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Honores al Gusano

Por publicado originalmente en CONOZCA edición 2017.2

Por Jose M. Saucedo Valenciano

 

Nunca había estado en un funeral así. Jamás imaginé un servicio fúnebre en el que se sintiera tanta gloria. Parecía todo, menos un programa relacionado con la defunción. De principio a fin hubo cantos que exaltaban a Cristo, alabanzas al Señor y expresiones de gratitud a Dios por la vida de Floyd Woodworth. No pocas veces durante el culto en mi mente pedí al Creador que cuando me toque el turno de partir, mi familia se muestre fuerte y llena de paz como los Woodworth.

El programa se llevó a cabo en la iglesia en Irving, la cual fundaron los misioneros Floyd y Milly Woodworth. David, Sandra y Linda nos conmovieron con sus expresiones de cariño y anécdotas llenas de enseñanza con su padre. Los nietos también participaron y causó grata sensación ver que se ha levantado todo un emporio de siervos de Cristo por la influencia del Gusano. Aprendí tanto en la muerte de Floyd como en la vida. Dejó marcas imborrables en mí, que no pude dejar de sentir gratitud a la familia por concederme el honor de predicar en ese funeral.

Años antes le había atacado la enfermedad del Alzheimer. La memoria se le debilitaba gradualmente, aunque jamás le pudo borrar el recuerdo de que Jesucristo era su Salvador. Lo visité en su casa y me recordó, platicamos largo, como si no padeciera de ningún mal. Comimos platillos cubanos, tomamos café y nieve. Y terminamos a la media noche deleitándonos con su talento en el piano y sus himnos clásicos. Pasamos un rato al santuario de su oficina y me mostró el escritorio desde el cual me enviaba las cartas que tanta emoción me provocaban, porque contenían invitaciones a escribir en la revista Conozca, o porque me respondía que mis artículos habían sido aceptados, y a menudo un cheque acompañaba la misiva.

Recuerdo que a mi esposa le deleitaba que le leyera cada correspondencia de Floyd. Luego muchos ministros amigos que me visitaban me preguntaban: ¿No te ha escrito nada el Gusano? Si había nuevos documentos me rogaban que se los leyera. Se reunían alrededor esperando saborear el contenido. Si no, me presionaban para que sacara las cartas viejas y las repasara. Sobre todo, gozaban y reían hasta el cansancio con los saludos y las despedidas. Nunca repetía una frase, siempre era nueva la expresión. Una que les causaba mucha gracia fue donde me decía: Que el Señor llene cada uno de los huecos de tu vida. Y al final culminaba con una autohumillación, era clásico el uso de los motes degradantes sobre sí mismo: Se despide de ti este gusano asqueroso, o esta garrapata hedionda, o este perro muerto, o este piojo tuerto.

Imaginen lo que representaba para un ministro que apenas iniciaba, con escasa experiencia y sin ningún rango oficial recibir atenciones de un generalazo de la obra misionera. Me parecía increíble que Floyd me dedicara tiempo especial y abundante para enseñarme el mundo de la redacción. Ingresé al Instituto Bíblico a los diecisiente años y gradué a los veinte, y a los veintiuno conocí a Floyd. Fue mi maestro de Teología del Espíritu Santo en ISUM. Encontré desde el principio en él un modelo y me le pegué. Me ofreció su amistad y su mentoría. Un año después me invitó a participar en Conozca, con ese artículo de Moisés Sáenz, Educador de Hombres, de Niños, de Pueblos. Comenzó de inmediato a mostrarme cómo corregir mis escritos, y le pedí que me enseñara a editar.

Más de cuatro mil horas trabajamos juntos en la edición y aprendí de él más que nadie. Cuando ocupé la dirección de la ECCAD fue mi asesor en todo tiempo. En 1995 fue a mi casa en Palaú, Coahuila, a presionarme para que publicara mi primer libro. Amenazó con no irse hasta llevarse mi promesa. Acepté con una condición: Que él fuese el editor de mi Comentario Teológico y Expositivo a Romanos. Hicimos el pacto y Floyd me acompañó en cada parte del proceso.

Cuando fui Superintendente hablábamos a menudo. Su consejo y oración me cobijaron muchas veces. Era mi asesor y coach. Me llamaba “hijo” y así me trataba. Sus palabras fueron bálsamo para mí siempre. Le dediqué mi libro de Principios para interpretar pasajes difíciles de la Biblia.

De las obras de Floyd se puede escribir y decir bastante.

1. Incursionó en diversos campos ministeriales.

Fue fundador de iglesias, pastor y maestro de diversos institutos bíblicos el ISUM y la Facultad de Teología.

En el liderazgo oficial fungió como Director del SEC y de Institutos Bíblicos; además trabajó como ejecutivo y líder nacional. Estuvo al frente de la obra nacional en Cuba y en Colombia.

Fue mentor de muchos. Siempre se ocupó de la formación de obreros, pastores y líderes competentes tanto teológica como ministerialmente. Puso énfasis en la ética y la altura cristiana de los siervos de Jesucristo.

Como misionero era apasionado. Amaba a Jesucristo y a la iglesia. Era respetuoso de creyentes y ministros en todas partes. Creía en la consolidación autóctona de la obra. Luchó siempre por la autonomía de los concilios nacionales. Quería ver en cada lugar liderazgo, ministerio, economía, teología y editorial independientes. Su mayor gozo era que los latinos se involucraran en el magisterio de ISUM y en la publicación de libros de contenido doctrinal. Para Floyd la obra debía ser autosuficiente. Debía producir sus propios recursos, y por eso tenía que desarrollar escritores, pensadores y teólogos.

2. Se desarrolló como escritor y editor.

Amaba los idiomas. Se convirtió en un experto del castellano. Obtuvo un posgrado en Literatura Hispanoamericana. Publicó libros de texto para institutos bíblicos e ISUM. Destacó en el campo editorial. Se aseguraba del nivel y la consistencia de los escritos, – que todos tuvieran contenidos bíblicos, apegados a la sana doctrina y con estilo pertinente.

Su nombre se inmortalizó con instituciones como Editorial Vida y Conozca, en los cuales la firma de Floyd Woodworth aseguraba productos de contenido potable y nutritivo. Los talleres de escritores que desarrolló con un equipo especializado en toda América Latina cosecharon publicadores y asociaciones de escritores en varios países.

3. En el campo docente lo conocimos por sus dinámicas y consistentes clases de Biblia, Teología, Hermenéutica, Redacción, Metodología y Didáctica. De cada clase que impartía cosechaba un Timoteo, nunca faltó alguno que quisiera aprender más bajo la tutela del Gusano.

4. Sus fortalezas para la misión eran su personalidad, el trato cordial hacia hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales. Tenía una especial disposición a escuchar a los demás.  Su predicación era consistente y contextual; su enseñanza, apasionada y trascendente. Como mentor destilaba una sabiduría extraordinaria.

Floyd nos dejó un legado y un ejemplo que debemos apreciar y atesorar. Nos legó un modelo de ministerio encarnacional, a la manera de Cristo: hablar, predicar y enseñar en el lenguaje del pueblo, traer las verdades bíblicas en forma contextual y pertinente, producir teología, literatura y hacer todo lo necesario para que la iglesia del Señor se vuelva apta para adorar, trabajar y servir.

Gracias a Dios por nuestro amigo y mentor.

La última vez que hablé con él le pedí que me bendijera. Recuerdo como me aferré a su mano sobre mi cabeza y le rogué por la doble porción de su espíritu sobre mí. Mi ejemplo ideal es el Señor y Salvador Jesucristo, mi modelo accesible es el Gusano. Ha llegado el momento en el cual siento que cuando edito un libro o refuto una doctrina, pienso y hablo como mi maestro Floyd. Ojalá le llegue un día siquiera a los talones.

 

 

 

José M. Saucedo Valenciano


 
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1 Comentario  comments 

Una respuesta

  1. Sandra Kazim

    Gracias Pepe por estos recuerdos tan detallados y las palabras de honor en memoria de nuestro padre. Solo queda mencionar que una gran parte de lo hermoso del servicio funeral fue el tremendo mensaje basado en el libro de Apocalipsis con el que ud. nos alimentó y nos bendijo. Como familia quedaremos agradecidos por siempre.

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