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Naturaleza de la santificación: instantánea y progresiva

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2025.3

Por Maximiliano Giovine

Y el sacerdote hará expiación por el pecado, y tendrá perdón” una frase repetida dentro del libro de Levítico para referirse a los sacrificios que debían hacer en el pueblo para recibir perdón y ser cubiertos sus pecados, pero esto no los dejaba exentos de los mismos. El concepto de perdón aparece aproximadamente ciento catorce veces en el Antiguo Testamento, y otras sesenta y nueve en el Nuevo. ¿Este perdón era absoluto sobre el pecado de los humanos? En el contexto veterotestamentario no.

Supongamos que tenemos una hermosa alfombra dentro de nuestra sala de estar en la casa y llegan visitas. Los sacrificios en el Antiguo Pacto cumplían la función de “cubrir”, pero no borrar los pecados, estos eran como si nosotros limpiáramos la casa y tomáramos la tierra que barremos para meterla bajo la alfombra, no la eliminamos, simplemente la tapamos con algo para que no sea evidente.

Ahora bien, en la historia tenemos como punto de inflexión el sacrificio de Cristo, el único que tomó toda la inmundicia que la humanidad y la quitó para siempre. La salvación de Cristo nos presenta un nuevo paradigma a aquellos que transitamos estos tiempos. Cristo pagó definitivamente por nuestros pecados, pero ¿Ese es el final de la historia?

Si así fuera la vida de los creyentes sería sencilla, además todos serían salvos. Hay infinidad de porciones de la Palabra que carecerían de sentido. ¿Por qué si Cristo fue el sacrificio perfecto se insta a vivir en santidad? Existen dos facetas de la santificación en la vida del creyente, y es importante comprenderlas para poder conocer la expectativa divina del Creador acerca de su creación especial.

Antes de que el Señor Jesús viniera al mundo a morir por los pecados, la condición del ser humano como parte de la creación de Dios era antagónica con El. El pecado y los deseos mantenían una condición de distanciamiento entre el hombre y Dios, lo que conduce a un desenlace expectante del juicio y el pago por el pecado que, al fin y al cabo es uno solo, la muerte. En Génesis 3 Adán y Eva tomaron la decisión de apartarse de Dios y desde allí la condena era firme como culpables y sentenciados a una eternidad lejos del Creador.

Pero su voluntad distaba claramente de eso. Para ello escogió un pueblo que representara su voluntad y su expectativa a los demás. El mandato clave en el libro de Levítico para los israelitas es “sed santos porque yo soy santo”, una expresión que los llamaba a distinguirse del resto de los pueblos y mostrar una manera de vivir muy diferente a la de aquellos que estaban lejos de Dios. A través de la Ley, ellos tenían una manera de mantener la santidad que Dios exigía. ¿El medio? Los sacrificios por la expiación, por la culpa, por el pecado. El sistema sacrificial era aquel que los mantenía conectados a Dios.

¿Cumplió Israel su misión? Para nada, al contrario, se alejaron aún más de Dios. Y con el pueblo escogido muy lejos de El, la condena contra la humanidad permanecía más firme que nunca. Es ahí donde Jesús entró en escena, en el momento preciso y para lograr un hito trascendental en la historia de la creación.

Jesús cumple con su misión de carácter eterno para salvación. Con su sacrificio en la cruz, él cargó con los pecados de la humanidad, tanto en el pasado, como en el presente y hacia el futuro. Hoy desde la eternidad, la obra expiatoria por el pecado realizada por Jesús sigue vigente para todo aquel que crea en él (Jn.3:16). A esta limpieza del pecado hecha una vez y para siempre por Cristo, es a la que nos referimos cuando hablamos de la santificación inmediata.

Las Escrituras enseñan que aquellos que creen y aceptan en su corazón reciben como instancia inicial la santificación instantánea, y se vuelven ciudadanos del reino de los cielos.

El concepto clave para entender la importancia del sacrificio de Cristo para santificación radica, en que el hombre no puede cumplir la ley de manera completa para ser santo y agradable a Dios. En su lugar, Dios conociendo eso, les hacía sacrificar un cordero como sustituto. Esa fue la función de Jesús, fue el sustituto por el pecado del hombre. Una persona sin pecado, que cumplió con toda la ley, fue quien murió para dar santificación.

La santificación instantánea es aquella que se da en el primer encuentro personal con el Señor. Cuando El llega a las vidas de los creyentes y lo aceptan como aquel que los salva. Es el punto de partida para los seguidores de Jesús y su obra. Ocurre un cambio, no solo de título, sino de realidad, el pecador ahora es santo ante Dios.

Según lo que se puede entender en la Biblia, la santificación instantánea es aquella que depende únicamente de Dios y no del hombre. Si bien llega a la vida del creyente al aceptar al Señor, la decisión que se toma de aceptarlo no es lo que pone en vigencia esta limpieza, el sacrificio de Jesús lo hizo. El ser humano solamente acepta que ese sacrificio lo alcanzó, pero eso no significa que dicha aceptación desencadene la obra de santificación.

La atemporalidad y eternidad del sacrificio perfecto hace capaces de recibir santificación instantánea por parte del Señor a los hombres, por el simple hecho de que El mismo deseó que la humanidad fuera reconciliada. No hay acción ni obra que el hombre por sí solo pueda hacer que le permita santificarse. Los sacrificios no fueron suficientes, los esfuerzos humanos tampoco, la voluntad divina debió intervenir para que sus hijos fueran capaces de acceder a esto.

La santificación instantánea es un acto de humillación y sometimiento humano a Dios, al fin y al cabo, la naturaleza caída no puede redimirse por sí sola, por lo tanto, necesita desesperadamente la sumisión al orden divino para poder ser salvada. Ahí el sacrificio redentor toma autoridad por sobre la caída del hombre, limpia los pecados y la culpa para que pueda comenzar a vivir conforme la expectativa divina considerada desde el inicio.

Además, la santificación instantánea es una necesidad humana. No es una opción para el hombre volver a reconciliarse con su Creador, es un deber para el ser humano reconciliarse con Dios. Aunque la naturaleza pecaminosa diga lo contrario, la humanidad busca y necesita de manera imperativa que la santificación lo alcance para volver a estar alineado y “en la misma página” que Dios mismo.

Cuando eso sucede la salvación alcanza al hombre, y la santificación instantánea también, por lo tanto, es una instancia inicial y no constante. La obra redentora de la cruz es un sacrificio único y eterno, fue hecho una vez y para siempre, pero su alcance es para la reconciliación. Una vez somos reconciliados y hechos ciudadanos del reino, el proceso y caminar que comienza, tiene un nuevo desafío: mantener la obra inicial y crecer para asemejarnos cada vez más a aquel que nos salvó.

A esto nos referimos al hablar de santificación progresiva y, a partir de ese momento, si es responsabilidad del hombre, con la ayuda del Espíritu Santo el caminar cada día siendo mejores. Las Escrituras hablan de esta condición progresiva en diferentes citas del Nuevo Testamento, analicemos a continuación una de ellas:

…como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir…” (1 Pe. 1:14-15).

Pedro, en esta porción indica la manera de vivir, ya que considera desde un momento inicial que los creyentes fueron santificados por la obra redentora. El panorama que presenta no es de “ya fueron salvados”, sino de “porque fueron salvados, no pueden descuidarse con quienes fueron”, habla de no conformarse con la manera previa de vivir, ellos debían dejar todo eso de lado para vivir una vida de santificación, el término griego es “έπιθυμία” (epithymia) en este pasaje es la misma que referencia a la lujuria, por lo que esos deseos y pasiones eran netamente carnales y pecaminosas. El autor de la epístola insta a los cristianos en alejarse de todo aquello que contrario al estándar de vida que marcó Jesús.

El autor de Hebreos escribirá en repetidas ocasiones del reposo (Heb.4:3-5), de la herencia eterna (Heb.9:15, 10:34), de la salvación (Heb.2:3), y de cómo debemos de cuidar la salvación para no perder nuestra entrada al reposo. Es ahí donde encontramos claves teológicas para entender que una vez hubo santificación, esa santidad que fue recibida de Cristo debe cuidarse, y la manera de lograrlo es perfeccionándonos día a día (Heb.12:14).

La santificación es constante, diaria, y culmina con nuestra muerte, lo que no significa que cuando muramos lleguemos a la perfección. Pablo mismo expresaba no haberlo alcanzado todavía cuando le escribió a los filipenses. Por lo tanto, nos resta el desafío de procurar vivir en la coherencia entre lo instantáneo y lo progresivo de la santificación, por Cristo, en cada uno de nosotros.

 

Bibliografía

Berkhof, L. (2018). Teología Sistemática (C. Franco, Trad.) Editorial Tesoro Bíblico.

Erickson, M. J. (2008). Teología sistemática (J. Haley, Ed.; B. Fernández, Trad.; Segunda Edición) Editorial Clie.

Pearlman, M. (1992). Teología Bíblica y Sistemática, Editorial Vida.

 

Maximiliano Giovine


 

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