Por DeLonn Rance
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Introducción: La Misión de Dios
La misión de Dios, de glorificarse así mismo a través de su obra de revelación y reconciliación, se manifiesta en toda la Biblia desde Genesis hasta Apocalipsis. En Génesis, Dios se revela en la creación y entra en una relación única con el ser humano dándole la capacidad de procrear adoradores de Dios “sean fructíferos y multiplíquense” y cargándole con ser su representante en la tierra (Gen. 1:28). En Genesis 3, cuando el ser humano se rebela y se separa de su creador al buscar su propia gloria, Dios desciende y busca al ser humano al clamar “Donde estas?” (Gen. 3:9).
Dios sigue buscando a cada ser humano al llamar a un hombre, Abram, para bendecir “todas las familias de la tierra” (Gen. 12:3) y apartó a un pueblo, Israel, para que fuese “un reino de sacerdotes y una nación santa” (Éxodo 19:6) para revelar a Dios y llamar a las naciones a la reconciliación. Pero Israel fracasó, así que Dios envió a su propio hijo, Jesús, quien, a través de su encarnación, su muerte, y su resurrección revela a Dios Padre (Juan 1:18) y crea la posibilidad de ser reconciliado con Dios (2 Cor. 5:15-19). Al ascender a la diestra del Padre, Jesús comisiona a un nuevo pueblo, la iglesia, a que “sean fructíferos y multiplíquense” al hacer discípulos, adoradores de Dios, de todas las naciones (Mateo 28:18-20).
Los que antes no eran pueblo ahora son el pueblo de Dios que revelan a Dios y declaran un mensaje de reconciliación, el evangelio de Jesucristo. “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido” (1 Ped. 2:9-10). Pablo declara, “y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: «En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios»” (2 Cor. 5:19-20).
La misión de Dios culmina en las bodas del Cordero (Apoc. 19:7-9) y con la restauración del paraíso de Génesis al final de los tiempos con representantes de todos los pueblos en adoración del Cordero (Apoc. 5:9-12; 7:9). En el último capítulo de la Biblia, Juan escribe “El Espíritu y la novia (la Iglesia, el pueblo misionero de Dios) dicen: «¡Ven!»; y el que escuche diga: «¡Ven!» El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (Apoc. 22:17).
Es en este contexto, la gran narrativa de Dios en misión, que Lucas en dos tomos destaca la obra del Espíritu Santo en la vida y ministerio de Jesús (Tomo 1 El Evangelio de Lucas) y en la vida y ministerio de la iglesia, el pueblo misionero de Dios (Tomo 2 El Libro de los Hechos). En Lucas 4:18-19 citando a Isaías, Jesus declara “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor.” Y en Lucas 19:10 revela “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
El mismo ministerio de Jesus, de revelación y reconciliación, continua a través de la iglesia en el poder del Espíritu Santo. “Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” (Hechos 1:8). Este texto es la tesis y el bosquejo de todo lo demás del libro, el avance del evangelio y la iglesia entre las naciones en el poder del Espíritu. El libro de Hechos no tiene una conclusión formal porque los hechos del Espíritu Santo en revelación y reconciliación a través del pueblo misionero de Dios, la Iglesia, continuaran hasta la venida del Rey Jesus.
Hay muchas lecciones misiológicas en el libro de los Hechos, pero en lo que resta de este breve artículo, el enfoque será la iglesia de Antioquia como modelo de una iglesia misionera con algunas implicaciones para la iglesia enviadora, para los enviados, y al concluir, implicaciones estratégicas.
La iglesia de Antioquía como un Modelo de una Iglesia Misionera
La iglesia de Antioquía, como se describe en el libro de los Hechos y en los otros libros del Nuevo Testamento, revela una iglesia local que puede servir como ejemplo a las iglesias contemporáneas. En un contexto urbano, multiétnico, con prácticas culturales paganas fuertes, los creyentes inmigrantes que llegaron como resultado de la persecución en Jerusalén revelaron las buenas nuevas de Cristo y como resultado personas de distintas culturas fueron reconciliados con Dios y con otros aun a través de barreras de perjuicio y etnocentrismo (Hechos 11:19-21).
El liderazgo que se identifica en Hechos 13:1-2 demuestra una diversidad de trasfondos culturales y sociales unidos en adoración en un ambiente espiritual donde prestaron atención a la voz del Espíritu y respondieron en obediencia. Era una iglesia de sana doctrina que representaron tan bien a Cristo que el apodo de los no creyentes para los creyentes era que eran “pequeños Cristos” o cristianos.
Como muchas iglesias en América Latina, era una iglesia que recibió misioneros (una iglesia receptora de misioneros) aprovechando el ministerio y dones de los misioneros, pero a la vez era una iglesia establecida con una visión misionera que era responsable de enviar misioneros (una iglesia enviadora de misioneros).
Era una iglesia autóctona, una iglesia contextualizada. La iglesia de Antioquía era diferente a la iglesia de Jerusalén tan diferente que creó conflicto con la iglesia madre, lo que hizo necesario el concilio de Jerusalén en Hechos 15. Era una iglesia comprometida con la sana doctrina, libre de prejuicios y legalismo. Por eso enviaron una delegación a Jerusalén.
Una iglesia “autóctona” o “auto-trifásica” es una iglesia autogobernada (o autónoma), autosostenida, y autopropagada. Primero, autogobernada, los lideres de la iglesia, profetas y maestros (Hechos 13:1), surgieron de la misma iglesia. Y que diversidad, Bernabé de Chipre, Simón (negro) de África, Lucio de Cirene (de África), Manaén (de influencia de la clase alta), y Saulo (judío y ciudadano romano) Si, Bernabé fue enviado por parte de la iglesia de Jerusalén y Bernabé invitó a Saulo, pero el liderazgo de Antioquia, guiados por el Espíritu, tomaron y ejecutaron sus propias decisiones no dependían de la iglesia de Jerusalén.
Segundo, autosostenida, fue una iglesia generosa, dispuesta a dar Hechos 11: 29-30, envió ofrendas, apoyó a los misioneros y a la iglesia madre. No dependió de la iglesia madre más bien ayudó a la iglesia madre. Tercero, autopropagada, era una iglesia que dio testimonio e impactó a la comunidad. “El poder del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor” (Hechos 11:21).
Algunas Implicaciones para la Iglesia Enviadora
El liderazgo de la iglesia (y la agencia misionera que facilita el envío de misioneros) tiene que mantenerse en oración, atentos a la voz de Dios, atentos a su dirección en cuanto a cada misionero y cada campo misionero. Guiados por el Espíritu, los lideres son responsables por la selección (al reconocer el llamado de Dios), preparación y envío del misionero.
Seleccionaron a líderes activos con experiencia y preparación (enviaron lo mejor de la congregación, conocían bien los frutos y dones de Pablo y Bernabé, que eran aptos para el trabajo), ya llamados por el Espíritu Santo. El envío incluye más que la despedida, incluye apoyo financiero, y apoyo moral (oración, cartas de recomendación, etc.)
Algunas Implicaciones para los Enviados (Los Misioneros)
El candidato a ser misionero tiene que ser sensible a la voz de Dios y dispuesto a cumplir su voluntad, “Heme aquí, envíame a mí,” no importando los obstáculos o donde es enviado. Es requisito para ser llamado ser un creyente activo y preparado en la iglesia local.
En el caso de Pablo y Bernabé ya habían sido llamados como misioneros porque el texto reza “la obra a que los he llamado (tiempo pasado),” pero esperaron la confirmación del liderazgo de la iglesia. El misionero tiene que someterse a la autoridad del liderazgo de la iglesia, aun si tiene que esperar para cumplir su llamamiento. Los misioneros dieron informe de sus actividades a la iglesia (Hechos 14:27), dando contabilidad moral y financiera. El misionero es enviado por el Espíritu a través de la iglesia.
Implicaciones Estratégicas
La estrategia misionera de Pablo y Bernabé era ir a los centros urbanos, proclamar el evangelio en formas de comunicación contextuales, reunir los nuevos creyentes en comunidades para ser discipulados, e identificar y nombrar lideres locales para que cada iglesia pudiera cumplir con la razón de ser de la Iglesia: adorar y servir a Dios, edificar a los miembros de la congregación, y comunicar el evangelio al mundo.
Por ende, toda iglesia plantada deberá ser una iglesia misionera desde el principio. Cada iglesia local es responsable de participar en las misiones, no importa el tamaño porque todo miembro puede participar a través de las disciplinas misioneras de orar, dar, disponerse a ir, y movilizar porque toda congregación tiene recursos, pero hay que organizarse para ocuparlos en las misiones.
El mandato es “hacer discípulos.” (Mateo 28:19). Los discípulos solo se hacen en comunidad, comunidades de fe llamadas “iglesias.” Por ende, el objetivo de las misiones y de los misioneros es traer gloria a Cristo a través del establecimiento de iglesias locales (y nacionales), dando testimonio de Cristo (Lucas 24:46-48, Hechos 1:8), predicando un mensaje Cristocéntrico acompañado de señales y milagros (Hechos 2:43; 4:22; 5:12; 8:6,13; 14:3; 15:12; 19:11). Las iglesias establecidas por los misioneros deberán ser iglesias autóctonas.
Una iglesia autóctona es una comunidad de creyentes nacido en un contexto específico que es impulsada por el Espíritu (dirigida y ungida por el Espíritu) a realizar los propósitos de Dios para y por esa comunidad. Así como las iglesias del Nuevo Testamento, particularmente en Hechos, estas comunidades de fe locales y nacionales deberán ser gobernadas por el Espíritu, sostenidas por el Espíritu, y propagadas por el Espíritu.
Dios por su Espíritu llama y capacita lideres locales para discipular y movilizar los creyentes en la fe y guiarlos en discernir y cumplir la voluntad de Dios para su comunidad (autogobernada). Una iglesia autóctona es una comunidad responsable que busca los recursos ilimitados del Espíritu para su sostén para no depender del misionero, ministerios, o agencias (autosostenida). Es una comunidad de fe cuyos miembros son apasionados y capacitados por el Espíritu para alcanzar sus vecinos, su nación, y su mundo con el Evangelio (autopropagada).
La iglesia autóctona no es una metodología singular, sino más bien, los principios y valores de la iglesia autóctona surgen de una teología bíblica de las misiones que forma una filosofía de la praxis misional que guía las actitudes, la toma de decisiones, y las acciones de los misioneros y de las iglesias enviadoras. Una iglesia autóctona no surge naturalmente. Nace intencionalmente al seguir el camino de la cruz en el poder del Espíritu Santo.
Una iglesia autóctona al modelo de la iglesia del Nuevo Testamento es “posible porque el Evangelio no ha cambiado. Servimos al mismo Dios y su Espíritu Santo está con nosotros como estuvo con la iglesia en los tiempos del Nuevo Testamento” (Hodges 2006:24).
- Hodges, Melvin L. The La Iglesia Autóctona y La Iglesia Autóctona y el Misionero. Springfield, MO: Gospel Publishing House, 2009.