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Panorama de la mentoría de Jesús a Pedro

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2024.2

Por Everardo Cortez González


Tuvo miedo… comenzaba a hundirse… al momento, Jesús lo tomó de la mano…”  Mt 14:30-31.

Pedro fue un discípulo peculiar que “después de Jesús, es el personaje más nombrado en el Nuevo Testamento” (Bibliatodo.com). Al principio, se mostró como un pescador tosco, de carácter explosivo, del vulgo. Fue invitado a ser parte de los doce; su hermano Andrés lo presentó a Jesús (Jn 1:41-42), y se le cambió el nombre de Simón a Cefas (“piedra” en arameo) o Pedro (“piedra” en griego). Mas que renombrarlo, Jesús le dio una nueva vida y propósito. Era imposible que él vislumbrara lo que Dios le tenía preparado. En Pedro, podemos ver como Cristo transforma a las personas, desde su redención hasta su madurez ministerial. Lo que hizo Jesús con Pedro es un ejemplo de mentoría para hoy.

Podemos observar a Pedro en tres etapas; la primera es narrada en los Evangelios, donde se percibe su carácter huraño. La segunda la encontramos en el libro de los Hechos, cuando se convierte en líder de la iglesia de Jerusalén. La última, la vemos en sus epístolas (1 y 2 de Pedro), ya anciano (1 Pe 5:1), y se ha consolidado como un poderoso ministro. Es como observar tres fotografías del apóstol, en donde se aprecia la transformación que su mentor hizo en él.

Jesús inició su mentoría a partir de circunstancias complejas, como su carácter impulsivo, e incluso su condición socioeconómica, descrita como “del vulgo y sin letras” (Hch 4:13).  Cualquier condición, como estas u otras más desafiantes, podría desanimar a otro mentor, pero no a Cristo. Cuando el discípulo se hundía en el mar, Jesús le extendió la mano para salvarlo (Mt 14:30-31); esa mano nunca más lo soltaría. Un fracaso en la pesca fue el medio para revelarse a Pedro, donde también se le muestra su futura profesión: “serás pescador de hombres” (Lc 5:10).

Para que Pedro se encaminara en su nuevo propósito, su mentor lo instruyó en áreas claves. Jesús lo adiestró en la práctica de la oración. Fue confrontado de forma directa al verlo dormir cuando era necesario orar, “y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes?, ¿No has podido velar una hora?” (Mt 26:40). Momentos más tarde, Jesús le advirtió que seriá zarandeado como el trigo, pero que Él había orado para que su fe no falte (Lc 22:31-32). Después de haber superado eso, estaría listo para continuar su misión: “confirmar a tus hermanos” (22:32).

Después, en el libro de los Hechos, se observa a Pedro como un hombre de oración.  Era parte del grupo que “perseveraban unánimes en la oración” (1:14a), acudía al templo a la hora novena “la de la oración” (3:1b), se menciona que “subió a la azotea para orar” (10:9b). En sus Epístolas, motiva a orar a los creyentes: “sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 Pe 4:7b; 5:8a). Jesús convirtió a Pedro en un hombre de oración.

Jesús instruyó a Pedro en sanidades y milagros. En los Evangelios, Pedro estaba lejos de ser un instrumento sobrenatural divino, pero su maestro le guió por ese camino. Primero, sanó a su suegra de fiebre (Mt 8:14-15; Lc 4:38-39); después, le hizo un observador cercano de muchas sanidades durante su ministerio. En Hechos, Dios le usó para curar a un cojo (3:1-10).  Fíjense que le dijo “levántate y anda” (3:6c), similar a las palabras que usó Jesús para sanar a un paralítico en Capernaum (Mt 9:5; Mr 2:9; Lc 5:23). El mismo caso lo vemos en la resurrección de la hija de Jairo. Observe que Jesús trajo consigo solo a tres de sus doce, “no permitió a nadie, sino a Pedro, Jacobo y Juan…” (Mr 5:37; Lc 8:51); además, Jesús “echo fuera a todos” y le dijo “levántate” (Mt 9:25; Mr 5:40-41; Lc 8:54). Ya en Hechos, Pedro hizo oración por la recién acaecida Dorcas e hizo lo mismo que Jesús: “entonces sacando a todos…dijo: levántate” (9:40). En sanidades y milagros, Jesús fue simple y eficiente, y Pedro también.

Jesús instruyó a Pedro a resistir la persecución. La negación de Jesús es la historia más conocida sobre el apóstol. En ésta se resalta su firme intención en seguir a Jesús, por el cual estaba dispuesto a morir (Mt 9:35; Mr 14:31; Lc 22:33; Jn 13:37); pero, en contraste, ocurre la triple negación en el patio ante Anás, Caifás y los principales de Jerusalén. La escena cierra con una mirada de confrontación de Jesús y un llanto amargo del fracasado discípulo (Lc 22:61-62). Semanas después, Pedro volvería al mismo escenario y frente a las mismas personas: “…se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes; y poniéndoles en medio [a Pedro y Juan], les preguntaron…” (Hch 4:5-7). Ahora, eran dos de sus discípulos los que estaban en el mismo escenario en que estuvo Jesús en la pasada Pascua. El fracaso había quedado atrás y junto a la mentoría de Jesús, el Espíritu Santo guiaba a Pedro. Años más tarde, en su primera Epístola, motiva a los perseguidos de la diáspora a permanecer firmes en la fe, “Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión…” (1 Pe 1:1). Jesús convirtió a Pedro en un consejero que alentaba en la fe a los que sufrían persecución.

Jesús hizo muchas cosas para que Pedro fuera transformado: contestaba hasta la más absurda de sus preguntas (Mt 18:21, 19:27; Jn 13:24, 37, 21:21); lo reprendió (“dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo…” Mt 16:23), pero “seis días después tomó a Pedro…” (Mt 17:1) para que presenciara su transfiguración; lo instruyo a pagar impuestos (Mt 17:24-27); a perdonar “setenta veces siete” (Mt 18:22); a limpiar los pies a otros como él (Jn 13:6-11); a pastorear su grey por amor (Jn 21:15-17, confirmado en 1 Pe 5:1-4); entre otras más cosas. Todo esto trasformaba a un huraño en un poderoso apóstol. No es casualidad que cuando se enlistan los nombres de los apóstoles, Pedro aparece siempre al principio (Mt 10:1-4; Mr 3:13-19; Lc 6:13-16). Jesús quería que viéramos en Pedro un modelo de mentoría.

Lo que más llama mi atención es que Jesús le dio una segunda oportunidad a pesar de haberlo negado. Después de resucitado, Jesús envió un mensaje a los suyos, en especial a uno: “Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro” (Mr 16:7). Parece que le dijera: no he terminado contigo. Quienes nos han fallado, merecen una segunda oportunidad. Jesús lo condujo por un tiempo, después fue el Espíritu Santo quien lo guió hasta que cumpliera su tarea. Le envió a Pablo para que lo resistiera “cara a cara” (Gal 2:11), para reconvenirle una actitud judaizante peligrosa. Dios le permitió escribir, no una, sino dos cartas inspiradas. Primera y Segunda Epístola de Pedro, no es un homenaje a Pedro, sino a su mentor, a Cristo. Seamos mentores como lo fue Jesús con Pedro.

 

 

BIBLIOGRAFIA.

Bibliatodo.com “Pedro”. https://www.bibliatodo.com/Diccionario-biblico/pedro Ultima consulta: 08 de enero del 2024.

 

 

Everardo Cortés González


 

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