CLIE, 1984, 586 páginas, en percalina

Reseñado por Max Gallardo P.

Este libro viene a llenar un gran vacío de la literatura en español sobre una ciencia fundamental para el pueblo evangélico: la correcta interpretación de las Escrituras. HERMENÉUTICA BÍBLICA es una obra erudita, completa, al día y que enfoca desde una posición decididamente conservadora una materia tan polémica en la reflexión teológica contemporánea.

Aunque en ciertos pasajes, para una mejor comprensión, se hace necesaria cierta información sobre los filósofos románticos, racionalistas y existencialistas para que el lector capte toda la idea, en general el autor utiliza un estilo claro y atractivo que transforma en un agrado la lectura.

El contenido abarca las características exclusivas de la Biblia, tales como: la revelación, la inspiración, la infalibilidad y la exactitud. Pasa por los distintos métodos de interpretación. Mención especial merece su crítica a la “Nueva Hermenéutica”. Dedica especial atención a los variados géneros literarios del Antiguo y del Nuevo Testamento y termina con una aguda reflexión sobre exégesis y actualización.

Al exponer el método gramático-histórico, el autor da detalles importantes acerca de las lenguas originales. Sobre las características del idioma hebreo expresa: “La diferencia entre la prosa y la poesía no es tan marcada como en otras lenguas. Esto debe ser tomado en consideración al interpretar textos del Antiguo Testamento; sobre todo en el momento de decidir sobre la literalidad de un pasaje” (página 124).

Algo que beneficia particularmente es el estudio del trasfondo histórico. Se pueden aclarar muchos textos con una buena información de la geografía, las circunstancias políticas o los factores de orden sociocultural que enmarcaron la situación narrada o al autor del pasaje.

La sección que trata de la interpretación tipológica del Antiguo T estamento es una advertencia contra el error de imaginar “tipos” sin su correspondiente “antitipo” declarado expresamente en el Nuevo Testamento, lo que indefectiblemente conduce a la alegorización, tan perjudicial para la sana exégesis.

El capítulo sobre la interpretación teológica hace reflexionar sobre la práctica nefasta de utilizar las Escrituras como un mero apoyo a un armazón dogmático y degenera la exégesis en “una búsqueda de textos favorables al presupuesto teológico del intérprete”.

Una de las cosas más dignas de mencionar es el saludable equilibrio de la interpretación del Cantar de los Cantares. Es un buen esfuerzo por liberar este libro de la excesiva alegorización de que es objeto.

Como pentecostales, no quedamos conforme con las pautas señaladas por Martínez para la interpretación del Libro de los Hechos de los Apóstoles, aunque se cuida de no ser condenatorio hacia la acción del Espíritu Santo en la actualidad, como la entendemos nosotros.

A los latinoamericanos nos complace la desaprobación de la Teología de la Liberación, ya que esta no es un camino legítimo a la actualización del mensaje de la Palabra de Dios.

Este libro no debe estar ausente de la biblioteca de ningún instituto bíblico. Lo ideal es que cada ministro, sea cual fuere la esfera en que se desenvuelva, procure adquirirlo.