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Los peligros de la convivencia fuera del matrimonio

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2025.2

Por Cynthia Nicholson

El “amor libre” fue el tema de la revolución sexual de la década de 1960, lo cual, como adolescente cristiana, fue impactante en mi formación moral. Se hizo evidente que el amor, un tema sobre el cual predicaba frecuentemente mi pastor, no era el énfasis de esta revolución, sino solamente el sexo. Lo que estaba cambiando en mi cultura en los Estados Unidos también pasaba en Latinoamérica.[i] Algunos de los temas predominantes eran la desinhibición sexual, la homosexualidad, la igualdad de género y la anticoncepción. Las normas sociales en el hemisferio occidental han cambiado y, a través de los medios de comunicación, sus efectos hoy se extienden por todo el mundo. Las relaciones sexuales prematrimoniales son ampliamente aceptadas y la cohabitación o concubinato ya no se considera moralmente incorrecta.

Si bien se defiende la libertad sexual para el individuo, las consecuencias afectan a los matrimonios, las familias, la cultura y la sociedad. Quienes defienden la postura bíblica de la abstinencia hasta el matrimonio son vistos como irremediablemente anticuados, intolerantes y críticos.

Las estadísticas de cohabitación o convivencia han experimentado un fuerte aumento en las últimas cuatro décadas. La Oficina del Censo de Estados Unidos muestra que aproximadamente el 11,6% de los hogares con parejas conviven frente al 3,7 % en 1996. Los datos de 1970 a 2010 sobre parejas de 25 a 34 años que conviven en varios países latinoamericanos muestran un aumento drástico. Algunos de los mayores aumentos se observan en Argentina, Brasil, República Dominicana, Panamá, Perú y Uruguay.[ii]

Como terapeuta de parejas en crisis durante los últimos veinte años, he presenciado personalmente algunos de los efectos perjudiciales de la convivencia. El ministerio con el que trabajo forma parte de Enfoque a la Familia, por lo que la mayoría de nuestros asistentes son cristianos. Aunque la consulta se limita a parejas casadas, las respuestas de la encuesta de admisión nos permiten saber si vivieron juntos antes del matrimonio. Las parejas acuden por un problema grave actual (por ejemplo: infidelidad, pornografía, familia ensamblada, finanzas), pero en quienes conviven, la ruptura comenzó antes de legalizar la unión. Durante la convivencia se desarrollan patrones nocivos que se podrían evitar al seguir el orden bíblico de casarse antes de vivir juntos.

Dios dio matrimonio a Adán y Eva, los primeros esposos (Gn.2:24), y su relación previa al pecado, juntos y con Él en el jardín, muestra la intimidad tal como Dios intencionó. La cohabitación ignora la dimensión espiritual de la relación y limita el vínculo emocional que crece en un entorno sano.

La convivencia conlleva muchos riesgos inherentes. El peligro espiritual tiene implicaciones eternas, y las consecuencias sociales y morales son cruciales. Los hijos de estas uniones a menudo pagan el precio por decisiones tomadas sin tomarlos en cuenta. También existen peligros legales, financieros, emocionales y psicológicos. Este artículo abordará los efectos residuales en algunas de estas categorías.

Vulnerabilidades legales y financieras

Las personas no quieren vivir solas ni con sus padres, y cuando encuentran una relación satisfactoria, una de las principales razones para vivir juntos es económica. Es más económico compartir recursos y gastos que mantener dos viviendas. Sin embargo, rara vez consideran redactar documentos legales para protegerse mutuamente de una posible ruptura. Dado que el matrimonio es una relación legalmente vinculante, existen leyes que protegen a los cónyuges en caso de divorcio, y aunque intervengan mediadores o abogados, el juez está ahí para supervisar una división justa y equitativa de los bienes. Cuando una pareja dice que el matrimonio es “solo un papel”, ignora la protección que brinda ese documento legal.

Las consideraciones legales también son importantes en caso de crisis de salud. No existe la condición automática de “pariente más próximo” ni el derecho a tomar decisiones médicas en situaciones de emergencia para las parejas que simplemente conviven. Sin un testamento escrito, no hay herencia automática, incluso si vivieron juntos y compartieron bienes durante años.

Inestabilidad relacional

En los Estados Unidos, el 70% de las parejas conviven antes del matrimonio.[iii] Según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) de las Naciones Unidas, la tasa de mujeres jóvenes (de 20 a 34 años) en uniones de hecho en América Latina también es muy alta: República Dominicana: 60%, Colombia: 56%, Honduras: 55%, Perú: 47%.[iv]

La mayoría de los jóvenes cree que vivir juntos antes del matrimonio mejorará sus probabilidades de éxito en la relación. Sin embargo, ocurre lo contrario. Más de cuarenta años de estudios realizados por diversas entidades confirman que el divorcio es más frecuente entre quienes convivieron antes del matrimonio. Esto no ha cambiado. Tienen mayor probabilidad de presentar mayor conflicto, menor satisfacción relacional, dificultades para relacionarse y problemas de comunicación.

“Deslizar sin decidir”

Las personas se deslizan hacia relaciones peligrosas. Muchas parejas deciden convivir sin un compromiso claro, cosa que deja a uno u otro con expectativas frustradas. Una persona puede ver la relación como algo temporal y la otra como un ensayo previo antes del matrimonio. Saber que la relación puede terminar fácilmente puede socavar la confianza y causar ansiedad en la relación. Las tasas más altas de ruptura contribuyen a la agitación emocional, la depresión y los problemas de confianza.

En el matrimonio, el compromiso es la decisión de renunciar a otras opciones, y a medida que la relación se consolida, aumenta la sensación de estabilidad y seguridad emocional. En las parejas no casadas, sin la seguridad de un vínculo permanente que ofrece el pacto matrimonial, la persona más comprometida puede percibir la falta de compromiso recíproco del otro como un indicio de un peligroso desequilibrio de poder. La inseguridad se desarrolla, y la persona de compromiso menor tiene el poder mayor.

Riesgos emocionales y psicológicos

El sexo en el matrimonio es una faceta de la intimidad reservada exclusivamente para la persona con la que se compromete la fidelidad y la exclusividad. Cuando el sexo se considera una necesidad humana básica que puede satisfacerse sin un compromiso de por vida, puede dar lugar a una serie de relaciones íntimas que se centran principalmente en la satisfacción física.

Al comenzar una relación romántica, las sustancias químicas secretadas por el cerebro producen euforia emocional. La dopamina y la epinefrina son posteriormente reemplazadas por la oxitocina (la hormona del abrazo), y la pareja comienza a hacer planes a largo plazo.[v] A medida que el amor erótico madura, se añade un sentido más profundo de amor duradero y comprometido. En el matrimonio, a medida que el apego y el vínculo se fortalecen, la pareja desarrolla una interdependencia que puede perdurar en los momentos difíciles de la vida. Los patrones normativos actuales de convivencia resultarán en un número creciente de parejas con dinámicas de compromiso debilitadas

Las parejas desean intimidad y esperan que la convivencia genere cercanía y vínculos. Desafortunadamente, un alto porcentaje de parejas que conviven han tenido relaciones sexuales con otras personas antes de mudarse juntas. Cuanto más joven se inicia la vida sexual, mayor es el número de parejas que forman parte de la historia sexual. Los encuentros sexuales múltiples complican la adaptación a la relación. Muchos se han criado en hogares sin seguridad matrimonial, y su inestabilidad afectiva impulsa la búsqueda de alguien que les brinde el refugio que buscan para sentirse firmemente unidos.

En lugar de poder vincularse con una persona a través del matrimonio, se mudan para tantear el terreno y ver si son compatibles con su nuevo interés amoroso. Traen recuerdos e imágenes de parejas sexuales pasadas. Esos pensamientos intrusivos desestabilizan a la pareja, ya que uno o ambos lidian con las comparaciones con sus parejas anteriores. Sin compromiso, falta confianza, y en lugar de superar sus inseguridades o expectativas poco realistas, la relación está condenada al fracaso. La duración promedio de la cohabitación es inferior a dos años[vi], que en la mayoría de los países de Latinoamérica es el requisito mínimo para que se establezca cualquier reconocimiento legal. Así se da inicio a la cohabitación en serie.

El daño psicológico de tener múltiples relaciones es considerable. Además de la compatibilidad de personalidades, las parejas se mudan juntas para probar su compatibilidad sexual. El sexo, tal como Dios lo diseñó, es algo bueno. Seguir sus directrices de esperar hasta el matrimonio aumenta el amor y el respeto. La abstinencia también desarrolla la confianza en la propia capacidad de permanecer fiel. Se forman buenos hábitos que aseguran la fidelidad a Dios y a la propia integridad. Sin esas restricciones prematrimoniales, los convivientes no tienen la ventaja de un historial de fidelidad. Si uno cede a la tentación moral antes del matrimonio, ¿qué garantía hay de que no se produzca una infidelidad después?

Cuando las parejas temen la incompatibilidad sexual, una visita al médico puede disipar esos temores. El cuerpo fue diseñado para funcionar sexualmente y lo hará de forma natural. En los pocos casos de disfunción sexual real, existen ayudas médicas y de asesoramiento disponibles. Pero la mayoría de las dificultades sexuales se derivan de problemas en la relación. Cuando uno se siente devaluado, ignorado, irrespetado o experimenta una gran cantidad de otros sentimientos negativos, la consecuencia puede ser la falta de interés en el sexo. La solución es comunicarse y resolver esos problemas. La convivencia no cura los problemas emocionales.

El impacto en los niños

La revolución sexual prometía justicia e igualdad, pero el colapso del matrimonio ha acumulado injusticia y desigualdad sobre los más vulnerables de todos: los niños.[vii] Tener un hijo juntos no aumenta la probabilidad de permanecer juntos. La probabilidad de que una pareja siga junta dos años después del nacimiento de un hijo es seis veces mayor para una pareja casada que para una pareja que convive.[viii]

Cuando las parejas que conviven se separan, se siente como un pequeño divorcio, no solo para la pareja, sino también para los niños. Los hijos de estas relaciones desgarradas probablemente vivirán sin uno de sus padres biológicos. Muchos sufren inseguridades e injusticias a causa de la inestabilidad familiar. La exposición a múltiples parejas románticas en la vida de sus padres los predispone al fracaso de la relación, al no haber visto el patrón de amor comprometido y fiel que perdura. La convivencia es un contexto de bajo compromiso para la crianza de los hijos.

Preocupaciones espirituales y morales

El matrimonio es idea de Dios. Refleja la relación de pacto de Dios con su pueblo, es el fundamento más sólido para construir una familia y Él diseñó la expresión sexual para ayudar a las parejas casadas a cultivar la intimidad.[ix] Gary Thomas señala que los propósitos de Dios van mucho más allá de la felicidad personal, “no es que Dios esté en contra de la felicidad, sino que el matrimonio promueve valores aún más elevados”.[x] Así como el Dios Trino es Uno, el hombre y la mujer se convierten en “una sola carne” al consumar el matrimonio. Es un vínculo único.

Dios sabía que, dado que el sexo es tan poderoso para crear intimidad, lo limita específicamente al matrimonio. La Biblia manda: “no cometerás adulterio” (Ex.20:14) y “huye de la fornicación” (1 Co.6:18). Desobedecer los mandamientos de Dios tiene un alto costo. Cuando Abraham accedió a embarazar a la sierva de Sara, no podía imaginar los problemas que surgirían; no solo durante su vida, sino que se extienden a lo largo de la historia hasta la actualidad. Las advertencias de Dios son para el beneficio del hombre y la mujer.

La sociedad actual no considera inmoral el sexo fuera del matrimonio. Incluso los jóvenes cristianos, al ser cuestionados, pueden creer que Dios dice que es pecado, pero tienden a descartarlo como un pecado que a Él no le preocupa demasiado. Quienes sí creen que es pecado, pero transgreden, enfrentan consecuencias espirituales. Su culpa les genera vergüenza y los aleja de Dios. Cuando el salmista David pecó con Betsabé, la distancia fue significativa hasta que se arrepintió.

Conclusión

Con el aumento de la convivencia en la sociedad, cosa que también es evidente en la comunidad de fe, es imperativo que la Iglesia esté preparada para abordar los peligros que conlleva. A partir del liderazgo, los principios para matrimonios saludables no solo deben enseñarse, sino también modelarse. Se pueden programar regularmente clases que brinden fundamentos bíblicos y sermones que ilustren cómo es un matrimonio y una familia que honran a Dios. Los niños deben aprender sobre el plan de Dios desde pequeños. Los programas juveniles pueden enfatizar los beneficios de obedecer las leyes de Dios sobre el sexo. Los miembros estables pueden capacitarse para ofrecer consejería prematrimonial y guiar a matrimonios con dificultades.

La Iglesia debe responder adecuadamente a quienes viven en una relación de cohabitación. Cuando acuden en busca de consejo espiritual, en lugar de ser reprendidos o excluidos, deben encontrar líderes comprensivos que se tomen el tiempo para invitarlos, conocerlos y comprender sus circunstancias. Es un momento de aprendizaje y una oportunidad para ayudarlos a comprender la perspectiva de Dios sobre el matrimonio y por qué seguir su plan es infinitamente mejor.

 


Bibliografía

[i] Mario Margulis, «Juventud, cultura, sexualidad: la dimensión cultural en la afectividad y la sexualidad de los jóvenes de Buenos Aires», apartado en La revolución sexual de los años 60 y sus efectos, (Biblos, 2003, ISBN 950-786-365-6), 38 y ss.

[ii] A. Esteve, R.J. Lesthaeghe (eds.), Cohabitation and Marriage in the Americas: Geohistorical Legacies and New Trends, DOI 10.1007/978-3-319-31442-6_2.

[iii] Scott Stanley and Galena Rhoades. “What’s the Plan? Cohabitation, Engagement, and Divorce.” Institute of Family Studies. Executive summary. 2023. https://ifstudiesorg/reports/whats-the-plan-cohabitation/2023/executive-summary.

[iv] United Nations ECLAC, Demographic and Health Surveys (DHS), World Bank, national census data (2020-2023).

[v] The Science Behind Why We Fall in Love (September 3, 2020). https://www.mountelizabeth.com.sg/health-plus/article/the-science-behind-why-we-fall-in-love.

[vi] VanOrmann, Alicia. “Cohabiting Couples in the United States are Staying Together Longer, but Fewer are Marrying” (November 5, 2020). https://www.prb.org/resources/cohabiting-couple-staying-together-longer/.

[vii] Harrison, Glynn. “A better story: reimagining the Biblical vision for sex and marriage.” 28 July 2025. https://evangelicalfocuscom/forum-of-chrstian-leaders/

[viii] Scott Stanley.

[ix] Heffernan, Carol. “God’s Design for Marriage” (February 14, 2024). Focus on the Family. https://www.focusonthefamily.com/marriage/gods-design-for-marriage/

[x] Thomas, Gary. Sacred Marriage. Grand Rapids, Michigan: Zondervan. 2014.

Cynthia Nicholson


 

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