Por Eduardo A. Santizo ISUM, que naciste como prodigio de amor, que creces, y te agigantas en cada corazón, que fatigas, pulverizas y rompes la tradición; tienes la magia divina y el esplendor de trocar en codiciado oro, la sutil quimera. En tu carisma de discípulos amantes, aprendí a honrarte en gran manera al