Por Carmen Cordero
¡Oh Señor! Tú lo sabes … nada quiero
con más ardiente amor que un hijo.
Nada la suma de placer que en Él espero
Será por otros bienes superada.
¡Cuántas mujeres de vivir estulto
a ti se allegarán con otro ruego!
Yo te muestro tan solo el suelo inculto
que a la eclosión de tu milagro entrego.
Aquí yo he de esperar, bajo tus pies,
a que obligues mi tierra a dar su mies
Y tú me atenderás porque adivinas
En mí la madre necesitaría al mundo
que infiltrará en el hijo tus doctrinas,
la santa esencia de tu amor fecundo