Por David Gómez R.
Hablar de la Inquisición es tratar de uno de los temas más vergonzosos que la historia haya registrado. Es un tema tabú para muchos y censurado para otros, principalmente donde la influencia católica es fuerte. Pero quiérase o no, la vida del Santo Oficio está sólidamente establecida en los anales de la historia. La inquisición sentó sus reales en tierras iberoamericanas donde encontró todo el apoyo de los reyes españoles. Hagamos un breve peregrinaje por las páginas de la historia para ver los orígenes del llamado Santo Oficio.
ORIGENES DEL TRIBUNAL
“Esta es una de las iglesias más valiosas de todo el continente”, señaló el guía de turistas al mostrar los lujos y ornamentos de la iglesia de Santo Domingo en Oaxaca, México. Lo que no señaló era que precisamente Domingo de Guzmán fue el que ideó establecer una orden de predicadores contra los herejes. Comunicó su idea al Papa Inocencio m, el cual juzgó buena la idea.
Domingo obtuvo en 1216 la aprobación de la nueva orden de predicadores y en 1218 consiguió para sus frailes las facultades de inquisidores delegados. Y en el 1224 los dominicos ejercían el oficio de inquisidores. El Papa Gregorio IX dio estabilidad y fundamentó al Tribunal. También comisionó los frailes menores de la orden de San Francisco. Nombró a los dominicos “inquisidores de la fe”.
La razón de que Domingo promoviera esta nueva orden con sus poderes se basaba en el crecimiento de los albigenses en el sur de Francia y de los valdenses en Italia. Al principio se trató de ganarlos con persuasión. Para tal propósito se abrieron casas de estudio. Pero cuando se consideró infructuoso tal recurso, se empleó la fuerza. “Entonces sucedieron ho- ENMEXlCO rribles escenas de sangre y los albigenses fueron masacrados por orden del Papa y de Santo Domingo; y los inquisidores fueron apodados ‘domini canes’ (perros del Señor)”. 1
Después de establecerse en Italia y en otros lugares, la Inquisición llegó a España. El primer Inquisidor General fue Fray Tomás de Torquemada, quien elaboró instrucciones para el buen desempeño del Santo Oficio. Hubo muchos inquisidores en España. Algunos fueron bondadosos (en lo que cabe), otros excesivamente rigurosos y crueles. Por esta vía la Inquisición arribó al nuevo continente.
EL TRIBUNAL EN MEXICO
Se puede dividir en tres partes la vida de la Inquisición en México. La primera comprende los años de 1520 a 1570; la segunda va de 1571 a 1601, y la última incluye los siglos XVII Y XVIII.
Primera etapa
Los primeros comisarios de la Inquisición llegaron a México por el 1520. En 1524 el fraile franciscano Martín de Valencia recibió el nombramiento de Comisario de la Inquisición en México. “Parece que aunque suavemente, Fray Martín usó el oficio de comisario en Méxíco.”2 Después de él fungió el dominico Tomás Ortiz y seguidamente Domingo de Betanzos. En 1535 fue nombrado inquisidor apostólico Fray Juan de Zumárraga. Por la barbaridad de mandar quemar vivo a un indio principal de Texcoco, le fue retirado el nombramiento de apostólico, quedando sólo como ordinario. Después estuvo el Lic. Tello de Sandoval, que poco caso hizo del cargo. Alfonso de Montufar sucedió a Zumárraga a los seis años de muerto éste. Se dedicó principalmente a evitar que las ideas protestantes invadieran su sede, y a cuidar de la moral clerical.
Tal vez a fines del siglo XIX aún no se habían estudiado a fondo los documentos de la Inquisición que existen en el Archivo General de la Nación (en México), y así V. Riva Palacio opina: “De todos estos delegados de la Inquisición no se sabe que hubieran procesado, penitendado, ni excomulgado a ningún español ni indio por hereje o idólatra.’3 Sin embargo, se sabe que hubo un Auto de Fe en 1528, donde fueron quemados dos por judaizantes y otros dos fueron reconciliados. Greenleaf reconoce que Zumárraga enjuició a cinco individuos por protestantes, y Tello de Sandoval dos.4 Justo L. González dice que entre 1536 y 1543, bajo la dirección de Zumárraga, hubo 131 procesos, la mayoría españoles, y 13 indios.5
Segunda etapa
El 4 de noviembre de 1571 está marcado en la historia como el día en que se estableció el Tribunal de la Inquisición en México. El doctor Pedro Moya de Contreras, quien antes había sido inquisidor en Murcia, España, fue nombrado Inquisidor General.
La ceremonia de inauguración fue con muchos lujos y pompa. La gente se arremolinó en el centro de la ciudad para no perderse detalle.
Normalmente al establecerse un tribunal en alguna ciudad, se dictaba un período de gracia de treinta días en los que quienes se supieran culpables de delitos de herejía, apostasía o blasfemia, vinieran a confesar sus errores y manifestar su deseo de enmienda. El Tribunal dictaba una penitencia saludable y les eran respetadas sus propiedades. “Moya sólo concedió seis días.”6
Autos de Fe.
El Santo Oficio efectuó muchos Autos de Fe. Aún antes de establecerse el Tribunal en 1571, se habían realizado ya varios y quemado algunos por herejes. Entre 1574 y 15% hubo siete Autos de Fe importantes. Desde 1596 hasta 1820 se celebraron cerca de diez. El del 5 de marzo de 1601 se llamó el Auto Grande, por conmemorar los primeros 80 años de funciones del Tribunal en México.7
Quemados por la Inquisici6n.
Es muy difícil dar una cifra correcta de los quemados por la hoguera ínquísitoría, “Luis González Obregón calcula que se pronunciaron 51 sentencias de muerte en los 235 ó 242 años que funcionó en el país el Tribunal del Santo Oficio.8
Greenleaf, una autoridad en esta materia, dice por un lado que entre marzo de 1598 y marzo de 1601 a más de 15 hombres los enjuició la Inquisición novohispana por protestantes.9 Pero luego dice que solamente en el Auto de Fe de marzo de 1601, 32 de los condenados eran .calvinistas y luteranos, y a cuatro de ellos los quemaron en la hoguera.”10 Se puede afirmar que en este Auto de Fe se extinguió cualquier vestigio que pudiera haber en México.
Otros calculan en miles las víctimas del Tribunal, mientras que algunos llegan a decir que el Tribunal no quemó a nadie, aduciendo que fue el brazo secular el que les dio muerte.
Protestantes enjuiciados.
Hubo sin duda creyentes verdaderos que fueron sentenciados a muerte por la Inquisición. Se conocen los nombres de Simón Santiago, David Alexander, M. Phílíp, Pedro de Flandes y otros, todos extranjeros que llegaron a México buscando fortuna, y lo que hallaron fueron las llamas del Tribunal.
Gonzalo Báez Camargo apunta que fueron siete los condenados a muerte en el siglo XVI, y cuatro en el XVII, en los dominios de Nueva España.”11
En los archivos de la Inquisición aparecen muchas denuncias por “herehía”. Pero al parecer el término tenía un significado muy amplio. También hay varios más acusados de “luteranos”, pero en este caso el sustantivo fue adquiriendo otras connotaciones, al grado de tener matices políticos. Desconcierta, además, la acumulación de delitos tan dispares como: “deísta”, “ateo”, “luterano”, “calvinista”, “pelagiano”; todo a un solo sentenciado. Es imposible que una persona sea todo eso a la vez. Así que es difícil determinar si tal o cual luterano o calvinista en verdad lo era o no.
Tercera etapa
Durante los siglos XVII Y XVIII se le dio poca importancia al protestantismo. Así que fueron aislados los casos que trató la Inquisición. Había otros asuntos que demandaban la atención y’ realmente la influencia protestante en el pensamiento de la colonia era poca. La mayoría de los extranjeros ‘en México que profesaban alguna forma de protestantismo adolecían de preparación eclesiástica como para iniciar un movimiento formal.
FIN DE LA INQUISICION
El Tribunal del Santo Oficio cesó sus funciones el día 31 de mayo de 1820, por acuerdo de sus propios ministros, quienes al ver las decisiones que las cortes de Cádiz estaban dictando, y temiendo la reacción del pueblo mexicano, disolvieron el Tribunal y desaparecieron.
PROCEDIMIENTOS Y JUICIOS DEL TRIBUNAL
Bastaba una denuncia de herejía o blasfemia, para que se pusiera en marcha toda la máquina inquisitoria y cayera sobre el denunciado toda su fuerza y brutalidad. Los habitantes de Nueva España vivían con el constante temor de que en cualquier momento podían ser objeto de sospecha del Santo Oficio.
Normalmente después de recibida la denuncia, se investigaba la vida de la persona. Se estudiaban sus antecedentes de familia. En especial se trataba de establecer si tal 9 persona era hija de viejos cristianos, o de judíos o moros convertidos. Después el fiscal buscaba acumular cargos contra el denunciado para exigir el castigo más severo. Todo esto sin que el acusado lo supiera.
Llegado el momento, el inquisidor dictaba la orden de arresto; el acusado quedaba desde ese momento incomunicado y sus bienes y propiedades le eran confiscados. Se le comunicaban los cargos y se le preguntaba si los aceptaba. Si alegaba inocencia, se iniciaba entonces una larga cadena de interrogatorios, acompañados de horribles torturas, que podían extenderse por años. El acusado podía contratar un abogado defensor, pero la defensa era difícil, pues la inquisición nunca mencionaba el nombre de los denunciantes ni de los testigos de cargo. Quedaban protegidos así los delatores de futuras .venganzas de los familiares del reo. Era difícil también contratar la defensa, pues el reo no podía disponer fácilmente de sus bienes. Con todo, hubo algunos que lograron salir airosos de los juicios del Tribunal.
Los que lograban salir libres tenían prohibido hablar de lo que les había acontecido en las prisiones y en las salas de castigo. Además caía sobre la familia del acusado una estigma terrible; no podían ocupar cargos eclesiásticos ni civiles, no podían montar a caballo, ni vestir telas lujosas, ni usar joyas. Por generaciones eran vistos con sospecha por el Tribunal y los familiares de la Inquisición.
JUICIOS
“Se lo llevaron a la calesita verde”, se decía para indicar que alguien había sido arrestado y estaba en la cárcel del llamado Santo Oficio. El edificio donde operaba el tribunal era también llamado “la casa de la esquina chata” .12 Las celdas medían por lo general 16 pasos de largo por diez de ancho. Tenían dos puertas gruesas y una pequeña apertura por donde entraba un poco de luz y aire.
En este lugar se dictaba la sentencia y salía la procesión hacia la plaza de San Hip6lito (en una de las esquinas de lo que hoyes la Alameda Central), donde se encontraba el quemadero del ayuntamiento.
La sentencia más grave era ser entregado al brazo secular, que significaba morir en la hoguera o agarrotado. Cuando el sentenciado había huido o fallecido, el castigo se hacía en efigie. ”Las penas impuestas que no se castigaban con la muerte eran generalmente el auto, vela, soga,· mordaza y abjuración. Y a veces el destierro. Eran de rigor de cien a doscientos azotes.” 13
Un caso famoso de destierro fue el de Fray Servando Teresa de Mier, quien fue enjuiciado por predicar su “sermón guadalupano”.14 A su regreso de Europa fue nuevamente encarcelado por el Santo Oficio.
El sambenito era un hábito penitencial de color amarillo con dos aspas coloradas de San Andrés. Remataba el atuendo un gorro de color azafrán. Se debía llevar por meses y hasta por años. La sentencia a trabajar en galeras era casi una sentencia de muerte, pues pocos vivían más de cuatro o cinco años en ese trabajo.
De la Inquisición en México quedan los archivos que están en el Archivo General de la Nación (México), testigos fieles de las funciones del Tribunal. Se registran las acusaciones, cargos, sentencias, torturas y gritos de las víctimas. Muchos han querido arrancar o harrar esta página negra de la historia. Otros simplemente se la han saltado pretendiendo ignorarla. Pero lo cierto es que queda allí para todos ver.
Queda también la vergüenza para una iglesia que se arroga la pretensión de ser la fiel depositaria de la verdad. Dicha entidad quisiera que todos olvidáramos, que todos ignoráramos las salvajes atrocidades que sus ministros perpetraron.
¿Qué era la Inquisición? No podía ser el reflejo de un pueblo, pues a este pueblo se le impuso desde afuera. Este pueblo vivía con el constante temor de que los tentáculos inquisitoriales cayeran sobre él.
Tampoco podía ser el signo de obediencia al Señor Jesucristo, ni a la Palabra de Dios. Pues no encontramos en ella ningún mandamiento, ningún indicio, ninguna insinuación siquiera, que indujera a la formación de semejante institución. En ella encontramos que la venganza le pertenece a Dios, Deuteronomio 32:35; Romanos 12:19; Hebreos 10:30, que El es quien juzga, Romanos 14:4. Si bien debemos estar preparados para dar razón de la esperanza que hay en nosotros, 1 Pedro 3:15, esa razón no incluye el uso de la fuerza física, ni de instrumentos de tortura, ni el empleo de verdugos. “Las armas de nuestra malicia no son carnales; sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas” 2 Corintios 10:4.
El Tribunal de la Inquisición fue un lamentable accidente de la historia, hija de una iglesia represiva, oscurantista, que en México duró casi tres siglos.
Cuando la Inquisición realizaba los llamados Autos de Fe, ¿a qué fe se refería? No era ciertamente la fe de la Biblia, pues ella prohíbe el uso de la violencia para promover la fe. La única espada que el creyente ha de emplear es la del Espíritu, Efesios 6:17. Era la fe de una iglesia totalitaria y absolutista, que no podía tolerar que nadie estuviera en desacuerdo con ella.
Al argumento de que la Inquisición no quemó a nadie, diremos: ¿acaso no sabían los oficiales del Tribunal el fin que esperaba a aquellos que eran entregados? Y es por demás significativo que el mismo día que los inquisidores entregaban al brazo secular a alguien, las autoridades le formaban juicio y lo mandaban a la hoguera. Cuando mejor le iba al sentenciado antes de quemarlo, le daban garrote; es decir, lo mataban a garrotazos. El juicio se celebraba en una Tribuna al aire li1;re a unos pocos pasos del quemadero que ya empezaba a arder antes de que se dictara la sentencia. ¿Es que todo esto lo ignoraba el Santo Oficio? ¿No es cierto que estaba en los Autos de Fe un escribano de la Inquisición que registraba con lujo de detalles los gritos y estertores agónicos del condenado?
Como evangélicos procuremos no adoptar actitudes intolerantes semejantes al Tribunal. Defendamos a pie firme la libertad para otros y para nosotros. Ojalá nunca se repitiera algo semejante al Santo Oficio. Pero ¡ay! El hombre es tan proclive a reincidir.
NOTAS
1 Samuel Vila. Enciclopedia ilustrada de la historia de la Iglesia. Editorial CLIE, 1979, p. 384.
2 Vicente Riva Palacio. México a través de los siglos. México: Editorial Cumbres, 1984, p. 410.
3 Riva Palacio, p. 410.
4 Richard E. Greenleaf. La Inquisición en Nueva España Siglo XVI. México: Fondo de Cultura Eco- ./ nómica, 1981, p. 92.
5 J.L. González. La era de los conquistadores. San José: Editorial Caribe, 1980, p. 97.
6 Riva Palacio, p. 404.
7 Greenleaf, p. 174.
8 Enciclopedia de México, p. 233.
9 Greenleaf, p. 203.
10 Greenleaf, p. 221.
11 Citado por [ean Pierre Bastian en Breve historia del protestantismo en América Latina. Casa Unida de Publicaciones, 1986, p. 85.
12 En este edificio funcionó el Seminario Presbiteriano, 1882-1897, y trabajó allí tres años H. B. Pratt en su traducción de la Biblia.
13 Enciclopedia de México, p. 234.
14 Manuel Gutiérrez M. Historia de la Reforma en España. Barcelona: Producciones Editoriales del Nordeste, 1975, p. 85.
BIBLIOGRAFIA BREVE
Bastian, Jean Pierre. Breve historia del protestantismo en América Latina. México: Casa Unida de Publicaciones, 1975.
Greenleaf, Richard E. La Inquisición en Nueva España Siglo XVI. México: Fondo de Cultura Económica, 1981.
Gutiérrez Marín, Manuel. Historia de la Reforma en España. Barcelona: Producciones Editoriales del Nordeste, 1975.
Riva Palacio, Vicente. México a través de los siglos. México: Editorial Cumbres, 1984.