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El espiritismo y la Iglesia

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2024.3

Por Doris Ady Mijangos Cuj

A pesar de sonar inverosímil, la práctica del espiritismo entre los creyentes es un hecho verdadero. En medio de un mundo fascinado por lo desconocido y sobrenatural, se encuentra situada la iglesia de Cristo, la cual a pesar de percibir el mundo espiritual a través del Espíritu se enfrenta al constante conflicto de la práctica espiritista atraído por la carne. Por esta razón, “la Biblia invita a consultar su Palabra como una dirección segura, cuyo conocimiento no se puede comparar con nuestra experiencia de ningún fenómeno”.[i]

El espiritismo en Yucatán, México, por ejemplo, es considerado como una expresión cultural y religiosa heredada de los ancestros mayas. En esta cultura, el animismo y el ocultismo formaban en gran manera su religión, a través de invocaciones, uso de chamanes, posesiones e incluso sacrificios humanos. Posteriormente, estas prácticas fueron infiltrándose paulatinamente en el catolicismo, religión impuesta a los indígenas mayas por los conquistadores españoles que arribaron a la península, lo que provocó una religión de prácticas eclécticas.

En las últimas décadas el espiritismo en Latinoamérica ha crecido muchísimo, principalmente entre católicos nominales.[ii]No obstante, aun los creyentes de las iglesias pentecostales también han sido atraídos a experimentar fenómenos sobrenaturales a través de prácticas espiritistas. Lamentablemente, muchos de ellos han sido alentados por las prácticas culturales de países extranjeros como el Halloween o el comentario de cantantes que se han identificado como cristianos que afirman que participar en estos eventos no son peligroso ni mucho menos constituye un pecado.

Una de las preocupaciones para obtener solución al problema de la práctica espiritista  entre los creyentes se debe a que dentro de muchas congregaciones hay personas maya-hablantes y con  visible arraigo a la cultura maya, incluyendo la participación en eventos como ofrecimiento de  ofrendas en los cuatro puntos cardinales de sus parcelas a los “dueños de la tierra”, para asegurar  el cuidado de su propiedad así como una buena cosecha; otros, mediante el uso de talismanes  personales o en sus casas, tales como colocar moños rojos a las plantas de sábila (áloe vera), para  evitar la mala suerte y, en extremo, aquellos que consultan “curanderos” para deshacerse de  ciertas cargas físicas o espirituales.

También es muy marcada la participación de manera indirecta en el hanal pixan, en la que  el principal objetivo de esta fiesta es presentar ofrendas y alimentos a los muertos; en especial  hay una torta de masa llama “mucbilpollo”, el cual es el manjar que se ofrece a los difuntos, y es  muy común que en estos días se cocine en las casas de las familias yucatecas, incluyendo algunas  cristianas so pretexto de ser una delicia culinaria muy apreciada en Yucatán y por ende  relacionada con la cultura.

Si bien es cierto que estas personas tienen nociones que la Biblia prohíbe practicar el espiritismo, posiblemente no conocen de manera clara y concreta los pasajes, así como el alcance de cada uno de estos, los cuales condenan el ocultismo, practicarla se constituyen en transgresión a la santidad de Dios. Las conductas espiritistas por algunos creyentes demuestran la necesidad de sentar las bases bíblicas, el significado y alcance puntual de las sagradas Escrituras en relación con este tema.

Las Escrituras afirman que el espiritismo:

Es un engaño del corazón (Jr.14:14; Ez.13:6,7)

Es condenado directamente por Dios por transgredir Su santidad (Lv.20:26, 27, 21:6; Dt.18:10);

Es imposible comunicarse con los muertos (Ec.9:5);

Su fuente son los espíritus malignos o demonios (2 Cr.11:15; Mt.8:16, 31; Mr.1:39, 3:15; 1 Ti.4:1);

Su práctica inspira la idolatría a demonios (Lv.17:7; Dt.32:17; 1 Co.10:20; Ap.9:20);

Es el resultado de las obras de la carne (Gá.5:20-21).

Dos pasajes de las Escrituras que arrojan luz sobre la postura bíblica del espiritismo

El presente escrito se enfoca en el análisis, documentación e interpretación de dos pasajes bíblicos: Levítico 20:1-7 del Antiguo Testamento y 1 Corintios 10:14-22 del Nuevo Testamento.

Principios teológicos contenidos en los pasajes analizados

Levítico 20 nos hace reflexionar que, desde que fue dictada la ley moral por Jehová en el Sinaí, tuvo el propósito de asentar claramente quién es Él y afirmar su naturaleza santa. Se hace evidente que para acercarse a la presencia de Dios se requería que el pueblo fuera santo. Esta condición se convierte en un exhorto repetitivo al ser dictada desde el propiciatorio la ley ceremonial de Levítico.

Ahora no sólo debía tenerse como premisa sino como una praxis. Es por la inherente santidad de Dios, que se prohíbe de manera expresa: la nigromancia (adivinación o consulta a los muertos) y la consulta a médiums (personas dedicadas a la invocación a los espíritus o demonios). Tanto el pueblo como el sacerdocio de Israel sólo debían consultar a Dios a través de los procedimientos que él mismo había establecido.

La primera carta a los Corintios presenta una severa exhortación en contra de la práctica del espiritismo. La obra del paganismo estaba presente a través de prácticas que involucran la invocación u ofrendas a muertos, es una obra de demonios y, por lo tanto, compartir el culto pagano es tener comunión con los demonios que acechan detrás de las ceremonias.

El paganismo es una obra de demonios y, por lo tanto, compartir el culto pagano es tener  comunión con los demonios que acechan detrás de las ceremonias. Difícilmente se puede imaginar una razón más motivadora para evitar participar de ceremonias y mucho menos de las comidas paganas. Es claro entonces que “No pueden beber de la copa del Señor y también de la copa de los demonios” (1 Co.10:21).

Implicaciones eclesiológicas prácticas del contenido de estos dos pasajes

A primera vista, Levítico 20 parece una repetición de Levítico 18. La lista de pecados que abarca es prácticamente idéntica y la misma actitud aparentemente condenatoria es evidente en ambos capítulos. Pero mientras que en el capítulo 18 la ley se expone de forma apodíctica (una forma del imperativo que simplemente afirma, sin más calificación, que ciertas acciones están mal), en el capítulo 20 la ley se expone de forma casuística: “si… entonces”, que enuncia las consecuencias de la ofensa. El capítulo 20 introduce el nuevo elemento de castigo a la discusión y funciona a modo de código penal para Israel.

Levítico 20:1-7, nos hace reflexionar que el intento de consultar a espíritus está mal porque deja completamente de lado la revelación, es decir, la Biblia misma. Quienes practican la adivinación o evocación de muerte, se considera adulterio espiritual tanto como la idolatría, dando al diablo aquel honor que solo se debe a Dios; y el Dios celoso dará carta de divorcio a los que se prostituyen apartándose de él, y los cortará, al haberse cortado primero ellos mismos de él.[iii]

Los principios espirituales encontrados en Levítico acerca de la santidad de Dios siguen  vigentes para el creyente. Las leyes establecidas por Dios son muy claras, Él no toleró ni tolerará jamás que se le robe la honra que le pertenece. Tanto en la ley moral como en la ley ceremonial  sentó de manera plena su santidad. Por esta razón de peso, está prohibido hacerse otros dioses  (Lv.19:4) o adorarlos (Lv.20:2–5).

De la simple lectura de Levítico 20:1-6, 27 se puede concluir que, el uso de médiums.  adivinos o de otros intermediarios espirituales para comunicarse con los muertos está prohibida  de manera categórica en las Escrituras. El llevar a cabo dichas prácticas, revelan el profundo  deseo del corazón en desobedecer las instrucciones de Dios y transgredir su santidad. De las experiencias del pueblo de Israel, se debe recordar que revelarse contra Dios, trae consecuencias desastrosas.

La primera carta a los Corintios capítulo 10:14-22, hace una fuerte amonestación en lo referente a comer de lo sacrificado a los ídolos o mesa de los demonios en contra posición a participar de la mesa del Señor. Cuando los cristianos participan en la Cena del Señor por fe, participan de las cosas reales que simbolizan la Cena, el cuerpo quebrantado y la sangre derramada de Cristo.

Un uso correcto de la Cena del Señor lleva al creyente a participar de los beneficios de la muerte de Cristo una vez más. Los creyentes comulgan con Cristo en la Cena del Señor entonces, no hay necesidad de participar en otros ritos o ceremonias. El cristiano no debe participar de ningún evento privado, público o social abiertamente dedicado a una deidad pagana.

Pablo habla de cuatro actividades externas: bendecir la copa, partir el pan, comer de los sacrificios judíos y comer de lo sacrificado a los ídolos. Y a continuación demuestra, en cada caso, que dichas actividades externas expresan e implican  comunión con un principio mucho más profundo: comunión con la sangre de Cristo (v.16), con  el cuerpo de Cristo (v.16), con el altar de Israel (v.18), con la mesa del Señor (v.21) y con la  mesa de los demonios (v.21), respectivamente.

El apóstol demuestra que cualquier asociación con las ceremonias idólatras de los paganos  implica comunión con los demonios, conclusión que, sin dudas, habrá sorprendido a los corintios. Aunque los creyentes pudieran inferir que los ídolos no son nada, los incrédulos sí creen en los ídolos, por lo tanto lo que ellos estaban haciendo era idolatría. Si los corintios estaban  involucrados externamente con tales prácticas idólatras, en consecuencia ellos eran culpables de  tener una comunión interna con un principio relacionado con la idolatría: adorar a los demonios.

Las dos comuniones (con el Señor y los demonios) no son compatibles. “No podéis beber  la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la  mesa de los demonios” (1 Co.10:21), ya que la asociación externa es prohibida a causa de que la misma  implica una comunión interna (koinonia) con dos principios opuestos.

Los desafíos espirituales y culturales que enfrenta la iglesia en la actualidad demandan una búsqueda constante y firme en la Palabra de Dios, faro de verdad y refugio seguro para quienes buscan discernir la voluntad de Dios en un mundo lleno de confusión espiritual. Este es un llamado tanto para los líderes de la iglesia como para cada creyente a profundizar en las enseñanzas bíblicas, renovar su compromiso con la santidad y rechazar cualquier forma de sincretismo espiritual o religioso. El reto es claro: vivir una fe pura, no contaminada por influencias externas, y buscar siempre la guía del Espíritu Santo.

 


Bibliografía

[i] José de Segovia, Ocultismo: ¿Fraude o Parapsicología? (Barcelona: Publicaciones Andamio, 2005), 31- 32.

[ii] Pablo A. Deiros, Historia del Cristianismo: El cristianismo denominacional (1750 al Presente), Formación Ministerial (Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro, 2012), 282.

[iii] Matthew Henry, Levítico, ed. Demetrio Cánovas Moreno, trans. Mercedes Alonso Gajón y Emilio Díaz Ojeda, Primera edición., Comentario expositivo y práctico de toda la Biblia (Ciudad Real, España: Editorial Peregrino, 2020), 238.

Doris Ady Mijangos Cuj


 

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