Por Rafael J. Mendoza V.
MILLONES DE LATINOS se encuentran convencidos de que es más fácil conseguir la gracia por conducto de María que por medio del Padre. La veneración a María ocupa un lugar preponderante en el corazón de un inmenso porcentaje de latinos. El culto preferente a esta figura femenina de la historia bíblica y eclesiástica resulta como una barrera grande contra el Evangelio.
Para la iglesia que propaga la sana doctrina del Cristo de Nazaret es sumamente crucial el conocimiento del concepto que el pueblo tiene de María, pues sólo así se puede mantener un diálogo serio, inteligente y objetivo con los prepotentes de dicha doctrina mariana. Millares de personas creen sin asomo de duda que la unidad de todos los creyentes en Cristo se alcanzará a través de María.
El pueblo latino ha rebasado a la curia sacerdotal en sus expresiones de adoración por María. El clero únicamente se ha concretado en canalizar dicha efervescencia religiosa como conviene a sus intereses. La venida del papa a tierras americanas del cono sur, del centro, del Caribe y del norte ha tenido como propósito primario detener el avance de la predicación de la Palabra y el de inyectar en las conciencias dormidas del pueblo una nueva concepción mariana para alejarlos más de la verdad de las buenas nuevas de Jesucristo.
El papa actual pretende formar una cultura mariana en todo el orbe católico. Al llegar a la nación azteca a principios de 1999 dio especial énfasis en la persona de María de Guadalupe. Tal actitud debe de mantener alerta a la Iglesia del Señor para que esté al tanto de los movimientos que se realicen contra ella. La nueva evangelización intentada por la jerarquía católica romana es solamente un disfraz de neocruzados contra el evangelio y contra todo lo que se oponga a ellos.
El clero estima que María es importante para que su campaña de detener la fuga de los fieles se logre con eficacia. No es raro entonces que se elabore una lista de títulos otorgados a ella, títulos que abiertamente llevan un mensaje contra las Escrituras y contra el avance de la Iglesia del Señor. Todos los calificativos parecen escasos a la hora de referirse a ella, pues se tiene la convicción de que su poder se extiende desde este mundo hasta el otro con un amor y gracia que de acuerdo con la mentalidad de los católicos parecen carecer el Padre y el Hijo.
1. Reina del cielo. Este título explica claramente quién tiene el gobierno del cielo y qué personaje va más allá de la Trinidad. Como tal es la plenipotenciaria de toda gracia a los hombres que le atribuyen este título. En los círculos católicos romanos se enseñó que los miembros de la Trinidad personalmente la coronaron, así el Padre le dio su poder, el Hijo su sabiduría y el Espíritu Santo su amor. María ha sido exaltada por el Señor como Reina del universo para que más plenamente se asemejara al hijo. Este título era otorgado por muchos pueblos primitivos a diosas a las cuales les rendían culto. Los aztecas lo usaron con una divinidad llamada Tonatzin que se adoraba en el cerro de Tepeyac.
2. La virgen morena del Tepeyac. Los aztecas tenían el santuario de Tonatzin en el cerro de Tepeyac. Darle a María el título de la Virgen Morena del Tepeyac hace alusión a su tez para recordar la semejanza con los nativos adoradores del lugar. Tepeyac, en el norte de la Ciudad de México, es el lugar donde supuestamente María se apareció al indio Juan Diego. De este personaje no se tiene referencia histórica válida de su existencia. Es muy común entre los pueblos paganos una relación entre las diosas y los cerros o montes.
3. Madre de Dios. La importancia de las diosas-madres en las diversas mitologías paganas queda evidente. La diosa-madre recibía nombres diversos y apariencias externas distintas, pero en esencia siempre fue la misma. Prácticamente no existió ninguna cultura primitiva donde no se le rindiera culto a este tipo de divinidad. Hasta fines del siglo XI las menciones del título son ininterrumpidas dentro del seno de la Iglesia católica. El Ave María inicia con una clara invocación: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros”. Dicha configuración parte de las diversas mitologías paganas que fueron absorbidas en el seno del catolicismo. Tanto en Egipto con Isis, de Grecia con Deméter, de Frigia con Cibeles o con Diana de Éfeso, cada uno de estos cultos a su divinidad femenina aportó para lo que hoy se da en el culto a María. Ella, según los marianos, es la madre por excelencia quien está al tanto de las necesidades de sus hijos.
4. María, siempre virgen. Es un título utilizado para aseverar que muy a pesar de dar a luz, ella mantuvo siempre su castidad. Esta doctrina no apareció sino hasta el siglo cuarto. María es contemplada como un ser de naturaleza excepcional, siempre cobijada de todo tipo de medidas que salvaguarden su pureza. Se describe a María como virgen antes, durante y después del parto. El fin es de recalcar el carácter virginal de la concepción de Cristo y de la castidad de ella. El libro llamado El proto-evangelio de Santiago, que según su autor era el prólogo del Evangelio de Marcos y que apareció a finales del tercer siglo, es responsable por difundir dicha doctrina. En él, se intenta defender y proteger a María de los alegatos y ataques contra la pureza de su persona, ya que existían acusaciones injuriosas de parte de algunos judíos que no creían en Jesús y que sabían de las irregulares circunstancias de su nacimiento. A su vez el libro es una sutil sugerencia a la superioridad de la virginidad sobre ciertos comportamientos de índole sexual. Para el autor la virginidad era superior moralmente al matrimonio. El que acepta tal argumento se ve en la necesidad de señalar que los hermanos de Jesús en realidad no eran sus hermanos, sino hijos de José de un matrimonio anterior. A María se le perpetúa su estado casto de virgen llamándola Santísima Virgen.
5. Nuestra intercesora. Al desvincular a María con toda idea de pecado, la tendencia es de presentarla como la que ayuda en el momento crucial de la muerte. Se le atribuye poder para salvar del pecado y se le ve como abogada de los creyentes. De tal manera la historia de la salvación define a Jesús como el que preside el juicio de los hombres, a Satanás como el acusador de los mismos y a María cual abogada defensora. El pecador puede obtener mejor relación con ella ya que su amor y misericordia excede más allá que la del Hijo y tiene además la capacidad de imponer sus decisiones. León XIII afirmó que “así como nadie puede acercarse al Padre sino por el Hijo, de modo semejante, nadie puede acercarse al Hijo sino por su Madre”. Es la única que tiene acceso al Hijo para interceder por nuestros pecados. El catolicismo ha enseñado que en el cielo el Hijo está furiosamente enojado contra los pecados que comete la humanidad y anhela castigar sus desobediencias. Pero María está junto a su Hijo, quien nunca le ha negado ningún favor, para obedecerla en sus peticiones. Es ella quien aboga e intercede con amor materno y absoluta benevolencia. El influjo salvador de la bienaventurada María siempre está en favor de los seres humanos.
6. La milagrosa. Este título ha resultado debido a los supuestos milagros que María ha efectuado a favor de los fieles católicos. Con gran devoción le piden desde sanidades por supuestas enfermedades incurables, la ayuda con esposos e hijos que se han entregado al vicio del alcohol y que han salido airosos, el apoyo financiero en momentos de terrible escasez, que los guarde de peligros en carretera o en circunstancias parecidas. Siempre se le conoce como la Auxiliadora quien está con sus devotos en toda circunstancia difícil. En este rubro también se asocia a María con el poder que tiene de influir en el destino terrenal y de ultratumba de los seres humanos. Creen que su influencia no es únicamente en el terreno espiritual y el ámbito cotidiano sino que se extiende hasta el mundo de los muertos donde también ha reflejado su poder milagroso.
7. María inmaculada. Un pelagiano del siglo V llamado Julián de Elcana, que negó los efectos de la caída de Adán sobre sus descendientes, postuló por primera vez que María fue concebida sin pecado. A fines del siglo XIII Duns Scoto fortaleció la tesis de que María había nacido sin pecado original y ganó gran aceptación en el catolicismo. El Concilio Vaticano II tomó la decisión de aceptar la idea que María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original. Esta doctrina describe la pureza de su vida ya que proyecta la idea que ella nunca tuvo pecado alguno; siempre fue un ser santo y muy especial, un instrumento escogido por Dios. Con este título se llega a concluir que su pureza sobresale a la de cualquier ser humano. Siempre se insistió que María nunca cometió un pecado a lo largo de su vida, ni siquiera venial. Ante tal carácter de mujer recatada también se le conoce como María Purísima.
8. Señora divina. Se acredita a María a la par del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Se le describe como un ser divino poseedor de idénticos atributos a los de la Trinidad. Ella en el cielo tiene toda potestad y autoridad, al igual que en la tierra y en la muerte. Es el ser más especial y con mayores dones que todos los habitantes del cielo. Se le reconoce su señorío y por ende recibe el honor, la gloria y la adoración en el cielo. Todo el que se allegue a ella debe de reconocerla como su Señora, la que rige y conduce las vidas de los seres humanos.
9. Hija predilecta del Padre. Es la que tiene mayor gloria y predilección del Padre por aceptar ser la sierva del Señor. Este título la separa de todos los demás seres. Según la teología mariana ella es sobre todo nombre y sobre todo ser creado. Su nombre ha sobrepasado la eternidad porque ella es eterna en sí.
10. Dispensadora de toda gracia. María tiene la facultad por parte del Padre de otorgar a quien quiera el favor o la gracia que necesite o demande. No existen barreras para ella. Su poder es ilimitado, su presencia está en todo lugar. Todo lo sabe y por ende puede garantizar cualquier gracia. Nunca desechará a nadie ya que su amor sobrepasa todo entendimiento. Es madre y entiende el dolor de un hijo. ¿Cómo no dará todas las cosas que le pidan? Es grande en gracia y misericordia. Jamás dejará solo a quienes confían en su amor.
11. Corredentora junto con el Hijo. Se afirma que María había satisfecho y merecido con Cristo en el Calvario la salvación del género humano. Se consideró que María había participado del sacrificio del Señor porque era su madre y había sufrido junto a su hijo en el Calvario. La salvación de la humanidad no hubiese sido posible sin la participación de María, pues se ofreció al Señor como sierva para el oficio de ser Madre. Es así que al hacer entrega en el templo del Hijo, quedó asociada ya con él en la penosa expiación. María sufrió intensamente al dar su consentimiento a la inmolación del hijo que dio a luz. Así participó en el sacrificio y se unió a la obra redentora de Cristo.
La lista de cultos es sumamente variada. Cada uno sobremanera desprestigia la persona y la obra redentora de Cristo. Se trata de engrandecer la figura de María y en consecuencia se empequeñece la de Jesús. Desvía la atención al plan único de redención que el Padre formuló. María es un elemento que fue utilizado por el Padre en su momento y al cumplir su propósito y misión tomó su lugar pertinente en la Iglesia. No se debe tomar a la ligera estas maquinaciones que el vaticano realiza ya que van encaminadas a frenar el avance del Evangelio y desviar la atención de la persona de Cristo quien en verdad ha expresado amor eterno para con la humanidad.
El enfrentamiento nuevamente es entre el único Dios de las Santas Escrituras y las ideas paganas de la diosa-madre quien otorga consuelo, ayuda, salvación y esperanza en virtud al cumplimiento de ritos determinados. Aquí se trata de entender a quien se rinde el verdadero culto que agrada a Dios: el de aceptar o rechazar la única opción provista por el Padre a la humanidad y de la que depende el futuro de millones de seres humanos. Si se acepta con seriedad el mensaje del Evangelio, lo que está en juego es la perdición eterna o la vida eterna del individuo.
Bibliografía
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Muller, A. Reflexiones teológicas sobre María, madre de Jesús: la mariología en perspectiva actual.
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