Por Gustavo Rossi
.
La iglesia nació hace más de dos mil años en la fiesta de Pentecostés, donde el Espíritu Santo se derramó sobre todos los que estaban reunidos como una sola familia, en la búsqueda de la promesa que les había dejado Jesús.
La iglesia nació e inmediatamente experimentó un contexto de persecución, primero por los mismos judíos que les prohibieron hablar de Jesús y luego despiadadamente por el imperio Romano y algunos de sus inescrupulosos emperadores. Pero, en medio de dicho contexto la iglesia no dejaba de crecer, avanzar y expandirse a nuevos lugares donde nunca se había oído la palabra del Señor. Milagros, prodigios, liberación y maravillas de todo tipo acompañaba a la predicación del evangelio en cada lugar donde era anunciado. Cada día se añadían más y más al camino del Señor.
Sin embargo, la persecución estuvo presente a lo largo de toda la historia y la podemos ver reflejada a través de toda la Biblia. Desde sus albores con el justo Abel perseguido por su hermano Caín; Moisés y el pueblo de Israel oprimidos y perseguidos por el Faraón; José por sus propios hermanos, que tuvieron celos y lo vendieron a los madianitas y luego acusado injustamente por la mujer de Potifar; Daniel y sus amigos arrojados al foso de los leones o al horno de fuego respectivamente, los profetas mayores y los menores; en los días de la reina Ester cuando el malvado Amán planeo la destrucción del pueblo de Dios; Esdras y Nehemías en su tarea de reconstrucción se levantaron enemigos que intentaron detener la obra.
Pero, aún así, nada pudo contra el pueblo escogido por Dios y tampoco contra su iglesia. Cuando abordamos al Nuevo Testamento lo vemos en Juan el Bautista decapitado por Herodes; nuestro Señor, los apóstoles, Esteban primer mártir de la cristiandad y todos los cientos de miles anónimos que murieron por el testimonio de la fe; el mismo Pablo también decapitado.
La Biblia inicia con persecución y termina con persecución de los mártires que a causa del testimonio entregarán su vida, serán perseguidos y sufrirán una muerte violenta.
¿Por qué hay persecución? porque las tinieblas se oponen a la propagación del evangelio en las naciones y en los pueblos. Como en tiempos de Pablo cuando llegó a Efeso y se encontró con una potestad como Diana, la diosa de los efesios que por la manifestación del poder de Dios fue removida. Como en los días del profeta Elías que se opuso a los sacerdotes de Baal y evidenció el poder y respaldo de Dios, avergonzando a estos poderes espirituales de maldad.
Es conveniente recordarnos lo que dicen las escrituras precisamente en Efesios 6:12 “Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales”, (NVI).
En la actualidad este escenario no ha cambiado, según los datos que nos aportan desde el ministerio de La Voz de los Mártires existen cerca de 80 naciones de un total de 197 reconocidas por las Naciones Unidas que sufren persecución o son hostiles al evangelio. Existen países donde ser cristiano esta penado con la muerte y propagar su mensaje esta absolutamente prohibido. Pero en estos lugares más hostiles la Palabra de Dios sigue creciendo y los discípulos se multiplican sin ningún temor y con el respaldo del Dios viviente que vela por ellos, los cuida y los defiende. Son tremendos los testimonios que recibimos desde estos lugares donde la presencia del Señor es una realidad.
Cuando hablamos de la iglesia no hay distintos tipos de iglesia, sino todo lo contrario, hay una sola iglesia. Jesús prometió venir a buscar a una sola iglesia, gloriosa y sin mancha. Cuantas veces cometemos el error involuntario, de llamarlos la iglesia perseguida a los que sufren este flagelo y nosotros como si se tratara de otra iglesia. En otros momentos lamentarnos por ellos y por su sufrimiento.
Pero nuestros hermanos no desean que sintamos pena, sino solo que oremos por ellos y por estos países, para que Dios siga dándoles fortaleza en medio de las pruebas. Ellos expresan: “no necesitamos nada, ya que nuestro Dios nos proveerá de todo lo que necesitamos, pero no nos olviden”.
Las Sagradas Escrituras nos recuerdan que debemos orar por ellos, en Hebreos 13:3 en la versión NVI dice: “Acuérdense de los presos, como si ustedes fueran sus compañeros de cárcel, y también de los que son maltratados, como si fueran ustedes mismos los que sufren”.
La única petición de nuestra familia perseguida es: “oren por nosotros”. El compromiso que debemos asumir es orar por nuestros hermanos. ¿Tenemos conocimiento de lo que ellos experimentan?
Si nosotros estuviéramos en su lugar, ¡qué bien nos haría saber que nuestra familia no nos abandona y oran por nosotros en medio de tantas injusticia y tanto dolor!
El refrán dice: “Ojos que no ven corazón que no siente”, por estar ajenos a esta realidad no podemos ver con claridad los padecimientos de nuestros hermanos en Medio Oriente; distintos lugares de África; Europa del Este o aun países en América como: Colombia; México o Cuba.
El libro de los Hechos cuenta la historia de Pedro cuando fue encarcelado por Herodes, y mientras estaba en la cárcel fuertemente custodiado, la iglesia no se había desentendido de él sino todo lo contrario, cómo se puede ver en Hechos 12:5 “Pero mientras mantenían a Pedro en la cárcel, la iglesia oraba constante y fervientemente a Dios por él”, (NVI). El resultado no se hizo esperar, Pedro fue liberado por el angel del Señor y volvió donde se reunía la iglesia para dar testimonio del poder de la oración.
Cuando el pueblo del Señor se une en oración ferviente, en unidad, cosas asombrosas ocurren en favor de su pueblo y sus siervos.
Hoy es nuestro turno de orar por nuestra familia, nuestros hermanos que sufren persecución, que se encuentran en distintos centros de refugiados, que con valor no niegan su fe y frente a cualquier dificultad están dispuestos a todo, aun a dar su vida por nuestro Señor.
Bendiciones pastor presbítero…es el momento de como iglesia y cuerpo del Señor Jesús..estar más unidos que nunca. Los tiempos están cambiando como ya lo anunciaba la Palabra, y aunque sea difícil en algunas circunstancias transmitir el mensaje. No debemos darnos por vencidos y menos dejar de ayudar a aquellos q están misionando y sirviendo a Nuestro Señor en lugares que nosotros no podemos.
Juntos en el Señor podemos más, velando los unos x los otros.
Y no temamos xq el Rey de Reyes pelea x su pueblo.
Amén
Excelente reflexión! No somos ” ellos los perseguidos” y “nosotros”; somos LA IGLESIA de Jesucristo, única en el mundo, ante quien las fuerzas del infierno no pueden avanzar. Seguimos orando por la Iglesia Unida❤️
Gracias pastor Gustavo por esta reflexión tan oportuna para este tiempo lleno de distracciones. Oramos por nuesta familia, nuestros hermanos que sufren persecución.