“No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios” Eclesiastés 7:9

Mucho es lo que se puede decir de una persona viéndola cuan a menudo se enoja, la importancia de las cosas por las cuales se enoja, y el tiempo que permanece enojada.

El enojarse es rara vez provechoso, y un hombre enojado es momentáneamente un hombre que hace locuras (Proverbios 14:17). La emoción deja afuera la lógica, y el hombre que se enoja frecuentemente, es propenso a enfermarse. El enojo continuo cobra un alto precio tanto al cuerpo como a la mente.

Lo que se hace cuando se está presa del enojo, rara vez causa una buena impresión en los demás. Todos podemos mirar hacia atrás y ver errores que hemos cometido en el furor del enojo. Nuestros amigos íntimos tal vez podrían señalar algunos otros errores que nosotros hemos querido olvidar.

La ocasión más importante para contener el enojo es cuando la otra persona ha perdido el control. Se necesitan dos personas para formar un altercado. Cuando alguien está comenzando a enojarse, jamás le responda poniéndose a la misma altura. Siempre tome esto como una señal automática de poner de lado los sentimientos personales. Deje que su sangre se enfríe. Actúe con calma. Inmediatamente, trate de dejar de lado cualquier cosa que este causando el enojo en la otra persona. No continúe con el tema hasta que el individuo esté en completa calma y tenga pleno control de sí mismo.

Cuando usted se encuentre en momentos de enojo, deténgase y averigüe por qué se siente así. Enseguida haga algo constructivo para solucionar el problema.

Nunca permanezca enojado -la gente que lo hace, está cavando su propia fosa. (Salmo 37:8; Proverbios 14:17; 16:32; Efesios 4:31,32; Santiago 1:19).