Por M. David Grams
Publicado originalmente en Impacto y trascendencia, Año 1, Num. 1, 2015, Las Asambleas de Dios de México. Reproducción autorizada.
El Instituto de Superación Ministerial para la América Latina nació en respuesta a una necesidad sentida. Sentida y expresada. Lo escuché por primera vez de boca de varios líderes en el año 1960 en una reunión internacional en Santiago, Chile. Su inquietud:
“¿Cuándo tendremos nosotros la oportunidad para seguir nuestra preparación teológica y ministerial? Los tiempos lo demandan. Personas con mejor preparación están ingresando a nuestras congregaciones. ¿Qué planes tiene nuestra organización para la preparación de sus ministros, más allá del nivel de graduación de los actuales institutos bíblicos?”
No había ningún plan, pero algo se tenía que hacer. Pasaron ocho años en que se fueron considerando las ideas sobre el tema cada vez que los miembros de la comisión internacional del Servicio de Educación Cristiana se reunían. En la reunión de El Salvador (1965) Luisa Walker, Editora de Materiales Educativos, presentó un anteproyecto que entró en el proceso. Tres años después, la gestación culminó en la reunión de la comisión en Lima, Perú. Allí, en enero del año 1968 ¡nació ISUM!
Alrededor de esa mesa larga en la biblioteca del Instituto Bíblico estaban Melvin L. Hodges (que dirigió las sesiones), Verne Warner, Luisa de Walker, David Grams, Rafael Williams, Floyd Woodworth, Lorenzo Triplett, Lorenzo Olson, Elmer Niles, René Arancibia (Chile), Guillermo Fuentes (México) y Ernesto Sandoval (Perú).
Fue un momento histórico. Se tomaron las decisiones finales para poner en marcha un instituto ambulante (en lugar de un plantel fijo), con seminarios de cuatro semanas cada dos años en las cinco zonas geográficas de la América Latina. En cada seminario, cinco materias de 20 horas de clase cada una. Un paquete formidable con 100 horas de clases con un profesor. El país anfitrión sería responsable de proveer el plantel para los estudios, con aula de clase, comedor, y alojamiento.
En pocas semanas se puso en marcha el histórico primer seminario del ISUM para los países del Cono Sur, celebrado en Buenos Aires, Argentina, en el plantel del Instituto Bíblico Río de la Plata, con 26 pastores en asistencia. A mediados del año, el mismo Seminario I para los países centroamericanos en San Salvador, El Salvador con 59 estudiantes. En enero de 1969 en el plantel del Instituto Bíblico de Callao, Lima, Perú con 55, para los países andinos.
Para julio del mismo año el turno le tocó a México. Sólo México, como el país era grande, con muchos pastores. Nos quedamos sorprendidos al recibir los detalles de la invitación de Guillermo Fuentes. El ejecutivo había decidido que un período de cuatro semanas era muy dificultoso para los pastores. El plan era: dar la mitad del seminario primero en Durango, y en seguida las mismas materias en Veracruz, y regresar a Veracruz al año siguiente para las materias de la segunda quincena.
Aceptamos las condiciones de la invitación, a pesar del sacrificio que implicaba para los profesores. Se vino a la mente aquello de que “Como México no hay dos.” Amén. ¡Adelante, hermanos!
En el año 1969 la familia Grams tuvo que regresar a EE.UU por un año para visitar las iglesias que apoyaban nuestro ministerio misionero. Teníamos nuestro automóvil propio, un Chevrolet “Suburban” de cuatro puertas y lugar para valijas atrás. Para facilitar los traslados de un lado a otro en México, y para tener movilidad durante las cuatro semanas, decidimos ir en el Chevrolet. Me acompañó mi esposa, Betty Jane, y nuestro hijo, Rocky. Recogimos al director del ISUM, Verne Warner, en San Antonio, Texas, donde había llegado por avión desde Miami.
Durango: Buen comienzo con un alumnado impresionante, no por el número (25), sino por la calidad del liderazgo presente: Guillermo Fuentes, superintendente nacional, Alfonso de los Reyes, Antonio Rivera, director del Instituto Bíblico en Durango. Lindo grupo de hombres y mujeres. El aula de clase, la pequeña iglesia colindante con el instituto. Entre los profesores, Melvin L. Hodges, director de misiones para la América Latina. El alojamiento para el matrimonio Grams fue un pequeño cuarto de lavandería en medio del patio grande. Antes de finalizar la quincena, llegó de visita el director de Editorial Vida, David Scott, con varias cajas de libros, desde Miami.
La peregrinación a Veracruz en el Chevrolet presentó sus desafíos. Rocky había regresado a su trabajo en Minneapolis después de tres días en Durango. Pero quedaron cinco adultos para el viaje: mi esposa conmigo adelante, Hodges, Warner y Scott en el segundo asiento. Detrás de ellos, y sobre el techo, valijas y cajas de materiales de estudio del ISUM y los libros de Vida .Demasiado cargado, se reventó malamente una llanta trasera al llegar cerca de San Luis Potosí. Pasamos la noche con Fernando Nieto en su departamento en el D. F., y al día siguiente, hacia el Golfo y la hermosa ciudad de Veracruz. Al llegar, fue grata la sorpresa de que la iglesia local con su pastor Abraham Hernández, habían arreglado alojamiento para los profesores en un pequeño hotel cerca de la playa, a costo de ellos.
Al no haber Instituto Bíblico en Veracruz, se realizaban las clases en el templo mismo, los estudiantes sentados en las bancas. La cocina con el comedor, bajo una carpa, en un pasillo para guardar autos, al lado del templo.
Así terminamos la primera mitad del Seminario I, esperando regresar a Veracruz en julio del año siguiente para otras dos semanas, y así terminar todas las materias del Seminario I.
Al regresar a Veracruz en 1970 continuamos la óptima relación que habíamos gozado con los alumnos y anfitriones del año anterior, aunque no todos los de Durango llegaron. La experiencia más grata que me queda grabada en la memoria pasó el primer día de clases. Al encontrarme con Alfonso de los Reyes, me mostró un cuaderno grande. Había estudiado Homilética Avanzada conmigo en Durango, y me confesó que la experiencia de estudiar esa materia cambió por completo su preparación de sermones, pues el cuaderno estaba lleno de sus sermones para todo el año, “según el sistema aprendido en ISUM.”
Para seguir el orden de seminarios establecido por el ISUM, se esperaba que México entrara en el ritmo normal para celebrar las cuatro semanas del Seminario II en el año 1971, pero ese era el año de las grandes celebraciones de las Bodas de Oro de las Asambleas de Dios en todo el país, y se postergó el seminario para 1972, en la ciudad de Acapulco.
“¡Acapulco!” me dije, “cuatro semanas… ¡playas!” Pero, para sorpresa nuestra, la sede para el seminario se realizó en un orfanatorio a 10 kilómetros de la costa, en pleno campo, bajo el intenso sol del verano. ¿El aula de clase? Un pequeño templo, sobre un cerrito, a medio kilómetro de nuestro alojamiento en cabañas con paredes de ladrillos cruzados con poca protección contra los insectos nocturnos. El comedor, al aire libre. A mí me tocó enseñar dos materias a los 21 estudiantes. No había oficina para los profesores, así que, para enseñar mis horas de clase, asistir al culto devocional, y alguna actividad por la tarde, hacía cuatro caminatas de ida y vuelta cada día.
En esas circunstancias comenzó la superación en México. Soy testigo. Fue recién en 1973 que se llevaron a cabo las clases en el D.F., aun mientras las oficinas nacionales estaban en construcción.
¿Y desde entonces? La historia moderna pinta un cuadro muy diferente, muy alegre, el que tú como lector conoces mucho mejor que yo, pues mi último seminario en México fue en Tijuana en el 2003. Y a fines del año 2003, mi último seminario como director y profesor, el número 135 a través de 36 años, en Santiago, Chile.
¡ESTO ES ISUM, mis hermanos! La idea provino de Dios, la necesidad se expresó en la América Latina, y los resultados nos alegran a todos, especialmente a este veterano, cada vez que los actuales directores internacionales del ISUM, mi hija Monita y su esposo Mike Shields me cuentan las últimas maravillas. ¡Especialmente de México, donde este año se celebrarán CINCO seminarios simultáneos en el mes de junio! A Dios sea la gloria.