Por Maximiliano Gallardo Pino
UN MARCADO INTERÉS en lo sexual se aprecia en los días que nos toca vivir. El erotismo a juicio de muchos es el factor que “vende”. Así es que se puede apreciar el abuso de símbolos o imágenes sensuales, de insinuaciones eróticas. No importa el producto que se intente promocionar en los avisos comerciales. De alguna manera debe aparecer el desnudo parcial o actitudes sutiles apuntando a lo mismo.
Por otro lado las autoridades en nuestros países latinoamericanos dan alarmantes estadísticas sobre el número de abortos provocados, el frecuente embarazo de adolescentes y el aumento de enfermos de SIDA. La contradicción de esta situación se muestra por la debilidad de las mismas autoridades en no detener la ola de pornografía y erotismo desenfrenado que se refleja en las revistas que “tapizan” los kioscos de las ciudades. A la par ingresan videos de la misma línea, muchas veces al alcance de niños y adolescentes.
Aunque nuestra sociedad quiere presentar la imagen de liberación de los antiguos esquemas éticos, sigue ignorando la realidad en el área sexual. Se trata del producto de su enfoque humanista y naturalista hacia la vida sexual. El pueblo pasa por alto una verdad bíblica “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”, Salmo 127:1.
Es muy posible como creyentes ser capturados por esta corriente. No sólo nos habituamos a tal maraña de imágenes, sino nos volvemos más permisivos en nuestras costumbres. ¿Evitamos el quedarnos mirando las portadas de revistas eróticas o pornográficas cuando vamos a comprar el periódico? ¿Somos capaces de apagar el televisor cuando aparecen escenas de tales imágenes y no ser afectados? ¿Qué del fácil acceso a la pornografía a través de la red Internet cuando nadie nos ve? Una de las características de la pornografía es que produce una adicción semejante a la drogadicción. Es difícil apartarse de ella cuando ya se ha cedido terreno.
En este número de CONOZCA se quiere alertar a la comunidad cristiana para no pensar ingenuamente que estamos a salvo del flagelo de la pornografía, tan antigua como la humanidad misma. Necesitamos tomar conciencia que somos responsables por cuidar nuestra mente y consagrarla a Dios. Hay que tener presente con seriedad la advertencia del apóstol Pablo:
No vivan más con los pensamientos frívolos como los paganos (…) Han perdido
toda vergüenza, se han entregado a la inmoralidad, y no se sacian de cometer
toda clase de actos indecentes, Efesios 4:17,19 (NVI)