas de la infidelidad matrimonial del anterior cónyuge (Mateo 19:9), o el abandono del creyente por un incrédulo (1 Corintios 7:10-15). [Nota: Se comprende que las mencionadas causas de infidelidad o abandono se aplican también después de la conversión.]

(2) Prerrogativa de las asambleas locales. Se entiende que las recomendaciones no obligan, sino que las asambleas locales han de mantener la prerrogativa de fijar sus propias normas (de acuerdo con las provisiones del Artículo XI de la Constitución).

d. Presidir ceremonias nupciales

(1) Pautas ministeriales. No aprobamos que un ministro de las Asambleas de Dios presida una ceremonia de matrimonio para alguien que ha sido divorciado y cuyo anterior cónyuge viva aún, a menos que el caso esté incluido en las circunstancias excepcionales descritas en los Reglamentos, Artículo IX, B, Sección 5, párrafo b.

 (2) No se exige la violación de conciencia. Reconocemos que el volver a casar a las personas incluidas en las circunstancias de excepción del Artículo IX, B, Sección 5, párrafo b, podría violar la conciencia de un ministro; y si este fuera el caso, el ministro no está obligado a presidir dicha ceremonia.

(3) Ceremonias para personas del mismo sexo. Ningún ministro presidirá ningún tipo de ceremonia de matrimonio, cohabitación, o pacto para personas del mismo sexo. Una ceremonia así respaldaría la homosexualidad que es pecado y está estrictamente prohibida en la Palabra de Dios (Levítico 18:22; 20:13; Romanos 1:26,27; 1 Corintios 6:9; 1 Timoteo 1:9-11). Cualquier ministro de nuestra confraternidad que presida una ceremonia para estos tipos de relaciones no aprobadas, a menos que haya sido engañado a hacerlo así, será despedido de la confraternidad.

(4) Asesoramiento. Se insta al ministro de las Asambleas de Dios que aconseje a los que solicitan ceremonias de matrimonio con el uso de guías bíblicas para el matrimonio cristiano antes de efectuar la ceremonia. Un ministro no puede presidir ceremonias para personas que, en la opinión del ministro, se acercan al matrimonio sin la debida deliberación, sabiduría, y sobriedad.

e. Credenciales ministeriales

No aprobamos que ningún ministro casado de las Asambleas de Dios tenga credenciales si él o su cónyuge tiene un anterior cónyuge que todavía vive, con la excepción del divorcio que se consumó antes de la conversión de la persona o por las causas bíblicas de la infidelidad matrimonial del anterior cónyuge (Mateo 19:9), o el abandono del creyente por el inconverso (1 Corintios 7:10-15). (Véase también los Reglamentos, Artículo VII, Sección 2, párrafos j y k).

 

Artículo VII, Sección 2

j. Estado matrimonial

Desaprobamos que cualquier persona casada tenga credenciales ministeriales con las Asambleas de Dios si cualquiera de los dos cónyuges tiene un anterior cónyuge todavía vivo, a menos que el divorcio haya ocurrido antes de la conversión, o por las razones bíblicas de la infidelidad matrimonial del anterior cónyuge (Mateo 19:9), o el abandono del creyente por el inconverso (1 Corintios 7:10-15), excepto según las provisiones a continuación.

k. Anulaciones eclesiásticas y disoluciones de matrimonios

El Presbiterio Ejecutivo tendrá la autoridad de determinar si un candidato califica para una anulación eclesiástica. En tales casos, debe haber una evidencia clara de engaño, fraude, u otras condiciones que causan un profundo obstáculo para la constitución de una unión matrimonial válida, y que el candidato desconocía en el momento del matrimonio. El Presbiterio Ejecutivo tendrá la autoridad de determinar si un candidato califica a pesar de haber estado casado anteriormente cuando la disolución de ese matrimonio es consecuente con la posición bíblica de la confraternidad respecto al conceder o portar credenciales ministeriales; o si un anterior matrimonio terminó antes de la conversión. Los casos que incluyen un divorcio antes de la conversión deben ser decididos uno a uno como los que tienen relación con nulidades eclesiásticas. Las apelaciones de las decisiones del Presbiterio Ejecutivo pueden someterse al Presbiterio General.

 

Aplicación pastoral

Este breve estudio de lo que enseña la Biblia acerca del matrimonio, el divorcio, y el segundo matrimonio tiene como fin ofrecer al pueblo de Dios información sobre cuidado y guía pastoral. Provee clara dirección para muchos problemas a los que se enfrentan los creyentes de hoy. Al mismo tiempo, debido a la complejidad de la vida moderna, es posible que no se encuentre en la Escritura dirección específica para cada caso que pueda presentarse en la iglesia o en la comunidad. Es esos casos, el consejo sabio y dirigido por el Espíritu tiene que venir de parte de líderes espirituales de peso. Ofrecemos para consideración los siguientes principios y recomendaciones:

 

1. Es esencial que se dé a los adolescentes, a los jóvenes adultos solteros, a las parejas comprometidas a casarse, y a las personas casadas constante y sistemática enseñanza acerca de la naturaleza del matrimonio.

2. La iglesia tiene que expresarse claramente no solo en favor de la naturaleza permanente y ordenada por Dios del matrimonio, como un pacto exclusivo entre dos personas heterosexuales, sino también en contra del pecado y el sufrimiento que produce el divorcio.

3. Las primeras víctimas del divorcio –el cónyuge y los hijos– contra quienes se ha pecado y que han sido profundamente heridos, necesitan y merecen cuidado especial dentro de la congregación cristiana y por parte de capacitados consejeros.

4. Al tratar la naturaleza ideal del matrimonio, la iglesia también tiene que reconocer que entre sus miembros más necesitados, y potencialmente más fructíferos, hay muchos que han sido divorciados, posiblemente se han vuelto a casar, y que luchan con la culpabilidad de un anterior fracaso matrimonial. Es sumamente importante que la iglesia les muestre el amor y la gracia de Cristo.

5. Se debe expresar una intransigente declaración de la santidad del matrimonio, de tal manera que afirme y consuele a los divorciados y que los equipe a ser fieles en un nuevo compromiso matrimonial, que ya hayan tomado o que tomarán en fidelidad a Cristo.

6. Estos creyentes divorciados y en segundas nupcias tienen gran potencial para servir en la iglesia y no se los debe considerar como hermanos en Cristo de segunda categoría. En cambio, se los debe instruir en la obra del Espíritu de prepararlos y dotarlos para el servicio mediante su vida y su matrimonio.

7. La iglesia debe tratar firmemente con los creyentes que intencionalmente violan sus votos matrimoniales y que se comportan de maneras que destruye su pacto matrimonial, a la vez que justifican su comportamiento.

8. Se necesita mucho tino al tratar con quienes tienen problemas matrimoniales que no están específicamente mencionados en las Escrituras, como el prevaleciente abuso físico o emocional, la adicción a drogas, donde peligra la vida, por no decir la salud espiritual o física. Hay que guiar cuidadosamente a los creyentes envueltos en estas circunstancias, con la aplicación de principios bíblicos y oración para que tomen decisiones basadas en la Palabra de Dios y en su propia conciencia.

9. En nuestras congregaciones, de vez en cuando se convierten, o vuelen al redil, parejas que conviven sin haberse casado. Se necesita dar firme pero comprensiva guía pastoral para ayudarlos a evaluar en oración su relación y optar por separarse y vivir en castidad o llevar a cabo una ceremonia legal de casamiento antes de que se afilien a la iglesia o asuman alguna función de liderazgo.

En toda humildad, la iglesia de hoy, como hiciera la iglesia primitiva, trata de comprender y fielmente aplicar las enseñanzas de la Escritura al evangelizar y discipular a las personas en un ambiente secular, materialista, y sensual. Concientes de que hay mucho que no sabemos acerca de la forma en que Jesús y los apóstoles hubieran tratado cada problema que se presenta debido al divorcio y un segundo matrimonio, como Asambleas de Dios ofrecemos este documento con el sincero deseo de afirmar y practicar la verdad de la Escritura, siempre “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3).

 

 

1 El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera ♥1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; ♥ renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

2 Barna Group, “New Marriage and Divorce Statistics Released,” [31 de marzo, 2008] http://www.barna.org/FlexPage.aspx?Page=BarnaUpdate&BarnaUpdateID=295 (acceso el 17 de abril, 2008).

 

Presbiterio General


 
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Comentarios: 5

  1. Alfredo Marca

    !MUy bueno!

  2. joel benitez

    Y que pasa con los viudos?pueden volver a casarse?
    Gracias

  3. Santiago Antonio Calacin

    Una persona que queda viuda, sea hombre o mujer, es libre para volverse a casar de acuerdo a 1 Corintios 8:39…

  4. Ruth

    Excelente estudio me aclara mucho mis pensamiento y confirma una vez más que los trámites de mi divorció es lo que Dios permite al ser repudiada por mi esposo.(el se fue con otra mujer).

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