“Dios siempre empieza su programa, no con una organización sino con un hombre.” Verne Warner lo dijo y lo creía firmemente. Lo enseñaba y tomaba decisiones con este principio en mente. Nuestro hermano ha caído en batalla, pero sus enseñanzas siguen en pie. Sus consejos nos han servido a incontables obreros. Su influencia en el Reino de Dios no se podrá medir.
Sirvió junto con su esposa, Doña Juanita, en la República Dominicana donde tomó parte activa en la formación de la iglesia nacional, en forjar líderes y obreros, especialmente en el Instituto bíblico. En la providencia de Dios empezó a ministrar en otros países de vez en cuando donde enseño la Palabra a la vez que compartió con muchos sus conceptos tan prácticos sobre la administración de la obra de Dios.
Su sabiduría y experiencia se hicieron respetar durante seis semanas de deliberaciones y diálogo que llevó a cabo la Comisión de Estudio sobre Institutos bíblicos de la América Latina (CEIBAL) en el año 1960. Los que trabajamos en esa comisión podemos testificar de la inspiración y ayuda que prestó el hermano Verne. Siempre se inclinaba hacia lo práctico y lo flexible, hacia las ideas que pudieran trasladarse efectivamente a la vida diaria, lo que pudiera alcanzar a mayores números. Aconsejaba evitar metas inalcanzables, estructuras tan complicadas que resultaran difíciles de efectuar ante los rigores de circunstancias imprevistas, pero a la vez creía que había que mantener la fe en quien hace lo imposible.
De las recomendaciones de dicha comisión nació el Programa de Educación Cristiana y El Plan Básico. El hermano Warner había pasado a ser director del Instituto bíblico Río de la Plata en Buenos Aires. Ayudó a dar más vida a la educación cristiana en la Argentina lo mismo que en el Cono Sur y una vez más su genio para organizar, coordinar y proporcionar entusiasmo brilló.
En el año 1967 este siervo de Dios aceptó el nombramiento de coordinador del Programa de Educación Cristiana, puesto que en aquel entonces incluía además la dirección del naciente Instituto de Superación Ministerial (ISUM). Desde entonces trabajó en mil maneras para ofrecer a los países de la América Latina y las Antillas un servicio que constantemente crece en escala e importancia. Su intensidad, sin que llegara a ser una austeridad, nos ha inspirado.
Múltiples alumnos y colegas quedamos atolondrados ante la noticia de su fallecimiento. Recordaremos como amaba a Dios y su obra. Tendremos presente sus buenos consejos. Jamás desearíamos se hubiera prolongado su jornada en este valle de lágrimas, porque mejor es estar con el Señor, pero sí lamentaremos el no poder consultar con él acerca de nuestras aspiraciones y frustraciones ni compartir ratos de alegría fraternal.
Gracias, Hermano Verne, por todo lo que sacrificaste a favor de Dios y su obra. Gracias por tu inspiración, tus consejos. Nos veremos pronto, querido compañero.