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¿Jesús o Yeshúa?

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2021.1

Por Coco Canto

 

 

Recuerdo cuando mi interés por la literatura del judaísmo del segundo templo y los documentos del período intertestamentario me hizo navegar en las obras de varios académicos que se han dedicado en largo tiempo a escribir sobre Jesús en su contexto judío.

Obras como “Jesús y el Judaísmo” o “Pablo y el Judaísmo Palestino” de E. P Sanders son referentes claros de un largo y acalorado debate en torno a Jesús, las tradiciones de su cultura y el abordaje que él les otorgaba; al igual de cómo ésta cosmovisión moldeó el pensamiento de Pablo que, como judío de la tribu de Benjamín, y fariseo de fariseos, de línea hilelita, instruido por el gran Gamaliel, llevó el Santo Evangelio a los gentiles del imperio romano, desde Medio Oriente, Asia y hasta parte de Europa.

En la tarea de recopilación de información una obra saltó a la luz por el título que ostentaba, mostrando un antagonismo no sólo semántico sino cultural: El Yeshúa Hebreo frente al Jesús Griego” escrito por Nehemia Gordon, un ex fariseo, erudito en materia de los Rollos del Mar Muerto y perito en los idiomas semitas.

Gordon supuestamente explora el antiguo texto hebreo del Evangelio de Mateo a partir de manuscritos refundidos por los archivos de los escribas judíos.1 Solo puede uno quedarse perplejo y concluir por cuestionarse sobre la seriedad de este libro con seria proyección “académica”, porque, cualquier erudito comprometido con la verdad sabe que no hay pruebas convincentes de que los manuscritos originales de los evangelios hubiesen sido escritos en hebreo.

Aunque el artículo presente no se introduce en la teoría de la supuesta copia perdida del “idioma espiritual” sí es necesario ver como ese sensacionalismo étnico tiene un alto impacto entre el pueblo evangélico contemporáneo.

El “Jesús pagano” griego que este tipo de personas pretenden presentar y, que incluso, aseguran que enseñaba el apóstol “apóstata” de Pablo, nos recuerda mucho a Rudolf Bultmann, quien creía que Saulo dejó todo su lado judío para tener una comprensión cristiana más “helenística”. Pretenden enseñar que el Apóstol de los Gentiles “abandonó” las características judías de su pensamiento inicial para expresar su mensaje tanto en las categorías como con el idioma pagano.2

Es coherente pensar que las ideas de un erudito escéptico del siglo XX pueden distar mucho de un movimiento judaizante carismático, pero parecen estar en cierta forma relacionados.

La tesis de deconstrucción es siempre la misma: enseñan que la iglesia fue infectada por paganismo helenístico desde que Pablo salió en escena, por lo que se predica la imagen de un Jesús corrupto que, como muestra un botón, se empezó “reemplazando” su “verdadero” nombre usando letras de un alfabeto anatema (el griego), eliminando así el nombre auténtico de “Yeshúa”.

Los grupos judaizantes

Rubén Gómez, una de las voces actuales más importantes en el ámbito teológico sobre la Israelología de habla hispana, describe a los grupos judaizantes como grupos que no se consideran a sí mismos ni judíos (ya que creen en Jesús como Mesías y Salvador y rechazan la tradición de la Torá oral) ni cristianos (puesto que renuncian a muchos de los rasgos distintivos de estos y su práctica más cercana al judaísmo).

Él, insiste en que no debe confundirse esto con el judaísmo mesiánico, que es un fenómeno básicamente judío, pues estos últimos observan la Ley, el sábado como día de reposo, festividades que aparecen en la Biblia hebrea, y la autodenominación de sus líderes como “rabinos”; además de: Lainsistente restauración de los nombres divinos, tanto en el texto bíblico (que, según dicen, debe purificarse de conceptos griegos) como la enseñanza y la predicación.3

Hoy por hoy, algunos de estos grupos que se han radicalizado como un ebionismo renovado (cabe destacar que para la mayoría de estos grupos, Jesús no es sólo un profeta sino Dios mismo, a diferencia de la comprensión ebionita original) han identificado de apóstata al apóstol Pablo e incluso, lo condenan como blasfemo y anatema por el hecho de llamar al hijo de Dios “Jesús” y no “Yeshúa”.

 

Contexto cultural de los escritores del Nuevo Testamento

Así como los esenios que habitaban comunidades del Mar Muerto (estos tenían el anhelo de apartarse de todas las impurezas gentiles y de su mismo pueblo que se había desviado de la verdad), los judíos palestinos de algunos siglos antes del nacimiento de Jesús también miraban la helenización (la normalización de costumbres y cosmovisión griegas en una cultura diferente) como algo que podía afectar todo el fundamento teológico y piadoso de su religión.

El ejemplo del levantamiento más característico de dicho periodo de tiempo es la revuelta de los Macabeos (167 a.C), quienes se levantaron en armas contra el régimen Seléucida que tenía la intención no solo de conquistar la nación judía sino, además, paganizar todo ritual establecido por el Dios de Israel.

No obstante, el anhelo de salvaguardar la verdadera fe en Yahvé nunca impidió que las rutas comerciales tuvieran su paso abiertamente por Jerusalén, y mucho menos que el idioma regular que se hablaba en todo el imperio no tuviera su influencia en la cultura judío-palestina. Bien dice Justo L. González:

En el siglo I primero eran muchos los judíos, aun en Palestina, que no usaban ya el antiguo idioma hebreo. Pero, mientras que en Palestina y en toda la región al oriente de ese país se hablaba el arameo, los judíos que se hallaban dispersos por todo el Imperio Romano hablaban el griego. Tras la conquista de Alejandro, el griego había venido a ser la lengua franca de la cuenca oriental del Mediterráneo, judíos, egipcios, chipriotas, y hasta romanos, utilizaban el griego para comunicarse entre sí. En algunas regiones – especialmente en el Egipto- los judíos perdieron el uso de la lengua hebrea, y fue necesario traducir sus Escrituras al griego.4

 Aunque el idioma hebreo en Palestina, y aun en la dispersión, era utilizado en la sinagoga y era imprescindible para todo aquel que quería convertirse en un rabino su uso era en realidad mínimo; muestra de eso se encuentra en el evangelio de Marcos, único evangelio de la tradición sinóptica que contiene palabras transliteradas que en realidad son arameas y no hebreas.

Aunque la procedencia de Marcos es judía, su evangelio tiene como fin de llegar a los gentiles apegándose a su tradición, sin siquiera tener en cuenta la necesidad de presentar aspectos importantes de la narrativa evangélica con la lengua hebrea. El evangelista permite que algunas de las frases más celebres que la tradición del kerigma primitivo adjudicaba a Cristo se enseñen en arameo (por ejemplo: Marcos 5:41; 15:34).

Tampoco es posible omitir el uso del arameo por parte del apóstol a los gentiles. Pablo, a pesar de su tan prestigioso trasfondo académico judío. Pablo usa el idioma arameo para pregonar tradiciones de la iglesia primitiva que seguramente eran parte de sus cultos y reuniones sin ninguna dificultad por comprometer su incipiente fe.

Aquello demuestra un punto importante. El mensaje del evangelio que Pablo predicaba hunde sus raíces en la religión judía, de hecho ¡sus doxologías y tradiciones teológicas vienen del idioma más cercano al hebreo y al contexto palestino! Es decir, el apóstol aun estaba de acuerdo con esto y nunca fue su intención “paganizar” al hijo de Dios.

Para el apóstol, la conciencia filial que Jesús tenía con su Padre es la misma que la iglesia también detenta. Una prueba de eso es la exclamación aramea de alegría: ¡Abba Padre!, alegría que viene por la adopción de los paganos que se convierten al Dios de Israel (Romanos 8:15).

El grito de guerra de una iglesia que vivía en la tensión del caminar diario y la manifestación de su Rey para el fin de la era se exclamaba con una fórmula aramea de la tradición de la reciente religión cristiana: ¡Maranata! (1 Corintios 16:22), tradición a la que Pablo no tiene ningún problema en sujetarse.

Un reporte de CBC News en 2018, confirma lo dicho por Israel Today en 2012, que la lengua común en la tierra de Israel hace 2000 años era el arameo.5 La lengua que usó Jesús es la misma que el apóstol “apostata” usaba, la lengua de origen sirio que se impregnó en Israel de manera definitiva desde la influencia del imperio asirio, para luego introducirse completamente desde la deportación de Babilonia en adelante. De hecho, el libro de Daniel (2:4; 7:28, y Esdras, 4:7; 6:18) contiene partes en arameo.

Con esto en claro, es incorrecto y totalmente anacrónico pensar que Jesús esperaba que su nombre fuera pronunciado en una lengua que estaba ya casi extinguida, y aunque los judíos tenían una seria reverencia para pronunciar el nombre de YHWH, aun los más celosos como los fariseos shammaítas estaban más concentrados en comenzar la era mesiánica a través de las armas que en discutir con cuál lengua debía uno proceder en oración diaria y cotidiana a Dios.

La misma deconstrucción liberal cuestiona la autenticidad juanina del cuarto evangelio, quien lo adjudica una asimilación teológica tardía en las comunidades que alguna vez fueron dirigidas por el apóstol por su alto contenido “pagano” griego sincretizado con el judaísmo (un ejemplo en la argumentación es el uso de Juan del concepto “helenista” de Logos).

Sin embargo, en los últimos años se han refutado dichas teorías, pues, aunque Juan escribe en griego su Evangelio, las descripciones que hace de Jerusalén encajan perfectamente con un periodo anterior al año 70, cosa que muy difícilmente un griego pudiera describir con tanta exactitud. Esto demuestra aun más la importancia que los apóstoles (aun siendo judíos) le daban a la predicación del evangelio del Reino que a la precisión de una pronunciación del nombre de Jesús en hebreo.

El griego fue la lengua aprovechada para la predicación del evangelio por parte de los discípulos (Marcos 3:17; 5:41; 7:34; 14:36; 15:34). No existe escritura hebrea en el Nuevo Testamento. Sin embargo, por si acaso, los académicos nos explican que pasajes como Juan 20:16 y Hechos 22:2 que enseñan “lengua hebrea” quieren decir realmente “lengua aramea”.6

Si, en realidad, la lengua que Jesús y sus discípulos usaban normalmente y en sus enseñanzas cotidianas no era el hebreo, sino el arameo entre su gente y el griego con los paganos ¡entonces está de más tratar de asumir que el Nuevo Testamento original era en hebreo, y, por ende, la necesidad de la pronunciación hebrea del nombre de Jesús! Así dice el Dr. Eli Lizorkin-Eyzenberg, un erudito israelí del cristianismo:

El Nuevo Testamento fue escrito por judíos seguidores de Cristo en un lenguaje que puede ser mejor descrito no sólo como koiné o griego común, sino como “koiné judaico griego… el tipo de griego que vemos en el Nuevo Testamento puede ser mejor descrito como griego koiné. Hay otro componente de este griego koiné -una conexión judaica y hebrea significativa. Por esta razón yo prefiero llamarlo -koiné, judaíco, griego … ¿es realmente griego? Sí, lo es, pero es un griego que heredaron los patrones semitas de pensamiento y de expresión. Por lo tanto, es diferente de los tipos de griego usados por otro grupo de personas. Por lo tanto, no estoy de acuerdo con que el Nuevo Testamento fue escrito en hebreo y luego traducido al griego. En cambio, creo que fue escrito en griego por personas que pensaban como judíos… 7

¿Qué jactancia hay entonces en decir Yeshúa? ¡Ninguna!, queda excluida. Pero ¿queda excluida por la ley de la sincretización griega en la comprensión judía del cristianismo posterior?: ¡No!, sino por la fe en que tenemos como evidencia los mejores manuscritos en griego del Nuevo Testamento y que, aunque los pensamientos de nuestros maestros apostólicos que fueron judíos, no tuvieron problema en escribir el nombre del Cristo como Iesous en griego, de donde el latín asimiló Iesus, ¡en ambos casos sabemos que ese nombre sigue significando Salvador!

La transliteración.

La transliteración no tiene ningún significado, si acaso solo en su etimología. Jesús, en sí mismo, no tendría un significado, pero Yeshúa sí: significa salvación. Aun así, no se hace mal cuando filólogos transliteran de esta manera del griego al español; aunque la palabra en griego tenga la intención de reflejar la raíz etimológica del idioma original. Un error sería tomar el Nuevo Testamento que está en griego y transliterar el nombre del Señor como “Yeshúa” pues no es la forma en que sus autores originales lo hicieron. En el hebreo, en cambio, se translitera el nombre propio de una manera directa. De la transliteración del texto masorético como en Esdras 3:2 es posible ver el correcto trabajo de los traductores bíblicos:

ויקם ישׁוע בן יוצדק ואחיו הכהנים וזרבבל בן שׁאלתיאל

Entonces se levantaron Jesúa hijo de Josadac y sus hermanos los sacerdotes (énfasis mío).

No existe ningún problema en transliterar del hebreo al español un nombre, se cometería un error en cambio, si en búsqueda de un cristocentrismo fanático, se haga una translieració a la inversa, es decir, del griego original al hebreo.

Por lo mismo, aquellos judaizantes deberían ser más racionales y aceptar que hacer lo que ellos piden no es espiritual, sino deshonesto y tiene el propósito de corromper los escritos apostólicos y, peor aun, no aceptar la clara evidencia histórica de que fue voluntad de Dios que el idioma griego fuera el que se usara para su mensaje y así poder llegar a toda persona.

El erudito latinoamericano Roger Carrasco Herrera nos da luz de la misma situación del idioma hebreo con la gente cercana a nuestro Señor y con las autoridades romanas:

Sabemos que Iesous era utilizado por sus familares, amistades, discípulos, apóstoles e israelitas contemporáneos. Y hasta los mismos fariseos y saduceos lo usaron para denunciar falsamente al Señor ante las autoridades romanas. Ningún judío podía dirigirse a un romano hablando hebreo o arameo… Al escuchar el nombre Yeshúa, los romanos pensarían que se trataba de una mujer. Por eso, los eruditos explican que Iesous (Ιηζούς) es el esfuerzo de transliterar y naturalizar el nombre hebreo Yeshúa… A todos los nombres no griegos debía agregársele una “S” [letra sigma Σ ς ] al final.8

Otro ejemplo de una situación polémica parecida se encuentra en la carta a los Romanos 16 donde se menciona la bien conocida y respetada Junias. Eruditos han dialogado de que la traducción correcta es en realidad Junia que es un nombre femenino siendo así una prueba convincente del ministerio femenil en el cristianismo primitivo.

 

¿Qué hacemos con la Septuaginta?

La LXX fue la versión que Jesús mismo, junto con sus apóstoles, citaron más que cualquier otra de fuente en el Nuevo Testamento. Quizá tenía la intención de que los judíos que se encontraban dispersos por el mundo de aquél entonces no perdieran las nociones de su religión a pesar de su lejanía con Jerusalén. No era una Biblia “apóstata” ni nada por el estilo, sino que era bien venerada y, sorprendentemente, aun el Carpintero de Galilea la utilizó casi todo el tiempo. Ahora bien, a diferencia del texto masorético, pasajes como el de Esdras 3:2 contienen una interesante forma de trasliterar del hebreo al griego:

καὶ ἀνέζηη Ἰησοῦς ὁ ηοῦ Ιυζεδεκ καὶ οἱ ἀδελθοὶ αὐηοῦ ἱεπεῖρ καὶ Ζοποβαβελ ὁ ηοῦ …

La palabra equivalente del hebreo al griego para este nombre propio fue “Iesús”. ¿Iesous?, ¿por qué entonces no utilizaron el nombre “Yeshúa” como la correcta elección para el idioma receptor? Todo lo anterior sirve de respuesta: Se buscaba más una uniformidad conceptual que simplemente retrasar el aprendizaje en un mundo cambiante que se helenizaba.

Esta traducción surgió mucho antes que nuestro Señor caminara en nuestro mundo y se encarnara para salvarnos. Judíos piadosos utilizaron ese estilo de trasliteración de la LXX del hebreo al griego sin ningún impedimento y sin que eso afectara su fe, por lo que los que quieren retomar dicha piedad judía “purista” estas verdades los confrontarán y les será de escarnio por su misticismo herético y confuso.

 

Conclusión.

Así como Jesús, siendo Señor del día de reposo, se permitió mover un poco las reglas por el bien del género humano en Shabbat, así mismo no tiene ningún problema en que su nombre sea pronunciado de manera distinta a Yeshúa. A Dios le importa más que su Iglesia, -aquel Israel escatológico lleno del poder del Espíritu- lleve el evangelio y luz a todas las naciones que en debatir la pronunciación del nombre del Salvador.

No es primera vez que la Iglesia se ve confrontada con estos detalles que, a la larga, llevan a los cristianos a genealogías absurdas y a las fábulas lejos de la gracia de Dios (Tito 3:9). Mantengamos hoy firme la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios para contrarrestar esta clase de pensamientos humanos y carnales, y así, permitir que el precioso nombre de Jesús sea proclamado en toda etnia y nación, tribu y tierra.

También no está de más escuchar las advertencias que un buen hermano en Cristo estudioso del tema nos hace ante el nuevo espíritu marcionista que quiere desconectar del cristianismo sus raíces hebreas: A aquellos judaizantes, no le falta razón cuando lamentan la progresiva helenización de una Iglesia cuyas raíces eran plenamente judías… ¿Para qué hacer teología en clave neoplatonista y renunciar a la magnifica y fecunda interpretación bíblica judía? En no pocas ocasiones parece que la Iglesia, en su afán por sacudirse de encima todo legado judío, tiró al bebé con el agua del baño. 9

Tengamos equilibrio, y no nos convirtamos en neo-marcionistas que repudian todo lo semítico de nuestra religión, pero tampoco olvidemos ser creyentes comprometidos que entienden las promesas del Nuevo Pacto que traen salvación a todos los confines de la tierra. Aquello es una vacuna para el judaizante primeramente y para también el griego

1  Nehemia Gordon, El Yeshúa Hebreo frente al Jesús Griego (2010, por Nehemia Gordon)

2  N.T. Wright, El verdadero pensamiento de Pablo (Terrassa, España: Editorial Clie, 2002), 21.

3  Rúben Gómez, A Jacob amé. Análisis bíblico, teológico e histórico del lugar de Israel en los planes de Dios (Commercial St., Bellingham: Editorial Tesoro Bíblico, 2019), 196

4  Justo L. González. Historia del cristianismo, obra completa, desde la era de los mártires hasta la era inconclusa. (Miami, Fl: Editorial Unilit, 2009), 28.

5  Roger Casco Herrera. Su Nombre, de la serie ¿Quién es Jesucristo?, Una respuesta a la polémica en torno a su nombre ¿Jesús o Yeshúa? (Tegucigalpa: Fabricaciones y Representaciones internacionales, 2018), 39

6  Íbid

7  http://jewishstudies.eteacherbiblical.com/es/fue-el-nuevo- testamento-escrito-originalmente-en-hebreo-por-dr-eli-lizorkin- eyzenberg/

8  Roger Casco Herrera. Su Nombre, de la serie ¿Quién es Jesucristo?, Una respuesta a la polémica en torno a su nombre ¿Jesús o Yeshúa? (Tegucigalpa: Fabricaciones y Representaciones internacionales, 2018), 65

9  Rúben Gómez, A Jacob amé. Análisis bíblico, teológico e histórico del lugar de Israel en los planes de Dios (Commercial St., Bellingham: Editorial Tesoro Bíblico, 2019), 198

 

Coco Canto


 
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Comentarios: 2

  1. José Yomar

    Exelente información!

  2. Marcos

    El apóstol Pedro, entre otros eran judíos, ellos debían haber escrito en sí idioma original, que hayan escrito ellos en griego es muy difícil, si pueden ser algunos, como Lucas, Timoteo, etc.

    Yeshua es su nombre verdadero, Jesús, el griego, ya que él era judío.

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