Por Jesús da Cunha M.
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–COMPRÉ ESTA MOTO hace un mes. ¡Ya se paró y no marcha más— protestó airadamente Felipe.
–¿Y la garantía?– preguntó Miguel.
–Justamente la pieza que se rompió no está incluida en la garantía.
–¿Por qué compraste esa marca? La mía es más barata y mucho mejor.
–Lo que ocurre es que vi la propaganda en la tele y me embalé.
¿Cuántas veces hemos sido víctimas de una buena promoción para un mal producto? En esta sociedad el papel del promotor ha cobrado una importancia inusitada. Sucede en casi todas las áreas del vivir; podemos ilustrarlo con los deportes. Un oscuro jugador se convierte en promotor de otros deportistas. Pocos años después se vuelve el dueño de grandes atletas y gana mucho más que ellos. En algunos deportes, por ejemplo, el fútbol, alguien puede ser el mejor del mundo, pero si no tiene un buen promotor se le cerrarán todas las puertas.
Hoy en los deportes importa más tener un buen promotor que ser un buen deportista. Lo mismo ocurre con cualquier producto que sale al mercado. Lo ideal es un buen promotor para un buen producto. Ese ideal se da en el Espíritu Santo como promotor de Jesucristo.
El diccionario de la Real Academia Española define promotor así: “Que promueve una cosa, haciendo las diligencias conducentes para su logro”. “Promover,” dice la misma fuente, es “1) Iniciar o adelantar una cosa, procurando su logro; 2) levantar o elevar a una persona a una dignidad o empleo superior al que tenía ; 3) tomar la iniciativa para la realización o el logro de algo”.
La principal tarea del Espíritu Santo en esta etapa de la historia es presentar a Jesucristo como el Salvador de la humanidad. El éxito de una promoción depende de varios factores:
- la idoneidad de la persona a promover
- los antecedentes del promotor
- la competencia
- las condiciones del mercado
- las leyes internacionales, nacionales y locales
- la ética del promotor
- los colaboradores del promotor
- el territorio asignado el promotor.
La persona a promover es lo más positivo y alentador de la tarea. Recordemos que Jesucristo debe ser promocionado como el Salvador de la humanidad. Es el único que cumplió con todos los requisitos personales. Sólo él superó todos los controles de calidad. Fue el único capaz de pagar el precio requerido para convertirse en el legítimo Salvador del mundo. El sueño más acariciado de un promotor es el de tener la exclusividad de un producto bueno y reconocido. El Espíritu Santo ostenta este privilegio por doble factura. Representa a quien tiene la exclusividad para salvar al ser humano. Por otro lado, es el único promotor del único Salvador. Por lo que se refiere a la persona a promover el éxito, está totalmente garantizado.
La efectividad en la tarea de promover a una persona depende en gran manera de unos cuantos asuntos:
- ¿Cuánto conoce el promotor al candidato a promover?
- ¿Cuánto cree el promotor en las facultades del promovido?
- ¿Qué afinidad existe entre ambos?
- ¿Comulga el promotor con las metas de su candidato?
Un promotor profesional puede promover a un personaje que ni conoce ni cree en él. Sin embargo, la energía a invertir y los riesgos se multiplican si así es. En cambio, el Espíritu Santo como promotor de Jesucristo tiene todo resuelto. Conviven en una unidad absoluta por toda una eternidad. “Nos conocemos de toda una vida”, puede decir una persona con respecto a otra. Pero en este caso el Promotor y el Promovido se conocen de toda una eternidad.
El Espíritu Santo sabe muy por encima de todo ser humano que Jesucristo no sólo es capaz sino que es el único autorizado Salvador del mundo. En cuanto a las metas, no sólo son las metas de la persona promovida, sino también las del promotor. Ambos las formularon. Para Jesucristo el Espíritu Santo es el promotor ideal. Se conocen de toda una eternidad y los objetivos a lograr le son intrínsicos a los dos. La afinidad entre ellos es absoluta.
Este promotor porta credenciales excepcionales. Es la tercera persona de la Trinidad. Por tanto entre sus atributos conviene destacar que puede estar en todos los sitios del universo en un mismo espacio de tiempo. A la hora cero de cualquier país del globo, puede estar en Japón, Brasilia, Moscú, Asunción, como en cualquier otro rincón del planeta.
Todo lo sabe. Conoce lo que ocurrió en el pasado, lo que ocurre en el presente y lo que ocurrirá en el futuro. Sabe por qué sucedieron los hechos y sabe por qué no sucedieron otros. Muchas veces durante la historia fue protagonista en la concreción de algunos eventos y en la anulación de otros.
Todo lo puede. No existe nada que no pueda hacer. Todo es posible para él. Los únicos límites que tiene son los que él mismo se impone.
Al divino Promotor se le asignó un territorio. A todo ser humano el Espíritu Santo necesita presentar a Jesucristo como Salvador. Donde quiere que habite un humano, ése es su territorio. Ya sea que en un lugar viva una persona, vivan decenas, centenas o millones, allí Jesucristo debe ser promocionado. Si llegan a concretarse las aspiraciones de construir asentamientos humanos en el espacio, allí también Jesucristo deberá ser anunciado.
Otro factor que tiene que tener en mente el promotor es la competencia con la cual va a tener que luchar. Si alguien consigue convertirse en promotor de la Pepsi Cola, tendrá como competido a la Coca Cola. En el caso de la tarea de promocionar a Jesucristo, el Espíritu Santo enfrenta a una infernal competencia. Tiene a toda una organización espiritual empeñada en promover a Satanás, el rival. Los promotores de éste, a diferencia del divino Promotor no tienen ética aceptable ni se sujetan a ningún tipo de regla. Su objetivo es denigrar la persona de Jesucristo y elevar la del diablo. Usan todos los medios posibles; pueden ser legítimos, pero cuánto más ilegítimos, mejor. Apela a la calumnia, la mentira, el falso rumor, la noticia falsa o desvirtuada y especialmente la ignorancia de los consumidores. La competencia tiene a su servicio a los gobiernos del mundo, el comercio global, los medios masivos de comunicación, el arte y los manejos del dinero.
El mayor aliado de la competencia es la naturaleza de los consumidores. Se asemeja más a Satanás que a Jesucristo. Significa que en su estado actual, los gustos, preferencias y aspiraciones del consumidor lo inclinan naturalmente hacia la competencia. Por esto, el divino Promotor para tener éxito necesita sacar al consumidor de su actual estado y obrar el nuevo nacimiento en él, Juan 3:1-18.
Las condiciones del mercado son terriblemente adversas para el Promotor de Jesucristo. El mercado está saturado con el producto de la competencia. Debido a que el consumidor ignora que existe en plaza un producto gratuito y realmente eficaz, está conforme con lo que tiene.
La competencia ha sido muy hábil para mantenerlo en su ignorancia. A esto sumémosle el problema de las naturalezas afines que mencionamos anteriormente. Por encima de todo prima un asunto de amor. Jesucristo reveló que el consumidor ama lo que ofrece la competencia, Juan 3:19. El Espíritu Santo tiene que superar todo eso.
La ética del divino Promotor, a diferencia de la de los promotores de la competencia, está a un nivel muy alto. El divino Promotor nunca hará nada diferente y mucho menos nada en contra de Jesucristo. No llamará la atención a su propia persona.
La empresa cuenta, también, con un manual de ética y procedimientos: la Biblia. El autorizado Promotor nunca actuará de forma que contradiga lo que estipula el manual. Cualquier promoción de Jesucristo que no está avalada por este manual es falsa o desautorizada. El Espíritu Santo es el mayor agente creador de este manual. Sería ilógico que contradiga lo que él mismo creó. Además, en esta etapa de la historia el Espíritu no realiza ninguna promoción independientemente de sus colaboradores. Siempre actúa a través de uno o más de ellos.
Por sobre todo, el divino Promotor al realizar su tarea, nunca fuerza la voluntad de la persona. El candidato debe aceptar a Jesucristo en pleno uso de su libre albedrío. El Promotor le explica que la salvación en Jesucristo es gratis, pero que el ser poseedor de este privilegio le puede acarrear muchas dificultades, especialmente con la competencia. Usando todas sus facultades deberá decidir si está dispuesto a pagar el precio.
El divino Promotor tiene en cuenta las leyes. Cuando una persona decide internacionalizar su producto sabe que en diferentes naciones rigen distintas leyes que regulan el comercio. Hay diferentes leyes aduaneras, arancelarias, impositivas, laborales y de control de calidad. Uno de los objetivos de estos bloques territoriales, como el Mercosur, es precisamente tratar de unificar estas leyes. Así tenemos naciones que prohiben al Espíritu Santo a través de sus colaboradores promocionar a Jesucristo en sus territorios. Como tales naciones están desobediciendo una ley superior, la de Dios, el divino Promotor y sus aliados necesitan eludirlas. La tarea, sin embargo, se torna lenta y cobra muchas vidas de los colaboradores.
¿Cómo obtiene el Espíritu Santo su equipo de colaboradores tan esenciales en su empresa? Deben salir de entre los consumidores del mercado. El Espíritu guía a un colaborador para que presente a Jesucristo a un cliente en perspectiva. Si éste muestra una actitud favorable, el Espíritu le revela su estado de rebeldía contra Dios. Si el interpelado continúa reaccionando positivamente, el Espíritu le hace entender el significado de la muerte de Cristo para él. Si el cliente decide entregar su vida a Jesucristo, el Espíritu lo convierte en una nueva persona.
El proyecto del divino Promotor es que todo candidato que acepte su promoción se convierta automática e inmediatamente en uno de sus colaboradores. Eso, no obstante, no significa que tendrá que salir mal equipado a enfrentar a un mercado adverso y a una competencia infernal. Necesita recibir por lo menos una doble capacitación: espiritual y técnica.
La capacitación espiritual es más de naturaleza espiritual que física. Además la competencia es una organización espiritual. El mismo Espíritu Santo proporciona la capacitación. El colaborador recibirá un bautismo en el Espíritu Santo. Posteriormente será dotado de capacitaciones sobrenaturales que lo ayudarán a realizar eficazmente el papel que le toque desempeñar en la empresa de anunciar a Jesucristo. La Biblia las llama dones espirituales, 1ª Corintios 12:1-11.
La otra capacitación es técnica. El nuevo colaborador tendrá que convertirse en un gran conocedor y hábil empleador del manual de ética y procedimientos, la Biblia. Esta preparación la deberá obtener de algunos colaboradores específicamente designados por el divino Promotor.
Si el Espíritu es el promotor ideal, ¿por qué en dos mil años no completó la tarea? Se debe a su gran ética. No actúa independientemente de su colaboradores. Aquí está precisamente el motivo de tanto retardo. Hemos fallado los colaboradores. Una infinidad de razones se conjuntaron para este resultado. En dos milenios la mayoría de los cooperadores no hemos entendido del todo el mensaje y los objetivos del divino Promotor. De los pocos que más o menos entienden, un alto porcentaje no lo acepta del todo. Así la inmensa tarea queda sobre unos poquitos.
Tampoco el mensaje presentado por los promotores asociados ha sido transparente. En nuestro afán por apresurar la tarea exponemos un mensaje desequilibrado. Ponemos un énfasis exagerado sobre los privilegios de unirse a Cristo y minimizamos o camuflamos las responsabilidades. Cuando el recluta enfrenta las realidades de la nueva vida, no acepta los compromisos, y hasta se considera engañado.
La competencia también ha sido muy eficaz en distorsionar la comunicación entre el divino Promotor y sus asociados. Nos cuesta mucho discernir si las instrucciones provienen de nosotros mismos, del mercado adverso o de la competencia. Otro tanto que debemos anotar a favor de la competencia es su pericia en distraer a los colaboradores con tareas secundarias para que olviden lo esencial. También consiguió que frecuentemente los asociados del Espíritu Santo gastemos más energías y recursos luchando entre nosotros que combatiendo a la competencia. Además, en múltiples oportunidades los colaboradores nos empeñamos en realizar la tarea del Espíritu Santo empleando los métodos de la competencia. Por estos motivos la mayoría del tiempo, los colaboradores hemos sido más un estorbo que una ayuda para el Espíritu Santo. Esperemos que el Espíritu nos perdone ya que por nuestra culpa su misión se retrasa.
Este panorama puede revertirse. La tarea puede acelerarse. Jesucristo puede ser promocionado en todo el globo. Los colaboradores tenemos que tomar algunas medidas. Necesitamos ajustar nuestra sintonía en la misma frecuencia que el Espíritu Santo. También habrá que cerrar los oídos a todos los demás ruidos para recibir claramente
las directivas del divino Promotor. Es imprescindible que nos dediquemos más a estudiar y a obedecer el manual de ética y procedimientos. De esta manera la promoción del Espíritu Santo y la nuestra marcharán en una sola dirección.
El Espíritu Santo completará su misión. Así está claramente revelado en la Biblia. No pide ni desea gloria ni aplausos por su labor. Busca más bien gloria para su Promocionado. Jesús mismo dijo: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”, Juan 16:14. El Promotor cumplirá su tarea con nosotros como colaboradores o con otros. La terminará a través de los colaboradores o a pesar de ellos. Dios quiera que sea a través de nosotros.
Pastor del Centro Cristiano de Artigas, Uruguay, Jesús da Cunha Machado con frecuencia hace aportes a CONOZCA. Su esposa es Rosa Urriola y el matrimonio tiene tres hijos.