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La Iglesia como luz del mundo

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2024.3

Por Silverio Manuel Bello Valenzuela

 

La metáfora de la iglesia como luz del mundo, empleada por el divino maestro encarna el ser y la naturaleza de ésta como institución divina; encarna también la influencia espiritual y social que ella y sus miembros deben ejercer en el mundo. Nuestra base escritural en referencia con el tema a desarrollar  se encuentra en Mateo 5:14-16.

I.   La iglesia y sus miembros como luz del mundo

Vosotros sois la luz del mundo” (Mt.5:14). En la creación del universo la luz tiene un valor sin igual, según la Biblia no hay nada más bello, más hermoso ni más útil que la luz. Cuando Dios creó el universo lo primero que dijo fue: “Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena …” (Gn.1:3-4). Aquella luz no se limitó al globo terráqueo solamente, sino que iluminó también a todo el firmamento. Fue tan efectiva, que a través de ella “separó Dios la luz de las tinieblas, y llamó a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día” (Gn.1:5). Muchos científicos, eruditos y exégetas bíblicos llaman a esta luz “luz cósmica”. Aquella fue una luz diferente a las grandes lumbreras que aparecieron, cuando Dios dijo: “Haya lumbrera en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para los años” (Gn.1:14). En ese mandato estaban incluidos el sol, la luna y las estrellas, incluyendo además las galaxias en el firmamento.

Por lo tanto, al ser la luz el fenómeno de la naturaleza más hermoso, elegante, significativo, útil e imprescindible para todos los seres vivos del planeta; Jesús la usó como metáfora, para dar a conocer la altura, la anchura y la profundidad de la sobrenaturalidad de su ser y de su persona divina. Fue así que él mismo se identificó de tal manera: “Yo soy la luz del mundo…” (Jn.8:12).

Desde el punto de vista del significado denotativo, la luz tiene una importancia sin igual para los seres vivientes sobre la tierra. Ella define la claridad del día; es ella la que nos facilita ver y contemplar el sol en el cielo azul, la luz tenue y plateada de la luna y el centellear de las estrellas por las noches. Por la luz, aún en medio de la densa obscuridad de una noche podemos ver, contemplar y apreciar los distintos colores de las plantas y de las flores. La luz nos permite observar la belleza de la naturaleza que Dios creó.

En su metafórico significado connotativo espiritual, fue la luz de Cristo que vino a ser la “lámpara a nuestros pies y la lumbrera en nuestro camino” (Sal.119:105), para que, en medio de la obscuridad pudiéramos ver la luz de Dios que nos permitió encontrar el sendero que nos condujo hacia Cristo.

En referencia a la hermosura y la naturaleza de la luz, W. W. Rand, escribe:

Ningún otro objeto (como la luz) ejemplifica mejor lo que es puro, glorioso, espiritual, alegre y benéfico. De ahí viene la belleza y la fuerza de las expresiones: “Dios es luz” (1 Jn.1:5), y “el Padre de las luces” (Sant.1;17). Cristo es “sol de justicia” (Mal.4:2).[i]

Vosotros sois la luz del mundo…” Con esta metáfora Jesús procuró hacerle entender a su iglesia y a sus miembros la razón de ser de él y su naturaleza existencial para el mundo en tinieblas. Roberto Jamieson, sobre Mat.5:14, comenta:

Siendo éste el título distintivo que el Señor se aplica a sí mismo (Juan 8:12;9:5) …, seguramente es aplicado aquí por el Señor a sus discípulos en el sentido de que ellos brillan con la luz que él les da en el mundo, como virtud de su Espíritu que brilla en ellos y del mismo, entendimiento que en ellos hay, el cual también había habido en Cristo”.[ii]

A través de Mateo 5:13-16, Jesús dejó bien claro qué debía ser su iglesia y sus miembros en y para el mundo: sal (Mt.5:13) y luz (Mt.5:14). En estas dos metáforas el divino maestro prescribió claramente la razón y la naturaleza existencial del ser y del carácter de su iglesia y de sus miembros en el mundo, y para el mundo.

El escritor Charles Colson, comenta de Mateo 5:14-16 lo siguiente: 

La luz es uno de los grandes temas metafóricos y la realidad teológica que fluye en las escrituras. Al comienzo mismo de la creación Dios ordenó “sea la luz”. Cuando toda la historia de cierra en el libro de Apocalipsis con un tierno recomienzo, vemos una ciudad gloriosa bañada en luz donde ya no habrá noche, no necesitaremos luz de lámparas, ni luz de sol, porque el Señor Dios no alumbrará (Ap.22:5). Como Cristo era la luz que había sido profetiza durante siglos: La revelación de la verdad a los perdidos. Ahora les dice a sus discípulos: Ustedes son la luz del mundo. Sus seguidores son, dijo, por razón de su carácter, la luz del mundo”.[iii]

El interés del Señor fue poner de manifiesto lo que sus discípulos debían “ser” en el mundo. Es decir, cómo debía ser el testimonio de ellos como sus seguidores ante el mundo. El “hacer” habla del cumplimiento de la Gran Comisión del creyente en el mundo, pero el “ser” hace alusión a la forma de ser de los seguidores de Cristo. Habla de la identidad del cristiano con su Señor y Salvador, con y su vida de pureza y santidad como persona que ha nacido de nuevo por el poder de la sangre del Cordero de Dios y la regeneración operada a través el poder del Espíritu Santo en el nuevo nacimiento, llegando a ser de este modo una nueva criatura según Dios.

Así es que en estos versículos Jesús destaca más el “ser”, que el “hacer” del creyente en el mundo. De lo que sus seguidores debían hacer o no hacer en mundo, ya se encargaría el maestro en sus mensajes y enseñanzas en su debido momento.

En este pasaje bíblico deja bien claro y definido la relación que cada creyente debe tener con Cristo en todo tiempo, en todo lugar y bajo cualquier circunstancia de la vida. Es ésta la señal distintiva a través de la cual las personas no creyentes pueden reconocer a quien que es cristiano. Como “luz del mundo”, el cristiano sirve de antorcha para alumbrar el camino de la salvación a los que andan en tinieblas, perdidos en el mundo, sin Dios y sin salvación.

Everett F. Harrison, sobre Mat. 5:14, comenta: “Positivamente iluminan los creyentes al mundo, ya que poseen a Cristo, que es la luz. La luz de Cristo debe brillar en público…, pero también en nuestras relaciones privadas, individuales, debe brillar esa luz”.[iv]

Para un creyente, como miembro del cuerpo de Cristo, ser luz en el mundo lo identifica como un fiel seguidor suyo que, como tal, está dispuesto a morir por quien es la luz de la vida, si es necesario. Esa disposición genuina e inconfundible identifica la pura fe de la persona redimida, que anda en luz y sirve de luz para que quienes andan en tinieblas.

Como uno de los tantos ejemplos que pudiéramos poner de mártires por Jesús, está el caso de Policarpo, discípulo del apóstol Juan y obispo de Esmirna.

Bajo el emperador romano, Antonio Pío, fueron perseguidos y condenados a muerte varios cristianos, dentro de ellos se encontraba Policarpo. El procónsul que lo interrogó, Estatio Quadratus, insistió diciéndole a Policapio que, si juraba por el emperador y maldecía a Cristo, quedaría libre. A lo que Policarpo respondió: “Llevo ochenta y seis años sirviéndole, y ningún mal me ha hecho. ¿Cómo he de maldecir a mi rey, que me salvó.[v]

Ser luz es también, estar apegado firmemente a Cristo, y estar dispuesto a morir por él, si es necesario. En Apocalipsis 2: 10, leemos: “…sed fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.

Policarpo fue echado vivo al fuego, así murió carbonizado, pero no negó a su Señor. La fe fiel e inquebrantable que Policarpo tenía en Jesucristo evidenció su identidad con él. Policarpo con su ejemplo, encarnó en su propia vida las palabras de Pablo, cuando dijo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir me es ganancia” (Fil.1:21)

Con la declaración de: “Vosotros sois la luz del mundo”; el divino maestro les prescribió a sus seguidores el buen testimonio que debían observar. Todo creyente debe reflejar con su buen testimonio la vida y el carácter de Cristo en toda su buena manera de vivir. Ese buen testimonio debe darlo en todo su entorno social. Es a saber, en su hogar, en su vecindario, en su trabajo, ante sus compañeros de estudios y en la iglesia. Tanto las personas creyentes como las inconversas deben ver la luz de Cristo brillar en la vida de quien dice que es un creyente evangélico.

II. La iglesia es una luz para los que andan perdido en la obscuridad.

En la última parte de Mateo 5:14 leemos: “… una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”. La iglesia no tiene luz propia, la que recibe proviene de Cristo, que es la luz de la vida.

Así como la luna, que es la lumbrera de la noche, la luz que proyecta hacia el planeta tierra no es propia de ella, sino que la recibe del astro rey, que es el sol, así mismo los creyentes en Cristo, la luz que poseemos para alumbrar a los que andan en la obscuridad depende del Lucero de la mañana, de Cristo Jesús. En Apocalipsis 22:16, Jesús se auto identifica como “la estrella resplandeciente de la mañana”. Mientas más cerca podamos andar de Jesús, más clara y brillante será nuestra luz en todo el entorno de nuestro diario vivir.

La iglesia como institución divina es el cuerpo místico de Cristo; físicamente, los miembros de ese cuerpo lo formamos los creyentes, que hemos sido lavados por su sangre preciosa. La iglesia como tal debe ser reconocida por el mundo y por todo su entorno social, como una institución pura y santa. Fue en esa dirección que Eduardo Alejandro López Martínez, director de arte mejicano, escribió: “La iglesia es la reserva de los valores de un país que necesita cambios positivos”.[vi]

Otro pasaje donde Jesús, de una manera enfática y valerosa, declaró lo siguiente es Juan 9:5,  “Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo”. A ningún otro fenómeno de la naturaleza se comparó Jesús tanto, como la luz. Decir el gran maestro que los creyentes somos la luz del mucho, eso nos compromete sobremanera a ser luz, y andar en luz. Eso implica vivir vida ejemplar, en pureza y santidad.

III. El mundo necesita ver la luz de Cristo brillar a través de su iglesia

Nuevamente leemos en Mateo 5:15: “…una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa”. La palabra luz, del griego fos; de donde se deriva fao: Brillar, o hacer manifiesto, especialmente por rayos”.[vii]

El soberano maestro se valió de las propiedades de la luz, para dar a entender cómo debían sus seguidores andar en él, que es la luz, y hacer brillar esa luz de él ante el mundo inconverso a través del buen testimonio de cada uno de ellos como cristianos. Esa luz representa la vida y el carácter de Cristo reflejado en la vida de cada uno de sus seguidores.

Esta figura literaria de la iglesia es identificada por Cristo como la única institución divina en la tierra portadora de la única luz que brilla en medio de la obscuridad de este mundo, a través de la cual los que andan perdidos en la obscuridad del pecado y de la maldad pueden ver la luz verdadera que le ilumina el sendero que conduce a la salvación y a la vida eterna.

Cuando viajamos por avión de un país a otro durante las horas obscuras de la noche y nos toca un asiento al lado de una ventana, durante la nave vuela a una altura promedio, cada vez que pasa por encima de una villa o ciudad que está iluminada, sin importar la densa obscuridad de la noche, nos damos cuenta que volamos cerca y por donde hay habitantes, ¿por qué lo sabemos? Por las luces que brillan en medio de la noche. Así mismo debe ser la iglesia en sí misma y os cristianos de manera particular, debemos ser para los que andan perdidos en las tinieblas del pecado, luces que brillen en medio de la obscuridad que les sirvan de guía para encontrar el camino de la salvación.

Áreas que la que la iglesia neotestamentaria hizo brillar su luz

La iglesia primitiva hizo brillar su luz en cuatro áreas de su misión:

1- En la proclamación del evangelio, kerisma, (Hch.6:3);

2- En la enseñanza, o doctrina del evangelio de Cristo, la didaché, (Mt.28:20; Hch.2:42);

3- En la comunión los unos con los otros, koinonía (Hch.2:42);

4- En el servicio en la obra del Señor, diaconía (Hch.6:2-7)

Las cuatro áreas de la misión de la iglesia primitiva les han servido de paradigmas a muchas congregaciones cristianas a través de los siglos para ser luz en dos fases: La primera, en el área eclesiástica, a lo interno de la iglesia, en todo o que tiene que ver dirección, administración y liturgia.

En lo que al kerigma se refiere, las iglesias cristianas deben aunar esfuerzos para enviar jóvenes a los institutos Bíblicos y Seminarios a prepararse para trabajar en la obra, para enviar obreros y obras a levantar nuevas obras en las ciudades, pueblos, villas y campos en donde no hay. Del mismo modo, esforzarse en enviar y sostener misioneros y misioneras a misionar a las zonas transculturales donde hay necesidad, debe ocupar un especio especial en su quehacer ministerial. Así, estaremos todos y todas colaborando con el programa de MM33, su Mandato: Nuestra Misión.

Del mismo modo, nuestras iglesias no deben escatimar esfuerzos para desarrollar programas de desarrollo comunitario a favor de las personas necesitadas de su entorno social.

El servicio comunitario que muchas iglesias prestan a su comunidad, a través de colegios, centros de alfabetización para persona iletradas, dispensarios médicos, programas de desarrollo comunal, comedores, manualidades, y otros servicios ambulatorios, favoreciendo a personas pobres y menesterosos, han ayudado a que las comunidades, vean la luz de Cristo brillar a través de los servicios que  prestan esas iglesias a través de cada uno de los miembros, que interaccionan en esas obras piadosas.

La enseñanza final de Jesús sobre la iglesia como luz del mundo

 La enseñanza final que Jesús les aplicó a sus discípulos en la conclusión su metáfora sobre ellos como luz del mundo, está en Mateo 5:16, que dice: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

Cada iglesia local, cada creyente, cada denominación cristiana por mandato divino, tienen   la responsabilidad de hacer que a través de ellos y de ellas la luz de Cristo brille en medio de la obscuridad de este mundo, para los que andan en sombra de muerte puedan alcanzar a ver la luz de la salvación que Dios tiene preparado para los perdidos.

Ninguna congregación cristiana debe estar escondida pasiva o inactiva en una zona o suburbio en donde la comunidad no tenga acceso a ella o no sepa que exista, salvo que esté en una zona roja, en donde no se permita predicar el evangelio.



Bibliografía

[i] Rand, W. W., Diccionario de la Biblia (Miami: Editorial Caribe, 1964), 385.

[ii] Jamieson, Roberto, Comentario Explicativo y Exegético de la Biblica, II Tomo, (El Paso: Editorial Casa Bautista de Publicaciones, 2003), 30.

[iii] Colson, Charles, El Cuerpo, Luz en Medio de las Tinieblas, (Miami: Editorial Betania, 1992), 370.

[iv] Harrison, Everett, Comentario Bíblico Moody, (Chicago: Editorial Moody, 1962), 9.

[vi] www.instagram.com/edylopezmartinez Último acceso el 25 de septiembre, 2024.

[vii] Biblia de Estudio Palabra Clave (New York: Editorial American Society, 2003), 2527.

 

Silverio Manuel Bello Valenzuela

El pastor Bello fue profesor y director del Instituto Bíblico Central de A. D. de R.D. en dos épocas diferentes. Ha sido profesor y director de dos generaciones de ministros, profesor del ISUM por más de 20 años. Ha ocupado cinco cargos en el Comité Ejecutivo, entre ellos, superintendente general. Junto a su esposa, pastorean en la zona universitaria de Santo Domingo, sus dos hijos y sus dos hijas trabajan en el ministerio a nivel nacional e internacional. Es autor de 17 libros.


 

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