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La Deidad de Cristo en la carta a los Hebreos

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2024.1

Jorge Canto

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Cuando hablamos de Jesucristo sabemos que hablamos del Dios mismo, la Segunda Persona de la Trinidad. Hablamos de un Dios en tres personas. Francisco la Cueva dice que las acciones de Jesús eran actividades “teándricas”.[i] Es que, en realidad, el Señor nunca perdió su divinidad por el hecho de haberse encarnado.

No es difícil imaginar lo que esto significaba para los monoteístas hagiógrafos del Nuevo Testamento, ya que tenían que describir al Señor Jesús como portador de la deidad, eso era lo que el Espíritu Santo les ordenaba plasmar en sus epístolas bajo su poderosa unción. Por lo tanto, en varios textos se demuestra que el Señor era más que un hombre, era Dios.

En el libro de Hebreos encontramos la divinidad del Señor expresada tan claramente que los textos lo afirman en reiteradas ocasiones, de la manera más simple, clara y alegre que uno se pueda imaginar. Son tan hermosas estas expresiones que, sólo hablando de la hermosa prosa de los cuatro versículos iniciales de Hebreos se puede ver la excelencia de la narrativa, se dice, incluso, que constituyen una de las oraciones más hermosas de toda la literatura griega.[ii] Cuando el texto señala en Hebreos 13:8  Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos, muestra tanto su inmutabilidad  (que no cambia) como su aseidad («existir por sí mismo» o «causado por sí mismo)[iii], se nota que no es un ser creado, existe desde la eternidad, al igual que el Padre, y eso solo pueden hacernos ver que es Dios.

El libro de Hebreos es un problema a la hora de saber quién fue quien lo escribió, se ha asignado tanto a Pablo como a Apolos, entre otros, como los candidatos más viable, sin embargo, Tertuliano sugirió que Bernabé era el autor, lo que indica que en los primeros siglos en Occidente no había ninguna inclinación a atribuir la carta a Pablo.[iv]  Bernabé, al ser levita conocía los recovecos del servicio al templo. Lo que sí se sabe es que el autor estaba empapado del conocimiento del templo y el sacerdocio, y por lo que se entiende, el templo de Herodes estaba en pie todavía, pues el autor de esta “homilía”, como la llaman algunos estudiosos,[v] no menciona algo al respecto, ni endecha la destrucción del templo, por ello se cree que el edificio santo en Jerusalén aún no había sido destruido.

Curiosamente, en apoyo a la deidad de Cristo, el texto nos introduce un sacerdote inesperado, aclara quién es Melquisedec: alguien que no era de la familia sacerdotal (7:13), por ello la frase “sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin”, (6:3) muestra su falta de prosapia en cuanto al sacerdocio levítico, aún aclara también quién era mayor a quien, si Abraham o el rey de Salem, puesto que en la LXX y en la versión hebrea de Génesis 14:20 no se tiene el sentido claro de quién da los diezmos a quién; pero el autor de Hebreos lo clarifica con certeza, expresada en una frase: “sin discusión alguna el menor es bendecido por el mayor” (7:7), demostrando que este linaje sacerdotal, el del rey de Salem, es único, no proviene de Leví, y del cual es sumo sacerdote Jesús. Se menciona en este artículo pues el personaje da una apariencia de atemporalidad, para contrastarlo con los levitas que servían al templo y al mismo sumo sacerdote que se reemplazaban por causa de la muerte y del tiempo, entonces, eran muy efímeros.

El autor, inspirado por el Espíritu Santo, comienza este libro diciendo muy enfáticamente sobre las maneras de hablar que ha tenido el Todopoderoso al comunicarse con la humanidad. Recalca que el Padre ha hablado muchas veces (gr. Polymerós: muchas porciones, poco a poco, variadamente,) y de muchas maneras (gr. Polytrópos: de muchos modos, variadamente), ambas palabras sólo aparecen en todo el Nuevo Testamento aquí por única ocasión. Sigue expresando el autor que Jehová mandaba mensajes en otro tiempo (gr. Pálai) por medio de los profetas, pero ahora lo hace “en Hijo”, no “por el Hijo”: Dios ha hablado «por los profetas» y «en Hijo». La omisión del artículo, aunque es un detalle pequeño, tiene su importancia.[vi]

Pérez Millos expone en este sentido:

Es necesario entender bien el texto, en el sentido de que Dios no solo habló por medio del Hijo, sino que habló definitivamente en ἐν Υἱῷ, el Hijo mismo. En el texto griego no va precedido de artículo, ni de pronombre personal o posesivo en primera persona, por lo que el autor está haciendo una afirmación notoriamente única en todo el Nuevo Testamento, que el discurso revelador de Dios se llama Υἱῷ, Hijo.[vii]

Dios habla ahora “en Jesús”, el Hijo es la Palabra misma, es el Verbo de Dios (Jn.1:1), además, se le atribuye poder creador, cuando este es un atributo pertenece en exclusividad a la Deidad, pues: “por quien asimismo hizo el Universo” demuestra que el Maestro es el agente creador, pues también posee este atributo no comunicable de Dios. El Hijo es Creador de todo lo que existe, por cuanto es Dios.[viii] No debemos confundir el texto pensando que el Padre creó lo que Existe en el sentido de darle a su Unigénito un regalo como la Creación misma, sino que es Jesús el agente creador, el que tiene el poder para formar todo lo existente.

Siguiendo ese orden de revelación el hagiógrafo recalca que el Maestro es “la imagen misma de su sustancia” (1:3). “Imagen”, aquí (del griego “carácter”, que significa impronta, efluvio, marca) claramente muestra que Jesús es Dios, es divino, como él mismo le declaró a Felipe: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9).  Quien escribió Hebreos sabía que Jesús es divino y no tiene temor al recalcar esto en todo el capítulo uno. El sello o marca de ser Dios está también en Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad.

Jesús es el “resplandor” (gr. Apausgaspa, fulgor, relámpago, reflejo, brillo; de nuevo sólo aquí, pues no aparece en ninguna otra parte del Nuevo Testamento) de su gloria. Esa gloria, que Moisés pidió ver en Exodo 33:18 (la LXX usa la misma palabra de aquí: dóxa: gloria) y que Jehová le denegó, pues podría morir por ello (Ex. 33:22) ahora la que podemos todos ver, a través del Hijo, manifestado a nosotros nuestros ojos alcanzan a ver esa hermosa gloria del Padre mismo en Jesús, mostrando que el Hijo es Dios Hijo.

Pero es el mismísimo Padre, en todo el capítulo uno de este libro se refiere al Hijo como lo que éste es: el Dios verdadero.  Muestra el texto de manera clara que Jesús es alguien mayor que los ángeles (1:5). El texto áureo y maravilloso es: “yo te he engendrado hoy”, pues claramente se muestra de que el Señor Jesús no es un ser creado, sino todo lo contrario, que es eterno, ya que no dice la Palabra “yo te creé”, sino, en un continuum eterno el Hijo es engendrado eternamente, sin fin, en cuanto a filiación con su Padre en cada momento es Hijo. Pérez Millos expone que: “engendrar aquí no se refiere a la acción “trascendente” de un acto que comenzó y terminó (como tener un hijo y luego tener otro) sino es una acción “inmanente”, lo engendra eternamente; él es Padre porque tiene Hijo, y si es Padre Eterno el Hijo lo es también.[ix]

Un día, un Testigo de Jehová me dijo que Jesús en una ocasión le llamó “Dios” al Padre (Mr.15:34), pero que si el Maestro de verdad fuera Dios, el Padre mismo también le hubiera llamado “Dios” a su Hijo. Rápidamente le contesté que el Padre sí le llamó Dios a su Hijo:  Hebreos 1:8 “ Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino”. Aquí, el Padre, le llama Dios al Hijo, claramente y con gran contundencia. Los Testigos de Jehová lo traducen diferente: Pero del Hijo dice: Dios es tu trono para siempre jamás, trayendo problemas de interpretación en ello, puesto que ahora el Altísimo Padre Celestial es donde el Jesús de los Testigos se sienta o utiliza como soporte debajo de él, haciendo al Padre menor y servil al Hijo.

Otro hermoso texto en el cual, el mismo Padre demuestra que su Hijo es Dios, es cuando el Padre emite la orden de que todos los seres angelicales le adoren: “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios” (Heb 1:6). La palabra griega para “adorar” aquí, es gr. Proskineo. Un ángel pecaría si adorase a otro ángel: pero aquí el argumento es claro: No se ordenaría a los ángeles de Dios adorar a un igual,[x] y sabemos que Dios no tienta a nadie a hacer el mal (Stgo.1:13), por la tanto, la acción que ordena el Padre es totalmente legítima. En Apocalipsis vemos que Juan, quizá extasiado por lo que veía, en dos ocasiones intenta adorar (gr. Proskineo) a los dos ángeles que conversaban con él (Ap.19:10; 22:8); en ambas situaciones los ángeles reconocen a Juan como a un consiervo, un colaborador como ellos, así que ellos no pueden ser adorados por un igual, eso es pecado, es idolatría.

Los dos ángeles declaran la gran verdad, que sólo se puede adorar a Dios y eso comandan a Juan (Ap.19:10; 22:9). Si los seres angelicales saben bien que sólo se rinde la adoración a Dios, ¿cómo el Padre pediría a sus huestes hacerlo?, pues en ambas ocasiones se usa el mismo verbo (gr. Proskineo) que usa el Padre para señalar que Jesucristo, su Hijo sí merece ser adorado. La respuesta sólo puede ser una: que el que se adora es Dios verdadero. El Señor Jesús no es un gran ángel, un gran héroe, o un dios pequeño, la única razón por la cual el Padre ordenaría tal cosa como mandar adorar a otro ajeno a sí mismo es que tal persona sea Dios mismo, es decir, que los ángeles harían algo correcto, sin cometer pecado, al adorar a Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad.

En Hebreos 1:12 se vuelve a mostrar por el Padre la eternidad del Hijo: “pero tú eres el mismo y tus años no acabarán”. La expresión de los “años que no acabarán” es un atributo de la deidad conocido como eternidad. Los hombres somos en realidad inmortales, pero no eternos; inmortales porque tenemos principio, pero no fin, seguiremos viviendo después de esta vida, en cambio, Dios es eterno pues no tiene principio ni fin. Este atributo sólo le corresponde a Jehová mismo, por lo tanto, si el mismo Padre le atribuye al Hijo el mismo atributo que él posee podemos estar seguros que es así, que Jesús es eterno, que es Dios.

Por último, Hebreos 3:3 menciona para remachar a sus destinatarios que crean que el Maestro es Dios. En ese versículo el autor recalca que “el que hizo todas las cosas es Dios”, algo que todo buen creyente ya sabe de antemano, pero en el 2:10 se ha ya mencionado que tal Creador es el Hijo, el que había muerto por todos nosotros. Jesús es Dios, pues tiene el poder, al atributo divino, de crear. Jesús es el Señor y es Dios, el Eterno, el Hijo, el Creador. Es quien es 100% hombre y es quien es 100% Dios.

La epístola a los Hebreos es muy valiosa a la hora de entender y defender la deidad el Hijo. Abunda en textos poderosos y claros que permiten aclarar la doctrina de la Trinidad. Como se dijo al principio, para el escritor sagrado y sus destinatarios no era una cuestión fácil entender una verdad de tal envergadura. Acostumbrados y bien adoctrinados en el monoteísmo estos versículos de verdad que habrán sacudido sus corazones, pero así es la verdad, conmueve al que la oye y le da libertad. Sin lugar a dudas, Jesús es Dios y su sacrificio en la cruz es de calidad eterna, para todos los hombres, para todos los tiempos.

 


Bibliografía

 

[i] Lacueva, Francisco La Persona y la Obra de Jesucristo, vol. IV, Curso de Formación Teológica Evangélica (Viladecavalls, Barcelona: CLIE, 1979), 107.

[ii] Burt, David F. El Resplandor de Su Gloria, Hebreos 1:1–14, vol. 129, Comentario Ampliado del Nuevo Testamento (Terrassa (Barcelona): Editorial CLIE, 1993), 67.

[iii] Buswell Jr., J. Oliver. Teología sistemática, tomo 1, Dios y Su revelación (Miami, Florida: LOGOI, Inc., 1979), 25.

[iv] Schreiner, Thomas R. Hebreos, ed. T. Desmond Alexander, Thomas R. Schreiner, y Andreas J. Köstenberger, Comentario Evangélico de Teología Bíblica (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2021).

[v] Bruce, F. F. La epístola a los Hebreos (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2002), 418.

[vi] Burt, 83.

[vii] Pérez Millos, Samuel. Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento: Hebreos (Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE, 2009), 45.

[viii] Pérez Millos, 48.

[ix] Pérez Millos, Samuel. Conferencia: Cristología, Iglesia Semilla de Mostaza, Ciudad de México, 10 de abril de 2024.

[x] Earle, Ralph “Introducción” en Comentario Bíblico Beacon: Hebreos hasta Apocalipsis (Tomo 10) (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2010), 35.

Jorge Canto


 

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