Por Lucas Marín
Cuando me propusieron escribir este artículo, la pregunta inicial fue: “¿Qué le recomendarías a la pastoral actual en su trabajo con las Nuevas Generaciones?”
Desde el comienzo, esa pregunta provocó algo en mí. Un pastor a quien admiro mucho, con gran experiencia y trayectoria, me pedía mi perspectiva, validándome e invitándome a una conversación relevante. Pensé automáticamente: “Qué privilegio, quiero ser parte de esto”. Este artículo es, en sí mismo, un testimonio de lo que pretendo desarrollar. La propuesta tiene que ver con la forma en que se pueda desarrollar un “mentoreo reverso“, como se suele decir en las organizaciones, aunque prefiero el término “mentoreo generacional“.
He dedicado los últimos quince años de mi vida y ministerio al trabajo con las Nuevas Generaciones (preadolescentes, adolescentes y jóvenes). Comencé desde muy joven y aprendí mucho a través de la práctica, lo que me llevó a estudiar y especializarme lo máximo posible. Paralelamente, Dios me ha permitido recorrer la Argentina, coordinar a nivel nacional el área de adolescencia de las Asambleas de Dios (Unión de las Asambleas de Dios en Argentina), actualmente desde la vicepresidencia del departamento nacional de jóvenes. En los últimos dos años, he trabajado con el área de liderazgo para las Nuevas Generaciones desde la Fundación John Maxwell para toda Latinoamérica, lo que me ha brindado una visión más amplia de la iglesia y el trabajo con la nueva generación.
Y, algo que debemos admitir, es que el mundo ha cambiado. Las nuevas generaciones son diferentes, la forma de ver la vida es distinta, y hasta en algunos aspectos, la manera de vivir la fe es también. He tenido la oportunidad de escuchar a cientos de pastores de muchos años en la obra de Dios y a cientos de ministros jóvenes (menores de 35 años). Las quejas y planteos suelen ser los mismos desde ambos lados, y es obvio que encontraremos diferencias entre generaciones, pero creo que Dios lo ha hecho así a propósito. Ahora nos toca descubrir dicho propósito y esa pretende ser la contribución de este escrito con el fin de reducir esta brecha lo mayor posible.
¿Qué necesitamos las nuevas generaciones?
Genuino por sobre perfecto
Los modelos de liderazgo han cambiado. Antes se exigía que un líder impusiera autoridad, con una camisa blanca inmaculada, sin mostrar la más mínima señal de debilidad, porque eso se interpretaba como “falta de fe”. La perspectiva de la nueva generación respecto al liderazgo ha cambiado. Ahora valoramos más lo real, lo vulnerable, lo genuino por sobre lo perfecto. Un ministro joven, necesita el consejo sabio de un adulto: ¿Cómo tener un matrimonio sano? ¿Qué hay de la crianza de los hijos? ¿Cómo administrar mi espiritualidad y finanzas? Necesita escuchar esas experiencias, tanto de aciertos como errores, para no equivocarse en lo mismo. Además, conocer esa realidad no restará autoridad; al contrario, se ganará autoridad. Para un joven ministro escuchar sobre las crisis de un pastor referente significa: “Si él pudo superar eso con Jesús, entonces yo también”.
Protagonistas más que espectadores
Crecimos con la frase: “Mira cómo lo hago porque algún día te tocará hacerlo”. Sin embargo, ya no funciona así. Ahora, si queremos hacer algo, miramos un tutorial en YouTube y lo hacemos. El momento de habilitar espacios es ahora. No queremos mirar, queremos hacer. Por ello, propongo dejar de ver a la nueva generación como un proyecto a futuro y entenderla como un valor del presente. Las nuevas generaciones no quieren ser parte de nada que no lo sientan propio. No todos pueden liderar la iglesia, pero sí su propio grupo, su propio curso, o simplemente integrarlos. Es importante agilizar el proceso de empoderar a las personas y generar sentido de pertenencia en nuestras iglesias cuanto antes, que solo se logra si se genera comunidad; y, para ello debemos involucrarlos, hacerlos parte. Comunidad primero, pertenencia después.
Cercanía más que jerarquía
No importa qué tan alto se pueda llegar en la pirámide organizacional, a la nueva generación le interesa saber qué tan cerca el mentor estás de mí. ¿Sabes mi nombre? ¿Conoces qué me preocupa y me hace llorar? ¿Cuál es mi llamado y qué me motiva a llevar el mensaje del evangelio al mundo? Esto nos lleva a caminar cerca desde el conocimiento mutuo, con un interés genuino. No comencemos la relación con la pregunta “¿En qué área quieres servir?”, sino más bien, “¿Cómo puedo servirte?”
¿Qué pueden proponer las nuevas generaciones?
Creatividad
En un mundo en constante cambio, la creatividad ha pasado a ser un valor necesario. ¿Qué nuevas propuestas vamos a implementar? ¿Cómo nos vamos a adaptar? Nada más aburrido que actividades para adolescentes pensadas por adultos; por otro lado, nada sería más caótico que un grupo de adolescentes planificando la reunión de adultos. Pero sí es real que las nuevas generaciones pueden aportar ideas frescas, sin estructuras religiosas, sin preconceptos de “cómo se hacen las cosas”.
Espiritualidad relevante
El mundo nos ha hecho creer que la religión es algo anticuado, viejo, obsoleto. Sin embargo, las nuevas generaciones pretenden vivir su espiritualidad de forma más natural y fluida. Buscar ser “naturalmente sobrenaturales”. Una vez que se encuentran con Jesús, hablan de Él a todos sus compañeros, abrazan al vulnerable y comparten generosamente lo aprendido. Me gusta decir que traen un “chip de avivamiento”, en el sentido de que parecen estar “preconfigurados” para vivir el evangelio una vez que lo conocen. No les interesa fingir, viven lo que creen o no lo creen. Aman compartir lo que consideran relevante, son relacionales por naturaleza y, por último, les apasiona la influencia. Estamos frente a la generación más influyente de toda la historia. No creo que sea coincidencia que, en los últimos tiempos, Dios esté levantando a la generación más influyente de todos los tiempos.
Esta espiritualidad trasciende nuestros cultos y reuniones. La liturgia es solo una pequeña parte, pero para ellos no es el todo. Quieren una relación verdadera con el Creador, que va más allá del servicio y la experiencia emocional. Quieren una relación significativa con Dios, y esta es una hermosa oportunidad para enseñarles a vivir como Jesús vivió.
Tiempo y fuerzas
Las nuevas generaciones tienen tiempo, y nos toca canalizarlo, darles un objetivo, una razón para actuar. Muchos pastores, luego de generar un espacio intencional para los adolescentes, me han dicho al tiempo: “Los jóvenes y adolescentes se han convertido en el motor de nuestra iglesia”. Cuidemos que ese sentido de pertenencia los desafíe y acerque a Jesús.
Tienen mucho más para proponer, pero solo quería resaltar algunos de los aspectos más necesarios para la iglesia en la actualidad. Esto me lleva al siguiente punto clave para acortar la brecha generacional, y es vital entender que nos necesitamos.
Nos necesitamos
Requerimos la energía de los niños, la creatividad de los preadolescentes, el tiempo de los adolescentes, la fuerza de los jóvenes, la guía de los adultos y la sabiduría de los mayores. ¡Nos necesitamos! La iglesia está compuesta por todas las generaciones; todos tenemos un lugar o deberíamos encontrarlo, y es responsabilidad de la generación que toma las decisiones hacer espacio para todos.
A los ministros adultos: cuánto necesitamos de sus ideas, fuerza, tiempo y propuestas. Necesitamos cambiar la perspectiva de que la sabiduría es unidireccional, de arriba hacia abajo y nada más. Hay momentos en los que necesitamos encontrar una sabiduría horizontal que debemos aprovechar.
Y aquí es donde llegamos al punto, y a lo que me gustaría llamar mentoreo generacional. La propuesta es que el joven otorgue autoridad sobre ciertas áreas de su vida, y que el adulto ceda espacio en otras áreas de la suya. Que se empoderen mutuamente, porque hay sinergia en la relación. Más importante que “¿Quién tiene el control?” es “¿Cómo podemos ayudarnos, guiarnos y enseñarnos mutuamente?”. Necesitamos que el adulto nos enseñe, y una de las premisas para que eso suceda es que podamos validarlo, y que ese adulto nos valide a nosotros también. La propuesta es: ¡Vamos juntos!
Vamos juntos, la nueva generación valora, aprecia y admira a los pastores mentores, por trayectoria, por personalidad, por ministerio, por paternidad, por legado. Los mentores valoran nuestra frescura, cercanía, adaptabilidad.
Los tiempos han cambiado, el mundo también, y no todos nos adaptamos de la misma manera, por eso se hace necesario aprender unos de otros. Nos mentoreamos en diversas áreas.
¿Cómo logramos esta mentoría?
Conversación honesta, horizontal e intencional
Creo que el primer paso es una conversación horizontal con nuestros ministros jóvenes. Hablemos como pares, al menos busquemos el acuerdo. De seguro hay muchos temas pendientes después de leer este artículo, pero quisiera contar tres ejemplos de lo que me sucedió en el liderazgo de las nuevas generaciones:
Empecé a preguntar a mis discípulos: “¿De qué quieren que les predique?” (obviamente, consulté con Dios antes de hacerlo). Con el tiempo, la pregunta cambió a: “¿De qué quieren predicar?”. Y, de esa manera, la predicación se transformó en un tema de interés para ellos.
Comencé a preguntarles a los adolescentes de la iglesia: “¿Qué harían en una reunión de domingo para que les resulte interesante sumarse?”. Empezamos a aplicar las ideas que resultaban viables, y las que no, las reformulamos de manera que aportaran a la dinámica de la iglesia.
Pregunté a mi equipo de liderazgo: “¿Cómo puedo impulsar el ministerio que Dios ha puesto en ustedes?”. Sorprendidos ante semejante pregunta intencional, la reacción inmediata fue apertura para trabajar y servir, porque entendieron que eso sería parte del crecimiento personal.
Respetar su referencia de valores
Debemos saber que esta generación tiene una valoración diferente de las cosas. Por ejemplo, la institucionalidad no tiene mucho peso para ellos. Los espacios físicos tampoco; porque tiene que ver con la virtualidad. Por ejemplo, la escuela no es sinónimo de aprender; aprendieron más en YouTube. La casa no es sinónimo de hogar; se sienten más hogareños con su grupo de amigos. Y el templo, para ellos, no siempre es sinónimo de espiritualidad. Por ello, no asocian los espacios físicos con contenidos de valor.
Otro ejemplo: a los adolescentes y jóvenes de hoy no les interesan los títulos ni las jerarquías. Los principales exponentes y referentes que ellos consideran, poco saben de títulos. El productor de música más escuchado (Bizarrap) no estudió producción musical ni tiene títulos al respecto. Hay artistas que ganan reconocimiento mundial con tan solo dos canciones. Y todos pueden opinar de lo que sea, con millones de seguidores de por medio. No digo que esto esté bien; solo explico por qué les cuesta tanto entender y validar a ciertas autoridades. No es que sean rebeldes o estén fallados; simplemente validan de manera diferente.
También, debemos reconocer, que el masivo y sencillo acceso a la información, y la posibilidad de seleccionar lo que buscan les ha dado una gran capacidad para diferenciar rápidamente y descartar la “mala información”. Y, de esa misma manera, gestionan las relaciones: descartar lo que no consideran relevante. Esto no significa que lo avale; solo describo lo que ocurre. Y no debe desanimarnos; ni con tecnología, ni la popularidad de ciertos referentes reemplazará la influencia y el impacto que puede lograr un liderazgo cercano e intencional.
Mentores
Es inevitable pensar en Saúl y David, cuando el joven intenta caminar con la armadura del rey para vencer a Goliat (1 Sa.17:37-40 NVI). Veo a un adulto queriendo cuidar a un joven; no creo que haya malas intenciones por parte de su líder. Sin embargo, la frase de David impacta: “No puedo caminar con todo esto“. Se quitó la armadura, tomó sus propias armas, unas piedras, una honda, y mucha fe combinada con valentía y un tanto de atrevimiento. Y camina a enfrentar al gigante. No pretendamos que una generación camine como lo hicieron otras. Que no puedan o no quieran utilizar la armadura, las formas y liturgias no significa que no puedan vencer a Goliat.
En lo personal, observo una generación dispuesta a enfrentar la batalla. Lo hará con el mismo poder de Dios, pero desde su lugar, a su manera, con su impronta, no puedo asegurar que con mayor o menor alcance, será diferente.
Creo que hemos hecho y logrado muchísimo como iglesia. No se pretende hacer una crítica a quienes han sembrado durante años con tanto amor y dedicación; creo que lo han hecho bien y honramos el pasado. Tanto es así que lo reconocemos como punto de referencia para lo que tenemos por delante. Sin embargo, también creo que este mentoreo generacional nos llevará a vivir el evangelio de una manera más relevante, genuina y disfrutable.
Las nuevas generaciones no esperan para construír la iglesia; pretendemos ser parte ahora de la edificación. No esperamos heredar todo; queremos colaborar con todo. Queremos hacerlo juntos porque creemos que de esa manera el impacto será tremendamente mayor. Y la clave en estos tiempos es habilitar espacios, crear nuevos lugares, diferentes a las que hemos realizado como iglesia, nuevos escenarios. Si las nuevas generaciones no están “atadas” a un edificio, aprovechemos este tiempo para extender la iglesia en toda la sociedad.
¿Parece una utopía? Creo que no. Si no habilitamos espacios a quienes vienen detrás, la continuidad de la iglesia está en juego. Sé que Dios no dejará que la iglesia se pierda, ni que se vea afectada. Pero también considero que los puntos que hemos observados, nos darán una guía para realizar los primeros pasos en una mentoría generacional. Si logramos caminar juntos, entendiendo los nuevos tiempos y escenarios, podremos llegar a buen puerto.





