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Eclesiología postmodernista

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2007.1

Por Judy Bartel de Graner

 

 

¿Cuáles son los fundamentos que ayudan a conservar la integridad de la organización frente a las fuertes influencias del postmodernismo?

Valores Fundamentales

            ¿Cómo se puede deducir cuáles son los valores fundamentales que estaban en el corazón de Dios al nacer las Asambleas de Dios?  ¿Por qué es importante conocerlos?  A cada paso una organización debe tener los valores en mente, para implementarlos o si se proponen cambios en su estructura básica.  Si estos se violan, la organización puede perder su norte o cambiar tan radicalmente que ya no sea la que Dios quiso que fuera.  Vale la pena aclarar qué son “Valores Fundamentales”.  ¿Cómo se definen?

 

Definición

            Los valores fundamentales son la suma de prioridades que han sido ratificados a través del tiempo por una comunidad de creyentes a medida que ellos han seguido la dirección de Dios hacia dónde El los guíe específicamente.  Son los fundamentos espirituales para el movimiento — los principios que la han guiado en su comienzo, en el presente y la guiarán en el futuro.  No son doctrina, teología, absolutos morales ni son una lista de reglamentos.  Más bien son las características únicas, gestadas en el corazón de Dios, para darle a una entidad su identidad como miembro de la Iglesia universal de Cristo.

Importancia

            Los valores se graban en las mentes y en los corazones para que se transmitan a las generaciones futuras lo que se desea y se espera para la organización.  Se publican, se predican, se practican.  Le dan a las siguientes generaciones un sentido de propósito, un ancla y una identidad única.  (Dt. 6:3 y Prov. 3:3)  Los valores fundamentales son más que tradiciones.  Las tradiciones son ritos y distintivos que se han vuelto rígidos en su ejecución y aplicación, que sacralizan la forma en que se observan.  Los ritos y formas necesitan cambiar a veces. En cambio, la fidelidad a los valores fundamentales no depende de la forma en que se ejecuta, mas sí de la función y el resultado final de su aplicación.  Es así que las estrategias, liturgias, ceremonias y hasta reglamentos internos pueden adaptarse a la progresión del tiempo y a la cultura o etnia.  Ellas deben cambiar, crecer y mostrarse dinámicas.  Pero, los valores fundamentales tienen que permanecer para que no se reproduzca ni mutación ni anormalidad.

 

Implementación

            Los valores fundamentales tienen que ser enseñados y practicados, aprendidos y aplicados – no al azar sino según un plan trazado con anterioridad.  Es semejante a lo que Dios le pidió a Israel en Deuteronomio 6: 6-9:  “6Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. 8Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; 9y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.”  Vale la pena repetir – los valores fundamentales se publican, se predican, se enseñan, se catequizan, se practican.  Se deben reforzar siempre y dondequiera que sea posible.  Cualquier decisión o implementación de cambio, debe alinearse con los valores fundamentales.

 

Los valores fundamentales históricos de las Asambleas de Dios.

            Los eventos de la Calle Azusa fueron la chispa, el fuego pentecostal en el corazón de algunas personas quienes serían los promotores de agrupación de iglesias que se llamaría Asambleas de Dios.  Entre los más influenciados por el avivamiento en California, estuvieron E. N. Bell, J. Roswell Flower y Ernest S. Williams.  Este último, como testigo ocular del avivamiento bajo el Pastor William Seymour en la Calle Azusa en 1906, escribió que se había conmovido al ver tantas personas buscando de Dios.  Dice que su corazón se llenó de hambre de Dios y recibió el bautismo en el Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas el 2 de Octubre, 1906 (Synan 1971:118).  La fraternidad de congregaciones que se unieron para formar las AD tenían en común la misma hambre espiritual.  Escudriñaron las Escrituras y se unieron con un mismo sentir pentecostal, intimidad con Dios, y fervor evangelístico por el inminente retorno de Cristo y por las almas que se podían perder.  El Concilio afirma que no tuvo ningún fundador en particular sino que nació por un mover soberano del Espíritu Santo de Dios.

Refiriéndose al inicio de las AD EUA, el Rvdo. J. Phillip Hogan, antiguo director de la División de Misiones, escribió: “Las Asambleas de Dios nacieron en un momento cuando el esfuerzo misionero de la iglesia Protestante había creado la ola más grande de ministerio misionero desde los días de William Carey . . .” (Hogan 1994:10)

Desde el comienzo, las AD estadounidense existieron para promover misiones y para responsabilizarse fiscalmente por el sostenimiento financiero de los misioneros que salían.  Se promovía más que todo por medio de publicaciones (“El Evangelio Pentecostal”) que se mandaban a todas las congregaciones afiliadas.  Hasta 1919 las oficinas ejecutivas existían exclusivamente como una agencia que recibía y distribuía las ofrendas misioneras y publicaba informes de la obra transcultural.  Después se inició un departamento oficial llamado en esos días, “Departamento de Misiones Foráneas” (a partir del año 2000 se llama Misiónes Mundiales Asambleas de Dios – en inglés “Assemblies of God World Missions AGWM). [1]

Misioneros transculturales a latinoamérica, como Melvin Hodges y Rafael Williams, demostraron que la obra “nacionalizada” tenía sentido común, y era la única manera de ganar la confianza de las personas de otras tierras, quienes quedarían resentidos con un imperialismo eclesiástico, pero en cambio darían la bienvenida a una fraternidad de comunidades nacionales que se ayudarían en consejería y asistencia financiera.

La filosofía de una iglesia autóctona – (autogobernante, autosostenible y autopropagante), sólo se podía aplicar con preparación adecuada.  Así que en las obras transculturales, uno de los primeros trabajos del misionero extranjero después de fundar iglesias en un área, era fundar e impulsar los institutos bíblicos para la preparación de líderes a nivel ministerial.  Abrían sus puertas a todo miembro que llegara con recomendación de su pastor – tuviese preparación académica o no, fuese ministro o miembro, hombre o mujer.  Es decir, cualquier creyente podía ejercer los dones, según el Espíritu Santo los repartía.  Como se ha mencionado antes, a esta norma se le llamó “el sacerdocio del creyente.”

Las Asambleas de Dios han enfatizado valores bíblicos que sirven como fundamento espiritual.  Estos valores forman parte de los distintivos que componen el carácter de las Asambleas de Dios a nivel internacional, también.  Son el código genético, el ADN, la secuencia esencial para la función, el mantenimiento, el desarrollo y fiel reproducción de la organización.  No son un reglamento que se escribió cuando se fundó un Concilio (cada país escribe el suyo), sino más bien son principios que se han ratificado a través de los años, que sirven para medir decisiones y determinar cómo vivimos, cómo nos gobernamos y cómo nos propagamos.

Como se recalca en los anteriores párrafos, la primera organización llamada “El Concilio General de las Asambleas de Dios” se fundó para mantener la unidad doctrinal, en el estudio de la Biblia y la oración, para conservar la obra y fundar iglesias, para extender el evangelio a toda persona y a todo el mundo en misiones transculturales, para tener responsabilidad y mayordomía con las finanzas para los misioneros y también para proveer institutos para el entrenamiento ministerial.  Sus inicios fueron dirigidos por hombres y mujeres con hambre de Dios, sacrificados y dispuestos a dar todo por evangelizar al perdido y discipularlo.  Además, se tomaron unas posturas muy pentecostales – algunas se tenían en común con los hermanos evangélicos y otras eran novedosas. No se avergonzaban de la revelación que habían recibido – mas bien la preservaban y promulgaban personalmente y a través de publicaciones.  La organización se despojó de cualquier postura colonizadora e imperialista y su actividad misionera transcultural se centró en fundar una organización fraternal autóctona más, no un títere manejado desde el exterior.

Las Asambleas de Dios no se han presentado como la máxima expresión ni el mejor “vino nuevo”.  Hasta el día de hoy, admiten que Dios permite, bendice e impulsa diversas organizaciones evangélicas de sana doctrina, (algunas de las cuales llegan a ser denominaciones), como también organizaciones posdenominacionales y para-eclesiásticas.  Proclaman que Dios necesita muchos miembros que cumplan diferentes funciones en su Cuerpo – la Iglesia.[2]

Al estudiar las raíces del Concilio de las Asambleas de Dios y buscar la función que Dios deseó para él, se pueden agrupar las características mencionadas arriba en varias categorías que son aplicables en cualquier país y a cualquier cultura.

 

1. Está fundada sobre las Escrituras.

La Biblia es la autoridad máxima de conducta y fe. Un valor fundamental es recibir, vivir, transmitir y reproducir fielmente el conocimiento de la fe según las Sagradas Escrituras.  Sobre este valor y una sana hermenéutica se basan las doctrinas fundamentales e inmutables de nuestra fe.

 

2.  Es pentecostal

Se enfatizan que todo creyente reciba el bautismo en el Espíritu Santo con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas, con demostración del fruto y haciendo buen uso de los dones.  Se cree en milagros, sanidades, profecías, lenguas e interpretaciones, discernimiento de espíritus y liberación de demonios; es decir, cree que todos los dones del Espíritu Santo mencionados en las Escrituras son para hoy.  Las AD reconocen que existe un mundo “medio” – es decir, ese mundo invisible que opera entre los extremos del cielo eterno y el mundo visible y finito.

 

3.  Es evangelizadora y misionera – con evangelismo y discipulado en la propia cultura y transculturalmente, también en lugares cercanos y lejanos.

A cada creyente se le inculca la responsabilidad de cumplir la Gran Comisión en todo el mundo.  La fe “viaja” hasta lo último de la tierra y no reconoce  fronteras culturales, políticas o geográficas como barrera para el Evangelio.  Predica que el Evangelio es de Dios para cada pueblo, en su idioma, en su cultura y en su contexto.  Su visión es primordialmente ESPIRITUAL, y esto repercute en el área secundaria; es decir, la  social.[3]  Levanta tanto al pobre como al rico y los reta a ser generosos. Así cada uno puede participar en obras de misericordia y compasión.  Las AD impulsan el hacer obras de misericordia.  Afirman una unificación de criterio para el hombre y la mujer, reconocen el valor de una familia sana y promueven un mejor nivel académico, así como el desarrollo de las potencialidades intrínsecas del ser humano.

 

4.  Es conciente de la realidad escatológica

Frecuentemente se  predica y se crean expectativas del pronto retorno de Cristo por los creyentes redimidos: su Iglesia.  El asambleísta no le otorga prioridad a acumular títulos, ni adquirir puestos jerárquicos vitalicios, ni bienes materiales.   ¿Para qué si todo “esto” pronto pasará?  Pensar en la eternidad, es el gran nivelador del estatus adquirido como también de los estratos y jerarquías.  Es siempre estar concientes de que cada creyente, sin distingo de posición, tendrá la responsabilidad de rendirle cuentas al Príncipe de los Pastores – al único Dueño de la Iglesia.  Cada creyente tiene la convicción de que este mundo y las cosas materiales son pasajeras.  Nos es cuestión de estatus adquirido, sino más bien es tener conciencia que es peregrino, ciudadano de una patria celestial.  No tiene como meta acumular riquezas terrenales.  Más bien sabe cuáles son los tesoros de oro, plata y piedras preciosas, espirituales que nada pueden corromper.

 

5.   Cree en el valor de cada individuo

No puede existir discriminación de clase, raza, rango, nacionalidad, género o edad – esta creencia también pone el mismo valor a cada individuo – a todos se les dice “hermano/hermana”.  La redención que Cristo ofrece no es colectiva – es una decisión personal que cada uno debe tomar a conciencia.  Cada individuo – sea ejecutivo o miembro de banca – debe fomentar, reflejar y demostrar una vida de santidad e integridad, con conciencia sensible y acciones que traigan gozo al corazón de Dios. La santidad física y espiritual es alcanzable, es indispensable, y es progresiva – se vive veinticuatro horas al día.  El Concilio de las Asambleas de Dios es una organización que promueve salvación, sanidad, liberación, restauración y transformación para todo el que lo desee sin distinción de personas.  Cada individuo tiene acceso al Lugar Santísimo, tiene oportunidad de oír directamente la voz de Dios, puede ser elegido por Él para ser Su vocero y comunicar esa experiencia a través de profecías, testimonios, palabras de apoyo como amén y aleluya.  Este es el llamado a cada creyente de ser “real sacerdocio”.  Ese hablar con Dios se llama oración y es imprescindible expresarlo diariamente – por medio de una ferviente adoración, acción de gracias, petición personal e intercesión desinteresada y dirigida por el Espíritu de Dios.

 

6.  “Siente” su fe

Aunque se defiende apologéticamente y busca razón de su fe, no teme expresar los sentimientos y, aunque no basa sus decisiones en mero emocionalismo, sí desea saborear emocionalmente en cada culto o reunión la presencia de Dios a través de la adoración, la alabanza, y la predicación de la Palabra.  Expresa su gozo en el Señor abiertamente según las costumbres sanas de su respectiva cultura.

 

7.  Es de voluntarios, siervos y testigos

Las AD dan prioridad a la vocación y al llamado versus una “carrera profesional ministerial”, al voluntario versus el asalariado, a que Dios llama a una función y no a un estatus, a ser siervo sin importar el rango de liderazgo, a la responsabilidad y valor que tiene cada individuo en arrepentimiento, santidad, plenitud de vida en el Espíritu Santo (obrando con dones impartidos por Dios y no por hombres).  Confía que su patrón es Dios y que su ministerio será remunerado por Dios y no por la organización.  El papel principal de cada voluntario es ser testigo y estar listo a dar su vida por la causa de Cristo.  Está dispuesto a sacrificar y posponer sus privilegios como hijo de Dios para llevar diariamente primero la cruz de Jesús.  La mayor razón de ser del voluntario es llegar a la medida de Cristo, y ser fiel reflejo del Encarnado aún antes que del Glorificado; es decir, identificarse (encarnarse) más con el pueblo necesitado que con beneficios propios.

 

8.  Es militante en la guerra espiritual[4]

Los creyentes de las Asambleas de Dios son revolucionarios espirituales. No esperan sólo ser reaccionarios a los dardos de Satanás, sino más bien protagonistas en arrebatarle las almas  y los territorios que se ha tomado.  La guerra espiritual se hace por medio de la adoración y la alabanza, por la intercesión ferviente, por medio de las disciplinas espirituales y por la agresiva evangelización y el discipulado. La entrega y conversión implican necesidad de un cambio radical, total y de por vida. Participan en ayunos, vigilias, campañas y cruzadas de fe, caminatas y desfiles.

 

9.  Es una organización con corazón humilde

Las AD operan sin pretensiones, recordando sus comienzos humildes.  Saben que en muchos países son la denominación evangélica más numerosa y la del crecimiento más rápido.  Sin embargo, esto es sólo por la gracia de Dios y no por méritos propios.  Siempre hay voz y voto, respeto y audiencia para el pobre, para la iglesia pequeña, para el ministro de menos preparación académica, pero con un corazón grande para Dios.

 

Implementación de los valores fundamentales en Latinoamérica 

a la luz de las influencias del postmodernismo

            Los valores fundamentales para las AD a nivel internacional son inmutables.  La lista no es exhaustiva, pues cada punto abarca un mundo de definiciones adicionales que se podrían incluir; pero, desarrollar nuevos y adicionales valores fundamentales o cambiar los ya existentes sería difícil ya que forman el corazón de la organización.  Sin embargo, cada continente, (y en verdad, cada país) puede desarrollar su particular  forma de observarlos y  esa implementación varía radicalmente de lugar en lugar.

Las AD de la América Latina son parte de lo que secularmente se denomina como un “fenómeno sociológico”.  Los concilios de las Asambleas de Dios latinoamericanos  manifiestan muchos de los mismos distintivos en las áreas psicológicas, sociológicas, organizacionales y religiosas.  Los distintivos se deben, en poco, a rasgos de la modernidad y en mucho, a la influencia del postmodernismo que predomina en el mundo occidental (EUA y Europa) y que encuentra su máxima expresión en los hemisferios sureños de América y de África.

Los libertadores Simón Bolívar, Antonio Nariño, Francisco de Paula Santander, Bernardo O´Higgins, y José de San Martín, entre otros con vínculos masónicos, intentaron romper esquemas medievales del control católicorromano sobre latinoamérica e introducir conceptos de la modernidad que habían aprendido en Europa.  (Aunque en Colombia, falló en gran parte el ideal, por el concordato de 1887.)

En lo países centro-americanos y andinos, más que en los del cono sur, poco se empantanaron en el lago cenagoso del modernismo filosófico y religioso.  Más bien, el tipo de religiosidad que reinó, se prestó para que floreciera el espíritu del postmodernismo.  Esa aceptación de la filosofía postmoderna ha contribuido, en parte, a la apertura hacia el evangelio y el pentecostalismo; pero, también ha sido la vorágine que podría arrasar con doctrinas y valores.

 

El modernismo y el postmodernismo

            Se han escrito tomos sobre los temas del modernismo y postmodernismo y sus efectos sociológicos, psicológicos y religiosos sobre la cultura en general.  Los eruditos difieren en su análisis minucioso.  Así que, para un estudio tan somero como este, es preferible notar solamente algunos de los puntos principales donde sí están de acuerdo.

El modernismo se desarrolló como proceso histórico a través de varios siglos.  Aún en el siglo XVI, la Reforma de Martín Lutero, contribuyó al modo de pensar que luego se denominaría el modernismo.  La reforma pretendió liberar a muchos europeos, luego a ingleses (y, consecuentemente a aquellos inmigrantes a las Américas del hemisferio norte), de los mitos religiosos, de la subyugación a técnicas clericales que manipulaban las masas (como la prohibición de leer las Escrituras y la venta de indulgencias), de las supersticiones sobre la operatividad de un mundo misterioso e invisible, y de poderes y fuerzas de la naturaleza.

La era del Iluminismo en Europa en los siglos XVII y XVIII, promovió el concepto de que la verdad residía en el hombre por medio de la investigación científica.   El conocimiento de la verdad debería ser desapasionado, objetivo y certero. Fundamentalmente tenía que ser medible, científicamente repetible y funcional.  Para fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, el hombre se creía en control de su futuro.

La palabra clave para definir la era del modernismo es “racionalismo”, filosofía que pregonaba que todo tiene su explicación lógica según un proceso comprobable.  Al principio la modernidad era teocéntrica .  Aún los grandes teólogos alemanes, tales como Max Weber y Karl Barth, apologistas de primer rango, se concentraron en dar “razón de su fe” y deploraron el sentimentalismo.

Sin embargo, si en un momento histórico, el modernismo rompió ligas medievales y liberó a muchos para buscar a Dios, también traía sutiles semillas cuyo fruto sería la traición a la fe en Dios.  Se razonaría que si la verdad residía dentro de la ciencia, era superfluo el concepto de un Dios interesado en los detalles cotidianos de los humanos.  Entonces era lógico pensar que el hombre era supremo y estaba en control de todo – de la naturaleza, de la ciencia, de la evolución y sobre todo de sí mismo.  Ya era autosuficiente y podía resolver sus propios problemas sin la ayuda de Dios.

El concepto antiguo histórico-degenerativo – es decir, que la historia demostraba que poco a poco el mundo se degeneraba y algún día llegaría a su destrucción final — (el pensamiento judeo-cristiano diría histórico-salvífico) era incompatible con la evolución progresista del pensamiento moderno. Para el moderno, la ciencia curaría todos los males y la historia progresaría hacia un futuro glorioso.  La fe humanista prometía una autoperfectabilidad.  Marx, Hegel, y Camus  no predicaron redención del alma sino liberación del cuerpo.  Unos adeptos del modernismo pregonaron el materialismo dialéctico como la apoteosis; para otros lo era el materialismo capitalista. Hubo grandes avances en la medicina, en la física, en la tecnología.  Los países europeos y los EEUUA, como también los países donde estos ejercían fuerte influencia (tales como el Reino Unido, el cono sur de América Latina, etc.) abrazaron el modernismo.  También se filtraron rasgos hacia el “dos-tercios” mundo en vía de desarrollo.  Sin embargo, no todo era color de rosa.

El existencialismo que afirmaba el “sí mismo” del individuo fue el sistema de pensamiento que se apoderó de los años 30 al 50 del siglo XX.  Al desprenderse de Dios,  el concepto del hombre de alcanzar la  perfección devaluó y distorsionó los valores y permitió la “racionalización” de atrocidades hitlerianas y facistas.  Y con tales inhumanidades culminó la Segunda Guerra Mundial, la bomba atómica y sus consecuencias nefastas, la desilusión con el “establecimiento” (esos sistemas políticos que no tenían la panacea para todo mal), y la pérdida de fe en un futuro glorioso se apoderó del mundo occidental.  La contracultura y los “hippies” de los años sesenta contagiaron al mundo con su escapismo – buscaron su “realidad” en sueños y visiones inducidos por el LSD y otras drogas alucinógenas.  Dos tercios del mundo sufrieron una recesión galopante, hambrunas masivas, guerras civiles terribles y se derrumbó el sueño de un Nuevo Orden Mundial.  Cayó el muro de Berlín. Entró el presente, entró el postmodernismo.

Para entender el alcance del postmodernismo, en los siguientes párrafos se describirá en su expresión más extrema (consciente de que toda cultura tendrá una amplia gama de tendencias intermedias).  La filosofía del postmodernismo se caracteriza por la irracionalidad. Es la reacción contra el modernismo.  El posmoderno no siente necesidad de raíces históricas y se despreocupa por el estado panorámico del mundo.  Vive en su mundo microscópico, le importa su entorno, todo es presente, no está seguro del futuro.  Uno cree que todo se acaba al morir y otro que la vida está predestinada por su karma o es cíclica por su reencarnación.  En su esquema de fe, puede aceptar cualquier creencia oriental como también el ocultismo, espiritismo, magias blancas, negras, y hasta la creencia en ovnis.  Cree en poderes buenos y malévolos.  Según el sistema de pensamiento postmoderno, la naturaleza adquiere poder, los dioses paganos reviven, las supersticiones se despiertan, las brujas y los vampiros adolescentes juegan con las mentes de los televidentes.

En el postmodernismo el hombre no se cae de su pedestal, se incrementa el humanismo y se transforma en el “yoismo”.  Ya que no puede confiar en la razón, ni en la ciencia que cambia de paradigma y no es confiable, ni en un futuro que tampoco es glorioso ni seguro, confía más bien que la verdad está dentro de sí. Si él lo siente, es verdad.  Él dice, “Lo que yo siento es la verdad mía, lo que tú sientes es la verdad tuya – y ambos estamos en lo correcto, ambos tenemos la verdad.”  Significa que se puede tolerar una multiplicidad de conceptos aún contradictorios sin problema.  Tiene una visión fragmentada de la realidad y confía ciegamente en lo pragmático, lo empírico, lo vivido, lo sentido.

Todo es sentimentalismo.  Lo importante es buscar la gratificación inmediata, un hedonismo desenfrenado y no diferido.  Ya que ni el pasado ni el futuro son importantes, se vive el presente con un objetivo – la autorrealización y si falla ésta, el individuo no encuentra razón de ser.  La autogratificación y la frenética búsqueda del placer y la novelería (lo novedoso) satisfacen en parte y momentáneamente es entretenido —  sea en simulacro o vicariamente a través del “reality show” que saca a la vitrina pública la ya nula “privacidad” de otros.  Cada día la intensidad del entretenimiento tiene que agudizarse para saciar apetitos insensibilizados; pues, si antes se satisfizo con poco sexo, poco abuso, y poca violencia ahora el adicto pide más y más hasta que crea su propio infierno con llamas que consumen pero nunca se apagan.  Es materialista, y adquiere “cosas” a costo de endeudarse más allá de su poder de pago.  Trabajar y ahorrar antes de comprar, no entra en sus planes; más bien busca una manera fácil de asirse de lo que su imaginación visualiza porque cree que “Dios” o la vida se lo deben.

El seguidor del antropocentrismo postmoderno no admite una ética del deber y renuncia a los compromisos y a la responsabilidad. Su credo es tolerancia y acomodación.  Corteja o manipula al débil cuando éste puede servir sus intereses personales, pero hace venia a sus pares o superiores significativos y los mide con otra vara.  El reglamento se aplica rigurosamente al plebeyo, pero se reinterpreta con otra hermenéutica cuando lo infringe él.

En su expresión más extrema, el postmoderno ya no cree en absolutos fuera de él, y se diviniza.  El hombre es un diosito.  Cree que con cierto método, un seminario con cierto conferencista internacional, cierta fórmula mágica presentada por televisión, adquiere poderes mentales de superhéroe, sus palabras cobran autoridad para crear ex nihilo (crear de la nada), ordena, es vidente, y predice.  Las riquezas se materializan de la nada o encuentra el número ganador del premio gordo de la lotería en las escamas de un pez.  Las fuerzas sobrenaturales se postran a sus pies.  Puede asirse de ciertos objetos mágicos con poder para prosperarlo.  Los valores “Hollywood“ son su fundamento y guían sus producciones.  “La estética sustituye la ética y la belleza sustituye la moral”  (Cruz 1996:60)

Después de que entró la era del postmodernismo al primer mundo europeo y norte americano (como también algo en la América del cono sur), algunos autores sienten que Latinoamérica se contagió del postmodernismo pues ningún país en este mundo tan globalizado puede evitar contagiarse con las “pestes” que se multiplican en otros.[5]

En los países del cono sur, quizás la entrada del postmodernismo fue lento y por contagio, con su marcada influencia europea y más modernista.  Pero más al norte, prácticamente sin impedimento,  el espíritu posmoderno florecería.  Muchas ideas postmodernas ya existían y el espíritu filosófico y religioso del postmodernismo encontró albergue y encajó por ser compatible con parte de la cultura autóctona.  Si las diversas características de la filosofía postmoderna pudieron echar raíz en los suelos fríos de Europa y Estados Unidos, encontraron tierra fértil en regiones de Centro América y América andina.  Por ejemplo, aún desde antes de la conquista española, los nativos de estas tierras demostraban una fascinación con todo lo esotérico y no necesitaron del postmodernismo para propagarse esa tendencia.

Así también, los movimientos pentecostales, cálidos y vivificantes, fueron beneficiados en latinoamérica por ciertas características del postmodernismo, tanto las existentes como las adquiridas, que al adaptarlas a los principios evangélicos abrieron puertas y resultaron en rápido crecimiento.

¿Cuáles fueron algunas de las características del postmodernismo que le dieron ventaja a estas iglesias pentecostales.  También se agudizó la crisis en la familia – la falta de lealtad y la falta moral de los hombres hacia sus familias, el incremento en las grandes ciudades de niños en la calle y de la calle,  la violencia y las violaciones intra y extrafamiliares, el homosexualismo, la legalización del divorcio, y la proliferación de abortos (aunque ilegales)  Se derrumbaron ideales y valores sagrados del pasado – en parte por desilusión, en parte por el desplazamiento.  Se rompieron vínculos que antes ataban al latinoamericano a su tradición y araron el campo para que muchos buscaran alternativas a su fe.

Otra característica que encajó con el espíritu postmoderno fue la tolerancia hacia la diversidad de creencias religiosas que traían su respaldo en el sincretismo sacro/pagano desde el tiempo de los conquistadores.  Por esto, no fue tan difícil para algunos dejar su religión tradicional.

Como se mencionó antes, también coincidió el carácter emotivo del latinoamericano en general [6]– esa validación al emocionalismo que impulsaba que la persona viviera, experimentara y gozara su fe.

El gran teólogo latinoamericano, José Míguez Bonino, lo dijo con elocuencia.  “La semilla (del pentecostalismo) . . . fue plantada en tierra latinoamericana, se alimentó de los jugos vitales de esta tierra y las nuevas masas populares latinoamericanas comprobaron que el sabor de los frutos correspondía a las demandas de su paladar.”  (Míguez 1993:50)  El mismo autor, en su prefacio al libro No con ejército, ni con espada por Douglas Peterson dice, “Resulta innecesario demostrar la importancia del pentecostalismo, sin duda como la expresión más destacada del enorme dinamismo en la esfera religiosa latinoamericana. . . No dudo que el pentecostalismo representa la forma nativa más clara, si no la única, de presencia evangélica en América Latina.” (Peterson  1996:10)

Claro está, que el asambleísta sabe que la mayor razón del éxito de la organización y su gran crecimiento, se debe a la obra soberana del Espíritu Santo en la vida de las personas.  No hay organización cristiana ni individuo que pueda orquestar un crecimiento como el que se ha visto en América Latina (especialmente Brasil, Argentina y ahora), sin la ayuda del Señor.  Sin embargo, Dios obró a través de ciertos rasgos del postmodernismo para facilitar ese crecimiento.

Peligros dentro del postmodernismo

a los valores fundamentales y advertencias

            “ Aunque tenemos que vivir en medio de las influencias de esta era y cultura, nuestra manera de luchar no es adoptar las filosofías ni los comportamientos que el mundo usa.  No peleamos según sus normas ni valores, porque las armas para ganar las batallas en nuestro ministerio nunca han sido, ni jamás serán como las del mundo, guiadas por estrategias de mercadeo o manipulación, sino llenas del Espíritu Santo, poderosas en las estrategias de Dios – en la abnegación, desinterés, santidad, sacrificio y servicio.  Es decir, obramos todo lo opuesto del comportamiento del mundo y así demolemos las torres y las fortalezas de la corrupción dentro de nuestra cultura.  Usamos armas dadas por Dios para refutar filosofías humanistas y antibíblicas, y derrumbar todo egoísmo, orgullo y altivez que se levanta contra la inteligente racionalidad de la verdad de Dios y de su Palabra.  Mediante férrea obediencia, capturamos y moldeamos todo impulso, sentimentalismo y pensamiento a la medida de la estatura de Cristo.” (2 Corintios 10: 3 y 5 paráfrasis personal y basada en “The Message” de Peterson.)

¡Cuán importante es transmitir fielmente los valores fundamentales!  Pero, se podría preguntar, ¿existe la posibilidad de que el acercamiento que tiene el pentecostalismo al espíritu del postmodernismo, permitiera que se incorporaran “genomas ajenos” dentro de los valores fundamentales de las Asambleas de Dios?  Como notamos anteriormente, algunas características del postmodernismo se prestan tan adecuadamente para la aceptación y crecimiento del pentecostalismo en general y de las Asambleas de Dios en particular.  Desafortunadamente, acechan graves peligros.  Un pueblo tan maleable y acomodaticio podría fácilmente ser manipulado o aprovechado para su posterior detrimento.

Las trampas mayormente podrían enredar al liderazgo y las congregaciones ciegamente lo seguirían.

 

1.  Peligro de Narcisismo.  En el postmodernismo el individuo “adquiere un carácter marcadamente antropocéntrico y se torna, por lo tanto, materialista”.  (Cruz 1995:25) El humanismo, el afán a la autorrealización, la búsqueda de ese “yo”,  fácilmente podría contagiar al creyente raso y al líder con esta fase del espíritu del postmodernismo.  Síntomas de este mal serían que los sermones en su gran mayoría se centraran en el presente (se dejaría de oír mensajes sobre el rapto, la segunda venida de Cristo, el cielo o el infierno).  Se enfatizaría el bienestar del individuo, su posición como príncipe, hijo del Cristo glorificado, se impulsaría su comodidad en esta vida y el “derecho” a la prosperidad material (incorporarían la idea de que su prosperidad no llega por años de trabajo, sino al cumplir cierta “fórmula”, o que al pagar una suma, Dios se lo debe).  Se impulsaría a ofrendar y diezmar por las recompensas y bendiciones que Dios supuestamente está comprometido a darle (en vez de ser por obediencia y por el gozo de dar).  La “estrategia más humanista” del evangelismo sustituiría la confesión, el arrepentimiento y la restitución por el mensaje de  “conviértete a Cristo porque disfrutarás una vida plena, completa sanidad, la solución de todos sus problemas”.  La trampa sería sobrevalorar el bienestar de las personas.

Amenaza el peligro de que el líder (sea ministro residente o un invitado de afuera) manipulara el innato hedonismo de sus oyentes (los escritores tradicionales cristianos lo llamarían su “lado carnal”) ofreciéndoles gratificación inmediata por medio de fórmulas “espirituales” para lograr riquezas o comodidad.  El mensaje subliminal del postmodernismo es renunciar al compromiso y a la responsabilidad si se encuentra un camino más fácil.

Desafortunadamente, en el camino de “fórmulas mágicas”, sólo un pequeño porcentaje recibe la recompensa. La trampa postmoderna sería permitir que el creyente se guiara por sus experiencias y sentimientos y “porque lo siente, es verdad.”  Para el seducido, el “testimonio” de la minoría,  valida la “fórmula” y la hace una verdad espiritual. [7]

¿Cuál es el peligro para la iglesia?  Si se implementase esta característica postmoderna, y ella funcionase para esa privilegiada minoría, podría desencadenarse una desilusión y descarrío del creyente manipulado y no premiado.  Pues cuando las “fórmulas” no le resultaran exitosas para ese 98% que no está en la cima, tendrían que llegar a la conclusión de que  fallaron  y no cosecharon por “falta de fe” o porque Dios hace acepción de personas – premia a algunos y no lo premia a él – así que es “por culpa de Dios” que sigue su misma o una peor situación, sea económica, de salud, o matrimonial.

El mundo del postmodernismo “tributa especial adoración a la economía de mercado. . . El mundo del mercado . . . se ha convertido en la religión del consumismo y la posesión de bienes y ha generado todo un abanico de valores, actitudes y estilo de vida particulares.” (Cruz 1996:165)  El peligro para la iglesia llegaría si el ministerio se volviera una profesión en vez de una vocación. El  pastor ya no sería pastor-siervo sino un administrador de empresa.  Tendría que aprender técnicas de mercadeo, seguramente enseñados por los máximos gurúes seculares que también han sido contratados por grandes empresas para enseñarles a ellos principios de liderazgo.[8]

 

2.  El peligro de la divinización del humano.  (Cruz 1996:80)  Este peligro está muy ligado al del “narcisismo”.  Precisamente el espíritu humanista del postmodernismo y el deseo de autorrealización, obligan al incauto a buscar soluciones internas.  La tolerancia hacia filosofías contradictorias al cristianismo (tal como la meditación trascendental, el yoga, y el hinduismo) promociona ideas como el control mental, los poderes creativos, la autoridad personal, etc.  ¿Cómo podría esto seducir al asambleísta?

El peligro es que, sin pensar ni evaluar bíblicamente, se sacralice lo pagano vistiéndolo de terminologías cristianas pero sin fundamento bíblico.  En el mundo secular, lo pagano del espíritu postmoderno en la divinización del humano se discierne fácilmente en los programas de televisión de los héroes humanos cuyas palabras y gestos adquieren poderes sobrenaturales para vencer sobre cualquier ente espiritual, o de las brujas adolescentes que ordenan, esfuman, repiten palabras mágicas y desatan bolas de fuego sobre ciudades y más. Pero, ¿en la iglesia?

Síntomas de este mal se empezarían a diagnosticar dentro de nuestras congregaciones asambleístas si el creyente empezara a tomar para sí atribuciones que sólo le pertenecen a Dios.  “La vigencia del Yo es el valor supremo del mundo postmoderno.” (Cruz 1996:74)  La palabra clave es “Yo” seguido por el comando en áreas del mundo visible o invisible, “Yo mando, yo suelto, yo declaro, yo ordeno, yo profetizo, yo desato, yo visualizo, yo atraigo, yo …”.   El error consistiría en creer que por medio de técnicas humanas Dios quedaría comprometido, quiera o no, con el creyente que pretendería obligarlo a cumplir pactos que él nunca ha firmado.  El problema es diferenciar entre la autoridad que Dios da a sus hijos para que ÉL obre a través de sus oraciones, y esa autoridad que es auto-atribuida y que hace que la persona crea que ya tiene el poder de crear, cambiar u obrar.

Otro síntoma podría ser si la iglesia exhibiera una fascinación excesiva hacia lo oculto siempre pidiéndole al individuo ese autoexamen – esa concentración en su interior – sus heridas, etc.  Se podrían hasta dedicar horas semanalmente a que los creyentes confesaran cuáles demonios los han poseído esa semana y que pasasen ritos de liberación. Se tendría que vigilar para no entremezclar la oración a Dios con reprensiones al diablo – como si estuviese entablando una conversación pública con los dos.  Para no caer en el espíritu del postmodernismo habría que tener un equilibrio y ser guiado por principios bíblicos no por metodologías inventadas sobre testimonios de otros.

El postmodernismo logra “trivializar lo sagrado” (Cruz 1996:115)  ¿Podría pasar en la iglesia asambleísta de Latinoamérica?  Por ejemplo, si algún líder tomara una palabra con significado sagrado y lo empleara indiscriminadamente, pronto esa palabra quedaría trivializada y sin su significado bíblico.  Podría ilustrarse con el uso de la palabra “profecía” que contiene una connotación muy seria y muy profunda para el creyente.  Significa pronunciar un oráculo de Dios.  La Biblia da parámetros muy estrictos que delinean quién, cuándo y cómo se da una palabra profética, como también cuál es el contenido de ella.  Si un orador con frecuencia y hasta con jocosidad  repitiera vez tras vez, “Yo profetizo tal  y tal…. Tú, profetízale a tu vecino, dile, yo te profetizo que este año recibirás equis, ye o zeta…” la palabra pronto queda profanada y la doctrina trivializada, por lo menos en las mentes de los oyentes.

 

3.  El peligro del emocionalismo y el sentimentalismo sin racionamiento  Y, ¿qué decir de un punto fuerte del postmodernismo – permitir que el mundo vuelva a sentir y que no le avergüence reír o llorar?  Este rasgo, que ha barrido los corazones del mundo como una revolución en contra del frío racionalismo de modernismo, ha sido uno de los grandes amigos del pentecostal en general y de las Asambleas de Dios en particular.  Especialmente en los últimos veinte años, las Asambleas de Dios de Latinoamérica han celebrado la calidez, la vivencia, la pertenencia, la participación,  el arte dramático, los decibeles elevados y el ritmo autóctono de la alabanza, el abrazo y la fiesta de una manera más demostrativa.  Se anhela “Palabra fresca”, “unción con poder”, manifestaciones como “caer en el Espíritu”, siempre en busca de intimidad y vivencia en Dios.  En general, el corazón latinoamericano, se regocija y olvida sus problemas y los del mundo a su alrededor, en el culto de una iglesia que “viva su fe.”  ¡Seguramente aprovechar este rasgo no tendría peligros – pues hay que sentir para existir![9]

Algunos líderes asambleístas reconocieron el sutil peligro hace muchos años.  En los años sesenta cuando se fundó el ISUM (el Instituto de Superación Ministerial), los pioneros latinoamericanos se dieron cuenta del peligro de un exceso de emoción sin su correspondiente dieta de estudio o profundización en la Biblia.  El lema del ISUM es hasta hoy, “Conocimiento y fervor”.  Lo ideal es un equilibrio entre los dos que es importante emular.  No todo puede ser emoción porque abre la puerta para desilusión y error.

Vale la pena notar una advertencia.  Así como la euforia de las drogas es adictiva, también lo es una dieta de euforias y novelerías espirituales.  El peligro de buscar siempre sentirse bien traiciona al creyente, y torna la búsqueda de crecimiento espiritual en una febril actividad cazando la última novedad sensorial.

Algunos síntomas que nos alertarían a la posibilidad de que Asambleas de Dios dependiera más de lo que siente, en vez de lo que dicen las Escrituras, sería si un alto porcentaje de los sermones o las enseñanzas giraran alrededor de la “última moda carismática”; si los conferencistas invitados siempre dijeran que traen una nueva revelación, “una palabra rhema” directa de Dios, un mensaje profético de positivismo, si han descubierto el nuevo significado de un misterio bíblico, ¡ojo!  Al referirse al  postmodernismo, las palabras de Cruz también son una advertencia para los asambleístas, “La vida de muchas personas se convierte en un rastreo interminable de ídolos.  Se anda a la caza del último mito con carisma.  También se dan los tránsfugas de estrellas.” (Cruz 1996:83)  Si el creyente se deja contaminar por esta parte del espíritu del postmodernismo,  su adicción lo impelería a brincar de cima en cima emocional, no estaría comprometido con su iglesia, perdería su entusiasmo fácilmente y para él nada sería duradero.  En muchos casos su propia familia sufriría por esta inestabilidad.  En gran parte la culpa sería de la dieta espumosa que comería a diario en su iglesia.  Esta sed insaciable del auditorio se volvería el tirano del líder que, al no encontrar novedad para apaciguar el apetito voraz, por obligación se la tendría que inventar.

En el espíritu del postmodernismo, la seducción de la novedad también propaga la idea de que todo lo nuevo es bueno y todo lo viejo es malo.  “La redención ya no se  busca en el más allá sino en el más acá de la novedad presente.”  (Cruz 1996:93)

 

4.  El peligro del silencio de Adán  En el huerto de Edén, la voz de Satanás ofreció fruto mortal y le prometió a Eva, “Seréis como Dios!”  Y surge la pregunta, ¿dónde estaba Adán?  ¿Por qué no levantó la voz en protesta?  ¿Por qué toleró la trampa y después cayó en ella?  No confrontó la situación, no fue testigo de la verdad de Dios, se dejó arrastrar por la seducción del los apetitos del alma carnal.  Adán guardó silencio.[10]

“El silencio de Adán” reina en el postmodernismo.  Este no enjuicia a nadie, es flexible en todo, todo lo tolera, todo lo respeta.  La ética está en crisis, hay ausencia de reglas y “todo vale”. (Cruz 1996:63)  El problema en Latinoamérica es que la nación vive “trozos de moral y ética relativa”.  La regla se aplica con rigor al pobre, al indefenso o al que ha caído de la gracia política o social en dado momento y se ignora en el poderoso según el estatus adquirido.

¿Dónde reside el peligro para el asambleísta?  “Lo que más ha minado la iglesia es el espíritu postmoderno que sutilmente la ha llevado a ser una iglesia tolerante.”[11]  Una cosa es la aceptación de otros concilios y hermanos con criterios evangélicos similares a los nuestros.  Esa no es “tolerancia” – es más bien reconciliación y unidad.  Otra cosa es permitir que dentro de la casa asambleísta reinase una ética y moral voluble y acomodaticia.  Si la apatía de confrontar falsas doctrinas, inmoralidad, o prácticas dudosas se apoderara de los líderes, o la tolerancia se volviera su ley, pronto entraría la anarquía y cada cual haría “lo que le viniera en gana.”  La permisividad en las iglesias crearía en ellas poca lealtad.  Congregaciones y/o ministros con valores muy diferentes a las asambleístas podrían “justificar” su vínculo al nombre Asambleas de Dios por su provecho internacional, pero ejercerían sus propias visiones y misiones.  El resultado final sería un adelgazamiento denominacional y debilitamiento doctrinal – y finalmente el ADN reproduciría un monstruo.

Más dañino aún sería si se permitiera que la discriminación malvada que reina en el mundo secular también entrara al concilio; es decir, se tolerara cualquier aberración en unos pocos cortejados pero para el “siervo” que se atreviera a levantar la voz con cualquier interrogatorio, protesta, y “Dios no lo quiera” queja contra sus autoridades, de inmediato se declararía en rebeldía y se sancionaría severamente.

Medicina Preventiva para evitar los peligros del postmodernismo

              Gracias a Dios que la mayoría de los concilios y las uniones de las Asambleas de Dios de América Latina han tomado conciencia de los peligros anteriormente mencionados y actúan con denuedo.  Para comienzos de este milenio se destacan, por ejemplo, los líderes de CELAD juntamente con su presidente, el Rvdo. Jeremías Bolaños, quienes convocan a los superintendentes nacionales para reforzar teologías, debatir doctrinas “nuevas” y advertir a los líderes de los peligros de la contaminación del espíritu postmoderno. Vitoreo, también, a la valentía de la “Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba” (Asambleas de Dios) por formar CECAD – la Dirección de Investigaciones Teológicas compuesto por 32 participantes en el forum – todo el Comité Ejecutivo General y los más destacados ponentes y consultantes teológicos de la iglesia.  Su presidente es el Dr. Eduardo González Álvarez, Ministro Ordenado cuyos estudios incluyen Master en Teología y Doctor en Ministerios,  además de tener títulos de universidades seculares.  Esto es excelente medicina preventiva.

A nivel local, también hay vacunas para crear inmunidad y protección para el ADN de la organización. Lo mejor es conocer y aplicar a los valores fundamentales pentecostales de las AD – vivirlos, enseñarlos, implementarlos.

La clave para el asambleísta reside en Hechos 1:8:  pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”  El protagonista humano es primeramente un testigo – palabra cuya raíz es mártir – aquel dispuesto a dar todo hasta su vida.  La labor del testigo es alzar su voz y presentar evidencia sobre el enjuiciado.  En este caso a favor del divino, el “me” del versículo.  El mundo es una gran corte judicial y el testigo es decisivo – es de Él, Cristo, de quien somos testigos. No es suficiente que ese testigo tenga la evidencia, también tiene que tener poder para testificar con denuedo.  En medio de poderes seductores al servicio de las tinieblas, el testigo tiene poder procedente de sólo una fuente, el Espíritu Santo quien da la voz para que el mensaje del Cristo encarnado, crucificado y resucitado llegue hasta lo último de la tierra.[12]

La vacuna inmunizadora contra el espíritu secularizador del postmodernismo es una fuerte dosis de la postura paulina – no conocer a nada sino a Cristo y a él crucificado.  Ese sacrificio de Cristo va mucho más allá de un beneficio personal del individuo.  Debe predicarse como un beneficio universal – transmitido por medio del testimonio vivencial e intelectual que evangeliza y transforma personas y sociedades de toda lengua, etnia y nación con una sola meta – conocer a Cristo, llegar a la medida de la estatura de él y discipular a otros para que lleguen también.  El testigo de Hechos 1:8 huye de los simulacros, del aparentar.  La clave es “ser”, no “parecer”.  (Cruz 1996:80)  Al testigo se le exige disciplina y santidad, sacrificio y abnegación.

El antropocentrismo se contrarresta con pasión por otros – amar y servir a las personas en esta cultura y hasta la más lejana del mundo.  El egoísmo del creyente mengua cuando él o ella se solidarizan con el corazón de Cristo quien ama tanto a los necesitados como a los ricos.  El excesivo sentimentalismo se equilibra con absorber principios de una sana hermenéutica y hambre voraz de conocer a Dios y la Palabra.

La integridad y la moral fraccionada se sanan y transforman por medio de la santidad y disciplinas espirituales.  El espíritu de mercadeo muere a la luz de entregarse sin reserva, ofrecerse como voluntario, reconocer el valor del “otro”, de amarlo, de servirlo, de darse por él.

Conservemos los valores fundamentales escribiendo un claro código de ética nacional y enseñando a los pastores y las congregaciones cómo escribirlo a nivel local.  Hay libros que delinean exactamente cómo.  ¡Se puede!

Conclusión

            En resumen, vale la pena repetir que el antídoto perfecto contra los peligros que pudieran infiltrarse en las AD es implementar, transmitir, y vivir los valores fundamentales.  Es un honor y a la vez una gran responsabilidad que el Concilio de las Asambleas de Dios marche entre la vanguardia de las iglesias en América Latina.  Se enfrenta a los retos más enormes, jamás antes experimentados – motivo de regocijo, motivo de doblar rodilla y rogar sabiduría y dirección para no fallar ni errar al blanco colocado por Dios.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Aranda Fraga, Fernando

2004      “Postmodernismo y Nueva Era:  las conexiones sutiles”.  http://tagnet.org/jae/miltimedia/lectura/nuevaera.htm

 

Atiencia, Jorge

2004      Ponencia a la Asamblea Nacional del Concilio de las Asambleas de Dios de Colombia,  Bogotá, Colombia: 19 de enero.

 

Cruz, Antonio

1996      Postmodernidad.  Terassa, España:  Editorial CLIE.

 

Hogan, J.  Philip

1994       From Azusa Street to the World@ The Pentecostal Evangel. n.d

 

Miguez Bonino, José

1995       Rostros del protestantismo latinoamericano.  Buenos Aires: Nueva Creación y Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans.

 

McDowell, Josh y Bob Hostetler

1998      The New Tolerance   Wheaton, IL: Tyndale House Publishers.

 

Petersen, Douglas

1996       Not by Might nor by Power: A Pentecostal Theology of Social Concern in Latin America.  Oxford: Regnum.

Peterson, Eugene H.

1995            The Message.  Colorado Springs, CO: NavPress Publishing Group.

 

Ramos, Sergio K.

2004    Relaciones Humanas. Hollywood, FL: ISUM.

 

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    1998      Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas.

 

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1976      How Should We Then Live?  Old Tappan, N.J.:  Fleming Revell.

 

Synan, Vinson

1979             The Holiness-Pentecostal Movement in the United States. Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Company.

 

Wade, Rick

2004      “Cosmovisiones – Parte 2”  http://www.probe.org/espanol/cosmovisiones2.html


[1] En los primeros años de las Asambleas de Dios EUA  hubo cierto anti-intelectualismo como reacción contra las tendencias modernistas de la demitologización y desacralización de las Escrituras que se había popularizado en seminarios de tradición reformada.  Algunos ministros de esa época hasta llegaron a burlarse de los seminarios llamándolos “cementerios”.  Pero, este concepto pronto cambió especialmente por el arrastre de la necesidad de estudio a nivel ministerial en otros países.  Nunca se aceptaron muchos preceptos modernistas pero sí se aceptó la idea de la necesidad de Institutos Bíblicos y de preparación a nivel ministerial.

[2] .  El vertiginoso crecimiento mundial de las Asambleas de Dios ha producido en algunos líderes proclamaciones triunfalistas que desafortunadamente se revisten de un manto de orgullo.  ¡Qué Dios nos libre de cavar ese hoyo traicionero que fácilmente engulle al desprevenido!

[3]     Con corazón compasivo, algunos de los primeros misioneros, fundaron los primeros planteles de refugio para leprosos del Congo, un hospital para indigentes en Calcuta, India (aún antes de la Madre Teresa),  un orfanato en Egipto, colegios para niños sin estudio, escuelas informales vocacionales para adultos, y más.  A pesar de la “urgencia escatológica”, sí se llevaron adelante “ministerios de misericordia” y se practicó el valor fundamental de “justicia en vida para el necesitado”.

[4] El término “guerra espiritual” se usa en un sentido paulino del soldado, con armadura espiritual, que milita  bíblicamente.  No se refiere a todas las presentes interpretaciones personales que se están sacralizando dentro de la iglesia hoy – unas buenas y otras extra-bíblicas.

[5] “Pues, las enfermedades intelectuales-culturales [el postmodernismo] también contagian a los pobres. Aunque tardó algunas décadas, la historia nos cuenta que hemos terminado contagiándonos con los virus de otras regiones, cuánto más actualmente que participamos en una civilización humana globalizada.” (Ramos 2004: 120)

[6] El carácter emotivo podría ser una generalización colombiana quizás con la excepción de la más autóctona población de las altiplanicies andinas – especialmente Boyacá y Cundinamarca.  Esta población siente profundamente pero demuestra más el estoicismo que una expresión externa de la emoción.

[7] La realidad demostrada por el mundo de negocios, con pocas excepciones, es que las fórmulas financieras de “siembra dinero para una cosecha sin trabajarla”, usando metodologías similares a “ganarse la lotería” inventadas por humanistas, funcionan con éxito asombroso sólo para los iniciadores del complot, para aquellos que están en la cima piramidal.  Tampoco enseña valores de responsabilidad, trabajo, etc.

[8] Algunas mega-iglesias han evitado este problema empleando a un administrador de tiempo completo para que los pastores se puedan dedicar al ministerio.

[9] Esto lo digo con cierto tono irónico.  En primer lugar, el acercamiento a Dios no debe llevarnos a olvidar los problemas del mundo; sino, mas bien, conmovernos para pedirle a Dios la solución a esos problemas.  En segundo lugar, la frase “sentir para existir” es una tergiversación de la célebre frase “pienso luego existo”. ¡Cuidémonos, no sea que, como pentecostales, en nuestro afán de “sentir”, se nos olvide también “pensar”!

[10] Dr. Jorge Atiencia:  ponencia a la Asamblea Nacional del Concilio de las Asambleas de Dios de Colombia,  19 de enero, 2004 Bogotá, Colombia.

[11]  Ibid.

[12] Sacado del sermón del Dr. Jorge Atiencia. Op. Cit.

Judy Bartel de Graner


 
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Comentarios: 2

  1. No te imaginas de cuanto tiempo he estado buscando
    esta informacion. Me ahorraste mucho trabajo. Gracias

  2. Ricardo Castro Guerra

    Verdaderamente lo mejor que he visto, referente al tema.
    Gracias

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