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Clamor por un avivamiento

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2018.1

Por Daniel Madrazo

…Vuelve a actuar Señor, en estos tiempos, date a conocer en estos días! (Habacuc 3:2)

Al pensar en el clamor por un avivamiento desde mi experiencia personal, me remonto a la niñez, a los nueve años de edad, cuando acepté a Cristo como mi Señor personal en mi ciudad natal, Mercedes, capital del departamento de Soriano, ubicado en el litoral oeste de Uruguay.

Desde mi corta edad vi obras sobrenaturales de Dios, quien usaba a diversos hombres, quienes desplegaban una genuina autoridad espiritual. Presencié la liberación de personas poseídas de demonios, enfermos sanados y familias cuyos todos sus integrantes se convertían al Señor. Todo eso llamaba poderosamente mi atención. Oía relatos sobre los sucesos acontecidos en nuestro país en la década del sesenta, que continuaron en los setenta.

Ese período marcó un hito en la iglesia nacional pues fue el tiempo en el que se levantó el mayor número de iglesias. Grandes y numerosas campañas evangelísticas se desarrollaban en todo tipo de sitios al aire libre, algunos “improvisados”, pero donde el mover del Señor acudía invariablemente a la cita. Evangelistas como Salvador Mairena, Ricardo Jefrey y tantos otros recorrían el país. Miles de personas se acercaban a las campañas y se encontraban no sólo con una sanidad o con el milagro buscado, sino también con algo más trascendente: la salvación de sus almas. Presenciar este mover hizo que se acrecentara en mí el hambre y la sed por el Señor. Causó un impacto que generó un ferviente deseo de ver y ser parte de un mayor mover del Espíritu Santo en Uruguay.

La década del 80 me resultó muy significativa. Durante mi adolescencia fui a Buenos Aires a vivir con mis hermanos. En esos años experimenté mayor firmeza en el Señor y tuve la posibilidad de  servirle en una iglesia de la Ciudad de Buenos Aires. Se trataba de una obra nueva, iniciada por el pastor Alberto Scataglini de la iglesia de La Plata. Continuó la labor el pastor Walter Viña. Pude servir a Dios predicando en los llamados “aires libres” ( plazas, calles peatonales, y otros espacios públicos). Vivimos experiencias maravillosas con grandes resultados. El pastor me concedió la oportunidad de predicar en una campaña evangelistica en la localidad de 9 de Abril, iglesia que él también pastoreaba. Tengo muy gratos recuerdos de esa época, entre ellos, el mover de Dios a través del Evangelista Carlos Anacondia a quien concurrían multitudes que se convertían al Señor.

Mientras disfrutaba de este mover de Dios, mi corazón ardía y clamaba al Señor, preguntándole cuándo sería el tiempo de Uruguay. Quería ver algo similar de la gloria del Señor en mi tierra. El hambre por Dios en mi corazón seguía creciendo y se expresaba en clamor. Mis hermanos tenían el mismo sentir. Acordamos dedicar tres días al ayuno y la oración y realizar una vigilia. Esos días fueron tremendos e inolvidables. El Señor nos habló, fuimos ministrados y pudimos ver como el Espíritu Santo nos comenzaba a usar en diferentes áreas.

Si bien me sentía tan bendecido en Argentina, mi corazón seguía con una profunda carga por mi tierra. Lloraba, pensaba y oraba diciéndole al Señor: “¡Quiero vivirlo en Uruguay!”

En ese tiempo tuve un sueño de Dios: Veía a Uruguay, desde una perspectiva aérea de todo el territorio, incluyendo su contorno y  departamentos. Densas tinieblas lo cubrían, liucía oscuro y tenebroso. Pero, de pronto algo ocurrió. Se vislumbró una luz. Desde un rincón de la nación esa luz rompió las densas tinieblas. Paulatinamente surgieron nuevas luces en distintos sitios hasta que todo el país se iluminó.

Desde aquel entonces, creo profundamente que el clamor de la iglesia puede romper con las tinieblas que cubren las naciones.

En el año 86 regresé a Uruguay. Comencé a trabajar y a ayudar al Pastor Roberto Mairena, quien había iniciado una iglesia en un barrio residencial de Montevideo. Me inscribí en el Instituto Bíblico. Todo lo que se relacionaba con los avivamientos capturaba mi interés y atención. Leía libros que versaban sobre grandes avivamientos, historias como la de Charles Finney, Wesley, Juan Knox y tantos otros. El Señor me habló que debía prepararme para entrar en una nueva dimensión espiritual y que tenía que buscarle aún más. Entonces dediqué siete días para la oración y el ayuno. Luego de esto, Dios abrió puertas para servirle a nivel nacional. El compromiso crecía y el Señor abría caminos.

Los años transcurrieron. Dios me ha dado el privilegio de ser evangelista, pastor, profesor y de servirle en diferentes ámbitos y escenarios en el devenir del tiempo. Hoy me confirió la responsabilidad de estar al frente de la institución a la que amo, Las Asambleas de Dios en el Uruguay. Continúo con la misma hambre espiritual pero con la convicción de que el mover de Dios comenzó a despertarse en Uruguay y que aquel sueño que un día tuve está más cerca que nunca. Sé que se hará realidad. Las iglesias experimentan un proceso de  crecimiento y se advierte el germen de vida. Vamos por más iglesias, más ministros, más preparación. Uruguay será visitado; seremos parte de  un avivamiento sin precedentes y la luz de Cristo brillará definitivamente disipando las tinieblas. Viviremos el avivamiento que todos esperamos porque hay un clamor que nace de muchos corazones hambrientos por el Espíritu Santo.

¿No volverás a darnos VIDA, para que tu pueblo se regocije en ti?

Salmo 85:6

 

Daniel Madrazo


 
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1 Comentario  comments 

Una respuesta

  1. Bonifacio Cabrera Arredondo

    Deseo un avivamiento en mi región

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