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¿Armadura o amuleto?

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 1986.1

Por Edgar Gómez

 

El pueblo de Dios sintió el impacto de la personalidad de su feroz y avasallante enemigo, quien reflejaba en su rostro el odio que hervía en su malvado corazón. Su voz desafiante azotó los oídos, y el fantasma del temor clava sus garras en cada alma.

¿Quién saldría a favor del pueblo de Dios? ¿Quién se atrevería a hacerle frente a tal enemigo? El único que algo se le aproximaba en estatura y en amplitud de experiencia, temblaba de miedo y no estaba dispuesto a pelear. Parecía que la esperanza estaba muerta y sepultada.

De repente una voz hace vibrar el ambiente: “No desmaye el corazón de ninguno a causa de él, pues yo pelearé contra él.”

¿Quién es este? ¿Un loco o un valiente? ¡Si es sólo un muchacho!

“No podrás pelear contra él ‑dice Saúl‑, pues eres un muchacho sin experiencia. ¡Ah! pero sí te pones mi armadura podrás ganarle”

¿Qué era lo que poseía Saúl, una armadura o un amuleto de la buena suerte? Si era tan buena la armadura de Saúl, ¿Por qué no la usaba en combate contra Goliat? Y si era un amuleto de la buena suerte, ¿por qué no dependía él de ella?

Convencido por Saúl, David se ciñe la armadura, pero rápidamente se da cuenta de que le resta libertad de movimiento, por lo cual la desecha. ¡Gracias a Dios! Si hubiera ido a la guerra con ella la historia diría: “Y Goliat mató a David.” Pero él fue inteligente. Si la armadura no le inspiraba confianza a Saúl para impulsarlo a la guerra, a él tampoco. Él tenía su manera de luchar: confiando plenamente en Dios. ¡Avanzó en el nombre de Jehová! Y David venció a Goliat.

Nuestra batalla no es contra carne ni sangre sino contra el Goliat de las tinieblas y sus huestes infernales, a los que se combate firmes en la fe, revestidos de toda la potencia divina.

Al igual que Saúl, muchos creyentes fracasados se ocupan en dictar cátedra sobre formas del vivir cristiano. Para ello sacan a relucir sus experiencias del pasado con el fin de impresionar y hacer que otros se ciñan sus viejas e inservibles armaduras. ¡Que demuestren las virtudes de sus consejos con una vida dinámica y consagrada! Si se enseña a orar, a vivir en Cristo, que se garantice con una vida que refleje al Señor Jesucristo nítidamente.

 

 

Edgar Gómez

El isumista venezolano Edgar Gómez es pastor en el Estado de Lara, Venezuela, y profesor del Instituto Bíblico Central de Barquisimeto.


 

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