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Así lo veo: El bautismo de risa (1ra parte)

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 1996.1

Por el Dr. George Wood

Traducido por Cecilia Marty

 

 

Es nuestro deber pasar todo por el filtro de las Escrituras.

ULTIMAMENTE HA HABIDO manifestaciones frecuentes de risa en muchas reuniones carismáticas. Dicho fenómeno se ha dado a conocer a través del llamado Avivamiento de Toronto [Canadá] y del ministerio ambulante de un evangelista que se presenta como un “cantinero del Espíritu Santo”.  Invita a la gente a “tomar un trago en la barra de Joel”.

Se lo ha denominado en algunos lugares “el bautismo de risa”. ¿Será de Dios? Debemos escudriñar su Palabra para obtener la respuesta.

El Nuevo Testamento habla mucho acerca de la alegría. Jesús ha venido para que nuestra alegría sea completa. La promesa de una vida abundante presupone que la desesperación y la depresión no ocuparán el primer lugar en la vida del creyente.  Es casi imposible describrir el gozo sin límites de la mañana de resurrección, ni del momento de reunirnos con el Cristo Resucitado.  En medio de tiempos de gran persecución la iglesia rebosaba de gozo exuberante.  Además, la alegría forma parte de los frutos del Espíritu. Esta edad presente concluirá con un gran aleluya: “¡Aleluya! Porque reina el Señor nuestro Dios Todopoderoso. ¡Alegrémonos y regocijémonos, y démosle gloria!“  Apocalipsis 19:6,7.

¿Es esta alegría que la Biblia describe la misma que se manifiesta en la actualidad por medio de la risa en los cultos de la iglesia?

 

El deber de investigar

Para algunas personas, el mero hecho de indagar acerca de la validez de una supuesta experiencia espiritual se puede criticar como una falta de fe o prueba de que uno carece de espiritualidad. Es nuestro deber, sin embargo, pasar todo por el filtro de las Escrituras.  Se elogia el ejemplo de los creyentes en Berea “…pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”. Hechos 17:11.  En otras palabras, estos creyentes no se desenroscaron la cabeza para guardarla en la entrada al templo durante la alabanza y la predicación y luego volver a conectar el cerebro al salir del edificio.  Formular preguntas acerca de si la Biblia da validez a cualquier doctrina en particular que exponga alguna persona, o si afirma cualquier experiencia profesada, no indica que uno carezca de espiritualidad ni de piedad. El apóstol Pablo nos amonesta: “Sométanlo todo a prueba. Aférrense a lo bueno.” 1Tesalonicenses 5:21. En otro lugar nos instruye que “…los demás  deben considerar con cuidado dicho”.  1Corintios 14:29.

Pablo también advierte a los líderes:

 Cuídense y vigilen todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como supervisores… entrarán en medio de ustedes lobos feroces que no perdonarán al rebaño. Aun de entre ustedes se levantarán hombres que pervertirán la verdad para llevarse discípulos que los sigan. Hechos 20:28-30.

Ejercer una vigilancia doctrinal requiere equilibrio, no sea que los contendientes por lo ortodoxo se constituyan en jueces desprovistos de amor dentro del cuerpo de Cristo. El Señor aplaude a la iglesia de Efeso por su duro trabajo al poner a prueba y distinguir a los profetas falsos de los genuinos. Los corrige, sin embargo, por haber dejado de lado su primer amor. Es muy fácil dejar de lado el amor mientras que uno pelea por la “verdad” en cualquier batalla doctrinal. Si no tienen cuidado los apologistas cristianos, aparentarán estar llenos de amargura y serán percibidos como personas legalistas, farisaicas y detestables.

Es bíblico que escudriñemos todo asunto a la luz de las Escrituras, inclusive el fenómeno actual de “risa santa”, pero no es bíblico dirigir dicha indagación en un espíritu carente de amor y de gozo.

En calidad de pentecostales, de personas comprometidas con la autoridad de las Escrituras, haríamos bien en seguir el ejemplo de don William J. Seymour, el anciano de la Misión de Azusa a principios del siglo xx. Durante el gran avivamiento en la calle Azusa [Los Angeles] se criticó fuertemente a Seymour y a otros por insistir en que debían “cotejar todo con la Palabra”. Sin embargo, no fueron avergonzados. De hecho, en la edición de “The Apostolic Faith” (La Fe Apostólica) del mes de setiembre de 1907, Seymour hizo frente a esta crítica:

Estamos comparando todo con la Palabra, cada experiencia debe estar a la par con la Biblia. Algunos dicen que vamos demasiado lejos, pero si hemos vivido demasiado arraigados a la Palabra, arreglaremos cuentas con el Señor cuando nos reunamos con él en las nubes.

 

Lo normativo vs. una experiencia singular

Debemos plantearnos dos preguntas acerca de la “risa santa”: 1) ¿Se dan casos de ella en las Escrituras? 2) Si se dan casos, ¿son estos “normativos”, presentados como patrón de la vivencia cristiana?

Supongamos que alguien en nuestra era moderna manifiesta el don de sanidad, pero con la excepción que sucede algo muy poco usual: las personas se sanan al colocarse dentro de la sombra del ministro conforme él les pasa por el lado. Supongamos además que cunde la voz y otros ministros también comienzan a profesar que tienen “el ministerio de la sombra.”  Imaginémonos que otros vienen diciendo: “Todos los obreros pueden tener el ministerio de la sombra. Todos los que quieran ser sanados deben colocarse dentro de la misma.”

Por fin hagamos la idea que se empiezan a editar libros y que en los seminarios se comienza a enseñar al cuerpo de Cristo sobre la importancia y necesidad de tener el “ministerio de la sombra”. De repente se brinda ayuda práctica acerca de la manera de poner en marcha en cada iglesia local este “ministerio de la sombra”.

¿Cómo evaluaríamos tal énfasis y dichas afirmaciones? Habría que plantearnos estas dos preguntas: 1) ¿Menciona la Biblia esa experiencia?  2)  De ser así, ¿se pretendía que fuera normativa para todos?

La respuesta a la primera pregunta es que “Sí”.  Hechos 5:15 dice: “…la gente sacaba los enfermos a la calle  y los ponían en camas y camillas para que, al pasar Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos.”

No obstante, la respuesta a la segunda pregunta es que “No”. No se menciona que ninguno de los demás apóstoles jamás haya tenido el “ministerio de la sombra”.

Aparentemente, sólo Pedro disfrutó este ministerio. ¿Puede imaginarse qué hubiera ocurrido en la iglesia del primer siglo si a los demás apóstoles se les hubiera ocurrido abandonar su ministerio menos espectacular de orar por los enfermos y les hubiera dado por orar y ayunar para recibir el “ministerio de la sombra”?  ¿Qué hubiera sucedido si Pedro se hubiera puesto a dar seminarios acerca de cómo poner en marcha el “ministerio de la sombra”?  La iglesia hubiera centrado toda su atención en un método en particular, abandonando el patrón normativo que el Señor les había dado a los apóstoles: “pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos recobrarán la salud.” Marcos 16:18. El procedimiento normal que el enfermo debe seguir no es que busque “la sombra”, sino que “…Llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor.”  Santiago 5:14.

Lo que nos demuestra el “ministerio de la sombra” de Pedro es que el Espíritu Santo puede actuar de forma soberana en un individuo durante un tiempo limitado y de manera singular; sin embargo, es posible que este obrar específico no haya sido designado como vivencia normativa dentro de la iglesia. Sólo sabemos que algo es normativo si se ha aprobado, encomiado, repetido varias veces, o si en las Escrituras se ha mandado expresamente.

En la vida de la iglesia del primer siglo abundan los ejemplos entre lo normativo y lo singular.  Por ejemplo, ¿cuál es el patrón común de la disciplina en la iglesia? ¿No lo es Mateo 18:15-20?  ¿Cómo entonces se explica la muerte de Ananías y Safira como medida disciplinaria por mentir? ¡Ciertamente no encaja dentro del patrón normativo de Mateo 18! ¿Es la excepción, o la regla?

¿Hay algún otro ejemplo de una acción disciplinaria de la iglesia por medio de la ejecución al instante del Espíritu Santo? ¿Se nos insta clamar al Espíritu para que haga caer muertos a los mentirosos? ¿Se debería pedir la presencia en cada culto de un juez de primera instancia que establezca la causa de defunción, además del director de una funeraria? ¡No! Nos ajustamos al patrón normal de Mateo 18 y 1 Corintios 5 al lidiar con el pecado en la vida de un miembro de la iglesia.

Consultemos otro ejemplo que distingue entre lo singular y lo normativo. Veamos los fenómenos ocurridos el día de Pentecostés: un ruido como el de una ráfaga de viento, lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de los ciento veinte, y todos hablando en otras lenguas según el Espíritu los facultaba para hacerlo. ¿Constituyen estos tres un fenómeno singular (sólo se da una vez), o normativo (el patrón para los creyentes)? Parece ser que el viento y las lenguas de fuego son singulares. Nunca ocurren de nuevo dentro del contexto de las Escrituras. No podemos crear una doctrina acerca de ellos exhortando a las personas: “Antes de que ustedes puedan ser bautizados en el Espíritu”, deben estar presentes el viento y el fuego.”  Sin embargo, el hablar en lenguas se da repetidas veces en relación a ser lleno del Espíritu. En calidad de pentecostales consideramos que hablar en lenguas es una experiencia normativa que es la evidencia física inicial de ser bautizado con el Espíritu Santo. Es que encontramos que este fenómeno se repite en distintas ocasiones y deducimos por el texto que el hablar en lenguas se manifestaba cada vez que las personas eran bautizadas con el Espíritu.

Así que, nos preguntamos, ¿es el bautismo de risa un patrón normativo de adoración cristiana y un comportamiento enseñado explícitamente en las Escrituras?

Las mismas dos preguntas que formulamos en cuanto al “ministerio de la sombra”, la disciplina en la iglesia, y el viento, el fuego y las lenguas, debemos planteárnoslas acerca de la risa:  1) ¿Ocurre en la Biblia el fenómeno actual de “risa santa”? De ser así, 2) ¿Hay que entender que ha de ser una experiencia normativa para los creyentes?

Contestemos la primera pregunta. La Biblia está repleta de exhortaciones para que nos regocijemos.  Salmos 5:11, 32:11, 107:19-22; 1Tesalonicenses 5:16. Algunos ejemplos se destacan. Sara se rió de incredulidad ante la posibilidad de ser madre, ya que era anciana. Luego se rió de alegría cuando le nació Isaac. Génesis 18:12-15, 21:6.  Juan el bautista saltó de alegría dentro del vientre de su madre cuando ella saludó a María.  María reaccionó diciendo: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.”  Lucas 1:46,47.  El ángel del Señor proclamó el nacimiento de Jesús declarando “Les traigo una buena noticia de gran alegría que será para todo el pueblo.” Lucas 2:10.  Treinta y tres años después cuando la mañana de resurrección, las mujeres “se alejaron a toda prisa del sepulcro, atemorizadas y alegres a la vez y corrieron a avisar a sus discípulos”.  Mateo 28:8.  Al ver al Cristo resucitado, los discípulos al principio “…no acababan de creerlo a causa de la alegría…”, pero cuarenta días después cuando Cristo ascendió a los cielos, “regresaron a Jerusalén con gran alegría” Lucas 24:41,52.

Durante su ministerio Jesús les dijo a sus discípulos cuando hubieron regresado luego de haber hecho exorcismos, “no se alegren de que se les sometan los espíritus, sino alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo”. Lucas 10:20. Jesús prometió que nuestra alegría sería completa, Juan 15:11. La alegría era una característica intrínseca de la iglesia del primer siglo, aun cuando pasaba por tiempos difíciles. Hechos 8:8, 13:52.

Notemos, sin embargo, que el énfasis está en la alegría, no en la risa. La alegría aparenta ser una cualidad intrínseca e indispensable de la vivencia cristiana. Su fundamento no se basa en los sentimientos subjetivos del momento, sino en la realidad objetiva de que Dios nos ha dado salvación, redención y liberación por medio de Jesucristo nuestro Señor.

Entre todos los eventos de alegría registrados en la Biblia, no se alega ni de manera directa ni indirecta que la persona estuviera desternillándose de la risa. No se describe a la persona riéndose entre un grupo de adoradores con muchos otros riéndose también, o revolcándose en el suelo sin poder detener las carcajadas.

Al reconocer esta carencia de precedente bíblico que explique el fenómeno carismático moderno de la llamada “risa santa”, los que están a favor de la experiencia se basan en Hechos 2 e invitan a que las personas vengan a “tomarse un trago en la cantina de Joel”.

Así pues, vayamos a Hechos 2. ¿Es la risa la condición en la cual se encontraban los discípulos el día de Pentecostés? ¿Tenían una risilla, se reían a carcajada suelta, o exhibían alguna otra forma de reírse?

Siguiendo las instrucciones del  Señor, los discípulos habían permanecido en Jerusalén.  Diez días después de la ascensión, mientras los ciento veinte oraban y adoraban al Señor en un aposento alto, vino un ruido como de una ráfaga de viento y lenguas de fuego se posaron sobre su cabeza. Entonces fueron todos llenos del Espíritu Santo y todos hablaron en nuevas lenguas.

Salieron del aposento alto y fueron a un sitio donde una gran multitud se hallaba reunida, posiblemente el área del templo permitido a los no-judíos. Algunos entre la multitud pensaron que estaban ebrios.

Sin embargo, los partidarios del bautismo de risa han dado por sentado que la multitud pensó que los ciento veinte estaban ebrios porque se reían. Eso no es lo que el texto de Hechos 2 dice ni tampoco infiere.

¿Por qué pensaron algunos entre la multitud del templo que los ciento veinte estaban ebrios? ¡No porque se estuvieran riendo! Lucas nos indica claramente cuál era la razón:

Había en Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo.  Al oír aquel ruido, se reunió una multitud que estaba desconcertada porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Era tal su asombro que decían: “¿Acaso no son galileos todos estos que están hablando?  Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en nuestra lengua materna?…¡Los oímos declarar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios! Hechos 2:5-11

Lucas explícitamente indica que el “ruido” que atrajo a la multitud eran las lenguas que hablaban los ciento veinte.”

El auditorio se dividió en tres grupos según su reacción hacia esta habla sobrenatural de alabanza y adoración a Dios: los atónitos, los perplejos y los burladores. Notemos que sólo “algunos” pensaron que estaban ebrios. El uso de la palabra “algunos” sugiere que se trataba de unos cuantos entre la gran multitud.  Lucas da la impresión de que “la mayoría” no opinaban que estuvieran ebrios, sino que estaban asombrados y confusos. Los tales se preguntan: “¿Qué quiere decir esto?”  Pero a otros no les interesaba una respuesta y de inmediato desecharon el comportamiento mofándose y atribuyendo las lenguas a la embriaguez.

En ningún momento el texto de Hechos 2 sugiere la presencia de risas. Lo que destaca Lucas es que lo que suscitó estas diversas reacciones fue el hablar en lenguas. Es obvio que no se describe que los ciento veinte se estuvieran riendo, sino que ¡alababan a Dios en lenguas desconocidas que nunca habían aprendido!

Además, aún si los ciento veinte se estuvieran riendo en vez de hablar, la situación se torna sobria en seguida porque indica el texto que “declararon” las maravillas de Dios.

Pedro se vale de la pregunta “¿Qué quiere decir esto?” para predicar un fuerte sermón de arrepentimiento a los inconversos. La pregunta se refiere a las lenguas, no a risas. La reacción que se suscita es poderosa: tres mil varones confiesan a Jesucristo como Señor y son bautizados.

Aun si aceptáramos la premisa de que el comportamiento de los ciento veinte en Hechos 2 era el de reírse, esperaríamos que el bautismo de risa, de ser enviado por el Espíritu Santo, diera como frutos los resultados propios del Pentecostés: un gran mover evangelístico. Pero tal premisa es falsa ya que articulaban alabanzas a Dios en lenguas desconocidas. No emitían risotadas ni se desternillaban de la risa.

Si la iglesia se encontraba en un bautismo de risas en Hechos 2, con toda objetividad uno tiene que darse cuenta de que inmediatamente se nota un contraste bastante grande porque pronto se pusieron a predicar. Hay que ver una diferencia grande con algunas manifestaciones del fenómeno contemporáneo donde la risa impide toda oportunidad para predicar o interrumpe continuamente la predicación. El día de Pentecostés cerró con broche de oro: tres mil conversiones y bautismos, no con ciento veinte desternillándose de la risa en el suelo sin poderse levantar.

¿Pueden darse ocasiones donde uno se ría en el Espíritu? ¡Claro que sí! El Señor conoce cuán agobiante puede ser la depresión que acosa el alma de algunas personas. Puede que él escoja manifestar soberanamente el gozo de su presencia y de manera milagrosa liberarlos de la tristeza y el dolor. La manifestación de la risa dentro del cuerpo de Cristo durante la adoración, sin embargo, no es algo que las Escrituras describan como un evento normativo. De hecho, ya que el Nuevo Testamento no menciona incidencia alguna de la “risa santa” como uno de los aspectos propios de la adoración bíblica, debería ocupar un lugar aún menos importante que el don de lenguas que se menciona en las Escrituras. Además, el don de lenguas ha de regirse estrictamente por el orden y el amor, no sea que los incrédulos entren y digan “que están locos” o que la iglesia no se fortalezca. 1 Corintios 14:23-28.

Cuánto más entonces debe regirse estrictamente por las consignas del orden y del amor un fenómeno no mencionado en la Biblia, no sea que se torne en división y distracción. Cuando las iglesias se dividen por causa del bautismo de la risa, la verdad es que este “no es para reírse.”

Quedan obvios ejemplos de avivamientos en la historia de la iglesia donde se han suscitado manifestaciones poco comunes, tal como la risa, que han caracterizado a personas  sobre quienes el Espíritu se ha derramado con gran gozo. Dichos relatos, sin embargo, incluyen sollozos además de risa. Los partidarios de la risa se equivocan al citar a manifestaciones pasadas de risa durante tiempos de avivamiento como base para justificar la onda actual de la risa. Lo que no observan con frecuencia es que en los avivamientos pasados la risa caía sobre pocas personas y no sobre la mayoría. Deben fijarse también en el hecho de que la risa se constituía en la excepción y no en la regla de comportamiento.

Debemos tratar el fenómeno de la risa al igual que lo hemos hecho con “la sombra de Pedro”. Hay que regocijarnos en las formas soberanas y singulares que Dios puede utilizar para hacer patente su bendición, pero a la vez evitar caer en la tentación de fabricar “líneas de ensamblaje” de imitación de la risa en la iglesia. Debemos evitar apoyar a evangelistas y pastores que imitan lo que han observado que hacen otros imitadores.

Nuestro enfoque central jamás debe ser la risa, ni ninguna otra vivencia espiritual ni don, sino sólo sobre la persona de Jesucristo. Es impensable que el Apóstol Pablo jamás denigrara ni tuviera en menos su llamado ni su oficio, ni la obra del Espíritu Santo, proclamándose a sí mismo como un “cantinero de la barra del Espíritu Santo”.

 

Lo novedoso   

Debido a que somos personas llenas del Espíritu, nuestro diario vivir está colmado de experiencias congruentes al cristianismo. Cuando nos congregamos esperamos “sentir la presencia de Dios”. ¡Tenemos derecho a ello! La Biblia enseña claramente que la presencia de Cristo no sólo llena nuestra mente, sino también nuestras emociones.

El que estemos abiertos a tener experiencias, sin embargo, puede también hacernos presa fácil de lo novedoso. Es por esto que nos incumbe a los pentecostales que nos fundamentemos bien en la Biblia. El Espíritu de Dios fluye dentro del caudal de las Escrituras.  No va donde la Palabra de Dios no pueda seguir.

Nuestro deseo de “vivir experiencias” desafortunadamente se ve acompañado con frecuencia de una falta de predicación bíblica sólida por parte de nuestros ministros, o de un estudio bíblico personal por parte de la grey. Cuando faltan, se asienta lo novedoso, conviertiéndose en un medio para atraer a individuos y a multitudes.

Hace varios años un amigo me aconsejó sabiamente:

Lo que hagas como pastor para atraer a la gente será lo que tendrás que continuar haciendo para que se queden las personas. Si siempre te montas sobre la ola más novedosa, vas a tener que seguir montándote en las olas futuras para mantener la asistencia. Pero si te dedicas a predicar la Palabra de Dios y a mantener el enfoque central en Cristo, eso es todo lo que tendrás que hacer para que la gente no se vaya.

He vivido el tiempo suficiente para ver cómo muchas ráfagas de doctrinas han azotado el cuerpo de Cristo. He visto, por ejemplo, el movimiento de la lluvia tardía con el énfasis del aceite que aparecía milagrosamente en la palma de la mano. He sabido del enfoque en la demonología, la confesión positiva, el evangelio de la salud y la prosperidad, del reino actual, de la risa santa. He notado que con frecuencia los líderes que se montan sobre estas olas tienden a montarse en la próxima cuando la anterior ha pasado de moda. El cuerpo de Cristo se olvida del papel que estos movimientos jugaron anteriormente, de cómo estos énfasis extremos dejaron a muchísimos náufragos espirituales y a iglesias divididas, mientras que los bolsillos de estos maestros sin raíces se llenaban a costas de un público ingenuo y crédulo.

Si no anda con cautela, la iglesia pentecostal puede tornarse rápidamente en la caricatura conocida como “La iglesia de Nueva Onda”, que hace cualquier cosa por atraer a las multitudes, impulsada por conveniencia y no por principios bíblicos.

Hacia el fin de su ministerio el apóstol Pablo se sentía sumamente preocupado. Nos advirtió acerca de los que se incorporarían al cuerpo de Cristo introduciendo modas y cosas novedosas.

Porque llegará el tiempo en que no tolerarán la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de muchísimos maestros que les digan lo que quieran oír. Dejarán de escuchar la verdad y se volverán a los cuentos. 2 Timoteo 4:3,4.

A veces me han preguntado: “¿Qué es lo que el Señor te ha dicho últimamente?” Me da la idea de que la persona que hace tal pregunta cree que a menos que tenga una revelación de “última hora”, es imposible que yo esté caminando con Dios.  O tal vez piensan que ya estoy “pasado de moda”. Mi corazón quisiera clamar: “Esto es lo que el  Señor me ha dicho últimamente: Ama al  Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas  y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo”. Necesitamos anhelar tener una experiencia sólida en Cristo en vez de irnos tras la paja impulsada por toda ráfaga y capricho doctrinal.

Un mentor espiritual digno de confianza me amonestó acerca de mis responsabilidades en calidad de ministro: “Las cosas importantes son las cosas evidentes, y las cosas evidentes son las cosas importantes.”  Esta verdad se ve claramente en el libro de los Hechos.  Los creyentes del primer siglo “…se dedicaban a la enseñanza de los apóstoles y a la comunión, al partimiento el pan y a la oración”. Hechos 2:42. Veamos como las cosas más importantes eran tambiá‚án las más evidentes.

El novelista Lloyd Douglas relata que un hombre fue a visitar a su antiguo profesor de violín y le preguntó:

-¿Qué hay de nuevo?

-Te diré lo que hay de nuevo – respondió el profesor. Tomando en la mano el diapasón [instrumento de acero en forma de horquilla que sirve para dar la nota "la"],lo golpeó.  El diapasón, que vibró a 440 veces por segundo, dio un “la” claro y fuerte.

-¿Escuchas eso?  Es un “la”, sexta voz de la escala músical – observó. -Ahora bien, en el piso de arriba una soprano ensaya una y otra vez, pero siempre canta desentonadamente.  Al lado en la pieza contigua un chelista toca muy mal el instrumento.  Al otro lado está un piano desafinado. Día y noche me veo rodeado de ruidos que me dan escalofrío.

Haciendo vibrar el diapasón una vez más, continuó:

-¿Escuchas esto?  Es un “la” de la escala hoy y lo seguirá siendo mañana.  Nunca cambiará.

Los creyentes debemos encontrar nuestro “la” de la escala dentro de los temas centrales del evangelio: ¡Jesucristo, el que nos salva, bautiza, sana y vuelve pronto!”

 

 

 

Concluirá en el próximo número.

 

Nota:  Toda cita del Nuevo Testamento se ha tomado de la Nueva Versión Internacional.

 

 

 

 

George Wood


 
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Comentarios: 3

  1. JAIME ZAMORANO ESCOBAR

    HOLA PASTOR MUY BUENO ME GUSTARÍA CONSEGUIR LA 2 PARTE,SOY DE ARICA RADICADO EN CALAMA,PROVENGO DE LAS ASAMBLEAS DE DIOS IGLESIA GETSEMANI PASTOR DAVID MUÑOZ.DIOS GUARDE SU VIDA SIERVO.

    • conozca_admin

      La segunda parte se encuentra en la página. Está en la edición 1996.2. Saludos al pastor David y a la iglesia. El Editor.

  2. Lilian laterza

    siempre me quedo sorprendida al ver como mas personas, incluyendo en ellas aquellas que conocen de las escrituras se ven envueltas en estos engaños, y montando olas que luego se volverán espumas, da tristeza ver como se pierde el enfoque, que es en Nuestro Señor Jesucristo

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