Por Ignacio Benitez
Puesto que el trabajo de Paul Tillich es sumamente extenso, y el propósito de este artículo es presentar a modo de introducción su vida y pensamiento, he organizado esta breve investigación de la siguiente manera: primero, exploraremos la vida de Tillich, su preparación académica en Alemania hasta sus últimos años como profesor en los Estados Unidos. Segundo, sondearemos dos temas cruciales en la teología filosófica de Tillich, a saber, Dios y el ser y Cristo y la existencia. Así el lector puede tener contacto directo con el pensamiento de Tillich. Finalmente, reflexionaremos sobre las conclusiones de Tillich, y veremos cómo afectan nuestra comprensión de Dios y Cristo en nuestro andar diario como discípulos de Jesús.
Datos Bibliográficos
Paul Tillich nació en Agosto de 1886, en la ciudad de Starzeddel, Prusia. Se crió en la tradición luterana, siendo su padre pastor luterano con gran interés en la filosofía. Tillich realizó sus estudios universitarios en Berlín, Tübingen, Breslau, y Halle. A los 25 años obtuvo su doctorado en filosofía de la universidad de Breslau (1911), y un año después se graduó como licenciado en teología de la universidad de Halle (1912). El mismo año que obtuvo su licenciatura en teología, Tillich fue ordenado como ministro Luterano y sirvió como pastor en la provincia de Brandenburg.
Luego de dos años en su servicio al evangelio, fue convocado por el régimen militar alemán para concurrir a la primera guerra mundial, donde sirvió como capellán. Al finalizar su período de servicio militar, retornó a su tierra para dedicarse a la docencia.[1] Enseñó en: la Universidad de Berlín (1919-1924), Marburg (donde fue profundamente influenciado por el filósofo existencialista Martin Heidegger), Dresden, y Leipzig. Decidió en 1929 seguir su carrera docente en la Universidad de Frakfurt, donde enseñó filosofía hasta el año 1933. A causa de sus ideas, las cuales cuestionaban los principios del emergente régimen Nazi, Tillich fue despedido de la universidad de Frankfurt, marcando el fin de su carrera educativa en Alemania.
Reinhold Niebuhr, quien en ese tiempo se encontraba en Alemania, invitó a Tillich a enseñar en los Estados Unidos, en elUnion Theological Seminary de Nueva York. Fue así como Tillich emigró con su familia a Norteamérica. Una vez establecido en la ciudad de Nueva York, Tillich dio cátedras en teología filosófica por veintidós años (1933-1955) Obtuvo su ciudadanía americana en 1940. Durante su estadía en los Estados Unidos, también formó parte de la Asociación Teológica Americana (American Theological Association). Al concluir sus años de enseñanza en Nueva York, continuó con sus cátedras en la universidad de Harvard, y finalmente en la universidad de Chicago (1962-65).
La vida de Tillich, entonces, podría dividirse en cuatro etapas. La primera etapa se comprende por su preparación académica bajo la influencia filosófica alemana (Kant, Schleiermacher, Schelling, Hegel, y Heidegger), y posteriormente caracterizada por su trabajo pastoral. La segunda se vislumbra por su servicio como capellán durante la primera guerra mundial. La tercera por su vuelta a Alemania sucedida por su extradición bajo el régimen Nazi. Para concluir, la cuarta etapa se distingue por su inmigración a los Estados Unidos donde concluye su carrera como catedrático y escritor.
Por lo general, Tillich ha sido catalogado como teólogo filosófico, y a su teología se la ha definido como una teología de mediación,[2] pues Tillich buscó mediar entre el pensamiento religioso y el filosófico. Haciendo uso del método de correlación, donde lo finito interroga y lo infinito responde,[3] Tillich desarrolla su sistema teológico dando a luz, de este modo, su obra más importante, su Teología sistemática en tres volúmenes (1963).
Los temas que nos conciernen en este artículo se encuentran en el primer y segundo volumen de su Teología sistemática. Comenzaremos observando rápidamente las cuestiones que desarrolla Tillich respecto a El Ser y Dios, y continuaremos brevemente con sus reflexiones en cuanto a La Existencia y el Cristo. Como se puede observar en sus escritos, Tillich está muy influenciado por la filosofía existencialista[4] y, sin duda, la emplea en su razonamiento teológico. Ha de esperarse, por tanto, encontrar términos filosóficos en la teología de Tillich.
El Ser y Dios
Tillich insiste que el hombre como ser existencial es confrontado diariamente con su finitud. Esta finitud se confirma mediante la muerte, y la muerte le recuerda al hombre su limitación existencial.[5] El hombre vive, según Tillich, constantemente bajo la amenaza del no-ser.[6] Frente a esta amenaza, observa Tillich, surge la pregunta respecto a Dios, y éste interrogante presupone que el hombre es consciente de lo infinito y eterno.[7]
La fe en Dios, por tanto, es la expresión de la preocupación última[8] del hombre y lo que determina la existencia misma del ser. Pero el hombre siempre corre el riesgo de poner su confianza (preocupación última) en aquello que no es Dios, es decir, en las cosas de esta vida (dinero, gobiernos, logros personales), plenamente convencido que en ellas encontrará la respuesta de su existencia.[9] A esto último llamamos idolatría: la amistad con las cosas vacías de esta vida, que toman el lugar de un dios,[10] y esclavizan a la persona.
El hombre, como se ha mencionado previamente, no debe cometer el error de buscar a Dios como si éste fuera un ente más u otro dios, puesto que Dios es en realidad el fundamento último del ser. En otras palabras, Dios no es un ser más entre otros seres, sino que Él es el ser mismo o fundamento del ser.[11] Dios no puede ser definido o comprendido en base a la razón finita o conceptos humanos. Únicamente se lo puede conocer fuera de toda categoría finita/humana.
Entonces, ¿cómo llega el hombre a conocer a Dios? Mediante la fe y la revelación, argumenta Tillich. Dios solo puede ser conocido en la esfera de lo infinito. De este modo, cuando el hombre conoce a Dios es inmediatamente libertado de la ansiedad del no ser y de todos los ídolos, y le es concedido por Dios el coraje de ser, es decir, la capacidad de vivir una nueva realidad existencial.
La nueva existencia, por tanto, se concretiza en la máxima y última revelación de Dios, Jesucristo, el nuevo ser o nuevo hombre. En Jesucristo, el hombre deja de ser existencia vana, finita, para llegar a ser existencia plena, contenedor de la vida infinita. Esta última observación nos abre el camino hacia nuestro segundo tema: la existencia y Cristo.
La Existencia y Cristo
Tres asuntos importantes nos conciernen aquí: primero, la explicación que da Tillich respecto a Cristo como símbolo; segundo, sus observaciones en cuanto a Cristo como la revelación misma de Dios y tercero, sus reflexiones en relación a Cristo como el nuevo ser que redefine la existencia humana.
Para Tillich Cristo es el símbolo supremo de redención.[12] Pero el término símbolo, aplicado a Cristo, no debe entenderse como algo irreal, como lo entienden muchas personas.[13] Tillich argumenta que el símbolo no solo contiene verdad sino que también es verdad. El símbolo contiene verdad ya que corresponde a la revelación que expresa, y es verdad pues es la expresión de la auténtica revelación. Además, añade que el símbolo religioso cumple una doble función, a saber, revela lo divino en lo humano y lo humano en lo divino.[14]
Hemos visto que Cristo es ciertamente símbolo de la verdad última, pero Cristo no es para Tillich Dios encarnado. Él entiende que la frase Dios se hizo hombre es absurda, pues afirmar tal cosa carecería de sentido, ya que implicaría que Dios deja de ser Dios al volverse hombre. Y Tillich añade, la única cosa que Dios no puede hacer es dejar de ser Dios.[15] Por eso él prefiere la expresión juanina la palabra se hizo carne para referirse a la auto-revelación o manifestación de Dios. Esta revelación de Dios como la palabra, que toma forma en Jesús como el Cristo, es la expresión última del amor de Dios hacia el mundo.[16]
Finalmente, el problema de la existencia del hombre se resuelve con la venida de Jesucristo. Como el Cristo, Jesús es el símbolo del nuevo ser. Él voluntariamente participa en la finitud del hombre, venciendo así su estado de alineación para implantar de esta manera una nueva realidad en la vida humana.[17] El triunfo de Cristo es representado mediante la crucifixión y la resurrección. Tillich cree que la crucifixión y resurrección son símbolos que revelan la oscuridad última de la vida humana (crucifixión), y la conquista sobre la existencia alienada del hombre (resurrección). Mediante estos símbolos la relación hombre-Dios es restituida. La persona que se halla en Cristo participa de la realidad del nuevo ser.[18]
Concluiremos con dos observaciones prácticas extraídas del pensamiento de Tillich, y una nota final. Primero, Tillich nos infunde un sentido de temor reverente cuando se refiere a Dios. No podemos definir a Dios en términos lógicos o en base a la razón humana, ni tampoco debemos igualar a Dios con otros dioses (ídolos), sino más bien necesitamos conocerlo en la esfera de lo divino, como trascendente y único, llegando a Él por medio de la revelación.
Esto sin duda nos ayuda no solo a despojarnos de nuestros conceptos errados de quien es Dios, sino que también nos capacita para dar a conocer a Dios como realmente es. La comprensión clara de quien es Dios guarda al hombre de caer en la idolatría, es decir, de depositar su confianza en aquello que no es Dios (por ejemplo, la religión).
Segundo, el conocimiento de Dios, del cual venimos hablando, se esclarece mediante la revelación de Jesucristo como la palabra (verbo) de Dios. La palabra expresa la realidad y propósito de Dios; propósito que consiste en redimir la existencia alienada del hombre. Tal verdad, como la expresa Tillich, nos impulsa y urge a la misión evangelística, pues no podemos dejar de anunciar la maravillosa obra reconciliadora de Cristo (que Dios nos ayude a ser fieles a su llamado).
Paul Tillich ha sido y sigue siendo de mucha inspiración para la iglesia. Su pensamiento ha logrado que se reexaminen ciertos dogmas dentro de la misma. El lector, siguiendo el buen hábito, debe examinarlo todo y retener lo bueno.
Bibliografía
Macchia, Frank. Re: Paul Tillich. fmacchia@vanguard.edu (23 Junio. 2005).
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Spiceland, J. D. Tillich, Paul. Páginas 1093-94 en Dictionary of Evangelical Theology. Editado por W. A. Elwell. Grand Rapids,Michigan: Baker Books, 1984.
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Thiselton, A. Tillich, Paul. Páginas 986-87 en Nuevo Diccionario de Teología. Editado por Ferguson, S. B., et al.; Traducido por H. Buffer. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1998.
Tillich, Paul. The New Being. New York: Charles Scribeners Sons, 1955.
_____. Systematic Theology I. Chicago: University of Chicago Press, 1961.
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Ureta, Floreal. Introducción a la Teología Contemporánea. Texas: Editorial Mundo Hispano, 1992.
Vilanova, Evangelista. Historia de la Teología Cristiana III. Traducido por Joan Llopis. 3 vols. Barcelona: Editorial Herder, 1992.
Wu, James, Paul Tillich: Biography and Systematic Theology I. Boston Collaborative Encyclopedia of Western Theology. 1999. http://people.bu.edu/wwildman/WeirdWildWeb /courses/mwt/dictionary/mwt_themes_755_tillich.htm#Paul%20Tillich:%20Biography%20and%20Systematic%20Theology%20I http://www.conozca.org/imprimir.cfm?art_id=1308
¿Estás seguro que conoces al Dios de todos?
Juan 5.37-44 (Énfasis en el 39 –“Escudriñar las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ella tenéis la vida eterna; pero ellas son las que dan testimonio de mí” – El 43 y 44 son el clímax de la palabra de Jesucristo referente a los que leen por leer, no escudriñan las diversas fuentes que Dios nos ha proporcionado a través de todo el intelecto humano como parte de su plan.
Dio terminó la creación pero su plan aun no ha concluido, todo, absolutamente todo lo que acontece, está dentro de su voluntad, nosotros, los seres humanos, somos los que nos rebelamos asumiendo diversas actitudes, en nuestro afán de amoldar la voluntad de Dios a nuestros intereses; ya sean para sostener doctrinas caducas o tradicionalistas, o porque nos asusta reconocer la diversidad del pensamiento de Dios y su constante renovación, expuesto a través de la historia misma de la humanidad y el conocimiento científico que Él mismo permitió que se manifestara en el hombre.
A veces simplemente nos es mas cómodo aceptar lo que otro pensó como resultado de sus propias experiencias, sus dogmas o perjuicios culturales, que dedicar tiempo o esfuerzo y sacrificio para alcanzar nuestro propio entendimiento, a pesar de que disponemos de toda la fuente del conocimiento que Dios nos ha regalado al poner nuestro intelecto en armonía con su obra, dígase su creación, para que lo podamos conocer mejor a Él y a su pensamiento. Jesús dijo en otras palabras: ¡Hipócritas, no se puede creer sinceramente en quien no se conoce!
También están aquellos que, al igual que los judíos, no quieren reconocer que el amor de Dios puede estar también en otras personas a las que históricamente hemos discriminado, repudiado o despreciado, y lo peor de todo, a veces viviendo una doble moral como sepulcros blanqueados. Tratando de engañar al prójimo y a nosotros mismos nos glorificamos unos a otros y no buscamos la gloria que viene del Dios único. Ponemos carga sobre esas personas que nosotros mismos no somos capaces de llevar. En estos versículos Jesús también censura a los que oyen y no escuchan, miran pero no ven, porque no hay peor sordo que el que no quiere oír ni peor ciego que el que no quiere ver.
El Apóstol Pablo nos recomienda en Ro. 12:2 y Fil. 1:9 “Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento en toda ciencia y todo conocimiento para que podamos comprobar cuál es la voluntad de Dios, agradable y perfecta…en justicia y amor…” Sobre este último recordemos que es el fundamento de los dos más grandes mandamientos dados por nuestro Señor Jesucristo: “Amar a Dios por encima de todo, con toda nuestra mente, fuerza, entendimiento y corazón, y el segundo es semejante a éste, amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Es decir, quien no ama al prójimo no ama a Dios, quien discrimina al prójimo o a una parte de este, discrimina a Dios o a una parte de Él que no quiere o no le conviene conocer. Quien no se esfuerce en conocer y alcanzar la sabiduría, las causas o el origen de las cosas, quien no escudriñe en toda ciencia y se nutra del conocimiento universal, no puede conocer a Dios porque simplemente Él, su pensamiento y su divina voluntad para con los humanos, radican en la manifestación de la ciencia y el conocimiento que unidos al amor y la misericordia que Él pone en nuestros corazones, nos llevan a la sabiduría, a convertirnos en verdaderos hijos creados a su imagen y semejanza.
Es necesario reconocer que Dios inspiró, no les dicto, a los que escribieron los diferentes libros que un grupo de personas, posteriormente, decidieron que compondrían la Biblia, por lo que sería necio creer que los antiguos escritores no dejarían plasmados en sus escritos los rasgos de la cultura en la que vivieron, el sistema de valores con los que juzgaban las cosas y su modo de verlas. Pero es un sacrilegio aun mayor, pensar que Dios solo inspiró a esos hombres, que ni antes ni después volvió a inspirar pensamientos y acciones en los hombres, pensamientos y acciones que la historia de la humanidad registra de forma irrebatible.
Ahí están los ejemplos de Ireneo, Agustín en la antigua doctrina cristiana, Martin Lutero, Calvino y la profunda influencia en el pensamiento cristiano, y finalmente, las ideas de los teólogos modernos como Tillich y Barth por solo citar a algunos. Seria otorgarle a Dios las limitaciones de nuestro entendimiento para “recibir gloria los unos de los otros y no buscar la gloria que viene del Dios único” (Jn. 5:44). ¿Cómo podéis vosotros creéis? No se puede creer a quien no se conoce, si así es, vuestra fe es vana, no me refiero a conocerse físicamente, eso es cosa de este mundo materialista, me refiero a conocerse espiritualmente, dígase, conocer su pensamiento, su carácter, sus valores, su comportamiento y sacrificio a lo largo de la historia.
No podemos pretender conocer a Dios solo a través de 66 libros que un grupo de hombres decidió seleccionar de entre toda la documentación registrada hasta ese momento, decisión en la que aun hoy día no acaban de ponerse de acuerdo. No es menos cierto que nos dan una idea de su carácter y su pensamiento, pero no el todo de su grandeza y soberanía, del inconmensurable plan que tiene y está desarrollando para su creación.
Versículos de sugerencia para la meditación. Recuerde, escudriñe la fuente del conocimiento universal que Dios quiso que alcanzáramos.
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Juan. 1:11-13; Mateo 19:8-14 (Versículo 8 como preámbulo); Isaías. 56:3-5; Mateo. 11:11-23;
1 Corintios. 7:23,24; 2 Corintios. 5:14-16