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Larry McNeill: un amigo, un estandarte

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2015.1

Por Ricardo Nicholson

 

 

Al pensar en la partida del Dr. Larry McNeil se me hace difícil escribir estas palabras, por dos razones:

Primero, porque para su inmenso grupo de amigos, colegas y seres queridos, él fue “Larry”, el que nunca se mostró pretensioso, ni le gustaba hacer gala de su título como insignia o para rebajar a otros. Aun cuando fue muy respetado por  ejecutivos, colegas, misioneros, pastores o estudiantes, él era simplemente Larry, nuestro amigo. Y no es fácil cuando un amigo nos deja.

También es difícil porque aún no puedo creer ya no esté con nosotros. Muchos vimos a Larry en la Cumbre de Educadores ACLAME en Fort Lauderdale sólo dos semanas antes de su deceso. Como siempre amigable, centrado, amando la obra y anhelando con felicidad regresar a su hogar para reunirse con su esposa Dee con quien estaba casado hacía ya cincuenta y dos años.

Todos conocíamos la trágica historia del daño irreversible en su esófago que fue causada por el cirujano que lo operó en el año 1988.  Sabíamos que en cualquier momento Larry podría morir, pero a la vez nos dábamos cuenta que el camino que él había escogido no era el de malgastar su tiempo en litigios; sino en usar los días que Dios le concediera para servir al Dueño de la Cosecha y al Reino de Dios, a pesar de haber tenido que someterse a más de setenta intervenciones quirúrgicas. Esas marcas quedaron en su cuerpo, pero no lograron detenerlo. Era como el conejito (de la propaganda) de las baterías Eveready, al que no se le acaba la energía. Larry seguía y seguía y seguía adelante, sin parar.

(Izq. a Der.) Ricardo y Cynthia Nicholson, Dee y Larry McNeill, Patti y Dale Coad, 2009.

Nuestro amigo Larry era un hombre que se comprometía de todo corazón. En primer lugar y como su mayor prioridad dedicó su vida totalmente a amar y a servir a Dios. De eso nunca hubo la menor duda y no olvidaremos el maravilloso legado que nos dejó como siervo-líder. Para conseguir llegar a las metas establecidas en su corazón, él combinaba una férrea decisión con su espíritu sumiso. Su deleite en hacer la voluntad de Dios marcaba su vida.

Larry tenía especial dedicación por su esposa Dee y su familia. En los diecisiete años que yo serví como Director Regional para Latinoamérica y el Caribe hubo un tiempo en que Dee fue nuestra secretaria. Regularmente me reunía con Larry para tratar acerca de las necesidades de la Facultad, nuestro programa de Maestría para los hispanohablantes de la región. Cuando Larry pedía la cita para reunirnos sí hablábamos sobre la obra y el ministerio, pero yo siempre sospechaba que Larry se detenía en la oficina para, a hurtadillas, darle una palabra, una mirada o un cariño a quien era su persona favorita en el mundo: su esposa Dee. Cuando ellos estaban juntos el cuarto se iluminaba y ese vínculo especial que compartían nos inspiraba a todos.

Algo que me asombró de la vida de Larry y Dee fue cuando descubrí que habían encontrado y restaurado un carro Plymouth Modelo 1933, el cual pintaron de un hermoso color púrpura. Con afecto lo llamaron la Ciruela Púrpura. En una ocasión, para mi cumpleaños que cayó durante la Escuela de Misiones, me sorprendieron con una fiesta y Larry y Dee llegaron en ese hermoso carro para conducirnos a Cynthia y a mí por el pueblo. No tenía idea de que a Larry le gustara restaurar carros antiguos, pero ahí supe que él siempre estaba lleno de sorpresas.

A Larry también le fascinaba la historia antigua y la arqueología. Más de una vez buscó monedas antiguas en las ruinas romanas lo que le llevó a relacionarse con arqueólogos de renombre e investigaba la historia de las ruinas y los regentes asociados con ella. El “Profe”, como fue conocido por muchos, fue más que todo un estudiante y un insaciable aprendiz.

Larry estaba comprometido con la excelencia en la educación. Él trabajó incansablemente para proveer un camino llano en la preparación de los niveles de Master y Doctorado para nuestros colegas latinos. Su dedicación a la excelencia educacional nunca fue más evidente al expresar su total rechazo a los títulos académicos mal habidos (¡Por $50 y un ensayo te ganas un doctorado!) y trabajó en pro de que todos tomaran conciencia sobre lo que representaba esta plaga. Al mismo tiempo, trabajó arduamente para obtener el reconocimiento y la acreditación para nuestros programas latinos de títulos académicos. Batallaba en todos los frentes contra los “Goliats” de oposición de ministerios nacionales de educación y gobiernos. Siempre seguía, seguía y seguía sin parar.

Larry amó a su esposa y fiel compañera Dee, pero también amó a Cuba. El anhelo de nuestros hermanos cubanos por la preparación ministerial de alto nivel lo llevó a la isla todas las veces que pudo viajar. Allí plantó firmemente la Facultad. Mi esposa Cynthia que ha enseñado una asignatura de la Facultad en la isla, y al finalizar este año lo hará de nuevo, ha comentado muchas veces acerca del alto nivel de los estudiantes en su aula y de su pasión por la excelencia académica. La inversión y los esfuerzos de Larry por darle a Cuba todas las ventajas de un academismo pentecostal, aprovecharon ese deseo de nuestros amigos isleños dejando en ellos una huella indeleble. Sin duda, el futuro para el entrenamiento ministerial avanzado en Cuba se ve promisorio.

Uno de los regalos que los McNeill dieron a las Asambleas de Dios fue su extensa experiencia de preparación ministerial en varios contextos. Sus valores fundamentales de total sumisión al Señor de la Mies, su dedicación profunda a la excelencia del entrenamiento ministerial, su ferviente amor por servir al pueblo de Dios en todo lugar, fueron fructíferos en España y luego la bendición se extendió a Latino América y El Caribe. A través de los años ellos dejaron huella en la mayoría de los países de la región. Desarrollaron amistades con ejecutivos nacionales, estudiantes, líderes gubernamentales por igual, a medida que servían por medio de la enseñanza y el ministerio en cada país.

La ida de Larry a su hogar celestial, aunque es un evento “precioso a los ojos de Dios”, nos deja un gran vacío. El Superintendente de Cuba, Reverendo Eliseo Villar lo expresó de la siguiente manera: “Nuestro amado Larry deja un vacío que solamente la Divina Providencia puede llenar”.

Como un homenaje apropiado y en memoria del Dr. Larry McNeill, alguien tiene que ofrecerse para tomar ese estandarte que él llevó en su mano, siguiendo adelante hacia las generaciones venideras, si el Señor tarda su venida. Mi oración es que el Espíritu de Dios haga nacer la pasión en el corazón de alguien que esté leyendo estas palabras ahora mismo, y que responda diciendo: “Sí, Señor, heme aquí. Será un honor para mí llevar esa bandera adelante”.

Ricardo Nicholson


 
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Comentarios: 2

  1. Esteban Pari

    Sí, es verdad nuestro hermano Larry dejó muchas marcas en lo profundo de los corazones latinoamericanos, eso no olvidaremos, seguiremos sus huellas… esto es un compromiso que tenemos deuda…

  2. Fabio Romero

    La última vez que vi al hermano Larry fue en Cuba. Allí estuvimos conversando sobre la obra y siempre me bendijeron sus palabras y consejos. Doy fe de las huellas profundas que el hermano Larry ha dejado en Cuba y del amor de los cubanos por el.

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