Por Juan E. Mena M.
‑Señor, quiero ser pastor si lo permites;
no quiero yo la vida sin servirte,
no quiero existir inútilmente.
Mientras clamaba,
en mi anhelo infinito de llamarte
un deslave de emociones brotó en mi pecho.
El deseo inexplicable de ofrendar mi vida
era el sueño que le daba razón a mi existencia.
Y él me respondió:
‑Si te atreves a servir de tal manera
que después de sembrar tu semilla con amor
no pretendas reclamar como tuyo ningún fruto;
si al sonreír, aún pensando en tus problemas
puedes seguirlo haciendo por ser un escogido.
Si logras llorar tan escondido
que tú mismo no escuchas tus lamentos;
si al pastorear un rebaño necesitas un pastor
pero te encuentras atado al cuidado de una grey,
si al meditar en tu trabajo, decides que es glorioso
y pensando en lo grandioso, puedes calmar
el hambre de tu hijo, siéntete feliz.
Porque pastor es éste: el que sonríe y llora
el que ríe para llorar y llora de alegría,
el que consuela y sufre,
el que se cansa y sigue,
aquel que lucha por todos, pero nunca por sí mismo
Juan Efraín Mena M. es pastor de la Iglesia Central de las Asambleas Dios en Latacunga, Ecuador.