Por Saul Zafra Flores
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Existe una asombrosa similitud en dos hagiógrafos del Nuevo Testamento – Pablo y Juan, cosa que no sería posible sin la guianza e iluminación del Espíritu Santo. Estas semejanzas teológicas exaltan y glorifican a Cristo.
Una carta fue escrita por el apóstol Pablo desde la prisión de Roma en el año 60 d.C, mientras que Juan escribió su evangelio desde Éfeso por el 80 – 90 d.C. Cada uno de estos dos gigantes de la Iglesia Primitiva, se enfrentaron a problemas doctrinales en las Iglesias que supervisaban. Esta problemática era similar en cada congregación en su respectivo tiempo y sus respectivos destinatarios.
En tiempos antiguos, los marineros surcaban los mares de noche al enfocarse en las estrellas específicas del cielo, de otra manera, el barco y toda su tripulación podrían perderse. Tanto el de Tarso, al igual el apóstol amado; sus propósitos principales al escribir, eran para animar a sus creyentes a fijar los ojos en Jesucristo, en quien es Él, de manera que no perdieran su salvación. Ambos apóstoles estaban preocupados acerca de la estabilidad espiritual de sus creyentes quienes corrían el peligro de que los engañaran y se extraviaran.
El gnosticismo y el docetismo eran la herejía que estaba causando problemas para ambos destinatarios de los escritores. En el caso del apóstol de los gentiles, en la Iglesia de Colosas se habían levantado un grupo de falsos maestros que enseñaban la adoración de los ángeles, en lugar de Jesús. Argumentaban, que Dios está muy por encima del hombre. De esta manera; rebajaban a Cristo, colocándose ellos mismos, o a los ángeles; a esta falsa enseñanza, se le conoce como la herejía colosense. Por otro lado, Juan escribe para refutar las corrientes docéticas que se habían levantado contra la Iglesia; corrige el concepto erróneo de un “cristo fantasmal” incorpóreo al afirmar que el “Verbo se hizo carne”. Muchos de sus oyentes originales tenían un trasfondo griego. La cultura griega estimulaba la adoración de muchos dioses mitológicos cuyas características sobrenaturales eran tan importantes para los griegos como las genealogías para los judíos. Juan mostró que Jesús no solo era diferente de sus dioses mitológicos, sino superior a ellos.
¿Cómo lograr la estabilidad doctrinal en estás Iglesias? Las falsas enseñanzas estaban al por mayor, y los discípulos de ambos lugares se enfrentaban a lobos rapaces como Cerinto y otros maestros erróneos, que enseñaban que Jesús era hijo natural de José y María. Y que “el cristo”, una fuerza divina, vino sobre Él en su bautismo y luego se apartó de Él antes de ser crucificado. Ante esta problemática, cada apóstol en su tiempo, recibió la iluminación del Espíritu Santo para plasmar de manera magistral, frases esplendidas en sus hagiógrafos, las cuales tienen una semejanza Cristológica extraordinaria, que colocarían a Jesús en su lugar, del que nunca se ha quitado y afirmar la fe de los titubeantes miembros de cada iglesia.
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La preexistencia de Cristo.
“Él es la imagen del Dios invisible”. (Col. 1:15a) Los falsos maestros, decían que Jesús era solamente un hombre. Así que; Pablo enfatiza que Jesús es Dios – hombre, el Hijo del Dios eterno que se hizo carne y vivió en medio de nosotros. Esta verdad es tan importante, que el apóstol la enfatiza en tres ocasiones en Colosenses (1:15, 1:19, 2:9). Este énfasis triple en la deidad de Cristo nos demuestra que los falsos maestros de Colosas trataban de quitar a Cristo del trono de Dios, donde Él se sienta.
Juan declara: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios”. (Juan. 1:1-2) el apóstol afirma la misma eternidad al Verbo que al Padre. Destacando que no es una creación, si no divino y eterno. Juan, inicia su evangelio afirmando que las palabras de Jesús, son efectivamente, palabras y obras de Dios. Mirar a Jesús es mirar a Dios, El Dios invisible se ha hecho visible, la Deidad se ha hecho hombre (Juan 1:14, 14:9, 17:5)
Tanto para Pablo como para Juan Cristo; no es solo igual a Dios, Él es Dios, Él es la exacta representación de Dios. Jesús está tan íntima y totalmente identificado con Dios en pensamientos, sentimientos y carácter que, conociéndole a Él, conocemos perfectamente a Dios. Por lo tanto; todo creyente debe creer en la deidad de Jesucristo (que Jesús es Dios), de lo contrario su fe será hueca, mal dirigida y sin sentido. Esta es una verdad central del cristianismo.
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Cristo es el único Hijo de Dios
Los falsos maestros enseñaban que Jesús era el más alto en los niveles angelicales; es decir, superior a los ángeles, pero inferior a Dios
“él primogénito de toda la creación” (Col. 1:15b) Pablo usa un leguaje figurativo, al declarar a Jesús como el hijo primogénito sobre toda la creación. Es importante discernir que Pablo compara a Cristo con un hijo primogénito, no porque haya nacido antes que el resto de la creación, sino para demostrar que Él está sobre todos los demás.
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”. (Juan 1:18) La palabra (griega monogenés), se traduce como unigénito. Se expresa la unicidad más que ninguna otra cosa. Es la convicción del Nuevo Testamento que, no hay nadie como Jesús. Sólo Él puede traer a Dios a la humanidad, y a la humanidad a Dios. Él se hizo hombre, para que la humanidad caída pudiera comprender y entender la Deidad (Juan 1:14, 3:16, 5:18, 10:30, 20:28)
La Cristología Juanina y Paulina afirman que los miembros de la Trinidad nunca nacieron. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son eternos. Cristo no es el primer ser creado, sino es antes que todas las cosas.
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Cristo es el Creador de todo lo que ha sido creado
“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos sean dominios, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”. (Col. 1:16) Los falsos maestros de Colosas se exaltaban a ellos y a los ángeles. Pero el apóstol de los gentiles enfatiza que Cristo es el Creador de todas las cosas, incluyendo a los humanos y a los ángeles de cualquier rango o nivel. Pablo proclama que Cristo está sobre toda la creación, y todas las cosas vinieron por Él y son para él.
Juan aporta: “Todas las cosas por el fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. (Juan. 1:3) El supervisor de las Iglesias de Éfeso afirma que Jesús fue el asistente del Dios de la creación. Esto refutaba la manera que los gnósticos miraban el mundo de la relación antitética entre espíritu (Dios) y la materia (creación). Fue Jesús quien hablo y los cosmos vinieron a existir (Gen. 1) Fue Jesús quien formo al hombre y soplo aliento de vida (Gen. 2) La creación era en Jesús, a través de Jesús y para Jesús.
Tanto el de Tarso como el apóstol amado, además de otros escritores bíblicos dividen todo lo que existe en dos grupos: El Creador y lo creado (Gen. 1:1; Hch. 17: 24-31).
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Cristo es el que da vida y Sustentador de todas las cosas.
“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas por el subsisten” (Col. 1:17) Jesús es supremo como Creador. Cristo, es el que mantiene todas las cosas unidas. Sin su poder, amor y cuidado ¡todo se derrumbaría! Su presencia nos sustenta.
Él es el que nos da vida: “En él estaba la vida” (Juan 1:4a) La palabra vida aparece cuarenta y tres instancias en el evangelio. El Cuarto Evangelio empieza y termina con la vida. En el mismo principio leemos que en Jesús estaba la vida; y en el mismo final leemos que el propósito de Juan al escribir su evangelio era: “que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en Su nombre” (Juan 20:31). Jesús nos sustenta, da vida y vida en abundancia (Juan 10:10).
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Cristo es el primogénito de entre los muertos.
“el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18b) Jesús es preeminente, “el primogénito” en la resurrección como lo fue en la creación. Su resurrección es una promesa y una señal de que todos los creyentes resucitarán.
Jesús resucitó de la muerte y su resurrección prueba el señorío de Cristo sobre todo el mundo material. Todo aquel que confía en Cristo también vencerá a la muerte y resucitará para vivir eternamente con Él. Jesús es la Resurrección presente y futura (Juan. 11:25) Él es la causa completa, es nuestro modelo.
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Cristo es el Reconciliador de todas las cosas en el cielo y en la tierra.
“y por medio de él reconciliar todas las cosas” (1:20) Jesús reconcilio a los humanos en la tierra, que reciben el evangelio, se apartan de sus pecados, reciben el perdón, encuentran la paz y siguen a Jesús. Cristo es el Reconciliador de todas las cosas en los cielos y en la tierra. Él, es él que trae la paz y armonía entre Dios y los humanos que habían estado separados de él por su comportamiento impío. (Col.1:21)
“. . .haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col. 1:20b) La humanidad quedó separada de Dios debido al pecado; a causa de no tener una ofrenda aceptable que satisficiera las demandas de la naturaleza santa de Dios. Dios envió a Cristo para proveer un sacrificio aceptable por el pecado, y estableció así un lazo de unión con todos aquellos que recibieron a aquel que proveyó los medios para que todas las criaturas pudieran reconciliarse con Él. Desde el Antiguo testamento estaba establecido que no puede haber perdón sin derramamiento de sangre (Lev. 17:11) Porque el pecado quita la vida, se requiere que la vida pague las deudas del pecado. El Bautista con firmeza declaro: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan. 1:29) Jesucristo ofreció vida divina por medio de su sangre, para satisfacer todas las deudas del pecado de los seres humanos, y así restaurar la paz del pacto entre Dios y los hombres (Juan 6:53-54). Jesús es el Cordero pascual (Juan 19:31-37).
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La Plenitud de Cristo.
Los escritores afirman: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9) “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1:16) Plenitud (griego pleroma) se deriva del verbo llenar. Dios derramó de su plenitud en el cuerpo humano de Cristo. Cristo fue lleno de la plenitud de Dios. Cuando Jesús nació, Dios se hizo hombre. No era mitad hombre ni mitad Dios, era todo Dios y todo hombre. Antes de que Cristo viniera, la gente podía conocer a Dios en parte. Luego de su venida, lo conoció en su totalidad porque vino visible y tangible en Jesús. Cristo es la expresión perfecta de Dios en forma humana. Los dos errores más comunes son minimizar su humanidad o minimizar su divinidad. Jesús es tanto Dios como hombre
Dios habita (tiempo presente) en Cristo. La incipiente herejía del gnosticismo, afirmaba que Cristo era menos que Dios, pero más que los humanos. Al enseñar Pablo acerca de Cristo, comienza con el hecho de que en Jesucristo estaba la completa plenitud de Dios en forma corporal. Este hecho es una piedra angular no negociable del cristianismo. De igual manera Juan escribió: “Y aquel Verbo fue echo carne, y habito entre nosotros” (Juan 1:14). Habitar en griego es skenoo “hacer tabernáculo” refiriéndose al tabernáculo de Moisés, lugar donde se manifestaba la gloria (doxa) de Dios. Juan afirma que la Gloria de Dios que antes aparecía únicamente en el Tabernáculo, ahora está a plena vista de todos en la persona de Jesucristo.
Los falsos herejes trataban de convencer a los cristianos de que la salvación se obtiene al guardar las reglas y obtener el conocimiento secreto. Al mismo tiempo afirmaban que ellos tenían el conocimiento secreto que necesitaban, conocimiento que ellos obtuvieron por medio de experiencias espirituales con ángeles. Lo que buscaban era respeto, prestigio, posición y dinero. La respuesta de Pablo es que Cristo mismo es el misterio secreto revelado ya a los santos, los seguidores de Cristo. E, insiste en que la obra de salvación que Cristo hizo esta completa (Col. 2:10-15) El apóstol Juan afirma: “Pues la ley por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan. 1:17)
Que maravilloso saber que aun después de dos mil años, la Palabra de Dios por medio de sus apóstoles continúa fortaleciendo nuestra fe y elevando nuestro corazón en adoración para exaltar al Hijo de Dios, Él Supremo de todas las cosas, quien con el Padre nos creó y nos reconcilió.
Excelente artículo. Dios siga bendiciendo la vida del pastor Zafra.