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El abuso físico y sexual en la familia

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2017.1

Por Cynthia Nicholson (terapeuta de matrimonios en crisis)

 

La violencia doméstica y sexual están en aumento en todo el mundo en este siglo veintiuno conforme a la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el caso de Latinoamérica las estadísticas son muy altas[1]. En las clases que enseño alrededor del continente para ISUM y la Facultad de Teología, encuentro a pastores y líderes preocupados por casos específicos quienes desean recibir herramientas para poder hacer algo frente a este flagelo.

No se puede hablar de los problemas de familia y enfocar solo una de estas dos partes, siendo que el abuso físico y el sexual están interrelacionados. Cualquier tipo de abuso doméstico se explica con la figura del Árbol de Abuso. Las raíces son la propiedad—el hombre piensa: “Soy su dueño, ella es mi propiedad”.  El tronco es el derecho—él dice: “Soy hombre, y tengo el derecho de hacer esto”. Las ramas son el control—él se justifica: “Ella necesita que la controle”. En esencia, el abuso crece a partir de actitudes y valores; no es el resultado de emociones no controladas.

La OMS define la violencia familiar como “los malos tratos o agresiones físicas, psicológicas, sexuales o de otra índole, infligidas por personas del medio familiar y dirigida generalmente a los miembros más vulnerables de la misma: niños, mujeres y ancianos”.[2] Las muchas caras del abuso intrafamiliar incluyen abuso físico, verbal, emocional, sexual, control económico exagerado, aislamiento social, intimidación y amenazas. Vale notar que aunque hay muchas mujeres que son las agresoras, el porcentaje más grande es el de los hombres, por lo que este artículo usa el pronombre “él” para designar el victimario y “ella” para la víctima.

 

Factores individuales que influyen en la violencia

La violencia doméstica se basa en la desigualdad de poder entre un hombre y su compañera. El hombre usa fuerza física o psicológica para controlar a la mujer porque cree que es superior, y la mujer considera que es su obligación someterse a ello.

La víctima – la mujer

Muchos le preguntan a la mujer abusada, y especialmente a la que tiene hijos en casa, ¿por qué no se fue de ese entorno abusivo? Pero entender la baja autoimagen que es el resultado de la familia en que se crece, o la destrucción de su estima al vivir con una persona que continuamente merma el concepto de sí misma, causa que en vez de juzgarla se sienta compasión por ella.

La mujer tiene muchas creencias que la dejan soportar el maltrato. Por ejemplo: autocondenación: “Yo soy mala”, “No debí hacerle enojar”, “Hice algo en mi pasado por lo cual estoy pagando ahora”. Piensa que Dios es malo: “Él no me quiere – puede pararlo y no lo hace”. Reina el temor: “No tengo adonde ir”, “No tengo capacidad de sostenerme ni a mí, ni a mis hijos”, “Le tengo miedo a él” (la causa principal).  Muchas veces todavía lo ama: “Es el padre de mis hijos”, “Lo quiero. Quiero que pare la violencia, pero no quiero dejar la relación”.

El femicidio es una nueva palabra para un viejo delito;  antes se usaba el término “crimen de pasión”, ahora la terminología es más precisa. Muchos  países ahora están registrando la incidencia del femicidio, y es notable que en América Latina reporte un gran número.[3]

Aparte del terrible resultado del maltrato que es la muerte, hay muchas consecuencias nocivas para la salud de la mujer, que incluyen lesiones, huesos rotos, enfermedades sexualmente transmitidas, entre otras. La intimidación la pone en un estado de constante de ansiedad y causa depresión y, cuando hay amenazas, ella teme por su vida y la de sus hijos. Es muy común que esté aislada de sus familiares y amigos, y se encuentre sin recursos para salvarse del peligro.

Hay personas que creen que el abuso sexual en la familia solamente se refiere a incesto con los niños, y creen que no es abuso sexual si la pareja es casada. Pero es un mal concepto del diseño de Dios para la sexualidad. El dio el precioso don del sexo solamente dentro de los confines del lecho matrimonial. Es el pegamento que nos une, dejándonos conocer y ser conocidos enteramente, que es la plena intimidad. Pero cuando el acto es forzado o se usa violencia, el daño es mucho más que físico—destruye el vínculo emocional. Por eso, todo Cantar de Cantares habla del deleite y el gozo encontrados en esta dádiva de Dios. Abusar de ella daña tanto al agresor como a la víctima, porque la violencia sexual extingue el afecto y el amor.

Cuando finalmente el peligro aumenta considerablemente la mujer relata, avergonzada, su sufrimiento. Tiene vergüenza por haberlo aguantado y por no haber protegido a sus hijos anteriormente. A veces no quiere delatar a su marido ante las autoridades porque no tiene confianza en el sistema policial y/o judicial. También teme las reacciones de los líderes espirituales, no sabiendo si ellos la van a apoyar o condenar. Por eso es necesario que comuniquemos desde los púlpitos que Dios está en contra de la violencia y apoya al que sufre injustamente. Hay muchas referencias bíblicas para sostener la sana doctrina en esta área.[4]

Las víctimas – los niños

Todos los niños merecen un hogar feliz y seguro. Cuando existe maltrato de la madre, la probabilidad de que haya abuso físico de los niños también aumenta.[5]

El hallazgo de que la exposición a la violencia en la niñez —sea como víctima o como testigo— puede aumentar el riesgo de sufrir violencia en etapas posteriores de la vida concuerda con los resultados de investigaciones realizadas en otras regiones y pone de relieve la importancia de establecer de manera coordinada estrategias de prevención de la violencia contra mujeres y niños, con el fin de romper los efectos intergeneracionales de la violencia doméstica.[6]

Los niños traumatizados por violencia en el hogar presentan más conductas externalizadas y antisociales y más conductas internalizadas como inhibición y miedo que los otros niños que no sufren abuso doméstico. Los traumatizados sufren menor rendimiento social y un menor rendimiento académico también.[7] Si queremos que la futura generación salga del patrón aprendido en la niñez, debemos levantar programas preventivos y de protección. Como el pastor Jerry Smith dice cada mes en la dedicación a Dios de nuevos bebés en el Centro Cristiano de Guayaquil, Ecuador: “Esta iglesia debe ser el puerto seguro para todos estos infantes. Tenemos cero tolerancia para cualquier comportamiento que sea dañino a estos preciosos hijos nuestros. Es la responsabilidad de toda la congregación estar alerta y debemos comprometernos a proteger la dignidad de cada individuo que Dios nos ha dado”.[8]

El victimario

El victimario no es un monstruo. Los abusadores pueden ser miembros de la comunidad y de la iglesia que saben proteger su buena imagen, pero en casa, por las raíces (del Árbol de Abuso) de pensar que es “dueño” y el tronco de tener “derecho”, no permite que nadie cuestione, dude, desprecie ni tenga otra opinión más que la suya. Se cree superior y le es dada la tarea de controlar a los suyos con fuerza. El abuso y el respeto son opuestos. Los abusadores no pueden cambiar a menos que superen la falta de respeto hacia su compañera. La Biblia dice que el hombre debe amar a su esposa como Cristo ama a la iglesia y dio su vida por ella. (Efesios 5:25 Esposos, amen a sus esposas así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella,..”) También dice que los dos géneros somos coherederos de la gracia. (1 Pedro 3:7 “Ustedes, maridos, de la misma manera vivan con ellas con comprensión, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que las oraciones de ustedes no sean estorbadas”.)

El ciclo de la violencia comienza con una etapa de agitación, en que el agresor no se responsabiliza por su propia tensión que aumenta. Le echa la culpa a su cónyuge por cualquier situación y los ataques verbales crecen hasta la segunda etapa—la de la explosión. Casi inmediatamente después, viene la etapa de disculpas y arrepentimiento. Se llama la etapa de “la luna de miel”. Es en esta etapa que no está abierta la víctima a recibir ayuda porque quiere creer las promesas de “Nunca más”. Esta etapa tranquila y cariñosa le da esperanza a la mujer, pero solo dura hasta que la tensión aumente de nuevo. Una vez que la violencia empieza, la relación cambia y los métodos de enfrentar problemas y resolver conflictos ya no sirven como antes.

La pregunta más frecuente en cuanto al victimario es: ¿hay posibilidad de que cambie? Me alegra compartir que sí, hay muchos hombres que han cambiado. Hemos escuchado múltiples testimonios de victoria, una vez que él deja de pensar que solo por ser hombre tiene el privilegio de comportarse mal sin recriminación. La verdad es que los hombres son mucho más conscientes de lo que están haciendo de que lo que parecen. No es que son incapaces de autocontrolarse; es que no lo quieren.

 

Factores relacionales que influyen en la violencia

Profesionalmente, soy terapeuta de matrimonios en crisis, cuando no estoy viajando con mi esposo Ricardo por toda la región predicando y enseñando. Veo a muchas parejas en el consultorio donde trabajo en Branson, Missouri, EE.UU., que pertenece a Enfoque a la Familia. Si la violencia física es una de las causas de la ruptura del matrimonio, precisamos que el agresor reciba consejería personal primero, antes de que venga la pareja a nuestro ministerio para ayudarles a restaurar la relación. Es poco posible que se repare la relación mientras que haya valores y actitudes que los predispongan a la violencia.

Hay muchas influencias relacionales que contribuyen al comportamiento abusivo además de los factores dentro de la pareja: la familia en que creció, los amigos y los compañeros. Recibir castigos físicos severos durante la infancia, la falta de afecto y de vínculos emocionales, el tener amigos delincuentes, vivir en una familia disfuncional y haber sido testigo de conflictos continuos de sus padres. Todo esto lo deja al individuo con la percepción de que la violencia es normal[9].

 

Factores comunitarios y sociales que influyen en la violencia

La comunidad tiene una obligación de proteger a sus ciudadanos. En los últimos veinte años más países están adoptando leyes que protegen a los individuos con menor posibilidad de defenderse[10]. En la III Cumbre Iberoamericana de Género en Enero de 2016 realizada en Santiago, Chile, se reunieron representantes de veintiún países. La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, habló sobre “la esperanza de que en esta cumbre surjan propuestas concretas y no solo buenas intenciones”.[11]

Si no hay un énfasis directo de parte del gobierno, es demasiado fácil que la sociedad continúe en la inercia y se haga “la ciega” ante la violencia física y sexual.

 

Factores religiosos que influyen en la violencia

La iglesia de Cristo debe ser la mano de Dios extendida a la humanidad que sufre, pero la triste verdad es que muchas veces es la iglesia misma la que permite la violencia familiar. Al malinterpretar los versículos bíblicos que hablan de la relación matrimonial, les da permiso a los hombres controladores de justificar su comportamiento pecaminoso. En vez de enfatizar que Dios hizo al hombre y la mujer iguales conforme al libro de Génesis y que el Nuevo Testamento confirma que no hay diferencia por género, a veces se promueve el concepto de que hay superioridad por parte del hombre. Nunca se justifica la servidumbre cuando se habla de la sumisión de la mujer.

Las que hemos participado en conferencias para mujeres y hemos tratado personalmente con mujeres abusadas física y sexualmente hemos escuchado a demasiadas mujeres que fueron doblemente victimizadas al recurrir a su pastor o líder y han sido expulsadas o por no creerles su historia o por una simple respuesta de que sea más sumisa. Hay razones por las cuales tales mujeres dejan de buscar ayuda en esas iglesias.

 

Esperanza

La buena noticia es que hay esperanza, y es la iglesia verdaderamente espiritual la que reconoce la importancia de brindar apoyo a las mujeres y los niños que padecen abuso físico y sexual en su familia. La iglesia eficaz apoya emocional y espiritualmente a los atribulados entre sus feligreses. Muchos de los líderes en clases de consejería pastoral me dicen que al volver a sus iglesias van a dedicarse a preparar obreros que puedan atender las necesidades dentro de la comunidad de fe y también demostrar a la comunidad que ciertamente la iglesia de Cristo tiene respuestas para ayudar en los momentos más difíciles.

 

BIBLIOGRAFÍA

Bintrim, Rebecca. “Fighting Gender Violence: What Brazil, Argentina and Others are Doing” Americas Quarterly. 9 de enero de 2017. Dice que Latinoamérica es una de las regiones más violentas del mundo para las mujeres.

Guedes, Alessandra, Claudia García-Moreno y Sarah Bott. “Violencia contra las mujeres en Latinoamérica y el Caribe” Foreign Affairs Latinoamérica. Vol 14, número 1. Enero-marzo 2014.

Hernández, Rosa Patró y Rosa María Limiñana Gras. “Víctimas de violencia familiar: Consecuencias psicológicas en hijos de mujeres maltratadas” en Anales de Psicología, Vol. 21, no 1 junio de 2005. 11-17

“Informe mundial sobre la violencia y la salud”. Organización Mundial de la Salud (OMS) Ginebra. http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/67411/1/a77102_spa.pdf (último acceso 6 de mayo de 2017).

S.a. “Bachelet pide “propuestas concretas” sobre equidad de género en Iberoamérica” La República Ecuador. 7 de mayo de 2017. http://www.larepublica.ec/blog/sociedad/2016/01/18/bachelet-pide-uestas-concretas-sobre-equidad-de-genero-en-iberoamerica/ (último acceso 7 de mayo de 2017).

S.a. “Violencia y Salud” Ministerio de sanidad, servicios sociales e igualdad. [Gobierno de España. https://www.msssi.gob.es/ciudadanos/violencia/prevencion/indiceContenidos. html ultimo acceso 7 de mayo de 2017]

 


[1] Rebecca Bintrim. “Fighting Gender Violence: What Brazil, Argentina and Others are Doing” Americas Quarterly. 9 de enero de 2017. Dice que Latinoamérica es una de las regiones más violentas en el mundo para mujeres.

[2] s/a. “Violencia y Salud” Ministerio de sanidad, servicios sociales e igualdad. [Gobierno de España. https://www.msssi.gob.es/ciudadanos/violencia/prevencion/indiceContenidos.htm ultimo accesso 7 de mayo de 2017]

[3] Bintrim. Ejemplos de datos: Bolivia—entre 2013-2015 había 250 femicidios; Colombia—un femicidio occurrió cada tres días; Ecuador—entre 2014-2015 había 188 femicidios, El Salvador—284 femicios se registraron entre enero-noviembre 2016 (esta población pequeña tiene una de las más altas estadísticas de femicidio; México—aumentó siete veces más alto el número de femicidios entre 2013-2015 que entre 2011-2013.

[4] Algunos versículos bíblicos que pueden usar: Salmos 11:5; Gén. 6:13; Eze. 8:17; Tito 1:7; Heb. 4:15; Lucas 18:7-8; Juan 10:10; 1Cor. 3:16, 17; Lucas 4:18-19; Mat. 12:35; Eze. 36:26-27; Prov. 14:8; 1 Tes. 1;6; Prov 19:19; Salmos 10:15.

[5] Rosa Patró Hernández y Rosa María Limiñana Gras. “Víctimas de violencia familiar: Consecuencias psicológicas en hijos de mujeres maltratadas” Anales de Psicología, Vol. 21, no 1 junio de 2005. 11-17

[6] Alessandra Geddes, Claudia García-Moreno y Sarah Bott. “Violencia contra las mujeres en Latinoamérica y el Caribe” Foreign Affairs Latinoamérica. Vol 14, número 1. Enero-marzo 2014. 41-48.

[7] Hernández, p. 12

[8] Culto presenciado por la autora el 23 de abril de 2017. Comentaron que el pastor exhorta lo mismo a la congregación cada mes en la presentación de los bebés por sus padres en el culto.

[9] “Informe mundial sobre la violencia y la salud”. Organización Mundial de la Salud (OMS) Ginebra. http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/67411/1/a77102_spa.pdf (último acceso 6 de mayo de 2017).

[10] Bintrim.

[11] S.a. “Bachelet pide “propuestas concretas” sobre equidad de género en Iberoamérica” La República Ecuador. 7 de mayo de 2017. http://www.larepublica.ec/blog/sociedad/2016/01/18/bachelet-pide-propuestas-concretas-sobre-equidad-de-genero-en-iberoamerica/ (último acceso 7 de mayo de 2017).

Cynthia Nicholson


 

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