Por Byron Niles
Es notable que el nombre Baal no se menciona en la historia de los Patriarcas. Aparece por primera vez en Números 25. Baal era la deidad cananea más importante porque para ellos controlaba la lluvia, las tormentas, y por lo tanto, la agricultura. Los cananeos creían que él les proporcionaba la prosperidad económica por medio de buenas cosechas y grandes rebaños.
Aunque parece que Omri introdujo a Baal, el dios de Tiro, en Israel, fue Acab quien promovió su adoración cuando construyó un templo para este dios pagano en Samaria para complacer a Jezabel, su esposa fenicia (1 Reyes 16:30, 31). Según el arqueólogo Joseph Free, un osario que data del 775 a.C. contiene muchos nombres compuestos con Baal. Eso indica el gran impacto que tuvo la adoración a Baal.
Elías dio muerte a 450 sacerdotes de Baal (1 Reyes 16:32; 18:17-40) pero el culto a Baal se recuperó rápidamente y prosperó hasta los tiempos de Jehú (1 Reyes 10:18-28). Fue Atalía, la esposa de Joram, quien dio un nuevo impulso a la adoración a Baal (2 Crónicas 17:3; 21:6; 22:2). Aunque Israel se arrepentía periódicamente, la tendencia general era hacia abajo al fango de inmoralidad e idolatría. El culto a Baal, combinado con el culto a Quemos, (dios de Moab) y Moloc (dios de Amón), comprendía sacrificios quemados (a veces de niños), prostitución religiosa, adoración a la naturaleza (que incluía actos sexuales), desnudez sensual y exagerada brutalidad.
El culto a Baal llegó a ser la religión oficial del Reino del Norte (1 Reyes 16:31) y causó su caída en el 722 a. C. Además, penetró el Reino del Sur (2 Reyes 11:18 y 21:2 en adelante) y al fin lo destruyó también. El envilecimiento de la nación que causa la adoración a Baal se hizo intolerable para Dios y por eso Jehová mandó juicio a la nación. En la profecía de Oseas Dios esclarece lo que esa relación significaba. Se refiere a Baal no sólo como el dios cananeo, sino también como el esposo de Israel (2:8, 13, 17). Dios les dice que Israel debe reconocer a Jehová como Ishi (su esposo ‑2:16, 17) y dejar de llamarle juntamente con otros dioses “mi Boor” o sea, “mi Señor”.