Por Claudia Janneth Mendoza Rodriguez
¿Cómo predicar el Evangelio a los que nunca han escuchado de Jesucristo? ¿Cómo alcanzarlos? Parece una tarea imposible de realizar, —especialmente cuando se está sirviendo en medio del mundo Musulmán donde literalmente millones nunca han escuchado acerca de la Verdad. Sin embargo, este fue el mismo desafío que la iglesia del primer siglo enfrentó. Los principios misionológicos del ayer constituyen la base inamovible para las misiones de hoy.
El único gentil autor de un libro en el Nuevo Testamento, provee en sus dos tomos una visión global acerca de la extensión del reino hasta los confines conocidos en su época. Lucas, el médico griego, alcanzado por la locura del Evangelio—resultado del esfuerzo misionológico del apóstol Pablo— describe en el libro de los Hechos el proceso y los resultados de la tarea misionólogica que trastornó al mundo en su tiempo; pero, es en el Evangelio que lleva su nombre, donde esgrime los fundamentos de la misión.
A. EL ESPÍRITU SANTO COMO AUTOR DE LA MISIÓN
El modelo lo establece Jesús en el pasaje que muchos consideran la quinta declaración de la Gran Comisión, Lucas 4:18-19. El ungido es enviado en el poder del Espíritu, para llevar a cabo la misión. En el evangelio de Lucas se observa la intervención progresiva del Espíritu Santo como agente de la misión; así la llenura del Espíritu está ligada a una función y al servicio, más que a una experiencia personal.
Con respecto al ungido enviado, responsable de la tarea, se observan tres movimientos del Espíritu:
1. Él es quien reafirma la identidad del Ungido (Lc.3:22)
Justo antes que el tentador entrara en escena cuestionando la identidad del Hijo de Dios, el Padre declara la naturaleza divina de Jesús. “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”. Sólo en el poder del Espíritu se puede mantener una identidad sana; que permanezca firme en medio del choque transcultural y de todas las amenazas de tipo espiritual a la que se enfrenta el que es enviado con una misión.
2. En el poder del Espíritu se vence la visión egocéntrica (Lc.4.1-13)
Se describe, cómo Cristo, en el poder del Espíritu, vence la tentación que tiene como fin máximo desenfocarlo de la misión. La primera tentación pretende llevar a Cristo a una visión egocéntrica ¨di a estas piedras que se conviertan en pan”, en otras palabras: — “suple primero tus necesidades personales.” Este es uno de los grandes obstáculos que experimentamos en América Latina para el desarrollo de misiones transculturales, en la forma de la pregunta: “¿Por qué ir allá cuando hay tanta necesidad aquí?” Una visión centrípeta y un pensamiento centrado en el Yo, producen un corazón insensible. La respuesta de Jesús es contundente “no sólo de pan vivirá el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Hay algo más importante que suplir las necesidades personales. Lo que sale de la boca de Dios es capaz de ordenarle al universo que haga lo imposible. Cuando se tiene el enfoque correcto, aún recursos financieros escasos, no serán un obstáculo para el desarrollo de la misión.
La segunda y tercera tentación aluden a la búsqueda de poder, gloria y reconocimiento: “…A ti te daré toda esta potestad…” “…Si eres el Hijo de Dios…” Es la tentación que busca edificar reinos personales en lugar de la extensión del reino de Dios; el síndrome de la torre de Babel: “…Hagámonos un nombre…” ¿Cómo prescindir de esa tentación de demostrar quién es el mayor? ¿Cómo evitar esa sed de reconocimiento, de prestigio y de autoridad que subyuga? Esta actitud se detecta en algunos hoy. Ha detenido el avance de las misiones transculturales donde el llamado es al servicio. El Señor lo estableció: ”..Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él servirás.”
Nuestro llamado al ministerio es de predicar el Evangelio donde Cristo no ha sido proclamado. Es un llamado que en la mayoría de los casos, exige la renuncia de seguridad y posición. El Señor nos insta a ir en busca del Uno, de ese perdido, por quien Él dio su vida. Somos siervos, quizás desconocidos por muchos, pero bien conocidos por Dios.
3. En el poder del Espíritu se ejerce la misión (Lc.4:14)
El Señor dice a sus discípulos: “no salgan de Jerusalén hasta no ser investidos de poder de lo alto;¨ porque salir sin que el Espíritu de Dios dirija la misión, es un suicidio misionero. Es un peligro tanto para el que va, como para la iglesia que envía, y también para los receptores de la misión. Es sólo en el poder del Espíritu que las motivaciones rectas y el enfoque de la misión se mantienen.
El resultado de la intervención del Espíritu sobre la vida de los discípulos en la experiencia de Pentecostés se evidencia en tres aspectos. Aquellos que reclamaban la restauración del poder para Israel, ahora con una sana identidad:
- hablan con denuedo la palabra de Dios,
- demuestran un corazón compasivo que los lleva a comunicar las buenas nuevas de salvación a los que no eran dignos de oír, y
- comparten todo cuanto tienen.
B. EL VALOR DEL UNO, COMO ENFOQUE DE LA MISIÓN
Otro de los fundamentos misionológicos mencionado por Lucas es el enfoque al Uno. El modelo lo establece Jesús, quien resume su misión como el que vino “a buscar y salvar lo que se había perdido.” (Lc.19:10) .En su enseñanza de las tres parábolas de Lucas 15 reafirma la importancia del Uno: la oveja extraviada, la moneda perdida y el hijo pródigo. Declara en tres oportunidades el gozo celestial que se produce por el Uno que se arrepiente.
El mismo Jesús confronta, a través de la parábola del Samaritano, a aquellos que teóricamente eran los llamados a atender al Uno, pero que la liturgia y la religión los desenfoca. En esta parábola el Señor nos enseña que las misiones son compasión que lleva a la acción. El paralelo en Hechos lo encontramos en los capítulos 8, 9 y 10, donde Felipe es guiado por el Espíritu a dejar las multitudes y correr tras el Uno, el eunuco Africano. Ananías también es guiado a discipular al Uno, el rebelde fanático perseguidor de la iglesia, Saulo. Pedro es llamado a predicar al que representa a aquel pueblo Romano enemigo, quien les ha subyugado, el centurión Cornelio. Esa experiencia le revela que “Dios no hace acepción de personas sino que anda buscando al que le teme y hace justicia.”
El Uno hoy representa los cerca de tres mil millones que no han escuchado las buenas nuevas de salvación. El Uno personifica aquel que se esconde en los lugares donde la tarea evangelística se ha prohibido, pero que no es imposible de alcanzar. Para algunos, esos lugares representan pérdida, por la gran inversión que se requiere. Pero la ganancia es el impacto que el Uno puede causar. Grandes ejemplos tenemos en el eunuco Africano quien llevó el Evangelio a Etiopia o en Pablo quien lo extendió a los confines de su mundo conocido.
C. LOS TESTIGOS, EJECUTORES DE LA MISIÓN
El equipamiento de los obreros que deben recoger la mies, aquellos testigos de lo que vieron y escucharon, fue el tercer elemento que observó Lucas. Fueron . . .
- Llamados a salir de entre las multitudes, organizar sus prioridades, y redefinir su compromiso. Nos insta a adoptar el principio de ceder los derechos personales para que primen los valores del reino (Lc 14:25-33).
- Retados a tomar su cruz, que simboliza seguir los pasos del Maestro. Requiere una total sumisión al reino de Dios; entendiendo que en la pérdida hay ganancia. Si bien es cierto que la cruz representa sacrificio, también es victoria, salvación, sanidad y el lugar donde el enemigo fue derrotado.
- Instados a caminar en fe, razón por la cual no se les permitió llevar consigo nada más que la autoridad y el poder que Jesús les entregaba. Aún así, ante el desafío de alimentar a las multitudes, se les ordenó: “Dadles vosotros de comer.” Es debido a esa experiencia que luego Pedro se atreve a decirle al cojo de la Hermosa: “..No tengo plata ni oro pero de lo que tengo te doy…”
Un principio misionológico que necesitamos implementar en América Latina es el reto de que las misiones se hacen en fe. Es la decisión de hacer lo que está a nuestro alcance, usar nuestros recursos que pueden parecer pocos para muchos, pero que serán suficientes al ser puestos en las manos del Señor.
Estos principios, sumados al poder y dirección del Espíritu Santo, estimularon a aquellos discípulos en el libro de los Hechos a llevar el Evangelio hasta los confines del mundo conocido. Cumplieron aún en medio de la persecución Judía y bajo la opresión de los emperadores Romanos, que a precio de sangre quisieron acallar las voces de la Verdad. Bien lo dijera Tertuliano: “La sangre de los mártires es semilla del evangelio.”
La misionología lucana sienta una base firme para que todos cumplamos la Gran Comisión. En el poder del Espíritu, reevaluemos la importancia del Uno y entendamos el papel crucial del testigo, que ha recibido el llamado a dar de gracia lo que de gracia ha recibido. Hay pueblos cerrados al Evangelio pero no inalcanzables bajo el poder del Espíritu Santo. ¡Este es el tiempo donde Dios está llamando a la iglesia de toda nación a predicar el Evangelio donde el nombre de Cristo no haya sido aún proclamado!
MARAVILLOSA FORMACIÓN. GRACIAS