Por Carlos Julio Colmenares
No se necesita ser un experto en administración para comprender que en cualquier actividad que se aspire a tener éxito, hay que observar los sanos principios de coordinación, dirección y control. Desde que se emprende una tarea hasta que se termina, hay que tener a mano los mecanismos que permitan ampliar o corregir lo hecho, pensando en un fin satisfactorio.
Dirigir una empresa no es cosa fácil. Por ello debemos estar a tono con los adelantos que sobre la materia se producen día a día. Como toda ciencia, en la administración cambian los sistemas de información financiera, de control de personas. Aparecen nuevos esquemas que dejan claridad en el manejo de fondos.
Cosas sencillas pueden escaparse que afectarán todo un programa de trabajo si el administrador no está adiestrado. En un engranaje cada pieza por pequeña que sea cumple su función. Hay que saber cómo trabaja cada una de esas partes para tener una idea cabal sobre el proceso. Para dirigir bien tendremos que aprender técnicas contables, estadísticas, fiscales y otras de orden corriente respecto de las leyes que nos liguen. Hay que entender cuáles son las obligaciones con terceros, cómo preparar informes. Debemos estar enterados de los beneficios que nos amparan. El conjunto de conocimientos nos dirá si estamos obrando de acuerdo a las normas y patrones que liguen.
Toda persona que sepa las operaciones básicas de suma y resta puede rendir un informe financiero, pero no en forma técnica. Si no se ha capacitado en la contabilidad, su informe no quedará claro ni preciso. No contenderá la información necesaria que permita conceptuar sobre el manejo de dineros y de bienes de la comunidad. Quedarán dudas, tal vez no sobre la honradez de quien maneja los fondos, pero sí en cuanto a la buena marcha de la obra. En cambio, si se ha presentado el informe de manera correcta, el interesado podrá darse cuenta de manera objetiva del estado de la tesorería y del desenvolvimiento de la obra.
En la iglesia, entonces, debemos aplicar la contabilidad al manejo de los bienes y obligaciones, mantener un archivo en orden a cada necesidad, presupuestar los dineros en forma precisa, establecer un orden de responsabilidades administrativas, canalizar los pequeños o grandes ingresos en la forma más adecuada, controlar los gastos, dejando solamente los necesarios. Todo ello dará un margen de realidad a la situación de la iglesia.
No es difícil palpar la necesidad de ofrecer al estudiante del Instituto Bíblico, pues, los conocimientos sobre la organización de libros de la Iglesia en forma tal, que tenga un claro panorama sobre su misión pastoral. La avidez de saber es el denominador común en cada alumno. Enseriándole los mecanismos adecuados, tendremos iglesias mejor organizadas que estarán en alza en todo momento. Tendrán crecimiento notorio y Dios bendecirá grandemente la obra.
No esperemos a que la iglesia afronte dificultades para empezar a organizarla sobre los fundamentos sólidos de la buena administración. Sentemos las bases para que crezca como es debido. Demostremos el amor a la obra haciéndola modelo. Apliquemos los fundamentos propios para que todo marche bien.