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Contagio espiritual

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2024.1

Por Sonia Shim

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En tiempos recientes, el mundo se vio sorprendido ante la amenaza de un virus llamado Covid-19. Personalmente, pienso que no estábamos preparados como sociedad para afrontar con seriedad semejante pandemia. Esta enfermedad ha marcado un antes y un después en el estilo de vida del hombre contemporáneo, ya que, en un momento dado, prácticamente casi la mitad de la población de todo el planeta tierra estuvo en cuarentena.

Lo que iba a ser un fenómeno regional terminó expandiéndose en cuestión de días y semanas hasta convertirse en una pandemia global. Ya no importaba si uno vivía en Asia o en Latinoamérica, pues todo el mundo había adquirido una nueva manera de vivir a tal punto que muchos formadores de opinión han anticipado que ya nada iba a ser igual después del coronavirus.

En resumen, nadie imaginó que íbamos a vivir una cosa así en nuestra generación. Pero la ficción se hizo realidad de la noche a la mañana. Desafortunadamente, es lo que nos toca vivir hoy. Pero lo que más llama la atención de todo esto es que en esta nueva era del “post-corona” es que el ser humano vive con un miedo inconsciente y permanente de su par por miedo al contagio de una nueva variante. ¡Vivimos en un mundo en que tenemos temor a nuestra propia especie!

A pesar de que con el correr de los meses y años, la fobia inicial parece haber menguado un poco, lo cierto es que este virus del que habla todo el mundo sigue siendo sumamente contagioso. Y en este devocional, quiero hablar justamente acerca del contagio espiritual pues, así como existen enfermedades contagiosas, usted y yo que tenemos a Jesús en el corazón, sabemos que tenemos un mensaje que contagia, y mucho.

La Biblia presenta a mujeres que quizás no eran tan conocidas. En efecto, tampoco están en la consideración de muchos hoy día. Sin embargo, cuando estudiamos sus vidas, nos encontramos con personajes que contagiaron espiritualmente a todo su alrededor, y su poder de influencia permanece vigente en la actualidad.

Son como esas perlas escondidas en medio de la arena o esos diamantes debajo del carbón. Es necesario leer la Biblia con esmero y dedicación la cantidad de veces que sean necesarias para tomar dimensión de lo que han significado sus vidas para Dios. Quizás usted ya las conozca de manera superficial o por lo menos haya escuchado sus nombres mencionar, pero le aseguro que cuando las conozca a fondo, arderá de su interior un fuego espiritual y una pasión por querer imitarlas, pues si hay un denominador común en ellas es el contagio espiritual.

En tiempos inciertos como estos, Dios nos llama a que contagiemos espiritualmente con el amor de Dios Padre. ¡Imagínese! Si un virus es contagioso, ¡cuánto más el mensaje del evangelio que nos saca del dominio de las tinieblas y nos traslada al reino de Dios! Tenemos en nuestro corazón un mensaje extremadamente contagioso, y es en este tiempo de pandemia global que debemos salir a contagiar con un mensaje diferente.

Quizás usted se considere como una más del montón. Puede ser que piense que su condición de mujer la limite. Junías, Dorcas, Priscila y Eunice tampoco eran famosas. Eran personas normales como usted y yo, pero que tenían un poder de contagio increíble. A donde iban la atmósfera espiritual cambiaba, todo lo que tocaban se transformaba para bien, y sobre todo, la gente era contagiada por su mensaje.

Por lo tanto, atrévase a tomar el desafío de convertirse en una persona contagiosa. Contagie vida, gozo, fe, esperanza, amor, y luz. ¡Contagie esa pasión que siente por Jesús de tal manera que cuando el mundo hable de contagio, ya no lo asocie con un virus, sino que sepa que se está refiriendo al mensaje del evangelio de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret!

Junías era una mujer anónima a tal punto que muchos a lo largo de la historia han tratado de convencer incluso al pueblo cristiano diciendo de que se trataba de un hombre, pues el ideal tradicional decía que una mujer no podía ser una apóstol.

Todos sabemos que Romanos es una carta que escribió el apóstol Pablo aproximadamente en el año 57 d.C. con el objetivo de dar a conocer su intención de visitar Roma en algún momento, enfatizar algunas doctrinas como la salvación por fe, y pedir la unidad entre cristianos judíos y gentiles.

Llama la atención que de los 16 capítulos que constituyen esta carta, el judío nacido en Tarso de Cilicia y criado bajo la tutela de Gamaliel, haya dedicado todo un capítulo entero solamente para enviar sus saludos y expresar su cariño. Si bien la salutación es un denominador común en las epístolas paulinas, Romanos se destaca por su extensa lista, pues hay al menos 26 nombres.

¿Soy yo la única que ha notado que, de los 26 sustantivos propios, 7 pertenecen al sexo femenino?

Es más, a Junías se la menciona como “destacada entre los apóstoles” (Ro.16:7). Es decir, así como existe una larga lista de mujeres que colaboraron en el ministerio de Jesús, ¡las mujeres continuaron cumpliendo un rol fundamental en el ministerio de Pablo y la Iglesia en general!

Y en el caso de Junías, era junto a Andrónico, pariente y compañera de cárcel del apóstol Pablo. Como he dicho anteriormente, el nombre Junías viene a ser una versión latina de Juana, por lo cual algunos piensan que era gentil. Sin embargo, el término siggenes significa “de mi sangre” o “paisano”, por lo que podemos decir que era una judía que vivía en Roma, que era destacada entre los apóstoles, y convertida a Cristo incluso antes que el apóstol Pablo.

Entonces, ¿qué hizo Junías para ser considerada una apóstol y destacada entre ese grupo tan privilegiado?

1)    “Mis parientes”

Aquí “parientes” es siggenes, lo cual significa “familiar”, o “paisano” en un sentido más amplificado. Si bien Andrónico es un nombre griego y Junías tiene un origen latín, se supone que eran judíos que vivían en la ciudad de Roma.

2)    “Compañeros de cárcel”

“Compañeros de cárcel” puede significar tanto como que ambos estuvieron encarcelados junto al apóstol Pablo o que estuvieron tras las rejas por causa del evangelio en algún pasaje de sus vidas. Lo concreto es que Pablo lo consideraba como parte de un mismo ejército de Cristo.

3)    “Destacados entre los apóstoles”

Hay quienes piensan que Andrónico y Junías eran conocidos entre los apóstoles, pero que no necesariamente tenían ese título. Sin embargo, la gran mayoría de estudiosos en el tema coinciden que tanto Andrónico como Junías eran apóstoles, y como si esto fuera poco, eran destacados.

No sabemos a ciencia cierta qué es lo que había hecho Junías, pero en la pluma del apóstol Pablo, se sospecha que esta mujer incluso fue precursora en el evangelio, pues dice que fue “convertida a Cristo antes que yo”. Lo que sí sabemos es que fue una mujer que contagió tanta pasión por Jesús que el mismo apóstol Pablo dijo que era, junto a Andrónico, “destacada entre los apóstoles” (Ro.16:7).

Dorcas, también conocida como Tabita, era una discípula que vivía en la región de Jope. Su manera de contagiar espiritualmente consistía en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres.

En el andar cristiano, hay cuestiones que jamás entenderemos, y una de ellas es por que a la gente buena le suceden cosas malas. Alguien dijo: “Esperemos lo mejor, pero preparémonos para lo peor”. Algunos atribuyen la aflicción del ser humano a la misteriosa soberanía de Dios, mientras que otros buscan la causa en la desobediencia del hombre como diciendo: “Algo habrá hecho mal”.

Menciono esto porque Dorcas no había hecho nada malo para merecer una desgracia. Veamos un poco más en detalle. Dorcas era en griego lo que Tabita era en arameo, cuyo significado era gacela, es decir, una “mujer esbelta, grácil y dulce”. Traducido en un español más moderno y sencillo, se podría decir que Dorcas era una “mujer agradable”.

Dorcas no era una persona más del montón, sino una persona importante, ya que hasta donde yo sé, es la primera y única vez que el Nuevo Testamento la identifica como una mujer “discípula” con todo lo que ese término significa en la Biblia a partir de los evangelios.

Ahora bien, si se trata de un personaje como Dorcas, una persona tan agradable, una “discípula” tan importante a tal punto que Pedro haya apresurado sus pasos para viajar desde Lida, que lo único que hacía era esmerar en hacer buenas obras y ayudar a los pobres, ¿por qué razón cayó enferma y murió?

“¡Murió!” ¿Me entiende? No es que invirtió en un lugar equivocado, la estafaron, y perdió todos sus ahorros. No es que no la promovieron, y no fue ascendida en un puesto de trabajo. No es que su hijo aplicó a una universidad en el extranjero, y no fue aprobado.

¡Murió!

Eneas estuvo postrado en cama durante 8 años. Pero Pedro que salió a su encuentro, dijo: “Jesucristo te sana. Levántate y tiende tu cama” (Hch.9:34). Y dice la palabra de Dios que “al instante se levantó” (Hch.9:34). En Jope, la situación era más delicada, pues no se trataba de una persona enferma, sino de una que ya estaba muerta. Sin embargo, Pedro no tuvo pudor en anunciar el mismo mensaje. “Tabita, levántate” (Hch.9:40).

El diablo no quiere que usted se levante, porque sabe que cuando eso ocurre, un gran ejército compuesto por hombres y mujeres de Dios se levanta detrás suyo. Eso es lo que yo llamo “contagio espiritual”. Usted no está sola. De hecho, hay muchos a su alrededor que están atentos al siguiente paso que usted dé. Si lo hace por fe, muchos se levantarán junto a usted. Pero en caso de que no lo haga, muchos se desvanecerán en su fe, y retrocederán.

¿Cuál es el resultado de este contagio espiritual? “Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor” (Hch.9:35).  “La noticia se difundió por todo Jope, y muchos creyeron en el Señor” (Hch.9:42).

Basta con una sola persona que contagie, pues es a través de ella que la atmósfera espiritual cambia por el poder de Dios, y el Espíritu Santo se mueve a su favor. Por lo tanto, “levántate” (Hch.9:34, 40).

Priscila, esposa de Aquila, era una mujer pagana que vivía en Roma, pero que por cuestiones políticas, había llegado a Corinto con el objetivo de radicarse. Fue allí donde conoció al apóstol Pablo, pues tenían algo en común; el trabajo de hacer tiendas de campaña. Su capacidad de contagio fue tal que el apóstol Pablo no solo reconoció que la pareja había arriesgado sus vidas por él, sino que también en más de una ocasión llamativamente invirtió el orden lógico de la época para ubicar su nombre antes que el de su esposo.

Veamos en detalle. En el capítulo 16 de Romanos, hay una lista selecta de colaboradores que el apóstol Pablo nombra para expresar sus cariños. Llama mucho la atención que, de los 26 sustantivos propios, Priscila y Aquila sean los primeros.

Saluden a Priscila y Aquila, mis compañeros de trabajo en Cristo Jesús. Por salvarme la vida, ellos arriesgaron la suya. Tanto yo como todas las iglesias de los gentiles les estamos agradecidos” (Ro.16:3-4, énfasis de la autora).

Sin embargo, esta no fue la única vez que el apóstol oriundo de Tarso mencionó a esta pareja en las salutaciones. La pregunta es: ¿Por qué?

¿Quiénes fueron ellos? Lo que se sabe a la luz de las Sagradas Escrituras es que Aquila, cuyo nombre significaba “águila”, era un judío que vivía en Italia, y era natural de Ponto. Esta ciudad fue mencionada por Lucas al narrar el evento del Pentecostés: “Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia” (Hch.2:9). Lo que se sabe en cuanto a Priscila, diminutivo de Prisca tal como se menciona en algunas versiones (2 Ti.4:19, RV60), es que era la esposa de Aquila.

En el Nuevo Testamento, el nombre tanto de “Aquila” como “Priscila” aparecen en 6 oportunidades. El detalle teológico es que ninguno de esta pareja aparece a solas. Es decir, cuando se menciona a Aquila, siempre le sigue Priscila. Y cuando se lee Priscila, enseguida aparece el nombre de Aquila. Enfatizo esta parte porque hay todo un mensaje oculto allí.

  • Pablo permaneció en Corinto algún tiempo más. Después se despidió de los hermanos y emprendió el viaje rumbo a Siria, acompañado de Priscila y Aquila” (Hch.18:18).
  •  “Comenzó a hablar valientemente en la sinagoga. Al oírlo Priscila y Aquila, lo tomaron a su cargo y le explicaron con mayor precisión el camino de Dios” (Hch.18:26).
  •   “Saluden a Priscila y a Aquila, mis compañeros de trabajo en Cristo Jesús” (Ro.16:3).
  • Saludos a Priscila y a Aquila, y a la familia de Onesíforo” (2 Ti. 4:19).

Entonces, la pregunta natural sería: “Priscila primero y Aquila después”, ¿por qué? ¿A qué se debe esto? ¿Cuál fue la necesidad de Lucas y Pablo de arriesgar su credibilidad al alterar el orden cultural?

Algunos biblistas opinan que Priscila ha sido una precursora en la fe. También existe la posibilidad de que la mujer haya sido más consagrada que su esposo en materia de fe. Pero el punto aquí es que la mujer viene primero y el hombre después cuando la ecuación del mandato social era que el hombre venía primero, y la mujer después. Es decir, hay un vuelco de 180 grados.

El mensaje es contundente. Dios honra el ministerio de la mujer.

Es por eso que hay que destacar lo que hizo esta pareja para el reino a través del ministerio de Pablo. A continuación, observamos cómo el apóstol Pablo intenta explicar a sus lectores quiénes son Priscila y Aquila, y por qué ocupan un lugar tan privilegiado en esa lista de salutaciones, pues dice: “Por salvarme la vida, ellos arriesgaron la suya” (Ro.16:4).

¿Pero cuándo aconteció algo así? ¿En qué parte de la Biblia podemos hallar un episodio de estas latitudes? No se sabe con precisión. Pero tal como muchos exégetas comentan, podemos deducir que, por un lado, hayan arriesgado sus vidas en Efeso cuando Pablo entró en conflicto con Demetrio, un platero que hacía figuras de plata en el templo de Artemisa y con ello ganaba muchísimo dinero (Hch.19:23-41), y por otro lado, hayan puesto en riesgo sus vidas en el proceso de la fundación de la iglesia en Corinto (Hch.18:1-4).

De cualquier modo, no hay dudas que a la hora de escoger entre la vida y la muerte, Priscila y Aquila no escatimaron en poner en riesgo sus vidas en pos de la proclamación del evangelio, pues dice la Palabra de Dios: “Porque para mí el vivir en Cristo y el morir es ganancia” (Fil.1:21).

Eunice era una mujer judía que residía en la región de Listra que se había convertido a través del ministerio del apóstol Pablo en la etapa culminante de su primer viaje misionero. No es mucha la cantidad de información que podemos obtener de ella.

Sin embargo, el hecho de que haya sido la madre de Timoteo lo dice todo. Es decir, era una mujer que había contagiado a su hijo con la Palabra de Dios de modo tal que el hijo espiritual del apóstol Pablo manejaba con soltura las Sagradas Escrituras desde su niñez.

¿Habrá pensado Eunice alguna vez que su hijo iba a ser lo que terminó siendo? ¿Que iba a ser el discípulo preferido nada menos que del apóstol Pablo? ¿Que iba a dejar un legado a millares de siervos como modelo de siervo? ¿Fíjese a qué nivel Pablo consideró a Timoteo?

  • A Timoteo, mi verdadero hijo en la fe” (1 Ti.1:2).
  • “Saludos de parte de Timoteo, mi compañero de trabajo” (Ro.16:21).
  • Con este propósito les envié a Timoteo, mi amado y fiel hijo en el Señor. El les recordará mi manera de comportarme en Cristo Jesús, como enseño por todas partes y en todas las iglesias” (1 Co.4:17).

El hijo de Eunice llegó al más alto nivel en todo sentido. ¿Lo habrá planificado así su madre? Supongo que no. Ni lo habrá imaginado. Pero esto es lo que ha sucedido, porque así son las cosas de Dios.

Personalmente, creo que en ADN espiritual. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, es el mismo Dios de Loida, Eunice y Timoteo, porque nuestro Dios es un Dios que bendice a las siguientes generaciones.

Yo soy el Señor tu Dios… No tengas otros dioses además de mí. No hagas ningún ídolo… No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuado los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones” (Dt.5:6-10, énfasis de la autora).

Así como dijo el apóstol Pablo, ¡de eso estoy convencida! (2 Ti.1:5).

Por lo tanto, contagie a sus hijos con la Palabra de Dios. “Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra” (2 Ti. 3:14-17).

 

Extraído del libro Contagio Espiritual

 

Sonia Shim

Pastora de la Iglesia del Espíritu Santo

Conferencista Internacional

Autora de La Mujer Influencer

 

 

Sonia Shim


 

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