Por José Bisso C. ¡LA VIRGENCITA! ¡SALUDE usted a la virgencita! Era éste uno de los imperativos que recibí cuando niño. Colocaba la gente delante de mí la figura de una mujer, representada ella en diversas estatuillas de variados tamaños y vestimentas, pero siempre con el mismo apelativo: “la virgencita”. Se nos enseñaba que